Caminar para viajar. El mundo a escala humana

Material

El material es parte imprescindible de la experiencia. Moldea dicha experiencia. Algunas notas generales:

Partí de la frontera mejicana con 3 premisas:

  • Viajar ligero
  • Usar el mismo conjunto de material de principio a fin
  • Usar material ya probado

Cuanto más largo el viaje, más importante es viajar ligero. Los beneficios se multiplican por la distancia y se contribuye a evitar lesiones o problemas generados por desgaste o acumulación. Por otro lado, cuanto más largo el viaje, mayor es la tendencia a sobre-equiparse, a buscar ese margen extra de confort o a caer en el por-si-acaso. A veces, resulta difícil evitar la tentación; sobre todo, al pasar por algún lugar donde haya tiendas de montaña y recorrer los pasillos mirando todo tipo de material cual manzana prohibida. Quizá, tras haber coincidido en el sendero con alguien que lleva esa cosa (que tú no llevas) y, aparentemente, camina tan contento/a.

Hace falta fe en las filosofías del viaje ligero o, dicho de una forma, confiar en que el planteamiento (ultra)ligero tiene sus beneficios, más o menos tangibles, a más o menos largo plazo.

Otra de las tentaciones a las que es fácil sucumbir es la de mantener una cierta cantidad de material flotante, viajando en el correo para echar mano de él tarde o temprano… o nunca, pero está ahí y nos da ese margen de maniobra que contribuye a mantener la paz psicológica.

Yo he huido deliberadamente de esto. Resulta caro pero, sobre todo, introduce complejidad logística en el viaje y elimina parte de la sensación de autonomía, esa sensación a la vez romántica, encantadora y, a veces, intimidante de pensar que todo lo que tienes en este mundo está en tu espalda. Mi caja itinerante contenía lo básico (mapas, guías y muy poco más) y era de un tamaño ridículo comparada con las de otros senderistas que llevaban una auténtica tonelada de material extra.

No menciono esta comparación como ejemplo de lo que está bien o lo que no lo está; cada cual hace las cosas como le parece y hay mil razones objetivas para justificar el material flotante. A veces, eché de menos alguna opción extra pero tenía plena confianza en mi conjunto de material y disfruté mucho de la especial sensación de caminar sin dejar nada atrás (o, en este caso, delante)

A esto último ayudó, sin duda, la tercera de las premisas. Sea por la estética del consumismo, sea por razones menos frívolas de funcionalidad pura, la tentación de actualizar el material está presente hasta casi el último día de preparaciones, incluso durante el propio viaje. Así como creo que experimentar es algo fundamental, también creo que es una buena idea dejar los experimentos para otros momentos. En un viaje como este, necesito fiabilidad. Necesito poder confiar en mi equipo, saber que va a funcionar.

Será casualidad pero el único elemento relevante para el que no seguí esta premisa, los crampones, fue también el único de cuyo funcionamiento no quedé satisfecho. el viaje resulta mucho más simple y fluye mejor cuando todo funciona bien y cuando sabes que puedes confiar en lo que llevas. He visto a mucha gente con problemas con su material y, la mayoría de las veces, se trataba de piezas nuevas, no probadas con anterioridad. Insisto, creo que es mejor darse los tortazos en otros momentos.

Análisis

Sistema de acampada

Lo que típicamente llamamos «tienda», sólo que, en este caso, no se trataba de una tienda. Bajo este apartado, comento todos estos elementos que usaba para construir mi casa en las montañas cada noche:

Tarp: Golite Cave 2

Fue mi primer tarp, años ha, y, para uso general, aún es el que más me gusta. El tamaño y el material le hacen ser un poco más pesado que la mayoría de chismes similares pero sigo apreciando el márgen extra de seguridad que aportan y la paz mental que me dan ambas características. Las lonas de papel tamaño «pañuelo de la barbie» están muy bien pero yo no me sentiría cómodo con una de estas en un viaje tan largo.

En el PCT y en verano, normalmente, llueve poco. La tentación de reducir por el lado del refugio es fuerte pero, por poco que se utilice, yo necesito sentir que el refugio que llevo me va a mantener confortable en cualquier circunstancia. Este tarp es para dos personas y ese extra de tamaño me viene muy bien para permanecer seco en condiciones de lluvia venteada e incluso para mantener una buena ventilación en todo el perímetro sin que la lluvia me alcance.

El silnylon que utiliza Golite es un poco más grueso y fuerte que el silnylon estándar. Aparte de que, obviamente, es más resistente y duradero, creo que también es menos elástico, esto es, da menos de sí y es más fácil conseguir un refugio bien colocado y con la tensión adecuada. Al ser algo más resistente, tengo menos reparo en tensionar los puntos de anclaje, especialmente en condiciones de viento fuerte.

Para esta ocasión, reducí un poco el peso sustituyendo los cordajes originales por cuerda dyneema de 1.5 mm. Da miedo ver lo fina que es pero esta cosa es indestructible. Los cordajes blancos están ahí para quedarse y durarán más que el tarp y que su dueño.

El peso final del tarp + cordajes quedó en 543 gr.

Finalmente, las ventajas típicas de un tarp: no tiene estructura, no hay prácticamente nada que romper, con lo que resulta muy fiable. Y, una de las características que más me gustan, se puede colocar de diferentes formas, según circunstancias climatológicas. Así, es capaz de hacer frente a lluvia, viento y hasta algo de nieve, si hace falta. Es un refugio versátil y eso es muy importante en el largo recorrido.

Intentando maximizar ventilación ante condiciones de mucha humedad

Debo decir que, a la postre, usé muy poco el tarp. A pesar de que a mí siempre me ha reconfortado el factor psicológico de una «casa» en la montaña, me acabé acostumbrando a la simplicidad del vivac, hasta el punto de que ya incluso me fastidiaba tener que montar el tarp, cosa que sólo hacía si el tiempo amenazaba lluvia.

Suelo

Aprecié un suelo de silnylon, con respecto a la más minimalista lámina de micro-plástico, pero apenas usé el suelo en bañera. Creo que sólo una o dos veces llegué a montarlo como tal, ya que era bastante tedioso atar todas las cuerdas necesarias, seis en total (las cuatro esquinas y las dos que levantan las mini-paredes, aunque en las esquinas se pueden usar piquetas, si sobra alguna) y casi nunca me pareció realmente necesario.

