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El material y las ideas en este artículo son comunes a otros de esta misma sección. La intención aquí es referenciar estrategias concretas, ejemplos, casos más o menos puntuales en los que resulta inmediato ver cómo se ahorra peso. Vamos a hablar de cosas como el servicio de correos.

Protección del solHigieneRecortarReaprovisionamientoEl servicio de CorreosDormir confortable

Protección del sol

Especialmente importante cuando se va a estar ahí fuera durante días y días, el sol nos puede hacer mucho daño si no nos protegemos bien. Pero es un error basar esa protección en cremas, por dos razones básicas: resulta muy pringoso para todo lo que nuestra piel toque después (cosas tan delicadas como el saco de dormir sobre el que posaremos el careto o, más aún, la comida que tocaremos con esas manos pecaminosas) y potencialmente contaminante para la fuente de agua donde nos lavemos (hay que procurar hacerlo lejos de la fuente); y la crema necesaria para cubrir mucha piel durante muchos días va a pesar y ocupar bastante. Es mejor hacer de tuareg y tapar la piel con ropa, en la medida de lo posible y asumible para cada uno.

Utilizando un sombrero de ala ancha y una camiseta con mangas largas y cuello, la crema sólo será necesaria (pero aún muy necesaria) en nariz y mejillas; mandíbula también para los/las no barbudos/as. Con esto, unos pocos gramos de crema solar durarán semanas.

Higiene

Especialmente en rutas largas, es importante mantener una mínima higiene corporal. No hace falta oler bien ni estar impoluto y desinfectado (y renunciar al innegable encanto de esa capa de mugre duramente ganada) pero, al margen de por cuestiones sanitarias, la higiene, sí, también afecta al peso: a base de mantenernos limpios, podremos reducir la cantidad de ropa que llevamos.

Es especialmente importante la higiene previa al descanso nocturno: así, mantendremos limpio el saco de dormir. En una ruta larga (semanas o meses), la falta de esta medida puede llegar a comprometer seriamente la capacidad aislante de cualquier saco.

Normalmente, y desde un punto de vista (ultra)ligero, llevaremos una sola pieza de cada tipo de prenda… salvo para la primera capa: camiseta, calzoncillo, calcetines… de esto es aconsejable llevar recambio y usar dicho recambio durante la noche. Esto nos permite apurar un poco con el saco (ese saco un poco más fino de lo estrictamente aconsejable puede ser más que suficiente con una ligera capa de ropa) y, lo más importante, mantenerlo limpio y a salvo de nuestro sudor y sustancias varias de nuestra piel. En resumen: ve a dormir limpio y con ropa limpia. Mañana por la mañana te volverás a poner la “sucia”.

Mantener la higiene en el sendero puede no ser tan sencillo. A ver quién es el valiente que se lava en ese gélido arroyo de montaña mientras el sol se oculta y la temperatura baja a números de una cifra. Lejos quedaron los calores del día pero el mundo no es perfecto y es ahora cuando hay que lavarse…

Hay que echarle un poco de ganas pero tampoco se trata de sufrir; no es necesario sumergirse en el agua, ni siquiera por partes. En la versión más básica, basta con utilizar la toalla (o la balleta que hace de toalla), humedecida y frotar. Esto se puede hacer, incluso, sin una fuente de agua inmediata. En un campamento seco, se usa el agua que se lleve en las botellas. No hace falta mucha para una higiene mínima cuyos beneficios irán mucho más allá del agua gastada o del frío pasado.

La higiene afecta también a la ropa. Una ropa sucia funciona peor y es especialmente la primera capa la que más sufre y más puede necesitar un lavado. Aparte de la obvia solución de lavar cuando se pase por civilización, también es posible lavar en el sendero. Mientras haga buen tiempo (o, al menos, no llueva), es sencillo y recomendable lavar las piezas de primera capa al final de la jornada y tenderlas a secar durante la noche. Por la mañana, estarán secas, o casi.

Aquí hace falta un aviso: el agua en el medio natural es sagrada y hay que hacer lo posible y lo imposible por mantenerla libre de contaminación. El jabón es veneno y sólo estrictamente necesario en nuestra fantasía urbana pero, ahí fuera, con un buen aclarado basta. Las manchas no saldrán pero tampoco hace falta. Sí se eliminarán en buena parte los restos de sudor y secreciones de la piel y su mezcla con el polvo o barro que se haya ido acumulando. Con eso basta.

