Para un uso óptimo del saco de dormir, conviene tener presentes los entresijos de su funcionamiento, lo cual implica conocer algo sobre la dinámica de los flujos de calor: cómo se producen y cómo influyen en el funcionamiento del saco.

El calor se transmite de tres formas básicas: radiación, conducción y convección. En dos palabras, radiación es el flujo que emana desde un objeto caliente (por ejemplo, nuestro cuerpo) hacia el exterior del mismo y en todas direcciones; conducción es el flujo de calor análogo al de la electricidad por un cable, un intercambio de calor entre dos cuerpos en contacto físico a diferentes temperaturas; convección alude a las corrientes de aire (corrientes de convección) internas en una masa de aire que consumen energía y, por tanto, restan temperatura.

Radiación

El de la radiación es un fenómeno intuitivo y fácil de entender: el calor del sol nos llega por radiación. Es quizá por esto que se le da una importancia que, en el asunto que nos ocupa, no tiene. O eso parece porque sobre esto no parece que haya un consenso claro. Hay voces supuestamente cualificadas que afirman que la pérdida de calor por radiación de parte de un cuerpo humano en el interior de un saco de domir es casi despreciable enfrente de las otras formas de pérdida de calor, mucho más importantes. El razonamiento es el siguiente: la tasa de radiación de calor por parte de un objeto depende de la diferencia de temperatura entre dicho objeto y el medio al que irradia. El sol es un objeto muy caliente respecto a lo que le rodea; una bombilla incandescente es un objeto muy caliente. El cuerpo humano, no demasiado. Podemos sentir el calor del sol o el de una bombilla sin tocarlos pero a duras penas sentiremos el calor irradiado por un cuerpo humano. Además, cuando el cuerpo está envuelto en una capa aislante (dentro de un saco de dormir), el calor irradiado está siendo acumulado en dicha capa aislante, con lo que no se pierde. Supongo que parte de este calor sí que resulta finalmente irradiado al exterior y perdido pero desconozco totalmente la importancia de este fenómeno.

Los partidarios de la radiación como fuente importante de pérdida de calor suelen aconsejar el uso de superficies aluminizadas como forma de reflejar el calor irradiado. Y suelen aportar el típico ejemplo de accidentados cubiertos por una manta de emergencia con dicho tipo de superficie, como forma de mantener la temperatura corporal de un cuerpo estático y, quizá, en situación precaria. Parece comprobada la utilidad de tales mantas en esos casos pero parece ser, también, que la propia presencia de un saco de dormir elimina su necesidad. Por mi parte, este es un asunto abierto sobre el que no tengo una opinión definitiva, aunque tiendo a pensar que, efectivamente, la radiación es un factor menor.

Conducción

La transmisión de calor por conducción también es un concepto sencillo de comprender: cuando dos cuerpos están en contacto físico, hay un flujo de calor del más caliente al más frío. Este flujo es tanto mayor cuanto mayor sea la diferencia de temperatura pero hay otro factor clave: la conductividad de cada objeto. Un ejemplo muy bueno que ilustra esto: dentro de un horno, todo está a la misma temperatura; y dentro del horno hay, pongamos, una bandeja metálica, un pescado y aire. Todo ello está a, pongamos, 200º C. Si metemos la mano sin tocar nada, en realidad, estaremos tocando algo: el aire. Notaremos el calor pero no se nos quema la mano. Si tocamos el pescado, notaremos un calor mucho más intenso pero, durante unos pocos segundos, lo podremos soportar sin quemarnos. Si tocamos la bandeja metálica, la sensación será de dolor intenso y más nos vale apartar la mano inmediatamente o conseguiremos una buena quemadura en la piel.

Todos los elementos tocados están a la misma temperatura pero el metal está en un extremo del espectro en cuanto a conductividad y el aire, en el opuesto: el aire es un aislante, conduce mal el calor. Un metal, al revés.

Supongo que, técnicamente, la radiación, comentada arriba, es una forma de conducción donde el contacto es con el aire pero ese es un charco en el que evito meterme más.