El suelo en bañera, en una de sus pocas apariciones

Probablemente, me podría haber ahorrado el peso de los cordajes estos (aunque, con hilo de 1 mm., tampoco pesaban mucho). Eché también un poco de menos algo de anchura extra; en mi esfuerzo por reducir peso, ajusté el tamaño de esta versión del Silsuelo a lo mínimo posible. Funciona suficientemente bien pero es fácil decirlo ahora… en el sendero, sé que hubo ocasiones en que algo más de anchura me hubiera dado más confort; sobre todo, cuando todo a mi alrededor estaba empapado.

Peso final, Silsuelo + cordajes: 112 gr.

Silsuelo y aislante: esto es lo que llaman «cowboy camping»

Redecilla anti-mosquitos

Funcionó a medias. Este era un elemento nuevo para este viaje, la terminé poco antes de marchar y no tuve tiempo de probarla en campo, lo que me ayuda a ratificar que esto es una mala idea. En este caso, no importaba demasiado porque este es un elemento secundario pero tomo nota. El caso es que, de nuevo en el esfuerzo por aligerar, la hice demasiado pequeña. El tamaño quedaba muy bien sobre el papel y hasta en las pruebas de salón pero resultó demasiado poco práctico en el monte. Esta red estaba diseñada con forma de pirámide y enganches y cordajes para suspenderla de algún soporte vertical pero sólo lo hice así una vez o dos. El tamaño tan ajustado convertía la colocación en una pequeña agonía y al final acabé usándola diréctamente sobre la cabeza, junto con el sombrero de ala ancha, para mantener la red separada de la cara. No tan cómodo ni tan fotogénico pero mucho más práctico.

Técnicamente, funciona… pero no resultó muy funcional

También había pensado la red para usarla durante el día, tanto en paradas como incluso durante la marcha, en circunstancias extremas de agobio insectil. No me gusta caminar con esto puesto pero en el par de ocasiones en que la necesité de verdad, agradecí tenerla; y, ahí, junto con el ala del sombrero, funcionó muy bien.

Hay veces que no hay más remedio

Funda de vivac: Bozeman Mountain Works Vapr

Esta era parte de mi «caja invernal» para utilizar en la Alta Sierra pero acabó quedándose para el resto del viaje. Es un elemento un tanto redundante con un tarp tan grande como el que yo llevaba (no tanto si el tarp es pequeño), lo cual va directamente contra la filosofía UL pero hay momentos en que sienta bien mandar las filosofías a la porra y darse un pequeño lujo. En contra de lo que solía ser mi costumbre, me di cuenta de que usaba el tarp tan poco y apreciaba tanto más el vivac que me merecía la pena pagar el pequeño precio de un poco de redundancia. Suprimida la redecilla incorporada de serie (ya llevaba la otra, mencionada arriba), el peso de este elemento se quedaba en unos 178 gr. de nada. Podría, entonces, haber prescindido del Silsuelo pero, ya digo, me permití la licencia de mantener mi sistema intacto y añadirle este elemento extra. Así, maximicé versatilidad: tenía muchas opciones, según condiciones (funda + suelo, lona + suelo, todo junto…). Y, en condiciones de viento, la funda de vivac incrementa mucho la comodidad del kit, integrando el saco (sin fondo), el aislante y la propia funda en un mismo conjunto, a prueba de viento y humedades moderadas. He aprendido a disfrutar el vivac.

Un sorporte vertical (en este caso, un bastón) para hacer la funda de vivac más habitable

A lo largo de la ruta, es inmediato coincidir con otros senderistas y ver todo tipo de sistemas. Debo decir que, a veces, eché de menos la funcionalidad inmediata de esas tarp-tents que integran un suelo fijo y protección contra insectos por un peso similar al de todos mis elementos sumados pero sigo pensando que la versatilidad máxima de mi sistema merecía el precio de un poco más de complejidad en ciertas circunstancias.

Piquetas

¿Un apartado sólo para las piquetas? No parece que haya mucho que hablar sobre algo tan simple pero siento que no puedo terminar el comentario sobre el sistema de acampada sin mencionar que también aquí hay que hilar fino para lograr un equilibrio óptimo entre peso y funcionalidad.

Llevaba 10, el máximo que acepta el tarp en circunstancias normales (hay otros 4 puntos de anclaje sólo para condiciones extremas y que yo nunca he llegado a usar). Las más ligeras que tengo son ganchos de titanio, a 8 gr la pieza. Funcionan bien en suelos normales pero tienen problemas en suelos muy blandos o arenosos, no agarran suficiente, con lo que conviene llevar algunas piquetas de más agarre, al menos para los anclajes que soportan más tensión. Así, llevé 6 ganchos de titanio y 3 piquetas de aluminio con sección en Y que pesan más del doble (17 gr. cada una) pero anclan mejor y no pueden girar sobre sí mismas.

6 más 3 son nueve. La décima era una piqueta recta, gruesa y de titanio: indestructible, ni con la cabeza más dura. Pensada para abrir camino a las otras (a base de martillear con lo que haya a mano) cuando el suelo es muy duro o pedregoso.

Máxima versatilidad con mínimo peso, 113 gr. para un juego de piquetas adaptable a circunstancias muy variadas.

En resumen sobre el sistema de acampada:

PositivoNegativo
Máxima versatilidad
Peso moderado
Duradero y fiable
Redundancia de funciones
Trabajoso de montar en condiciones difíciles

Frío y mal tiempo en Washington, acampando con todo: tarp, suelo, funda…

Mochila: Granite Gear Virga

No es la más ligera de entre las ligeras pero sí una de las más resistentes. Tras haber estado usando otras mochilas de las ultraligeras de verdad durante los meses anteriores al PCT, tentado estuve de irme allí con una de estas maravillas de 200 y pico gramos pero, finalmente, me quedé con la GG Virga. No me hubiera sentido cómodo con una mochila de silnylon, mucho menos spinnaker; y necesitaba buena capacidad de carga para, al menos, una de las etapas. ¿Merece la pena hipotecar un viaje de cinco meses por una etapa de 12 días? Difícil respuesta pero esos 12 días eran un aspecto central y crucial de este viaje. Ni siquiera estaba seguro de si la GG Virga podría bien con ellos.