Es especialmente importante hacer esto con los calcetines. Unos calcetines sucios aíslan mal, proveen escaso acolchamiento y son, en general, incómodos mucho más allá del obvio factor del olor (que, en el fondo, es lo de menos…) (es que, normalmente, viajo solo…).

Recortar

Esto es como lo del re-empaquetar pero aplicado a aquellas cosas que no se empaquetan pero de las que, igualmente, podemos necesitar una cantidad inferior a la estándar. ¿Qué cosas son estas? ¡Imaginación al poder! Potencialmente, muchas. Echo un vistazo a las más típicas y que cada cual vea dónde puede meter la tijera

Colchoneta aislante

Con la colchoneta aislante se pueden hacer muchas barrabasadas, depende de lo “enfermo” o necesitado (de ahorrar peso) que uno esté. Partimos de que las colchonetas comerciales son normalmente rectangulares y de grosor uniforme, sin tener en cuenta que las diferentes zonas del cuerpo necesitan diferentes grados de aislamiento o, dicho de otra forma, el aislamiento es más crítico en unas zonas que en otras; ni que hay partes del cuerpo más anchas que otras.

Insisto que aquí cada uno puede quitar/añadir a su gusto (lo de “añadir” es porque nos puede interesar, según el caso, hacerlo así en zonas críticas). Doy sólo alguna directriz general:

La mitad inferior del cuerpo es más estrecha que la superior. Se le puede restar anchura al aislante sin apenas disminución de prestaciones (sólo hay que tener un poco de cuidado extra para no salirse del aislante; nada difícil para durmientes pacíficos, quizá no tan sencillo para los que se muevan mucho). En realidad, se trata de darle al aislante una forma más antropomórfica. Algunos aislantes hinchables son así de serie.

Por otro lado, la mayor parte del peso del cuerpo está de la cintura para arriba y los puntos de contacto con el suelo (donde nos aísla la colchoneta) más gordos están en esa zona; de cintura para abajo, dichos puntos de contacto son menos, en número y en grado de contacto / peso descargado. Se puede recortar considerablemente el aislante en esas zonas, reduciéndolo a los puntos de contacto o directamente prescindiendo de aislante y utilizando alguna otra cosa que ya llevemos: la mochila, alguna bolsa… para colocar ahí debajo; aislará menos, obviamente pero, dado que son puntos de contacto menores, suele ser suficiente en tiempo no muy frío.

Una vez nos hemos puesto a recortar en longitud, se suele prescindir de colchoneta para la cabeza y sustituirla por alguna otra cosa que ya llevemos: típicamente, algo de la ropa sobrante; la cabeza sí es un punto de aislamiento crítico pero, de hecho, mucha gente se monta una almohada de fortuna por mera comodidad… si ya hacemos eso, podemos prescindir del aislante bajo la cabeza y colocarlo sólo de hombros para abajo.

Un aislante de tamaño Torso tiene, típicamente, alrededor de 75 cm. de longitud y cubrirá de los hombros a las caderas. Necesitaremos buscar algo para cabeza, piernas y pies. Un aislante 3/4 suele andar por 150 cm., suficiente para todo el cuerpo salvo cabeza y pies. Con 120 cm. se cubre de los hombros a las rodillas, dejando libres sólo cabeza y, por abajo, prácticamente, pies (entre rodillas y pies no suele haber puntos de contacto).

Recortar el aislante añade un punto de incomodidad potencial pero propicia la reutilización de elementos que ya llevamos y, en tiempo benigno, suele ser una buena estrategia. Si llueve, la cosa se puede complicar porque quizá alguna de las cosas que hubiéramos utilizado como aislante de fortuna esté ahora mojada…

Mapas

Algunas veces, los mapas nos servirán perfectamente tal cual vienen de la tienda en cuanto a terreno cubierto pero, la mayoría de las ocasiones, cubrirán trozos que no necesitamos. Ya me veis venir, ¿no? Tijera en mano y todo.

Amo a mis mapas, me encantan los mapas, puedo pasarme horas mirando mapas… es para mí extremadamente doloroso mutilarlos pero reconozco que, a veces, merece la pena. Particularmente, para rutas largas longitudinales; los mapas son cuadrado-rectangulares y una ruta lineal, habitualmente, sigue… pues eso, una línea, y suele sobrar un montón de terreno a los lados de la franja que nos interesa. Para un mapa solo puede no tener mucha trascendencia pero a medida que la ruta es más larga y los mapas necesarios se multiplican, su peso se multiplica también y puede llegar a ser tremendo. El ahorro por llevar sólo las secciones necesarias puede ser brutal, gigantesco. Hablo de cientos de gramos.

