Fort Amherst – Calvert, 19 al 29 de agosto de 2003

Día 1: Fort Amherst – Freshwater bay

Será porque, después de las rutas en las montañas Long Range el ECT nos parecía pan comido pero el caso es que hemos llevado un poco lejos el factor improvisación. Nos estamos dando cuenta de que vamos a empezar un sendero sobre el que sabemos realmente poco y empezamos por hacer una llamada a la ECTA para hacer un par de preguntas. “… pues tenemos una lista de alojamientos y transportes que os podemos mandar, ¿cuándo empezáis?” “Esto… ahora! ¡dentro de un rato!” “Bueno, pues os lo mando por fax…”. No hay problema que se les resista a esta gente, siempre dispuesta a buscar una solución.

Y así, tan chapuceramente, concluimos nuestra hasta entonces casi inexistente fase de planificación del ECT. Lo siguiente es comprar una bombona de gas. En St. Johns no debería haber problema para encontrarla pero la tienda de montaña que hay cerca de la universidad sólo tiene cartuchos Powermax, también es mala leche… tenemos que ir al centro y allí sí podemos ya respirar tranquilos, no tendremos que repetir las agonías de Corner Brook.

Ahora tenemos que dar la vuelta a la bahía y salir de St. Johns por Fort Amherst, donde comienza el ECT. El nombre del lugar tiene su razón histórica, situado estratégicamente a la entrada del estrecho que da paso al puerto natural junto al que se asentó la ciudad. Ni construido a propósito hubieran logrado un puerto mejor, una amplia bahía con una entrada tan estrecha que los barcos grandes caben justito. Eso sí, nada de barras arenosas, aquí es todo roca y el calado es profundo. Por fin, a ambos lados de la entrada se levantan sendos montes que convertían este puerto en inexpugnable. Un par de chavales con tirachinas bastaban para defenderlo. Fort Amherst era el primer bastión defensivo (luego había más, por si alguien pasaba de ahí)

El faro en Fort Amherst, metro cero del ECT

Hoy día ya sólo hay un bonito faro y una tienda de souvenirs. Dada la hora, nos cogemos un taxi y a eso de mediodía nos ponemos, por fin, a caminar.

No sé por qué el símbolo ese me recuerda a Don Quijote…

El sendero parte de la carretera que bordea la entrada al puerto y, claro, sin más remedio, empieza por subir el monte de este lado. No es una subida larga y nos lleva a la cresta que separa la línea de costa oceánica de la bahía de St. Johns, con espléndidas vistas tanto a la ciudad como al océano. Hace muy bueno, cielo azul y calor moderado.

 

Estamos muy cerca del núcleo urbano pero es fácil olvidarlo; la zona tiene un aspecto inmaculado, con numerosos pequeños lagos, mucha roca y algo de bosque. Casi nos sentimos como en las montañas Long Range salvo porque, de cuando en cuando, cuando el relieve lo permite, el océano aparece a la vista.

El patio de atrás de St. Johns

El ECT recorre esta cresta durante un buen rato hasta que por fin toma camino de descenso hacia la costa. Bajamos hasta prácticamente el borde del agua para desembocar en la bahía de Freshwater. Es un sitio curioso porque cerca del fondo de la ensenada se ha acumulado una barra pedregosa en forma de dique natural. Digamos que el fondo de la bahía es ahora un lago, separado del agua salada por dicho dique natural. El sendero da la vuelta a la línea de costa original pero se puede pasar por encima del dique, acortando un buen trecho.

Sucecesión de ensenadas, el cabo Spear al fondo

Eso será mañana porque, aunque no es muy tarde aún y hemos caminado más bien poco, decidimos acampar aquí. Hay una pequeña zona plana junto al dique y no parece que el terreno que nos espera por delante vaya a ser muy apto para plantar tiendas.

Esa noche, nos dormiremos viendo pasar los barcos que entran y salen del puerto de St. Johns, entre ellos un ferry lleno de lucecitas que parece una aparición en medio de la noche y el velero que hace el recorrido turístico entre St. Johns y Cape Spear, en su viaje vespertino. Podemos hasta oír las explicaciones de la megafonía del barquito y no porque sean estridentes sino por la calma y el silencio reinantes. Se oye lejos pero con claridad. Nos gusta especialmente la canción que se marca el guía (se nota que es en directo, no grabada), suena a cálido folk irlandés y a nosotros nos sienta casi como una nana. A dormir.

Día 2: Staffordside

No madrugamos nada. Nos estamos tomando el ECT con calma. Hoy empezamos por terminar de rodear la bahía Freshwater, subiendo a lo alto de los acantilados y caminando por bosque. Desde la punta por la que salimos de Freshwater vemos claramente la estrecha entrada al puerto de St. Johns, casi cuesta creer que esa pequeña muesca en los acantilados de paso a una bahía interior. Y vemos cómo va a ser la tónica del sendero: enormes rodeos siguiendo la línea de costa para cubrir distancias que, en línea recta, hubieran sido cortas.

Empezamos por cruzar el dique natural en Freshwater

Seguimos adelante dejando Freshwater atrás y pasando junto a espectaculares acantilados con rocas de formas peculiares. Según damos la vuelta al cabo, vemos cómo se repite la historia: de frente, Cape Spear, por donde deberemos pasar, a relativamente corta distancia… pero nuestro camino se introduce en otra profunda ensenada, así que tardaremos en llegar allí. No, no queremos puentes. Si hay que andar, se anda.