A plena carga, a punto de salir de Kennedy Meadows camino de la Alta Sierra

Esta mochila me gusta mucho. Y, a la postre, pienso que es casi perfecta para el PCT; al menos, para mi planteamiento en el PCT. Es una mochila ligera y espartana pero construida con materiales duraderos y con los gadgets justos. Y, particularmente, con las prestaciones exactas que yo buscaba:

  • Sin armazón; tengo claro que el uso de un armazón virtual es una fantástica forma de reutilizar parte del material (en particular, el aislante) y la disciplina en el empaquetado es algo que prácticamente viene solo; particularmente, cuando se lleva un equipo simple. Tentado estuve, también, de utilizar su hermana mayor, el modelo Vapor Trail, muy similar pero con un pequeño armazón semi-rígido… no merecía la pena. El armazón virtual funciona muy bien si se hace bien.
  • Excelente sistema de compresión; esto es muy útil para conseguir acomodar cargas más pequeñas, algo necesario típicamente hacia el final de las secciones, cuando ya se lleva poca comida. Las mochilas Granite Gear tienen uno de los mejores sistemas de compresión del mercado, por no decir el mejor (algo que no me atrevo a decir, por razones obvias… no las conozco todas), con paneles de corte catenario que distribuyen bien la tensión de las típicas y simples pero efectivas cintas planas.
  • Tamaño amplio pero no excesivo, que permite llevar todo el material dentro, a salvo de la humedad y la abrasión o los golpes y evita el conocido cuadro de mochila con cientos de cosas colgando, algo a evitar por la posibilidad de enganches, pérdidas de material… y, sobre todo, porque afecta negativamente al centro de gravedad del conjunto. El tamaño amplio permitía también acomodar los mayores volúmenes esperados en la travesía de la Sierra Nevada. En esto también juega un papel importante el tamaño sobredimensionado del cuerpo de la mochila en la zona de apertura, con un cierre del tipo bolsa estanca que se ajusta con cordón y tanca y luego se enrolla sobre sí mismo; se consigue capacidad extra a costa de enrollarlo menos. Esta extensión es sólo para emergencias porque la carga queda un poco alta y el conjunto es menos estable pero es, aún así, muy útil para los primeros días de esas etapas más largas. Mucha gente critica el tamaño excesivo de esta parte pero a mí me parece muy útil, añade versatilidad a costa de sólo unos pocos gramos.
  • Excelentes hombreras, anchas y con un muy buen acolchado, adecuadas para cargas pesadas.

El único, pero importante, punto negativo que veo en la Virga es el cinturón lumbar; una simple cinta plana de nylon, útil sólo para estabilizar la mochila, ineficaz para transmitir peso a las caderas. Cuando lo he intentado, he encontrado que los bordes del cinturón se clavan en la piel, incluso a través de la ropa, causando una molesta irritación que puede incluso convertirse en una leve pero incomodísima herida. La Virga te condena, prácticamente, a llevar todo el peso en los hombros, cosa no ideal pero aún soportable para cargas ligeras pero… no tan soportable con 12 días de comida y material invernal. Consciente de esto, estuve pensando en alguna solución de fortuna de cara a la Sierra Nevada, alguna pieza más ancha (con mayor área) y menos rígida (al menos, en los bordes) que pudiera acoplar al cinturón y que me permitiera descansar parte del peso en las caderas. Al final, la solución se presentó sola: apareció en la basura, además, en forma de cinturón lumbar que otro senderista había desechado de su mochila ULA por una avería menor. El cinturón encontró una nueva vida en mi equipo: seguí utilizando el cinturón propio de la Virga y su hebilla de ajuste, con el cinturón nuevo colocado entre aquel y mi cuerpo. Los cinturores ULA son excelentes, por cierto, lo mismo que toda su línea de mochilas, y mi GG Virga dio un salto cualitativo gigantesco, comparable al de Mazinger Z cuando le construyeron el Jet Scrander para que pudiera volar. Ahora, era una mochila apta para grandes cargas. Salí de Kennedy Meadows, a las puertas de la Alta Sierra, con cerca de 20 kgs. cómodamente transportados.

Granite Gear y ULA, la pareja posible

Un pequeño detalle que me gusta de la línea Granite Gear es la unión entre las hombreras y el cuerpo de la mochila; esta cosido de forma que la fuerza ejercida al llevar la mochila puesta es longitudinal y no transversal a las costuras. Esta es una construcción mucho más fuerte y duradera que la tradicional. Curiosamente, no lo he visto en ninguna otra mochila del mercado. No sé si alguien más la usa pero yo no lo he visto. Complica un poco la construcción de la espalda y obliga a utilizar dos piezas de material cuando podía ser una sola pero me gusta mucho así, es indestructible.

Finalmente, comentar lo casi idóneo de los accesorios: un par de porta-piolets y las cintas de compresión como único lugar donde enganchar cosas. Los dos pares de cintas de compresión laterales eran el lugar perfecto para acoplar las raquetas (algo que ya había ensayado con la Vapor Trail durante el invierno) y, para ello, resultó muy importante que las dos cintas superiores tuvieran un cierre/apertura rápidos por hebilla. Las cintas de compresión de la apertura principal llegaban justito (¡muy justito!) para abrazar y sostener el contenedor de comida a prueba de osos y tendían a resbalar (el contenedor es cilíndrico) y liberar la preciada carga. Valga decir que no había forma de llevar ese trasto dentro sin que se comiera media mochila él solo, dado su tamaño y que es rígido. Tuve que aplicar un apaño de fortuna para evitar que eso pasara.

En resumen:

PositivoNegativo
Ligera
Duradera
Simple pero con las prestaciones justas
Excelente sistema de compresión
Tamaño amplio
Posibilidad de extensión
Excelentes hombreras
Apertura y cierre simple y eficaz, sin cremalleras
Cinturón lumbar ineficaz
Bolsillos laterales inaccesibles con la mochila puesta

Saco de dormir: Nunatak Arc-Special

El saco sin fondo. Me gusta tanto este diseño que dudo de si alguna vez volveré a usar un saco convencional. Aunque ya he hablado de ello en otras ocasiones, resumo en unos pocos conceptos las ventajas de este chisme: prescinde de aislamiento donde este es poco más que inútil, al resultar aplastado por el peso del cuerpo; tiene amplitud variable, con lo que dicha amplitud puede adaptarse a las circunstancias, esto es, es posible complementar la capacidad aislante del saco con ropa sin riesgo de comprimir el propio saco porque podemos hacerlo más o menos amplio, según la cantidad de ropa que necesitemos vestir. Y, por fin, carece de capucha, lo cual puede, en principio, parecer un aspecto negativo pero que creo que es un interesante concepto de diseño: propicia la reutilización de otra ropa que ya llevemos para cubrir la cabeza y, muy importante, saco y capucha son dos piezas independientes, aspecto fundamental para poder movernos durante la noche, de forma análoga a como se hace en una cama normal: sin mover el saco de su sitio pero con la capucha (lo que usemos como capucha) girando con nosotros, de forma que se evita exhalar dentro de ella.

