En la fotografía de naturaleza, el trípode es un elemento prácticamente imprescindible. Sin él serían imposibles las exposiciones prolongadas o la profundidad de campo básica.

El equipo fotográfico pesa una bestialidad. A medida que el objetivo es más serio y profesional, la bestialidad se multiplica por mucho y ahí se van, de repente y sin preguntar, todos los logros de un senderista que intenta ser ultraligero y al que de golpe le caen varios kilos de cámaras, lentes, filtros, flashes y gadgets varios.

Y ¿cómo ahorramos peso aquí? Es complicado. En el material fotográfico, en general, y por desgracia, la calidad va irremediablemente unida al peso. Pero esto no es motivo para abandonar toda nuestra filosofía y trabajar en lo posible por arañar esos gramos tan importantes. En este caso, algo más que gramos.

En línea con lo que se expone en los apartados dedicados al ultraligerismo, se trata de reducir peso sin perder funcionalidad. De nuevo, esto es complicado en el mundo del material fotográfico. Hay cosas que se pueden hacer, compromisos a los que llegar (arduas negociaciones, cuando el fanático del peso no es la misma persona que el fotógrafo) pero nada realmente crucial… hasta que, un día, echando un perezoso vistazo a unos bastones de senderismo, me dio por pensar que ¡eran exactamente la misma cosa que las patas de un trípode! Pensamiento bastante obvio y poco original pero que dio origen a lo que, con el tiempo, se ha convertido en ¡el trípode modular!

El trípode modular

La idea básica consistía simplemente en utilizar tres bastones como trípode. El problema básico estaba en cómo unir los tres bastones de forma rápida, sencilla, segura y estable y cómo acoplar al conjunto una rótula de las habitualmente usadas en fotografía, donde soportar y manejar la cámara. Desde el punto de vista de la ingeniería, nada complicado, no así desde el de la fabricación. Esto ya no es algo que uno pueda coser en casa o apañar con un par de martillazos. A falta de facilidades industriales, el proceso de Imaginación-al-poder que siguió fue dudosamente fructífero, con varias ideas que llegaron a funcionar en la práctica con resultados delicadamente discutibles (recordad: yo *NO* soy el fotógrafo).

Al borde de nuestro viaje más exigente, hicimos de la necesidad virtud y llegamos al diseño actual. Se basa en un trípode comercial, del que aprovechamos su montura y el engranaje entre sus tres patas. La estrategia consiste en cortarlas y montar un mecanismo que permita introducir en el muñon la punta de cada uno de los bastones y ajustar el conjunto, de forma que sea estable.

El trípode modular y sus patas

El trípode base fue un Slik y la rótula que porta en las imágenes es una Gitzo. Los bastones utilizados son Leki Makalus; dos de ellos, de la serie Ultralite y considerablemente más finos que el tercero, un modelo más antiguo. Como es evidente, el modelo de bastón es indiferente. Lo único importante es que el diámetro de la punta sea el adecuado, de forma que entre sin dificultad pero sin apenas holgura. Sólo hemos utilizado bastones Leki (porque son los que usamos como bastones)

En las imágenes a continuación, el trípode modular en acción. Como referencia, aparece un segundo trípode, el pequeño de la serie Gitzo Mountaneer. El Gitzo está extendido a su máxima longitud. El modular cuenta aún con un considerable márgen de extensión. A la derecha, el trípode modular portando un cuerpo de cámara Canon EOS IV y una lente Tamron 28-75 (unos 2 kg., en total)

El resultado sigue siendo discutido por los sectores técnico-fotográfico-artísticos pero el responsable de la modularidad y multifunción está encantado con el funcionamiento de la idea. Reconozco que aún se puede mejorar, y se mejorará, pero, por el momento, acabamos de quitarle a nuestras espaldas aproximadamente ¡un kilo! sobre el trípode más ligero del mercado. No está mal.