El diseño de un saco es un factor importante que condiciona el funcionamiento y prestaciones. Es, además, un aspecto muy poco cuidado por parte de los consumidores que, habitualmente, dejan el trabajo a los fabricantes. No es descabellado, el fabricante sabe mucho de sacos, para eso es fabricante; pero hay aspectos y decisiones que conciernen al usuario y es conveniente tener en cuenta.

Diseño básico

Los sacos se suelen presentar en forma rectangular o adaptada, en mayor o menor medida, al cuerpo humano. Los sacos rectangulares son los más sencillos y emulan la ropa de cama, tanto en disposición física como en funcionamiento. Son amplios y, por ello, cómodos pero son menos eficientes que un saco mejor adaptado a la anatomía: la mayor amplitud produce un mayor espacio lleno de aire que calentar. Esto provoca que, a igualdad de prestaciones, un saco rectangular sea considerablemente más pesado que su equivalente anatómico. Es por ello que sólo se suelen usar en aplicaciones en las que el peso no es importante, tal como camping (o “coching”, quizá, más propiamente hablando, y si se me permite el palabro); en general, cuando no haya que cargar con el saco a la espalda.

El cuerpo humano presenta la mayor anchura a la altura de los hombros. La anchura disminuye hacia las caderas y es considerablemente menor en cabeza y pies. Es, por tanto, lógico que un saco que pretenda ser eficiente se adapte a estas diferentes dimensiones. Recordemos: será nuestro cuerpo el que tenga que calentar el aire atrapado; cuanto más aire que calentar, más cuesta (en tiempo y calorías) hacerlo y más cuesta también mantenerlo. Ese aire atrapado lo está no sólo dentro del saco, entre las fibras, sino también en el espacio que queda entre la pared interior del saco y nuestro cuerpo. Este último aire contribuye de forma muy marginal al aislamiento porque está sujeto a pérdidas de calor por convección luego, obviamente, cuanto menor este espacio, más eficiente el saco, más partido le sacaremos a la cantidad de material aislante disponible. Más aún, un saco más amplio es más grande y, por tanto, más pesado.

Pues, entonces, ya está: hacemos los sacos lo más ceñidos posible y ¡listo! Pues no; no es tan fácil. Por un lado, un saco ceñido resulta menos confortable, aunque este es un factor con alto grado de subjetividad; hay quien no soporta un saco ceñido y quien sí lo hace. Por otro lado, si el saco está demasiado justo, corremos el riesgo de comprimir la fibra aislante, con lo que le impedimos funcionar correctamente. Proteger la capacidad de hinchado de la fibra aislante debe ser la consideración primordial en el diseño y uso de un saco de dormir. Conclusión: hace falta cierta holgura; pero ¿cuánta?

No hay respuesta categórica. Depende de lo que se persiga con el diseño y uso del saco. Partiendo de que es fundamental permitir el hinchado pleno del saco, disminuir la holgura hará al saco más eficiente pero menos versátil. Me explico en lo de la versatilidad: si la holgura es amplia, podremos vestirnos dentro del saco sin comprometer el hinchado pleno. Eso puede resultar interesante porque, de esa forma, podemos ampliar, suplementando, la capacidad del saco. Si el saco es ceñido, no podremos vestirnos mucho dentro de él sin comprimir tanto el aislamiento del saco como el de la propia ropa que añadamos; simplemente, no hay espacio para tanto.

Conclusión de conclusiones: hay que llegar a un compromiso, como de costumbre. Se suele tender a sobredimensionar los sacos para climas fríos dado que, en esas condiciones, es de esperar que el usuario disponga también de ropa aislante gruesa que utiliza durante el día y a la que puede dar doble uso. Además, en ambientes fríos, la humedad ambiental es escasa, con lo que se mitiga el riesgo de comprometer el aislamiento del saco metiendo dentro prendas húmedas. Pero, cuidado: si las temperaturas son muy bajas, corremos el riesgo de que toda humedad que transite por el interior del saco se congele antes de evaporarse al entorno. Todo esto forma parte de una teoría bastante compleja que no voy a tratar aquí en toda su amplitud. Tampoco cuento con experiencia directa del uso de sacos en temperaturas extremas.