La única duda que me queda no afecta al diseño sino a la cantidad de relleno. Mi saco, tal cual está, es insultantemente ligero (430 gr., nada más), algo excepcional para las prestaciones que da pero varias veces sentí que unos pocos gramos más de pluma dentro de esos compartimentos habrían merecido la pena. Aún no lo sé. Tal cual está, necesité toda mi ropa para hacer frente a las noches más frías pero eso tampoco está mal… en realidad, está perfecto; lo que eché de menos, quizá, fue un margen de seguridad, la sensación, más psicológica que física, de confort al sentir el abrazo de unos compartimentos llenos de pluma… los de mi Arc-Special están bastante al límite y, de hecho, jamás olvidaba, cuando el tiempo era frío, sacudir bien la pluma para concentrarla en la parte central de los compartimentos, justo encima de mi cuerpo, antes de irme a dormir; sabía que, si no lo hacía, tenía garantizada una noche toledana. Los compartimentos están tan escasamente rellenos que es relativamente sencillo que la pluma se desplace, por gravedad, hacia los lados y me deje con zonas casi vacías donde más daño hacen. Al final, con la operación (diaria) de sacudido y la ropa que fuera necesaria resultaba suficiente pero, insisto, tal cual es, este saco está muy al límite del confort. 50 gr. más de pluma le harían más confortable. Y, ya digo, aún no sé si merecerían la pena.

PositivoNegativo
Muy ligero
Funcional
Versátil
Compartimentos muy justos de pluma

Calzado: zapatillas Vasque Velocity

Desmontando el mito de “al monte, con botas” que, por lo que a mí respecta, ya no se sostiene desde hace mucho. Desde que, hace unos años, empecé a usar zapatillas, soy un caminante mucho más feliz.

El concepto ya está expuesto en su apartado correspondiente pero recuerdo aquí lo más básico: un calzado ligero requiere mucho menos esfuerzo, a la larga, para caminar. Esto parece obvio pero ¿y la protección del pie?. El pie, en realidad, es mucho más resistente de lo que parece, algo de lo que podemos no llegar a darnos cuenta si no le damos una oportunidad. Y el pie está mucho más feliz con un calzado que se amolda a él en lugar de al revés. Esto se consigue con una zapatilla ligera, flexible y transpirable.

Vasque Velocity

Este estilo de calzado no está reñido con una buena suela, necesaria para no convertirnos en un gigante con pies de barro. Necesitamos una suela que agarre bien y no resbale. El resto de la zapatilla será de paneles transpirables, casi redecilla densa, de algún nylon resistente y con refuerzos de goma y/o piel en la puntera y laterales, para ayudar con esos tropezones y roces con piedras o ramas.

¿Y la impermeabilidad?… pues ¡no hay impermeabilidad!. Mantener los pies secos es algo deseable pero, especialmente en el largo recorrido, no hay nada peor que un calzado (supuestamente) impermeable calado por dentro y por fuera, situación que es imposible revertir mientras siga habiendo aporte de humedad y tarda mucho en arreglarse (esto es, secarse) cuando deja de haberla. La estrategia para estar seco (lo más seco posible) es justo la contraria: asumimos que nos vamos a mojar y usamos un calzado que se seque lo antes posible, a base de drenar bien el agua y de usar en su construcción materiales no absorbentes.

Durante la travesía de la Alta Sierra, era común, en las zonas libres de nieve, estar cruzando un torrente cada 5 ó 10 minutos; a veces, menos. Muchos de estos eran demasiado grandes como para saltar por encima. La solución tradicional es quitarse el calzado para cruzar, algo asumible si sucede dos o tres veces al día… poco viable cuando pasa de continuo. Con este tipo de calzado, se cruza sin más, ahorrando tiempo y el tedio de la operación de quita y pon, evitando perder ritmo y cruzando con una buena suela bajo los pies cuando más importante puede llegar a ser (cuando no ves el terreno que vas a pisar y este está, inevitablemente, mojado). En cuestión de segundos, tras cruzar, la mayor parte del agua es evacuada y sólo quedan unos pies húmedos pero no realmente inconfortables. Siempre me pregunté (reflexiones de estas tontas pero asombrosamente lúcidas que suceden a veces) por qué los caballos, o cualquier otro animal, para el caso, podían cruzar los arroyos sin más y yo tenía que estar haciendo operaciones raras… con estas zapatillas puedo ya, por fin, sentirme como un caballo.

Three Gallon observa cómo Rolling Thunder cruza en el torrente nuestro de cada 5 minutos

Y ¿qué hacer sobre la nieve? El problema, al menos en 2006, es que no estábamos hablando de algún nevero aislado sino de muchas horas sobre nieve, día tras día y, a veces, en terreno delicado. No hielo vertical pero sí terreno delicado. Hubo quien cambió a botas para este tramo. Una posible solución pero que seguía siendo no muy práctica y que yo no adopté; seguí con las zapatillas.

El problema, en la nieve, es doble: por un lado, la nieve húmeda de las tardes empapaba el calzado y ya estamos otra vez con el problema de calzado pesado saturado de humedad para los restos; por otro, en algún momento de, prácticamente, todos los días, había que cruzar arroyos, torrentes o ríos. Meter las botas en uno de estos significaba salir del agua con dos ladrillos chorreantes en los pies y, lo que es peor, seguir con dichos ladrillos durante horas. Cruzar descalzo o usar algún calzado ligero extra (sandalias o similar) sólo para esta tarea no era tampoco una buena solución, por lo expuesto arriba. Y llevar dos pares (botas y zapatillas), aunque asumible, no me parecía buena idea justo cuando tenía que afrontar la carga más pesada de todo el viaje.

