Esta ruta es una de las más populares en Islandia entre las de largo recorrido. Lo es por su variedad, porque lleva al caminante desde las desoladas tierras altas del interior hasta los verdes valles costeros, a través de espectaculares paisajes volcánicos, bordeando glaciares y enormes cañones excavados por los ríos que nacen de aquellos. Además, cuenta con acceso sencillo en ambos extremos y refugios a lo largo del recorrido. Refugios, no hoteles de montaña.

Si bien puede perfectamente recorrerse en un par de días, es más popular hacerlo en 4, aprovechando todos los refugios por el camino y tomando tiempo para intentar absorver todo lo posible del impresionante entorno por el que se transita.

Planteamiento

Allá por el verano de 2000, aún estábamos en pañales en lo que a nuestra actividad preferida se refiere. Nuestra épica en las antípodas, inmediatamente precedente (sólo unos meses antes), nos había enseñado muchas cosas; una de ellas, la más importante, es que esta era nuestra forma de viajar: ¡A Pie! y, a ser posible, por los sitios más hermosos imaginables. En un plano más mundano, teníamos algo más de material de calidad (en NZ no teníamos nada de calidad salvo nuestra ilusión juvenil) y la impresión de que en Islandia lo íbamos a necesitar.

Planificación

A Landmannalaugar se llega en uno de esos bus todoterreno que se meten por las pistas de tierra del interior de Islandia. Por lo demás, el billete se compra como el de cualquier otro bus. Nosotros compramos el famoso billete turístico que te permite dar una vuelta a la isla en el que te van tachando trayectos a medida que los consumes. Este billete incluye también los buses todoterreno.

Oficina de turismo de Reykjavik, allí lo gestionamos todo, nada más llegar. También los refugios para la ruta, que reservamos en ese momento. No tuvimos problema de plaza en ninguno salvo el de Landmannalaugar, en el que quedamos pendientes en una lista de espera que no nos dio opción. Tampoco nos importó porque llevábamos tienda (y, como viajábamos sin dejar nada atrás, la llevábamos con nosotros en cualquier caso) pero hubiera sido un problema para alguien que no la hubiera llevado.

En Landmannalaugar, acampamos. En el resto de la ruta, utilizamos los refugios: Hraffentinnusker, Alftavatn, Botnar y uno de los de Thorsmork (allí hay varios).

Para salir de Thorsmork, otro bus todoterreno con ruedas de 3 metros de alto (por lo menos) para meterse por los vados y salpicar las ventanas. Este nos llevaba a la carretera de la costa en Hvolsvollur, donde podíamos enlazar con el bus diario Reykjavik – Hofn.

Día 0: Landmannalaugar

El bus nos dejaba en Landmannalaugar a mediodía. Teóricamente, podríamos haber salido a caminar inmediatamente y haber alcanzado Hraffentinnusker sin problemas (sobre todo, con lo largos que son los días en el verano islandés) pero, inexpertos como éramos aún por entonces, nos era aventurado calcular nuestras fuerzas con precisión. Decidimos jugar seguro, dormir en Landmannalaugar y salir al día siguiente, por la mañana. Tampoco era una mala baza. Las guías decían que en Landma podías estar días y aún lamentar no haberte quedado más. Doy fe que una tarde nos dio para mucho menos de lo que hubiéramos podido hacer y ver.

Landmannalaugar significa «muchas aguas»

Landmannalaugar significa, al parecer, «muchas aguas», en referencia a los ríos que allí se juntan y sus múltiples brazos y ramificaciones; algo, por otra parte, nada raro en Islandia. En esa praderita verde a la izquierda estaban el refugio, la zona de acampada y una furgoneta que vendía perritos calientes y otra comida similar. Curiosa comunidad. Si algo teníamos todos en común era el asombro por el sitio. Espectacular.

Landmannalaugar desde el monte Blahnukur

Día 1: Hrafntinnusker

¡En camino!. Eso oscuro y rocoso que ocupa casi todo el suelo de la foto es una masa de lava que acabó su camino en esa forma y posición. Nada, cosa normal en Islandia, rutina… al fondo a la izquierda aún veíamos la zona de acampada de Landmannalaugar.

