En la isla norte, el emporio montañoso-volcánico de Tongariro ofrece los paisajes más extremos y extraños para nuestros sur-europeos ojos que podamos imaginar. El Circuito Norte es un bucle alrededor de esta espectacular área, a caballo entre eriales recién nacidos de las entrañas de la tierra, lagos de colores imposibles y los bosques de hayas australes, allí donde se han atrevido a empezar a colonizar los desiertos volcánicos.

El Circuito Norte comprende un total de 4 etapas de las que vamos a recorrer 3, aprovechando el acceso por carretera al final de la tercera y que la que nos saltamos es un trámite comparado con lo que vamos a presenciar durante las demás. Preferimos acabar en lo más alto. Además, si así nos lo aconseja el señor simpático del albergue de National Park, pues así será mejor… (National Park es el nombre de un pueblo de los alrededores; no sé si tiene algo que ver con el hecho de que Tongariro es un parque nacional, que lo es)

Día 1: Tongariro Crossing

Durante la subida al cráter Rojo, como por arte mágico, se disipó casi de repente lo que hasta entonces era una masa sólida de niebla y empezamos a ser conscientes de dónde estábamos. A la derecha, el cráter Rojo, aún activo.

Al borde del Cráter Rojo

Tras crestear por encima del cráter Rojo, aparece la impresionante y fantasmagórica vista del cráter Central del grupo de Tongariro, con su lengua de lava (la masa oscura de abajo) enmedio y el lago azul, de fondo en su cubeta elevada sobre el cráter. A la derecha, apenas visible, la esquina de uno de los lagos Esmeralda. Indescriptible. Las nubes se levantaron en el momento justo. Estar aquí y no haber visto esto hubiera sido altamente lamentable. Los dioses maorís estuvieron con nosotros.

Descenso hacia Central Crater

Vista atrás hacia el interior del cráter Rojo, durante la bajada hacia el cráter Central, en el punto en el que la pared del cráter está parcialmente rota se pueden ver las paredes interiores. El cráter está activo y se ve por ahí (¡y se huele!) alguna que otra fumarola. Activo pero tranquilo.

Mordor

A los pies del cráter Rojo, los lagos esmeralda son como un iris, algo así como los ojos de la montaña. Prohibido bañarse aquí, alta concentración de sustancias no muy saludables. Absolutamente permitido, e imprescindible, contemplar y maravillarse.

Emerald Lakes

Al borde de la cubeta del lago Azul, vista atrás al cráter Rojo. El sendero es visible bajando por la cresta desde el pico más alto, hacia el centro de la imagen. Al fondo, oculto aún por las nubes, el perfecto cono del volcan Ngauruhoe (entre nosotros, «el impronunciable»; nunca llegué a saber cómo se decía eso) cuya ladera inferior asoma al fondo a la izquierda. No lo podemos ver entero pero, tal como habíamos empezado el día, no nos vamos a quejar.

El cráter Rojo, volcán activo

El cráter central es esta amplia esplanada. Lo más curioso y llamativo de este lugar era la lengua de lava, esa masa oscura en medio de la imagen, que ocupaba el centro de la cubeta. Viéndola, era fácil imaginar cómo había fluído hasta parar y solidificarse en su sitio y forma actuales. Wow. El cráter Rojo sigue apareciendo, a la izquierda.

Central Crater y su lengua de lava

Había que salir de la zona de cráteres y descender por la ladera norte para llegar al refugio Ketetahi. La bola de humo de la izquierda no es una nube sino la fumarola de un grupo termal, nada menos. Cosa normal aquí, vaya…

Refugio Ketetahi

Día 2: Waihohonu

De vuelta al centro del meollo volcánico para tomar rumbo este hacia el refugio Outerere, allí al fondo, no visible aún, en el que no nos íbamos a quedar.

Paisajes lunares en Tongariro

Uno de los atractivos de caminar por territorio volcánico es contemplar todas las rocas tan raras que uno se encuentra por el camino. No hace falta fijarse mucho ni haber estudiado geología, un rápido vistazo basta para notar que todo eso que estás pisando no es como aquello a lo que estás acostumbrado. Una de las estrellas de la tarde es este pedazo de roca alveolada, increíblemente ligera. Es muy quebradiza y por eso no era fácil encontrar ejemplares tan grandes.

Campeona de levantamiento de piedra (pómez)

La mancha oscura al fondo a la derecha es un bosque, ls primera vegetación que encontramos según vamos saliendo del epicentro de la zona volcánica y nos dirigimos a zonas más bajas. Hasta ahí, todo yermo.

Saliendo del desierto

Los refugios en Tongariro, al estilo del resto de Nueva Zelanda, son muy simples y austeros pero están excepcionalmente bien cuidados. Resultan muy cómodos y agradables y suponen un punto de encuentro con el resto de gente del sendero. Los refugios no disponen de comida, cada uno lleva y cocina la suya y sólo algunos aportan gas para cocinar. El resto, las habituales filas de literas y una zona común con mobiliario básico, sillas y mesas. Suele haber agua corriente (obsérvese la pila con grifos junto a la pared de la izquierda) recogida del arroyo adyacente, sin tratar, aunque todo el mundo la bebe tal cual. Este es el refugio Waihohonu, en medio del hayedo, al suroeste del monte Ngauruhoe.

Refugio Waihohonu

Al ser el circuto norte de Tongariro una ruta muy popular, los refugios son un poco menos austeros. A la izquierda se aprecian los hornillos de gas de que disponíamos aquí. Menudos lujos… No recuerdo qué narices era el tubo plateado ese. Quizá el tiro de una calefacción que aquel día no necesitábamos, hacía bastante calor.

Nos gustan mucho los refugios neozelandeses. Son agradables y confortables pero sigues dependiendo de ti mismo y no hay sirvientes que te atiendan ni recursos que no sean los que tú mismo aportes (salvo excepciones como esta del gas en algunos). Nada que ver con los hoteles de montaña en que se han convertido los refugios en tantos sitios.

Waihohonu

Día 3: Whakapapa

Al tercer día se levantó la niebla también en torno al cono del Ngauruhoe y pudimos por fin ver el gran volcán, casi entero. Tras el breve paso por el bosque, volvemos a los paisajes desolados de roca desnuda, todo un espectáculo en sí misma, como es propio de las tierras volcánicas.

Volcán Ngauruhoe, alias «el impronunciable» y, hasta hoy, invisible

Empezaba a llover cuando llegamos a ese sitio que nombra el cartel, al borde de una carretera donde nos recogería un rato más tarde el bus-furgoneta que nos había dejado al comienzo del sendero 3 días antes. «Tired but healthy», así sugirió que nos sentiríamos el señor simpático del albergue de National Park un rato después, cuando llegamos allí. Pues va a llevar razón.

Sonrisas de fin de ruta