Asumí que la progresión en nieve iba a ser un tanto precaria y elegí el resto del material para los pies (raquetas y crampones) de forma que fuera compatible con el calzado ligero. Durante la ruta, procuramos buscar las vías más fáciles cuando el terreno se empinaba y evitamos dicho terreno a primeras horas de la mañana, cuando la nieve estaba congelada.

Crampones de 6 puntas

Una de las pegas de la falta de impermeabilidad es que, a través de esos paneles transpirables, se cuela también el polvo. Puede parecer un problema menor y, de hecho, lo es pero no deja de ser incómodo que los pies se te pongan así:

Y no sólo incómodo sino peligroso; ya he ido mencionando la importancia de mantener la salud de los pies y, claro, toda esa porquería no les hace ningún bien. Conviene limpiarlos varias veces al día cuando la cosa se pone muy polvorienta.

Elegí el modelo Velocity de Vasque porque es el que conocía y en el que confiaba. Hay otros muchos modelos similares que, estoy seguro, funcionan igual de bien e, incluso, otros que llevan el concepto de ligereza y flexibilidad un paso más allá pero, como comentaba arriba, procuré utilizar material ya probado para evitar sorpresas. En retrospectiva, creo que las Velocity son unas zapatillas muy bien diseñadas, con las protecciones justas que, creo, les hacen un poco más duraderas que la mayoría de zapatillas similares.

La vida útil de este tipo de calzado no da para recorrer el PCT entero, habrá que hacerse con un par nuevo durante el viaje. Por lo que he observado, es habitual utilizar 5 ó 6 pares diferentes para ir de Méjico a Canadá. Por razones que se me escapan, yo sólo necesité dos. No sé qué hace la gente con sus zapatillas…

PositivoNegativo
Ligeras
Cómodas
Duraderas
Secado Rápido
Buena Tracción
Protección en puntos clave
Fácil encontrar recambio
Nada

Ropa

Buena parte de lo aquí descrito está ya contemplado en el apartado de vestimenta del texto sobre técnicas (ultra)ligeras. Tomemos esto como un ejemplo de aplicación práctica, para que veáis que sí que funcionaba, que no era coña…

De arriba a abajo:

Cabeza

Gorro de ala ancha: supongo que el modelo y marca dan igual pero puedo mencionar que empecé con mi venerable Columbia (85 gr.) y lo sustituí por el camino por un North Face igualito cuando aquel se rompió (estaba viejito ya). Prenda fundamental: muchas horas ahí fuera, no se os ocurra salir por ahí sin algo de esto. Me gusta que sea lo suficientemente flexible como para poderlo guardar plegado.

Gorro de forro polar: la herramienta termorreguladora más efectiva, imprescindible en campamento cuando hace frío y muy útil también durante la marcha. Es, también, pieza fundamental en mi montaje nocturno, dado que mi saco no tiene capucha. 50 gr.

Braga: no sé por qué llaman así a algo que te pones en la cabeza… en fin… en combinación con el gorro de forro polar, sella el cuello contra pérdidas de calor y se puede usar también como pasamontañas. 40 gr.

Un pasamontañas propiamente dicho es también una buena opción y puede tomar el lugar de gorro+braga pero, en esta ocasión, he preferido la versatilidad de dos piezas separadas, de forma que puedo llevar una, la otra o las dos a la vez.

Tronco

La idea es llevar un solo juego de prendas, cada una diferente, acumulables en capas; muchas prendas especializadas para poder combinarlas y poder hacer frente así a un rango amplio de circunstancias. Adicionalmente, una capa base extra para dormir, sólo para dormir.

Capa base: camiseta de poliéster, normalucha, de color claro, con manga larga, cuello alto (pero plegable) y cremallera hasta el pecho. Millet Carline 150 Powerdry, blah, blah… Puesta siempre. 195 gr. Me gusta mucho esta camiseta, es la segunda que tengo del mismo modelo y dudo si encontraré alguna vez algo mejor. La única pega que le puedo encontrar es que no es a prueba de mosquitos… cuando se ponían pesados, me tenía que poner el corta-viento y, claro, me asaba (lo cual seguía siendo mejor que los mosquitos).

Corta-viento: Montane Featherlite, camiseta de nylon (Pertex Microlight) tipo pullover (con cremallera hasta el pecho), hiper-ligera, corta-viento y transpirable. La capa más rentable, ideal para caminar en días ventosos y/o fríos sin sobrecalentarse y sudar. En los días de la Alta Sierra, por ejemplo, sobre la nieve, esto era lo que llevaba, sobre la capa base, durante todo el día; nada de prendas impermeables. 80 gr.

Aislante: Mountain Equipment Co-op Northern Lite Pullover, típico sandwich de Primaloft entre capas de nylon fino. Estilo pullover (cremallera hasta el pecho) para hacerlo más ligero. 300 gr. Está un poco viejillo ya y creo que ya no se hincha como antaño pero aún cumple su misión… con las salvedades que comento más abajo.

Impermeable: O2 Rainshield, esa chaquetilla estilo «saco» hecha de un material con pinta de papel pero que es impermeable y, al contrario que cualquier x-tex, transpirable de verdad. No la usé mucho, de ahí la especial importancia de que sólo pese 150 gr. y, cuando tuve que usarla, se comportó, aunque lo de la “pinta de papel” es más que una impresión: es muy frágil y, en esta su tercera temporada, ya ha empezado a dar señales de alarma.

Camiseta para dormir: dado que va siempre en la mochila, es crucial que sea hiper-ligera. En este caso, una camiseta de seda, lujo oriental al servicio de los sucios senderistas. Apenas 100 gr. y sirve también para tener algo que ponerse mientras uno hace la colada. En la práctica, me volví bastante vago con la disciplina nocturna y muchas noches (casi todas, en cuanto hacía un poco de frío), me saltaba el aseo corporal y el cambio de camiseta y dormía con la de caminar, cubierta su mugre por el corta-viento y/o la chaqueta aislante. No me importaba estar sucio yo pero seguía preocupándome de mantener limpio mi saco de dormir.

Piernas

Calzoncillos: dos pares aunque, estrictamente, se puede llevar sólo uno pero el segundo es muy útil, como colchón de seguridad y para vestir en ciudad mientras se hace la colada. Ambos pesan muy pocos gramos: 60 los titulares y 38 los suplentes.