Los sacos más livianos, por el contrario, suelen ser más ajustados.

A estas alturas, quizá alguien se haya preguntado ya si es correcto que los sacos sean unisex; y, en caso de que no lo sea, si los hay específicos para cada sexo. Las respuestas respectivas son “no” y “casi nunca” (por desgracia). Nuevamente, el sentido común se topa con la economía de mercado que, en este caso, obliga casi de facto a las mujeres a utilizar prendas que no han sido diseñadas para ellas. El cuerpo de la mujer, en general, es más estrecho que el del hombre a la altura de los hombros y más ancho en las caderas. Hay pocas marcas que diseñen para las mujeres pero os animo, chicas, a que las busquéis y, si procede, las compréis. Vuestro saco funcionará mucho mejor.

En cualquier caso, y retomando el argumento inicial, es bueno que el usuario tenga en cuenta estas cosas a la hora de comprar y utilizar un saco. A veces, el fabricante ofrece opciones (un buen fabricante debería hacerlo, a mi modo de ver) en forma de diferentes modelos. En el mundo de los sacos de dormir no funciona nada bien el piñón fijo.

Por desgracia, una vez más (y van demasiadas desgracias ya), abundan los fabricantes de sacos “a bulto”: unisex, uni-talla y uni-todo. Demasiados “uni” para cosa buena. Insisto: un saco de dormir es algo cuyo buen funcionamiento depende de demasiados factores como para aplicar el “me vale cualquier cosa”.

Cremalleras, cierres y ajustes

Nuevamente, hablaremos de compromisos entre funcionalidad y peso. ¿El peso de la cremallera? ¿Es eso tan importante? Me remito a las discusiones sobre el peso justo; y la respuesta, por supuesto, es sí, claro que importa. No sólo la cremallera, también el resto de ajustes que los sacos suelen presentar. Recordemos: una cosa pesada está compuesta por muchas cosas que “no pesan nada”.

La cremallera es un elemento mucho más gravoso, en cuestión de peso, de lo que parece en un principio porque no se trata sólo de la propia cremallera; a todo lo largo de ella se suele colocar una funda rellena de material aislante para evitar fugas de calor. Esto añade complejidad y peso pero no hacerlo sería peor.

Es por ello que los sacos diseñados para ser lo más ligeros posible suelen optar por recortar la cremallera o, incluso, prescindir de ella totalmente.

Un saco sin cremallera presenta una pega obvia: es más difícil entrar y salir; pero, a cambio, se optimiza al máximo el rendimiento. Una cremallera que llegue sólo hasta la mitad de la longitud del saco facilita la entrada/salida de forma más que suficiente; la desventaja principal es que resulta más difícil acomodar el saco a temperaturas más cálidas de aquellas para las que está diseñado (cosa que se consigue habitualmente abriendo parcial o totalmente la cremallera) y no se puede abrir totalmente para utilizar el saco como un edredón. Tampoco resulta muy factible unir dos sacos.

En mi opinión, la cremallera de media longitud es más que suficiente para ofrecer una cierta versatilidad y si, aún así, el saco nos resulta demasiado caliente en según qué circunstancias, probablemente significa que no debiéramos estar usando un saco tan grueso (sobre todo, teniendo en cuenta que eso no sale gratis: estaremos cargando con un peso mucho mayor para, probablemente, nada).

Casi todos los sacos con capucha cuentan con un ajuste de la misma, similar al ajuste de la capucha de una chaqueta, es decir, un cordón que discurre por un carril y que puede ser ajustado a mayor o menor longitud. Este ajuste es importante y prácticamente imprescindible.

Un segundo ajuste presente en algunos sacos se encuentra a la altura de los hombros-cuello, donde muchos sacos, especialmente los destinados a temperaturas bajas, suelen tener una funda extra rellena de material aislante. El objeto de ambos, funda y ajuste de cierre, es evitar fugas de calor. De ahí para arriba, está la cabeza y ahí es necesario tener una apertura para poder respirar. Es por ello que el cierre se haga en ese punto.

