En Norteamérica se permiten llamarla «The Sierra» porque allí no es un término genérico sino propio: el de las grandes montañas de California. Llegamos allí atraídos por ese nombre, trascendental para los escaladores de occidente, el parque nacional de Yosemite, sin saber, en nuestra inocencia de entonces, qué nos íbamos a encontrar allí. Nuestra visita acabó trascendiendo Yosemite y ligándose a otros dos nombres históricos: John Muir y Ansel Adams.

Granito sin fin: la Sierra Nevada desde la cima del Half Dome

John Muir fue una persona muy especial. Un amante de la naturaleza y visionario de su negro futuro en manos de la depredadora raza humana. Se le puede considerar como uno de los primeros conservacionistas modernos, algo nada evidente en la época en que él vivió, a caballo entre los siglos XIX y XX. Mencionaré, aunque para mí sea de lo menos extraordinario de todo lo que hizo, que fundó el hoy en día prestigioso «Sierra Club» (un club de montaña, para entendernos, pero no uno cualquiera) sólo para poder citar esta frase suya que tanto me gusta: dice Mr. Muir que fundó el club «to do something for wildness and make the mountains glad». Qué majo…

De Ansel Adams sé algo menos pero su nombre está íntimamente ligado a la Sierra Nevada también. Su pasión fue fotografiarla en lo que él mismo definió como «fotografía abstracta de naturaleza», conceptos aparentemente contrapuestos, en base, decía, a que su obra, en blanco y negro, suponía una abstracción de una naturaleza donde las cosas no son en blanco y negro. Consideraciones filosóficas aparte, Ansel Adams amó y recorrió la Sierra y su nombre es recordado como tal.

A Muir le dedicaron un sendero y a Adams toda una región de la sierra. Y así fue como, caminando por el John Muir Trail, cruzamos Yosemite para acabar en Ansel Adams Wilderness…

Asiento al borde, cima del Half Dome