Pantalón: Trango Clint. Desmontable de nylon; fino, no absorbe agua, seca rápido. Color claro para ayudar con el calor. Desmontable para mayor versatilidad: durante este viaje he usado las perneras mucho más de lo que estoy acostumbrado; primero, por la falta de sombra, en el sur de California, y, luego, por la nieve en la Alta Sierra. En ambos casos, el objetivo era proteger las piernas del sol. Cuando llegaron los bosques (y su sombra) y se acabó la nieve, llegaron también los mosquitos y, aunque unas piernas en movimiento no suelen ser objetivo de picotazos, cuando la cosa se pone fea hay que proteger hasta el último centímetro de piel… sólo en Washington tuve que usar las perneras para protegerme del frío. 263 gr. para el pantalón corto y 122 para las perneras.

El pantalón ha funcionado muy bien. Ha llegado aún entero al final, lo que no es poco. Me gusta mucho este diseño y, en general, los diseños de Trango, que suelen ser minimalistas y funcionales: bolsillos abundantes pero discretos, no voluminosos y con cierre de cremallera, con lo que puedes guardar las cosas y despreocuparte, no se van a caer. Cintura con cinturón, especialmente importante en un viaje largo en el que el tamaño de la cintura propia puede variar. Bajos ajustables con elástico y tanca, algo que siempre me ha gustado porque permite sellar el pantalón alrededor del tobillo (no muy importante) y recogerlo hasta tan arriba como la rodilla y ajustarlo ahí, algo súper-útil cuando quieres llevar pantalón “corto” o largo según circunstancias variables (vadeos, mosquitos, sol/sombra) sin tener que parar a quitar y poner perneras.

Mallas: 100% polipropileno, de TNF, muy ligeras (sólo 87 gr.) y no muy ajustadas, usadas básicamente como pijama, en campamento, cuando hacía frío, y en ciudad, mientras se lavaba el resto. Es discutible si tenía pinta más grotesca yendo por el pueblo con las mallas o con lo que sigue…

Minifalda impermeable: quería hacer una nueva, un poco más larga, antes del viaje pero no me dio tiempo y llevé el modelo original. No llueve mucho durante el verano en el PCT, razón de más para no cargar con pantalones impermeables. El caso es que, cuando se puso a llover, también hizo frío, ya en Washington y en septiembre y, en esas condiciones, la minifalda está muy al borde de su límite de utilidad. Al final, la usé principalmente como única cosa disponible mientras lavaba todo lo demás. Por lo menos, no me pesó nada: 23 gramos.

Pies

Calcetines: Aquí sucumbí un poco al por-si-acaso y me di el pequeño lujo de llevar 3 pares, en lugar de los más habituales 2: uno, para caminar; otro, para dormir; y un tercero de por-si-acaso.

El par de dormir (Bridgedale Trail Runner) es el que ha llevado una vida más fácil y, así, el único que ha hecho el viaje entero y ha podido contarlo: calcetines cortos (la pierna ya va cubierta por la malla), de lana, no muy gruesos. Estrictamente prohibido usarlos para otra cosa que no sea dormir salvo emergencia emergente… con una salvedad: como guantes de fortuna, si hace frío aunque, en este caso, el par de por-si-acaso fue el elegido para esta función, cuando hizo falta.

Guantes de fortuna

El par de caminar había que sustituirlo cada cierto número de semanas, más o menos dependiendo de condiciones, así que tuve que amoldarme a lo que pude ir encontrando en las tiendas. Comencé con unos Smartwool Adrenaline (54 gr.) con los que llegué a la Sierra Nevada y allí recogí en mi correo unos también Smartwool, en este caso Light Hiker, más gruesos (70 gr.), pensando en toda esa nieve y agua que me esperaba. Estos llegaron a duras penas a South Lake Tahoe, donde pude comprar otros…

… pero no tenían Smartwools así que fui con lo más parecido que pude encontrar, unos Wigwam muy similares en concepto. En Ashland, volví a encontrar los Smartwool Adrenaline y compré dos pares, uno de los cuales envié por delante ya que no contaba con poder comprar más por el camino.

La conclusión es de cierto desencanto con esos calcetines de lana que tanto me gustaban… son muy cómodos y adaptables pero su gran pega es lo poco que duran en según qué circunstancias. Cuando los pies se llenaban de gravilla o tierra, era cuestión de días, casi horas, que empezaran a agujerearse en las zonas de fricción y ¡adiós calcetín! Creo que voy a buscar calcetines con algo de nylon en la mezcla, aunque sigan siendo preferentemente de lana, para que duren un poco más. Debo decir, también, que las condiciones de funcionamiento eran, a veces, muy duras para los calcetines, con gravilla y humedad constantes.

Smartwool Light Hikers, tras haber viajado de Kennedy Meadows a Echo Lake

Los de por-si-acaso: Smartwool Running Ultralight, finos y bajos, súper-extra-ligeros (38 gr.), como corresponde a una prenda de emergencia. Los usé de guantes, cuando hizo frío, y, en las secciones más polvorientas y que más castigaron mis pies, alternándolos con los titulares (un día cada par) para intentar cuidar los pies todo lo posible.

La estrategia habitual era lavar los calcetines titulares al final de la jornada (sólo con agua), de forma que se les quitaba lo más gordo y a la mañana siguiente estaban, normalmente, casi secos. De no hacerlo así, tras varios días, los calcetines se convertían en una masa pasto-barrosa de tacto desagradable (y esto para el tacto de la planta del pie, se entiende). Los calcetines de reserva resultaron útiles cuando monté campamento en lugares sin agua, de forma que podía lavar los usados a lo largo del día siguiente, cuando encontraba agua.

Extras

Las condiciones de la Sierra Nevada en junio estaban un tanto más allá de lo que el equipo de 3 estaciones puede abarcar y se hizo imprescindible contar con elementos extra que también merecen su rinconcito:

Piolet: Camp XLA 210. Un viejo conocido ya. Mango y cabeza de aluminio para unos 268 gr. de nada (en versión de 60 cm.). Lo más «técnico» que tuvo que hacer fue tallar unos escalones en las laderas congeladas de Whitney. Para las condiciones, no creo que merezca la pena el peso adicional de una cabeza de acero.

Crampones: Camp 6 Punte Light. Esta vez no fue por el peso. Si resulta que tengo también el modelo de Camp de 12 puntas en aluminio, que sale a 500 gr. el par… pero, aunque ya había probado estos, con éxito, con botas ligeras (y flexibles), no me daba confianza usarlos con zapatillas, por el conocido problema de que la flexión de la zapatilla puede hacer saltar el crampón; cosa que, por supuesto, nunca sucede en un lugar llano. He de confesar que el hecho que los juguetitos estos de 6 puntas pesaran sólo 230 gr. el par sonaba muy bien también y los compré poco antes de partir.