Diseños particulares

Una variedad interesante la constituyen los sacos abiertos tipo edredón. Los hay de características diferentes pero, en general, vienen a ser como un híbrido saco-edredón: son un saco en la zona de los pies y están abiertos, sin cremallera o cierre alguno, en el resto de su longitud. Habitualmente, no tienen capucha y se utilizan como una manta, colocados sobre el cuerpo.

Puede parecer que suponen una involución en el concepto del saco de dormir y que ofrecen unas prestaciones menores pero, bien utilizados (y construidos), puede ser justo al contrario. Veamos la teoría que hay detrás:

Aislamiento superior, capa simple

Cuando descansamos en el saco, comprimimos, con nuestro propio peso, el aislamiento que queda bajo el cuerpo. Este aislamiento, por tanto, no va a poder almacenar aire alguno y no va a aislar. Estos sacos, directamente, prescinden de dicho aislamiento. De esta forma, se consigue una importante reducción de peso sin, teóricamente, reducir prestaciones.

Sin capucha

Dada la gran cantidad de humedad, perjudicial para la fibra aislante, que exhalamos al respirar, la cara debe mantenerse fuera del saco. La capucha cubrirá la cabeza e, idealmente, deberá poder ser ajustada de forma ceñida sobre la cara para evitar la entrada de corrientes frías. Como no somos muñecos petrificados y durante la noche nos movemos, un sellado de garantías es prácticamente imposible en esta zona por lo que suele haber un sellado adicional a la altura del cuello. Entonces, ¿por qué no “terminar” el saco en el cuello?. Con un buen sellado anti-corrientes pero… ¿dejando la cabeza desprotegida? Es bien sabido que por la cabeza perdemos una gran parte del calor corporal, luego esto no es una opción. Se trata, en realidad, de que nuestra capucha (o lo que usemos para cubrir la cabeza) sea una pieza independiente del saco. De esta manera, no corremos riesgo de acabar respirando dentro del saco y abrimos una nueva puerta a la siempre deseable multifunción: para cubrir la cabeza podemos usar una prenda de la que ya dispongamos para el periodo diurno (y que llevaremos de todas formas).

El uso de estos sacos-edredones implica que, si se gira durante el sueño, se haga independientemente del saco, con lo que pueden resultar una opción interesante para quienes lo hagan así de forma natural. Es más, el saco momia tradicional no admite esto, obliga a girar con el saco, dado que tenemos que mantener la abertura de la cara en su sitio.

Amplitud de la superficie con aislamiento

Este apartado alude, dicho de otra forma, a la parte del saco que carece de aislamiento. Si imaginamos el saco completo como un cilindro, ¿qué parte de ese cilindro se queda vacía? Esta es una cuestión importante: hay casos de este tipo de sacos que escatiman demasiado en la amplitud aislada, es decir, hacen el hueco demasiado grande, olvidando que no basta que el aislamiento cubra al cuerpo por encima: los lados también son importantes.

Nunatak es uno de los fabricantes que tiene bien resuelta esta cuestión. En la primera de las imágenes de arriba (el saco con el fondo expuesto), se puede apreciar cómo los laterales del saco abrazarían al hipotético durmiente, envolviéndole completamente por arriba y los lados y dejando expuesta sólamente la parte inferior. Pongamos un durmiente y ordenémosle que se siente:

Prescindir de aislamiento sólo donde no es necesario

El saco abraza y se acomoda al cuerpo, de forma que el sellado contra corrientes de aire es prácticamente total, sin perder la sensación de estar durmiento bajo una manta, con relativa libertad de movimientos.

Uso

El éxito con estos modelos pasa por un uso correcto. No hay nada de complicado en ello pero no es tan inmediato como con un saco tradicional.

El peligro latente está en la posibilidad de corrientes de aire. Es necesario adoptar un estilo de descanso que las evite, si no se practica ya. Estos sacos-edredón admiten perfectamente durmientes inquietos pero hay que cuidar de moverse siempre dentro del saco, sin desplazar este.