Cape Spear es, según dice la literatura, el punto más oriental de Norteamérica. No es que eso nos importe mucho pero el lugar tiene cierta fama. Hay un par de faros y hasta allí llega una carretera. Durante la aproximación, el bosque desaparece. Toda la zona del cabo está desprovista de árboles… ¿mucho viento? No sería de extrañar, es un punto prominente que se introduce en el mar.

Inexplicablemente, perdemos el sendero durante la aproximación a Spear. Sólo es un corto trozo el que tenemos que hacer campo a través para llegar a la carretera que se dirige al cabo pero lo suficiente como para recordarnos que es muy mala idea perder el sendero en Terranova, y eso que esto es terreno relativamente “despejado”… sólo matorral pero bastante denso.

Por fin, llegamos al cabo. Además de los faros, hay restos de bunkers desde los que defendían St. Johns en tiempos de no sé qué guerra. El lugar es patrimonio cultural y hay bastantes turistas. También hay un puesto improvisado de perritos calientes y aunque teóricamente somos autosuficientes hasta Bay Bulls, cómo decir no…

Se nos hace tarde y queremos alejarnos un poco de la civilización antes de acampar. Desde el cabo, el sendero sigue la línea de costa por encima mismo de los acantilados. Esta zona es espectacular: el mar a un lado y, al otro, un área pantanosa y, por tanto, desprovista de árboles, extraordinariamente verde. En la ligera elevación por la que caminamos tampoco hay árboles pero sí una cubierta continua de matorral. Lo mejor es que hay hectáreas enteras (o más…) de ese arbusto de pequeñas hojas de verde intenso y, lo que más nos interesa, pequeñas frutitas de azul, menos intenso pero son estas las que se comen y están muy ricas:

En el punto en el que la pequeña cresta por la que caminamos pierde altura y bajamos al nivel del terreno pantanoso, el mapa indica los restos de un antiguo asentamiento y es por aquí por donde pensábamos plantar la tienda hoy. El caso es que el suelo, aunque verde y agradable a la vista, está, efectivamente, anegado de humedad. Abandonamos el sendero, tierra adentro, en la dirección de las hipotéticas ruinas (que no vemos), pensando que si construyeron alguna vivienda ahí es porque en algún punto el suelo estaba más seco… nos dirigimos a una leve elevación donde, por lógica, debiera haber menos humedad y, efectivamente, el trozo seco no es muy grande pero suficiente. Las ruinas no son visibles pero no nos cabe duda de que era aquí mismo, coincide perfectamente con lo que indica el mapa y, en fin, es el sitio. Hacia el mar, junto al sendero que acabamos de abandonar, una pequeña cala que sin duda sirvió de puerto natural a los que vivieron aquí. Hoy viviremos nosotros, aunque sólo sean unas horas, pero qué sitio tan bonito…

Toda la costa para nosotros en Staffordside

Día 3: Motion head

En Staffordside, la costa empieza a rodear una nueva ensenada. Al fondo de esta, un par de diminutas localidades, Maddox Cove y Petty Harbour, muy cerca una de otra. Llegamos allí antes de mediodía.

Según nos dijeron por teléfono desde la ECTA, hay una tienda en Petty Harbour pero en principio no deberíamos necesitarla; otra cosa es concedernos algún lujo si efectivamente la hay. Junto al puerto, efectivamente, hay una diminuta tienda con un surtido similar al de que se puede encontrar en las gasolineras pero en pequeño; la comida se reduce a sándwiches, golosinas y poco más, lo cual no nos impide ponerlos las botas a base de sándwiches. También tienen máquina de café, que también atacamos.

Petty Harbour es muy bonito y agradable, con el pequeño pero apañado puerto pesquero y las casas que lo rodean y se suben por las laderas, todas de madera, como es habitual en toda Terranova.

Desde Petty Harbour, hay que volver a subir por encima de los acantilados para salir otra vez a “mar abierto” y continuar por una zona preciosa, una plataforma costera desprovista de bosque, colgada encima del océano, cubierta de matorral, siempre verde, con lagos de tamaño diverso. Fácil para caminar y paisajes impresionantes. Sigue haciendo muy bueno.

Hacia el final de la tarde, llegamos a una zona donde se encuentran, esparcidos al azar, grandes bloques de roca y el suelo es un tanto pedregoso, con menos vegetación. Las rocas son restos de morrenas glaciares, según la literatura. El lugar es muy bonito, esto empieza a estar ya un poco más lejos de la civilización (Petty Harbour, que hemos dejado atrás, es lo más cercano) y, dada la hora, no nos queda duda que este es el sitio perfecto para acampar. Hace algo de viento, así que utilizamos una de las rocas grandes de parapeto.

El agua, que cogemos de un lago cercano, tiene un alarmante color rojizo al que el filtrado no afecta en absoluto pero, según leemos, es a causa de taninos, que ocurren de forma natural y no es malo para la salud. Nos la bebimos toda y aquí seguimos, así que no deben serlo…

Motion head, otro campamento con vistas (al mar)

Día 4: Little Bald head

Terranova, verde y azul

Día 5: Bay Bulls

Se admiten sugerencias sobre cómo se ha formado esto

Día 6: Witless Bay

Niebla en Southern Head

Día 7: Bauline East

Tinkers point. Desde la misma punta

Día 8: Roaring cove

Campamento, en el bosque, esta vez. El mar no está lejos; nunca lo está

Día 9: Admirals cove

Día oscuro. La niebla, acariciando Brigus Head

Día 10: Long Will

 

Día 11: Calvert – St. Johns

Roca escapada en Lance Cove