En lo que nos ocupa, el cuerpo de una persona dentro de un saco de dormir está en contacto con las paredes del saco. Alrededor de todo esto hay, básicamente, dos cosas: aire y el suelo.

Por lo que a la conducción hace referencia, no nos debemos preocupar mucho por el aire; ya está dicho que es un aislante. Vamos que, si fuera sólo por la conducción, podríamos dormir sin saco encima. El suelo, en cambio, es otra historia: el suelo está frío (o, al menos, notablemente más frío que el cuerpo humano) y, sin ser como un metal, es mucho mejor conductor que el aire. El suelo es un sumidero de calor y por ahí, por contacto y la conducción derivada, se nos va un montón de energía.

Esto quiere decir que, para dormir bien, es fundamental introducir algún aislante entre el cuerpo y el suelo. Nuestro aislante universal va a ser, de nuevo, el aire pero, ¿cómo introducir una capa de aire bajo el cuerpo? El saco de dormir, por desgracia, no puede hacer esta función porque no tiene la integridad estructural suficiente y se aplasta bajo el peso del cuerpo. Necesitamos algún elemento que no se aplaste.

Las soluciones típicas son las colchonetas de espuma de alta densidad o las hinchables. En las primeras, el material es hueco y está lleno de multitud de pequeñas celdas que alojan aire. El calificativo de «alta densidad» es lo que permite no aplastarse bajo el peso aplicado y mantener su estructura. Las celdas son estancas y muy pequeñas, de forma que evitan las corrientes internas de aire.

Las colchonetas hinchables se basan en la presión para mantener su estructura pero aún necesitan de un elemento interno para evitar las corrientes internas. Todo esto referente a las corrientes entra ya en el dominio del tercer (y segundo gran) factor:

Convección

La convección es quizá el proceso menos conocido de los tres mencionados, el de funcionamiento más esotérico y quizá, por ello, el más obviado. Y, sin embargo, es un factor clave.

Una masa de aire tiene corrientes internas. Parece ser que, aunque confinado el aire en un espacio pequeño, siguen produciéndose dichas corrientes. Estas corrientes significan movimiento y el movimiento requiere energía. Esta energía sale del propio aire que, como consecuencia, pierde temperatura.

He visto repetidamente el fenómeno de la convección confundido con el reemplazamiento de aire. Según numerosas fuentes supuestamente bien informadas, las corrientes de convección en un saco de dormir consistirían en que entre aire frío del exterior y reemplace al aire caliente del interior. Esto es, por supuesto, una forma de pérdida de calor en un sistema de descanso pero esto no es convección.

Lo explico con un ejemplo muy gráfico: tenemos una taza de café caliente. Nos lo queremos beber pero está demasiado caliente. Tenemos que esperar a que se enfríe un poco y una de las tácticas que solemos emplear para acelerar un poco el proceso es darle vueltas con una cucharilla. Al hacer esto, estamos introduciendo un movimiento en el fluído. Como decía arriba, el movimiento requiere energía y la tomará de su entorno: en este caso, sobre todo, de nuestra propia energía, que usamos para mover la cucharilla pero la propia inercia del movimiento hará que algo de la energía contenida en el café se gaste en dicho movimiento; el café perderá un poco de temperatura.

Me temo que lo de las vueltas al café sirve más para entretener la espera que para que ésta sea más corta pero como ejemplo viene muy bien. De hecho, otra cosa que podemos hacer para bebernos el café es tirar el café caliente y rellenar la taza con otro café más frío. Hemos cambiado la temperatura del café contenido en la taza pero no la temperatura del café original que, esté donde esté, seguirá a la misma temperatura, más o menos. Esto es reemplazar café a una temperatura por café a otra; lo mismo que lo de la sustitución de aire caliente dentro del saco por aire frío proveniente de fuera. Esto no es convección.

Ignoro por qué se producen corrientes internas en las masas de aire pero lo que sí sé es que dichas corrientes se producen aunque la masa de aire sea muy pequeña y que consumen energía, que toman del propio aire que, como consecuencia, se enfría.