Sé que con las palabras debiera sobrar para un concepto tan obvio pero aún creo que una imagen puede aportar un valor añadido: más de 2/3 del mapa original se quedan fuera en este caso:

Un puzzle de los fáciles

Otra opción es fotocopiar (en color) las secciones que vamos a usar pero esto puede llevar mucho tiempo y la dependencia del operario de la fotocopiadora, no siempre muy atento a sacar ESA parte que le has pedido (y no sólo un cacho más otro cacho que no te interesa).

Guías

Las guías suelen traer contenidos no directamente relacionados con la ruta en sí: flora, fauna, climatología… cosas muy interesantes para leer en casa pero no necesarias para llevar en el sendero. Lo mismo que no necesitamos las pastas, el índice, el glosario…

Uno desearía que editaran las guías en algún tipo de formato que permita quitar y poner hojas fácilmente (anillas, canutillo…) pero incluso si no es este el caso merece la pena destripar el libro para llevar sólo lo necesario. Al igual que con los mapas, es un tanto doloroso, tanto más según el carácter de la persona (hay a quien le da igual…) pero, de todas formas, se destripa sólo la encuadernación, no el libro en sí, que continua siendo utilizable (todo guardadito dentro de las pastas queda como nuevo). Se puede ahorrar mucho peso por aquí, también.

Reaprovisonamiento

En las poblaciones de las zonas de montaña no siempre es fácil el reaprovisionamiento. Algunas, no tienen tienda; otras muchas, la tienen, pero es demasiado básica. Normalmente, cuando hay una tienda, podremos comprar todo lo que necesitemos, estrictamente hablando, pero la selección ya no será tan exquisita como la que hicimos antes de salir de casa. Habrá que conformarse con lo que haya, siguiendo las mismas directrices y adaptándolas a lo que esté disponible.

En general, suele haber alimentos deshidratados, aunque a veces sólo se encuentran sopas, lo cual es insuficiente; queso y fiambre nunca suelen ser problema; pan tostado, tampoco suele faltar. Cereales ya es más difícil; sobre todo, muesli muy energético, que es el que necesitamos; y las cosas en polvo (leche, papilla…) son difíciles de encontrar, a veces incluso en tiendas grandes o pequeños supermercados, habituales en las poblaciones más grandes. Si no los hay, habrá que sustituirlos por otras cosas; cacao o café en polvo sí suele haber; si no hay más cereales que esos que son todo aire, cualquier paquete de galletas sirve (las galletas están normalmente hechas a base de harina).

Los frutos secos son bastante ubicuos, no así las frutas deshidratadas pero lo principal son los primeros.

Conviene indagar qué tipo de tienda hay en cada sitio que vamos a cruzar, o si la hay, y tener en cuenta los festivos (que una vez en el monte son todos los días iguales y uno se despista).

El servicio de Correos

Durante una ruta de largo recorrido, será común que vayamos pudiendo prescindir de ciertas cosas y necesitando otras: mapas y trozos de guía, ropa (muy especialmente si cambiamos de zona climática o de estación), material específico (un piolet para esa sección problemática). Personalmente, soy partidario del encanto del “Viajar sin dejar nada atrás”, de la forma más independiente posible pero todo tiene un límite. Hay veces en las que merece la pena deshacerse de algún elemento o recoger algún otro a lo largo del camino.

Una forma muy buena de conseguir esto de forma autónoma (sin depender de apoyo particular), es utilizar el servicio de correos… que, obviamente, es una forma de apoyo exterior, también pero, psicológicamente, al menos, es muy diferente de servirnos de algún método ad hoc: el servicio de correos está ahí y va a estarlo independientemente de si lo usamos o no.

La modalidad que nos interesa es poco conocida (o, al menos, esa es la impresión general particular mía) en España: se trata de auto-enviarnos paquetes postales a las oficinas de correos por las que esperemos pasar durante la ruta. De esta forma, tenemos acceso fácil, inmediato y seguro a provisiones que de otra forma hubieran sido difíciles de encontrar o a elementos que necesitemos sólo durante una determinada sección. Por otro lado, es obvio que podemos también enviar a casa los elementos que ya no vayamos a utilizar más.