Crampones básicos

Es difícil decir si los volvería a llevar… yo creo que no, que los cambiaría por sus hermanos mayores. El problema principal que hace que no me hayan gustado es el ajuste. Aparte de las lógicas correas, los 6 Punte Light tienen la anchura regulable por tornillo en dos puntos (alante y atrás) y, por mucho que jugué, probé, apreté, sudé y juré, jamás conseguí un ajuste decente. Al más mínimo esfuerzo lateral, el crampón bailaba la jota bajo mi suela. Los probé, primero, en la parte de atrás del pie, bajo el talón, como indicaban las instrucciones, y fue un infierno. Luego, y a partir de entonces, me los coloqué en la parte de alante del pie, donde yo creo que se adaptaban mejor a la forma del dicho pie y se movían menos pero, a pesar de todo lo que trabajé para regular la anchura al milímetro (y no exagero), en las travesías en diagonal en pendientes inclinadas, era cuestión de tiempo que el crampón acabara fuera de sitio. Al final, opté por subir siempre en línea de máxima pendiente, directo para arriba, de forma que atacaba la pendiente de frente y, así, sin fuerzas laterales, el crampón no se movía. Luego, en los campos de suncups, acababa más preocupado por evitar esfuerzos laterales sobre el crampón que por mirar por dónde iba y así no hay quien progrese. No sé; creo que tendría que hacer un último y más pausado intento de ajustarlos bien antes de dejarlos atrás pero, desde luego, no me convencieron. Por lo demás, y a pesar de ser de aluminio y de puntas cortas y romas, el agarre resultó suficiente salvo quizá en la nieve realmente petrificada en pendiente fuerte, pero eso es algo que ni me atreví a probar. Era fácil de evitar, bastaba esperar a que el sol calentara un poco.

Raquetas: Atlas, de modelo desconocido. Muy lejos del actualmente popular estilo de un cuerpo de plástico rígido y fijación automática, estas raquetas son un simple bastidor de aluminio del que «cuelga» un cuerpo de un tejido flexible de apariencia plasticosa, al que van fijados unos pequeños crampones, delantero y trasero, y la fijación, que es una pieza de plástico duro pero flexible que abraza la parte delantera del pie y se ajusta con correas. El talón va siempre libre. Yo me imaginaba que, siendo Atlas una empresa californiana, estas raquetas estarían en su salsa en la Sierra Nevada pero, en realidad, las llevé porque eran lo que tenía y, dado que no las uso mucho, no pensaba invertir en ninguna otra. De hecho, lo de llevar las raquetas fue una decisión de última hora, a vista de toda la nieve que cayó en primavera, y son un elemento muy poco habitual en el PCT. Es posible que sólo Rolling Thunder y yo las lleváramos en 2006. Las suyas eran unas MSR mucho más agresivas que alguien describió como «unos crampones con flotabilidad». Pues no sé, me es difícil opinar sobre un elemento que no conozco mucho y tampoco las puedo comparar con otros modelos porque son las únicas que he probado. Yo diría que funcionaron bien y la única duda es si mereció la pena llevarlas tanto tiempo en la espalda (1.5 kg el par, que no lo había dicho) para el tiempo relativamente limitado en el que las usé. Pero, claro, ahí marcaban una diferencia importante. Y eso que caminar sobre las suncups es un problema especialmente gordo con raquetas… pero sólo la tensión que implica caminar pensando en que en el próximo paso te puedes a hundir hasta la ingle puede justificar el peso extra. Además, daban un aspecto muy aguerrido y sideral a mi mochila (muy mal, ahí, Rolling Thunder, que las llevaba colgando por detrás, sin pena ni gloria). Ya en serio, sería difícil decir si las volvería a llevar en unas condiciones similares. Yo creo que sí aunque, probablemente, pasará bastante tiempo hasta que se vuelvan a repetir unas condiciones como las de 2006.

Raquetas compatibles con zapatillas

Chaqueta de pluma: Nunatak Down Skaha. Jamás 270 gr dieron tanto calor. Esta chaqueta es increíble. Es un pulóver, en realidad (cremallera hasta el pecho) y, en contra de la más habitual construcción (en chaquetas, al menos) de compartimentos separados por costuras, la Skaha tiene tabiques internos, como suele ser normal en los sacos de dormir. No sé si eso es lo que le hace marcar la diferencia pero sí puedo decir que fue mi mejor amiga en las gélidas noches serranas y que me costó decirle adiós cuando la envié a mi contacto en Seattle desde Yosemite, aunque no la eché de menos de verdad hasta llegar al norte de Washington, donde mi chaqueta sintética se volvió a quedar corta.

Lo remarcable es que sólo pesa 270 gr

Manoplas aislantes: en la Sierra sí que llevé unas manoplas de verdad, aquí no eran para emergencias sino de uso diario. Simples manoplas de polar Windstopper, más ligeras y calientes que unos guantes análogos. 55 gr.

Manoplas impermeables: no sabía muy bien qué iba a encontrar en la Sierra, así que preferí ir preparado para condiciones duras y llevé las manoplas impermeables que forman parte de mi equipo invernal estándar. Son una simple capa de nylon y gore-tex, sin aislamiento. Al final, apenas las usé porque, durante el día, las temperaturas eran agradables y nunca llegó a hacer auténtico mal tiempo, aparte de las tormentas vespertinas. 88 gr de peso casi muerto pero me sentía un montañero preparado con ellas en la mochila.

Calcetines impermeables: algo que no había experimentado nunca y ante lo que no sabía cómo iba a reaccionar es la humedad perpetua en los pies. Sabía que iba a suceder en cuanto pisara el primer nevero. A la postre, las templadas temperaturas diurnas hicieron soportable el tener los pies eternamente mojados. Ya lo decía Rolling Thunder, que vive en Nueva Zelanda: «allí estás siempre con los pies mojados» y doy fe que no es algo tan horrible como pueda parecer. Ni siquiera llegué a usar estos calcetines impermeables (como unas bolsas de plástico pero en nylon impermeabilizado y con forma de pie) pero me sentía más seguro llevándolos. Otros 72 gr de peso muerto.