Es por esto que necesitamos que el aire que nos rodea y nos sirve de aislante esté contenido en espacios minúsculos. Es la única forma de minimizar las corrientes internas y las pérdidas de calor derivadas. En un saco de domir, esto se consigue gracias al material aislante contenido dentro del saco. Lo de «material aislante» es un abuso del lenguaje… en realidad, el aislante es el aire; lo único que hacen la pluma o las fibras sintéticas es confinarlo en espacios pequeños.

Alguien podría haberse preguntado: si el elemento aislante es el aire, ¿qué pintan aquí la pluma o las fibras sintéticas? ¿No basta con tener alrededor un colchón de aire? Podríamos, entonces, tener una especie de globo hinchable alrededor del cuerpo. Habría que tener cuidado de que no se pinchara pero, por lo demás, sería genial: un «saco de domir» auténticamente ultraligero.

La respuesta es que no, no basta con el aire y la razón son las corrientes de convección que provocarían pérdida de calor en ese aire. La misión de la pluma o las fibras sintéticas es acumular aire en espacios muy pequeños. De paso, y gracias a su estructura, pueden hacer esto sin que el aire tenga que estar contenido de ninguna forma, es decir, lo atrapan por sí solas: no hacen falta paredes estancas que se puedan pinchar.

Esto cambia, por cierto, en la parte que está debajo del cuerpo. Ahí, el peso aplicado es demasiado para la endeble estructura de la pluma o de las fibras sintéticas y hay que usar otra cosa: espuma de alta densidad (que tiene mayor integridad estructural) o el mencionado «globo» hinchable. Y aquí es donde se encuentra un buen ejemplo de la existencia de la convección: dentro de las colchonetas hinchables, a pesar de lo finas que son, el aire estaría sujeto a corrientes de convección. De hecho, existen colchonetas (usadas en camping semi-urbano) que, dentro, no tienen más que aire. Son muy cómodas y algo aíslan pero no son muy buenas como aislantes. Por eso sólo se usan en climas y temperaturas benignas. En montaña, todas las colchonetas hinchables llevan dentro algún material que les permite alojar el aire en celdas pequeñas para evitar las corrientes de convección. Suele ser, según creo, algún tipo de espuma aunque no de alta densidad, más bien algo tipo goma-espuma: la presión de hinchado de la colchoneta posibilita que con eso baste.

Curiosamente, es este relleno lo que provoca que las colchonetas se llenen de aire ellas solas, lo que les da su característica de auto-hinchables. Es curioso que esto sea sólo un efecto lateral de su construcción y luego se venda como una característica fundamental, cuando no lo es. De hecho, dado lo finas que estas colchonetas suelen ser, necesitan poca cantidad de aire para llenarse y no sería difícil llenarlas a soplidos (aunque esto tiene la pega de estar introduciendo humedad en la colchoneta)

En definitiva, y a la espera de ver qué deciden los dioses respecto a la radiación, la conducción y la convección son los dos grandes ladrones de nuestro calor corporal durante la noche. Dicho queda qué es lo que hacemos para evitarlas.

Y ¿para qué vale saber todo esto? Si yo no me voy a fabricar el saco, lo voy a comprar hecho… pues sirve, entre otras cosas, para poder evaluar los pros y contras de cada saco. Por ejemplo, es por todo lo dicho que los sacos son más eficaces cuanto más ceñidos: el aire que queda en el hueco entre nuestro cuerpo y la pared interna del saco ¡está sujeto a las malditas corrientes de convección! y el calor que gastamos en calentarlo es calor un tanto perdido porque se va a gastar en movimientos internos del propio aire. El asunto de la amplitud de los sacos es otro tema muy amplio en el que la eficiencia, tal cual recién explicada, es un factor importante pero no el único: hay otros que tiran de la cuerda hacia el otro lado, como la comodidad del usurio (factor bastante subjetivo) y la posibilidad de complementar la capacidad aislante del saco a base de vestir ropas en su interior, cosa que sólo se puede hacer si hay sitio. Nadie dijo que conseguir el saco ideal fuera fácil… de hecho, no hay saco ideal.