El único problema que esto presenta es la dependencia que se crea respecto a los horarios de apertura de las oficinas. Especialmente, el periodo de cierre durante el fin de semana puede llegar a amargarnos la vida, a base de ralentizar o forzadamente acelerar nuestro viaje. Por otra parte, el servicio, en mi experiencia, funciona bien y el riesgo, siempre presente, de pérdida de los envíos es pequeño. Es suficientemente fiable.

Ejemplos típicos de cosas que uno se puede auto-enviar: comida no perecedera (o no muy perecedera) que no se espere encontrar en las tiendas por el camino; típicamente, comida liofilizada o, incluso, si el lugar de reaprovisionamiento potencial es muy pequeño, cosas como la leche en polvo, la papilla, los cereales, incluso los frutos secos. Normalmente, una localidad que disponga de oficina postal tendrá algún tipo de tienda, de todas formas. La otra categoría típica de cosas que puede ser útil enviarnos: material técnico específico tal como piolet, crampones, cuerdas, etc. Y, por supuesto, cualquier cosa que se nos ocurra que encaje en este marco.

El combustible también se puede enviar y, de hecho, esta es una forma interesante de reaprovisionarse, particularmente de bombonas de gas, no siempre fáciles de encontrar. El alcohol de quemar debería ser más fácil de conseguir sobre la marcha pero tampoco siempre. El combustible requiere ciertas medidas específicas (nunca por aire y, creo, algún etiquetado específico) pero, definitivamente, se puede enviar por correo.

En general y para cualquier cosa que queramos enviar, el procedimiento no puede ser más sencillo: basta con dirigir el envío a la dirección postal de la oficina postal de elección (fácil de encontrar en una simple consulta web) al nombre del senderista que lo va a recoger e incluyendo, a continuación, “Lista de correo”, lo que indica a los empleados de correos que deben guardar el envío hasta que el destinatario venga a recogerlo.

Otra opción, útil para las localidades que carezcan de oficina postal y por las que esperemos pasar y en las que planeemos alojarnos, es hablar con el establecimiento donde nos pensamos alojar y pedirles que reciban el paquete y lo guarden hasta nuestra llegada. Dependemos de la buena voluntad del propietario pero yo lo he hecho varias veces y sólo he encontrado buena disposición.

Dormir confortable

Dormir así, como dice en el título, es algo que depende de un montón de factores. Veamos una estrategia ultraligera para conseguirlo:

La pieza básica es el saco de dormir pero si queremos que el tinglado sea ultraligero tendremos que optimizar el diseño del saco y los materiales utilizados y buscar la integración con otros elementos de los que ya llevamos, permitiendo incluso que este criterio influya en la decisión sobre qué llevamos.

Sobre el saco propiamente dicho ya he hablado. Pero en tal hilo se habla del saco básicamente como elemento aislado, de ahí este otro hilo donde se trata de comentar cómo integrar este elemento con… otros. Y de cómo esto puede ir desde reutilizar otras cosas que ya llevamos hasta influenciar activamente lo que decidamos llevar.

Resulta complicado aglutinar todo lo que es necesario decir aquí en un solo apartado y no repetirse porque la cuestión es multidisciplinar y está comentada en varios otros apartados: el del saco, el de la colchoneta aislante, el de las estrategias de “recorte” y hasta el de la higiene. En el fondo, todo se reduce a ver nuestro sistema para pasar la noche como un conjunto integrado de elementos que trabajan juntos. También he hablado ya de esto, es parte de la teoría pura.

Pero me voy a centrar en un aspecto crucial para la estrategia UL: el saco no lo es todo. Y es un error, desde el punto de vista del paradigma UL, basar todo nuestro bienestar nocturno en el saco porque esto nos llevará a cargar con un saco sobredimensionado “por si acaso” (y, lo peor, llegará el momento en que realmente necesitaremos ese saco sobredimensionado… haciéndonos creer que ha sido una buena opción).

Desde el momento en que empezamos a ver el saco sólo como una pieza más de un sistema, todo cambia; y cambia, especialmente, en el sentido de que el saco ya no va a necesitar ser tan gordo ni tan pesado. Podremos estar igualmente confortables con uno mucho más liviano y que, además, resultará más versátil; mejor dicho, el sistema completo resultará más versátil, manteniéndonos cómodos en un rango muy amplio de temperaturas (el pan nuestro de cada día en las rutas largas).

Saco más ropa específica para dormir (reutilizable en cualquier otro momento si la situación lo requiere) más un refugio acorde a las circunstancias (todo es interdependiente) más una alimentación e hidratación adecuadas más un especial cuidado por mantener seco todo el sistema… todo ello son factores para dormir confortable.

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