«Toma sólo fotos. Deja sólo huellas»

En las relaciones personales, me gusta intentar aplicar lo de que mi libertad llega hasta donde empieza la de los demás. No es un criterio perfecto, demasiado simple y general, pero funciona sorprendentemente bien, si se intenta de verdad. Me gusta intentar extender esta filosofía a mi relación con el medio ambiente y es así como entiendo el «No Dejar Rastro».

Es este un concepto muy extendido en la comunidad senderista/montañera internacional, donde las siglas LNT (Leave No Trace) significan algo que todo el mundo entiende. Aparte de que esté en ingés, lo importante es el mensaje: pasemos por el medio ambiente intentando no dejar rastro en él de nuestro paso. Estrictamente hablando, no es posible pero como idea a perseguir es positiva y crucial: es el camino para hacer de nuestro viaje algo lo más inocuo posible.

No dejar rastro implica muchas cosas. No basta con no tirar basura. En España, en general, el nivel de conciencia social en la naturaleza se reduce a esto, a no tirar basura; y, encima, se suele tomar con mucha ligereza el concepto de «basura», hay muchas cosas que, aparentemente, no lo deben ser y el montañero medio las tira sin ningún pudor.

No dejar rastro implica no dejar absolutamente ningún resto a nuestro paso. Nada. «Si has podido traerlo, debes poder llevártelo». Mucha gente aplica el muy urbano criterio de «si ya no me sirve, ya no lo llevo» pero esto no tiene sentido en la naturaleza, donde no hay ningún servicio de recogida. Tampoco importa si lo que nos sobra es orgánico o no. Lo de que «se lo comen los animales» es, en el mejor de los casos, una patraña y, en el peor, un problema para los animales que intentan comerse nuestros restos. Pobres excusas para actitudes inexcusables.

No dejar rastro implica procurar dejar todo tal cual nos lo hemos encontrado: no recoger elementos (piedras, flores…) que pertenecen donde están y deben estar ahí la próxima vez que otros, o nosotros mismos, pasemos; no dañar o alterar el aspecto de plantas o rocas; no alimentar a los animales salvajes, por simpáticos y apeluchados que nos parezcan: si queremos que sigan siendo lo que son, debemos dejarles en paz. Observar está bien; a fin de cuentas, a eso hemos ido, probablemente, entre otras cosas.

¿Es todo esto necesario de verdad? ¿Dónde está la frontera entre lo que es admisible y lo que no? Es difícil de decir pero, por defecto, sí, debemos considerar que todo esto es necesario. Creo firmemente que nuestro objetivo debe ser hacer lo posible por preservar lo poco que nos queda manteniendo el uso y disfrute; a fin de cuentas, somos parte de ese medio ambiente, aunque se nos haya casi olvidado. No vamos a conseguir perfección pero al menos, si lo intentamos de verdad, podemos reducir nuestro impacto hasta límites ínfimos. Pero esto, por supuesto, y de nuevo, requiere el compromiso de todos.

Referencias

Leave no trace