Este es un tema complejo: ¿cómo expresar las prestaciones de un saco? Hay muchas formas pero, ¿cómo hacerlo de la más objetiva e inequívoca posible?

En Europa, lo más habitual es expresar una temperatura o un rango de temperaturas para las que el saco se considera indicado. No es mal dato pero, considerado aisladamente, es un dato muy pobre y, en mi opinión, absolutamente insuficiente para describir las prestaciones de un saco. La temperatura óptima para un saco es algo muy variable, depende de la persona que lo use y de las condiciones en que se encuentre dicha persona. No olvidemos que el saco sólo atrapa aire, la función de calentar ese aire la realiza el usuario. Diferentes personas producen más o menos calor e, incluso, una misma persona produce más o menos según se encuentre: alguien cansado y mal alimentado o hidratado producirá mucho menos calor (pista: descansa, come y bebe abundantemente; dormirás mucho mejor).

Lamentablemente, la temperatura o rango suele ser casi el único dato disponible. Como mucho, se suele ofrecer el peso (el total y el del relleno). No suele haber información sobre dimensiones, tipo de construcción, materiales utilizados…

La capacidad de hinchado

En mi opinión, hay un dato absolutamente fundamental, y que rarísimas veces se ofrece, que define de la forma más objetiva posible las prestaciones de un saco: la capacidad de hinchado.

Pero no la capacidad de hinchado de la fibra aislante (los famosos cuins) sino la capacidad de hinchado **del saco**. Este dato dependerá de la capacidad de hinchado del material aislante (los cuins esos) y de la cantidad de dicho material aislante incluida en el saco. Esto es, de poco sirve poner pluma (por ejemplo) de la mejor calidad si pongo muy poca.

Hemos repetido hasta el aburrimiento que un saco simplemente atrapa aire. Se hincha como un globo (este efecto lo producen los sacos **muy** buenos) y eso nos posibilita estar calientes. Pues, sencillo: cuanto más aire sea capaz de atrapar un saco, más cálido será; cuanto menos, menos.

Me permito un inciso para comentar las unidades de medida: “cuin” deriva de Cubic Inch, esto es, pulgadas cúbicas. Una pulgada equivale a 2.54 cm. y se define 1 cuin como una relación de la cantidad de material aislante necesaria para, permitiéndole expandirse libremente, llegar a ocupar el espacio de una pulgada cúbica (es decir, un cubo de 2.54 cm. de lado). La relación exacta no la conozco (es algo arbitrario, en cualquier caso) pero, en definitiva, cuanto mayor sea la calidad del material aislante, menor será la cantidad del mismo necesaria para llenar esa pulgada cúbica y mayor será su valoración en cuins.

La capacidad de hinchado de un saco se mide dejándolo reposar sobre una superficie plana y rígida, dándole tiempo para alcanzar su máximo hinchado y, simplemente, midiendo la altura que ha alcanzado sobre la superficie base. Este es un dato absolutamente objetivo: a efectos de temperatura, me da igual de qué esté relleno el saco; si se hincha 5 cm., habrá atrapado una cierta cantidad de aire aislante; y me da igual que el relleno sea pluma, poliéster o pedacitos de papel (si es que el papel desmenuzado tiene alguna capacidad de atrapar aire, que alguna tendrá…). El tipo de relleno influirá en el peso final del saco (conseguir 5 cm. de hinchado a base de pedacitos de papel debe requerir un peso enorme de papel; por eso son mejores la pluma o el poliéster) pero lo que sí es cierto es que podemos esperar que dos sacos con la misma capacidad de hinchado calienten igual. Este sí que es un dato objetivo.

Las dimensiones

Otro grupo de datos fundamental para expresar las prestaciones de un saco es el correspondiente a sus dimensiones y, al igual que con la capacidad de hinchado, raramente proporcionados. Un saco debe ser lo más ajustado posible que las circunstancias permitan, simplemente por el hecho de que el espacio sobrante es aire que hay que calentar pero no nos va a proporcionar mucho aislamiento. Esto es así porque este aire tiene cierta libertad de movimiento y está sujeto a pérdidas de calor por corrientes de convección. Las mencionadas “circunstancias” incluyen factores subjetivos como la comodidad u objetivos como el uso previsto.

En cuanto a la comodidad, en general, se acepta que un saco más amplio es más cómodo, dentro de un orden, pero esto depende bastante del usuario, de su tolerancia a espacios cerrados e incluso de su postura al dormir: alguien que duerma en postura estática tienes más posibilidades de estar cómodo con un saco ceñido que alguien que dé vueltas; de entre los que damos vueltas, quien las dé con el saco (persona y saco a la vez) tiene también más papeletas para estar bien en espacios ajustados que quien prefiera girar dentro del saco (manteniendo éste estático).

De nuevo, conviene elegir el saco más ceñido con el que uno se sienta confortable. Cuanto más ceñido, más eficiente, pero no hay que perder de vista el hecho de que de poco vale que un saco sea muy eficiente si nos resulta incómodo y no conseguimos dormir bien.

En cuanto a longitud, no hay duda: que podamos estirar completamente el cuerpo, pies incluidos, sin presionar las paredes interiores. Ni un centímetro más, que no serviría para nada más que desperdiciar espacio. En cuanto a amplitud, se suele medir en tres puntos clave: hombros (máxima), cadera y pies. Debe quedar espacio extra entre la pared interior del saco y nuestro cuerpo/ropa, y aquí es donde entra en juego la siguiente consideración:

Uso previsto. si queremos aumentar la versatilidad del saco (poderlo utilizar en un amplio rango de temperaturas), una estrategia aceptable es usar un saco más amplio y menos grueso de lo estrictamente necesario y complementarlo con ropa aislante en las noches frías. Esta es una práctica interesante y acorde con los objetivos de modularidad y multifunción del material pero es importante considerar que sólo podremos vestirnos hasta donde el espacio interior permita; más allá y estaríamos comprimiendo el aislamiento (tanto el de la ropa como el del saco), anulando así el efecto de aislamiento extra. Como siempre, se trata de compromisos: un saco más eficiente será menos versátil y viceversa.

Otra dimensión importante, sólo aplicable a los sacos de pluma, es el tamaño de los compartimentos internos. Cuanto más grandes, menos material extra y menos costuras, lo cual redunda en un menor peso; pero también menor control sobre la pluma. Se suele considerar alrededor de 12 centímetros de anchura (o altura, según se mire; tanto da…) como un compromiso aceptable.

También la forma de estos compartimentos es un aspecto en el que se intenta trabajar para reducir la posibilidad de movimiento de la pluma, utilizando compartimentos de sección trapezoidal, en lugar de rectangular, aunque no conozco las razones en las que esto puede influir. Intuyo que es un factor menor.

Finalmente, apuntar que, en ambientes muy fríos, se considera razonable tender a un saco más amplio, no sólo para permitir utilizar ropa adicional sino también para poder traernos dentro del saco otros elementos que queramos preservar del frío intenso: desde una botella de agua hasta las botas, pasando por ropa varia; todo lo que no queramos encontrar congelado y rígido como una piedra a la mañana siguiente. También se suele utilizar esta estrategia para complementar la capacidad del saco, a base de calentar agua y llevárnosla embotellada al interior del saco al comienzo de la noche. Sí, como se hacía antiguamente en casa.