Polainas: mucha gente usa polainas cortas no impermeables durante todo el viaje, para evitar la gravilla en el calzado. Yo no lo hice y aún no tengo claro qué haría al respecto la próxima vez pero estas polainas de las que hablo aquí son de otra liga, la de la nieve: las típicas polainas invernales, de pie a rodilla. Las usé en alguno de los primeros días hasta que me harté y le perdí el miedo a la humedad. Si, total, me iba a mojar el pantalón en el culo y buena parte de la pierna a base de los descensos deslizados, qué más daba si se me mojaba la pernera… al final de cada día, de todas formas, iba a tener que cruzar ochocientos torrentes donde se me iban a mojar otra vez. Esta vez, el peso muerto fue mayor, 295 gr, y ya no me hizo tanta gracia. Estas las mandé para Seattle con menos pena.

Mi pequeño record para la posteridad

Es casi broma esto del record y la posteridad. De hecho, no tengo ni idea de si se ha hecho antes, posiblemente sí, en cuyo caso habré igualado la marca pero no creo que nadie haya superado esto: completar el PCT con dos pares de zapatillas.

Ya, ya sé, es un record muy cutre, pero es mi record. Según he visto, lo normal era, entre la gente que usaba zapatillas (casi todo el mundo), gastar 5 ó 6 pares. Menos que eso era raro. Yo no sé qué narices hace la gente con sus zapatillas pero yo tiré el primer par cuando aún estaba en buen uso, simplemente porque pasé por un lugar (South Lake Tahoe) lo suficientemente grande como para encontrar una tienda de montaña donde pude comprarme otro par igual: el modelo Velocity de Vasque.

Menciono el modelo por si alguien quiere comprarse unas zapatillas duraderas; en ese sentido, las puedo recomendar y no necesito explicar más. Lo curioso es que, definitivamente, no se trata sólo del modelo de zapatilla porque este, en concreto, es uno de los más populares en el PCT y no creo que a nadie le duraran tanto. Quizá viajar ligero tenga algo que ver pero, de nuevo, y en serio: no sé qué hace la gente con su calzado que lo rompe tan pronto.

Cambio de zapatillas en South Lake Tahoe

El segundo par llegó a Canadá con unos cuantos agujeros y casi sin suela en ciertas áreas, tras haber recorrido 1574 millas o 2518 kms, aproximadamente.

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6 comentarios

  1. Fernando

    ha usado en mas viajes la chaqueta de o2..?; he visto que se puede comprar en Amazon..; insultantemente barata

    • Viajarapie

      No la suelo llevar aunque aún tengo una y funciona bien. La pega principal es la fragilidad, es un material poco resistente a cualquier tracción, hay que cuidarla bien. Hoy día hay opciones que no había en el pasado con pesos similares en nylon que también son frágiles aunque no tanto y probablemente transpiran peor. Es cuestión de compromisos, como siempre. Actualmente tiendo a chaquetas largas que protegen por debajo de la cintura, aunque lógicamente pesan algo más.
      El Propore y la O2 me sigue pareciendo una opción interesante. Realmente transpira bastante bien, eso y su peso son dos factores a favor y un valor añadido sobre la competencia.

  2. Cesar

    Hola
    Muchas gracias de antemano por compartir tus viajes, me sirven de mucha ayuda.
    Solo quería preguntarte por el tema teléfono móvil, y cargador adicional. Como lo hiciste tú?
    Gracias un saludo.

    • Viajarapie

      En este viaje, concretamente, que es de 2006, ni siquiera llevaba teléfono, eran otros tiempos. Hoy día, sí lo llevo, y lo uso, aunque normalmente sólo para navegación, llevándolo en modo avión, que limita muchísimo el consumo, y activando la conectividad a telefonía y redes sólo en las zonas urbanas. Uso un teléfono pensado para montaña, de construcción robusta y con batería de más capacidad, de media, que los teléfonos, llamémosles, urbanos. Con eso y una batería externa de entre 5000 y 10000 mAh, en circunstancias normales, tengo una autonomía de 10 días o más, que suele ser más que suficiente para la mayoría de los viajes. Llevo también, claro, un cargador de enchufe para recargar en las zonas urbanas. Por un poco más de peso, uso uno de dos puertos y así puedo cargar dos dispositivos a la vez de entre Teléfono, batería externa y cámara, que son los 3 elementos que suelo necesitar recargar.
      Si preveo necesitar autonomía mayor, como sucedió en 2020 y volverá a suceder en 2021, llevo un panel solar portátil.
      A grandes rasgos, es una estrategia habitual que, con ligeras variaciones, sigue más o menos todo el mundo y, salvo posibles catástrofes, funciona bien.
      Gracias por el comentario, un saludo

  3. Hola,

    muchas gracias por todas tus explicaciones, a mi me ha surgido una duda, y es el agua. Dentro del material y en otras secciones no veo nada sobre cuanta agua llevabas encima, ni en que tipo de recipiente. Mi preocupación es mas por las zonas más desérticas y con escasez de agua.

    Muchas gracias de antemano!

    • Viajarapie

      Uso botellas Platypus desde hace muchos años. Son resistentes, no alteran el sabor del agua, pesan poco y, una vez vacías, no ocupan nada. La cantidad y tamaño de botellas depende de la ruta: siempre suelo llevar dos y, para rutas donde encontrar no va a ser problema, uso una de dos litros y otra de uno. Si hay posibilidad de que el agua escasee, siquiera en algún tramo, llevo dos de dos litros, es lo que llevé en el PCT. En las Platypus de 2L, llenándolas hasta arriba, entran unos 2.5L, con lo que tengo capacidad para 5L en total. Luego, en una ruta tan larga, es prácticamente seguro que habrá algún tramo en que haga falta más capacidad. En ese caso, compro alguna botella de agua de supermercado que uso mientras haga falta y luego descarto. Si se tratara de una ruta en la que consistentemente necesitara llevar más de 4 ó 5 litros, llevaría tres Platypus durante todo el viaje o quizá mejor, o además, una muy grande, de 4 ó 5 litros, pero hasta ahora nunca me ha hecho falta.
      En el PCT, no recuerdo cuánta agua llegué a cargar pero supongo que 6 ó 7 litros en algún caso puntual. En el CDT, del que me acuerdo mejor porque fue hace relativamente poco, llegué a llevar hasta 7 litros max durante algunos días.
      Un saludo.

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