Lengua de lava en Landmannalaugar

Blahnukur significa algo de «azul» y hace referencia al color de la roca que forma el monte ese, en medio de la imagen. En la tarde anterior, fue nuestro destino elegido para un paseo por el área. La roca era una especie de polvillo azul-verdusco que, removido por el viento (hacía un tiempo horrible; durante el día 0, quiero decir), se nos metía por todos los sitios. Varios días depués, aún estábamos sacando polvillo azul de sitios recónditos. Literalmente, nos llevamos un trozo del Blahnukur con nosotros. Aquí, le vemos desde nuestro ascenso inicial, ya en ruta.

Monte Blahnukur

Cuando veo esta imagen, aún me tiemblan las piernas de emoción. A los espectaculares paisajes de las colinas multicolores se añade esta pradera verde y florida, el cielo azul, la temperatura de ensueño, los neveros… acabábamos de salir y nos faltaban ojos para todo lo que queríamos ver. ¿Cuándo volvemos?

Verano en las tierras altas de Islandia

¿He mencionado alguna vez lo de los paisajes extremos, las formas imposibles…? pues ahí hay una muy notable. Ese bonito y llamativo cuerno que le ha salido al monte Brennistainsalda y justo bajo el cual pasaba nuestro sendero (aunque aún no lo sabíamos, en ese momento), se puede apreciar levemente la traza, ascendiendo por la ladera. Los bloques esos oscuros de la parte inferior son pegotes gordos de lava solidificada. Eso o el gigante y sus bolas de plastilina…

Brennistainsalda

La actividad termal era otra constante inédita para nosotros, pobres mortales del sur de Europa. Cada, aproximadamente, 20 pasos, encontrabas alguna fumarola, alguna surgencia de agua caliente o el característico olor a azufre que las acompaña. Exagero un poco pero… ¡no mucho! Esa nube blanca que surge del suelo y a la que nos dirigimos se originaba en un gran agujero de donde bullía agua hirviendo. ¿Un bañito caliente?

Actividad termal a la vuelta de cada esquina: Storihver

El primer día concentraba todo el ascenso. Superábamos los 1000 m. en una tierra donde 1000 m. son palabras mayores. Poco a poco, los neveros se fueron haciendo más grandes y acabamos por atravesar extensiones nevadas. Afortunadamente, la orientación no era problema, como es fácil adivinar por la imagen, al márgen de que el tiempo era claro y perfecto. Había también postes de madera que marcaban la ruta, semienterrados en la nieve. Esta, por cierto, era perfecta para caminar: sólida pero con una ligera capa blanda en superficie, lo justo para conseguir tracción sin hundirte. Tampoco había que salvar grandes pendientes.

Sobre 1000 metros, todo era nieve

Tras el ascenso ininterrumpido, un breve descenso para avistar el refugio Hraffentinnusker, ahi, pequeñito, en medio de la foto. La fumarola de la derecha es, cómo no, una surgencia termal de donde el refugio obtenía energía, nada menos. Refugio austero pero con calefacción central.

Refugio Hrafntinnusker

Día 2: Alftavatn

Inexpertos como éramos, por entonces, en la progresión en nieve, nos daba cierto reparo atravesar el sitio este pero asumimos que si había traza es que la gente pasaba por ahí. No hubo ley de Murcia esta vez.

Puente de nieve

Día 3: Botnar

Una de esas estampas típicamente islandesas, con esas montañas que surgen de la llanura por razones ajenas a toda lógica, cubiertas por ese tenue verde que se va haciendo más denso según se va descendiendo hacia los valles costeros. Al fondo, se aprecia el casquete Myrdalsjokul, encima de las montañas. Si, eso blanco de atrás es todo hielo.

Montaña musgosa típicamente islandesa

Desierto volcánico y montañas extrañas conforman un mundo irreal. El campo de hielo Myrdalsjokull, más cerca, confundiéndose con las nubes que le hacen cosquillas.

Montañas raras en el desierto islandés

Día 4: Thorsmork

El último día empieza nublado y acaba con lluvia y un vadeo delicado en un río glacial con mucha agua y mucha fuerza. Acabamos mojados pero contentos, con el piso de arriba del refugio todo para nosotros, viendo la lluvia desde la puerta.