This entry is part 4 of 9 in the series West Coast Trail

Hoy es el día mundial de las escaleras. La costa no es accesible y hay que ir por la selva, donde el sendero tiene que salvar las profundísimas hendiduras que han excavado los ríos. Hasta en 3 ocasiones, hay que descender a las profundidades a través de interminables series de escaleras para luego volver a ascender por el otro lado.

El día amanece muy húmedo, con Camper bay envuelto en una niebla que lo empapa todo. Hoy ya no estamos tan motivados para madrugar, no hay mareas con las que hacer contrareloj y nos lo tomamos con más calma. Hemos programado un día corto, en kms., para compensar es esfuerzo adicional de las escaleras.

Llegamos a la primera, en Sandstone creek y vamos para abajo, hasta el fondo y luego para arriba, no tiene más historia que lo ya contado. La segunda es Cullite creek la de la serie de escaleras más larga, culminada, en el fondo, por un carricoche colgante… es decir, ni siquiera descendemos hasta el fondo del todo; cruzar del «vehículo» y volver a subir. En esta ocasión, en realidad, sí se puede bajar al fondo porque el río va muy bajo y se puede bajar, cruzar a pie sin mojarse apenas y subir hasta el principio de la serie de escaleras de subida pero, esta vez sí, hacemos el numerito de usar el carricoche. Ya es el segundo que encontramos y, a este paso, no vamos a usar ninguno, a no ser que sea por la simple diversión y curiosidad de probarlo… así que montamos en el cacharro y vemos que, con un poco de cuidado, es muy sencillo hacerlo funcionar. Hacemos un descanso para comer, abajo, donde un buen número de compañeros de sendero han decidido hacer lo mismo.

Subiendo desde el fondo de Logan creek

Las plataformas ayudan a descansar y a no dispersarse. Es una curiosa forma de romper la rutina pero no tiene mayor misterio, ni siquiera con la mochila monstruo que llevo yo supone ningún problema. En los tramos cortos, no muy inclinados y con caída no muy mortal se puede incluso probar el equilibrio y bajar de cara y sin manos.

Finalmente, Logan creek y ya están todas las escaleras del día. Habrá algunas más a lo largo de la ruta pero no tan largas. Por hoy, se han acabado las emociones fuertes. En Logan, por cierto, tampoco se llega al fondo: cuenta con un espectacular puente colgante, donde acaban las escaleras. Da un poco de vértigo pensar en tanto vuelo sobre terreno falso pero, en el fondo, es fácil; tan fácil como espectacular.

El puente sobre Logan creek

Logan creek, desde el puente

El resto del día es trámite, sobre todo teniendo en cuenta que no hay mucho barro en el bosque. Trámite no significa feo ni aburrido: el bosque es espectacular, oscuro, denso y auténticamente selvático, con árboles gigantescos (algunos de los más grandes del mundo están por aquí), troncos caídos por todos los sitios, en grado diverso de descomposición, colonizados por nueva vegetación; muchos de ellos, enormes, más altos que una persona (esto es, una vez caídos)… un bosque lleno de plantas raras, setas y hongos de las formas más extrañas y, en general, lleno de curiosidades que no tienen nada que ver con los bosques a los que estamos acostumbrados.

Caminando sobre un tronco caído. Insisto en lo de un mundo sin suelo

llegamos a Walbran, donde el río que allí desemboca da lugar a un par de buenas áreas donde acampar; una, a lo largo de la orilla izquierda, dentro del cauce pero en la parte alta, muy lejos del nivel actual del agua. No hay peligro de crecidas. El cauce es el único sitio desprovisto de vegetación y tiene el ya clásico piso de grava, más o menos desmenuzada. Aquí, el terreno está detrás de la barra que le separa del mar, configuración similar a la de Camper bay el día anterior y, por tanto, protegido del viento y hay ya bastante gente acampada.

Pasada la barra, está la playa, abierta al mar, con una estrecha franja también despejada de vegetación, entre el bosque y la línea de marea alta. Hoy no hay muchos elementos de los que protegerse y nos gusta más aquí.

El paso de los años y de la gente ha ido dejando atrás ciertas “infraestructuras”, rústicas pero útiles, para hacer la acampada más cómoda: parapetos que la gente ha ido construyendo a base de piedras y troncos. Montamos la tienda junto al mar abierto, no puede ser mejor.

Dos instantáneas de nuestro campamento en Walbran

Detrás de la barra, el río forma una gran poza antes de encontrar su camino de salida hacia el mar y este es el lugar ideal para bañarse en agua dulce. Unos metros más allá, uno puede cambiarse a la salada y jugar con las olas. Mejor terminar sin sal y hacer del baño una forma de limpiar el cuerpo un poco, más que de ensuciar.

Repetimos la rutina de recoger madera y hacer un fuego. Hemos superado ya el punto en el que salimos de la parte de costa vagamente correspondiente a las estribaciones del estrecho de Juan de Fuca y la orientación de la costa es predominantemente oeste. Por primera vez, la orografía nos permite ver la puesta de sol sobre el mar y la vida parece perfecta. El WCT nos está llenando de sensaciones buenas.

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