Según la temperatura ambiente, se pueden adoptar diferentes configuraciones. En tiempo cálido, basta con acostarse sobre el colchón aislante de elección y colocar el edredón encima. Cuando el tiempo sea más frío, conviene reducir el espacio vacío, ajustando los bordes del saco bajo el colchón aislante o, incluso, para mayor estanqueidad, bajo nuestro cuerpo. Algunos modelos de sacos-edredón disponen de un mecanismo de ajuste que permite asegurar este cierre parcial.

A la izquierda, el saco abierto, dispuesto como una tradicional manta, configuración adecuada para temperaturas benignas. Cuando hace frío, todo bien cerrado y sellado a la altura del cuello, como se ve a la derecha.

Variedades

El diseño básico de los sacos-edredón consiste, como describía más arriba, en una forma de tubo (esto es, saco tradicional) en la parte inferior, cubriendo los pies algo más allá de los tobillos, y una manta abierta por su parte inferior en el resto de su longitud.
Existen variaciones sobre este modelo básico que aportan cierto valor añadido. Comento las que me parecen más interesantes:

Cierre-ajuste mediante cinta plana y hebillas. Permite cerrar el edredón completamente hasta darle configuración de saco aunque, en realidad, nunca vamos a llegar a ese extremo porque el edredón no debiera tener tanta amplitud como para permitirlo; pervertiría la idea básica del diseño. El objetivo es ajustar los bordes del edredón, bajo el cuerpo o bajo el colchón, manteniendo una cierta abertura, mayor o menor, a elección y según circunstancias, pero asegurando que el conjunto sea estable y no se mueva con facilidad.

Cobertura inferior. Una opción interesante es construir el conjunto como un auténtico saco, cerrado totalmente, pero sin aislamiento (pluma o lo que sea) en la parte inferior, donde sólo hay una lámina de la tela de elección. Esto ayuda a evitar corrientes y a mantener todo en su lugar y contribuye también a llenar el vacío que necesiten salvar quienes no estén psicológicamente preparados para un “saco sin fondo” pero limita la posibilidad de ampliar o reducir el espacio interior.

Funda para colchón. Una variante de la opción anterior consiste en colocar no una sino dos capas de tela, de forma que el colchón (del tipo que sea; hinchable o de espuma de alta densidad) se pueda introducir ahí. Esta es otra estrategia para hacer el conjunto más integrado y comulga bastante bien con la concepción del material para dormir como un equipo pero, de nuevo, y al igual que con una sola capa de tela, limita un poco la versatilidad.

Ventajas

La más obvia y ya citada es una reducción de peso considerable sin disminución de prestaciones. Esto es, el paradigma del ultraligerismo. Ahora bien, hay que tener en cuenta que la no reducción de funcionalidad depende de un correcto uso.

Otro factor importante es que, al no aplastar el aislamiento, no lo dañamos, cosa que sí sucede en los sacos tradicionales.

Un aspecto muy interesante es la enorme versatilidad: a causa de su diseño y uso, son sacos de amplitud variable. Mientras un saco tradicional tiene una amplitud dada, un saco-edredón acomoda un rango de amplitudes enorme. Esto nos posibilita, entre otras cosas, vestir abundante ropa adicional sin comprometer el hinchado pleno del aislamiento del saco. Esto es lo que hace que estos modelos sean tan versátiles y, de nuevo, perfectos aliados de la polivalencia. Como por arte de magia, ya no necesitamos un saco monstruoso para hacer frente a temperaturas bajas y, encima, cocernos cuando no lo son tanto.

Conclusiones

Estos sacos-edredón no son, probablemente, para todo el mundo, pero ofrecen amplias ventajas a quien se vea capaz de sentirse cómodo y seguro utilizándolos. Probablemente, la barrera más importante es la psicológica, condicionados como estamos por una ortodoxia en la que protección equivale a cierre completo. Sus usuarios potenciales están entre aquellos que, habiendo recurrido ya a todo lo disponible en el mundo de los sacos tradicionales, necesiten dar un paso más. Sus características de ahorro de peso y aumento de polivalencia y versatilidad constituyen una combinación muy interesante, especialmente para aquellos que realicen rutas lo suficientemente largas y/o por terrenos lo suficientemente variados como para tener que enfrentarse a condiciones muy diferentes.