This entry is part 27 of 118 in the series PCT Relato Completo

Distancia: 15 m / 24 km. Acumulado: 1008 m / 1622 km

Miré y miré el mapa, miré y miré el terreno y mi única conclusión, una y otra vez, es que eso no podía ser. Sé lo fácil que es echarle la culpa a los mapas («¡el mapa está mal…!!!») y que, si los mapas hablaran, tendrían más de una historia que contar pero, después de saber dónde estaba exactamente, de tener referencias precisas e inequívocas para saberlo exactamente… aún no me cuadraban las cosas. Algún día, quiero volver a este sitio y recorrer el lugar otra vez, aunque sólo sea para intentar reconstruir unos hechos que sigo sin tener del todo claros.

Lo que sí tenía claro es que estaba bien enfilado hacia el esquivo Donohue y, en ese momento, eso era lo único importante.

El amanecer fue tan bonito y tan mágico como el final del día anterior. La mañana llegó con cielo azul y, a pesar de la nieve y la altitud, ni siquiera hacía mucho frío. El lugar era, ahora, aún más bonito, si cabe, con tanta luz.

Esa era mi isla y esas eran mis vistas. La cordillera Ritter, aún visible, al fondo

Al poco de partir, me encuentro con un río que, lo juro, no está en los mapas. Por muchas vueltas que les dé. Y este me parece un río demasiado grande como para ser estacional. El caso es que, cuando me disponía ya a un vadeo fácil pero profundo, el río hace un recodo y resulta que no necesito vadearlo. Recodo brusco que no aparece en ninguno de los ríos del mapa. ¡Mapa, estás mal!

El resto de subida hacia Donohue Pass es sencillo. Donohue es un paso un tanto equívoco, desde este lado, porque la salida natural de la ruta ascendente dirige a un collado anejo que esta cerca pero no es Donohue. Basta con saberlo y estar alerta para buscar el collado bueno, que no aparece a la vista hasta casi el final pero, una vez ahí, no hay duda.

No puedo evitarlo: la cordillera Ritter, una vez más

Donohue Pass, el último «oncemil» (3300 m.) del PCT y el último gran paso de la Alta Sierra y que marca al entrada del PCT en Yosemite. Paso un rato contemplando la preciosa y recordada vista del valle Lyell, que aparece totalmente libre de nieve:

El valle Lyell desde Donohue Pass: la puerta del PCT a Yosemite

Desde aquí, sólo me queda bajar allí y ya, por fin, caminar, caminar, caminar… hasta Tuolumne Meadows. Ya casi puedo cantar victoria.

En la última parte de la subida, encontré una fila de huellas. Difícil decir si tan recientes como de hoy mismo. Las encuentro otra vez en el descenso y compruebo que van por una ruta diferente a la del sendero, que aún no es visible, por la nieve. Consultado el mapa, decido seguir las huellas, que van a bajar por un sitio muy empinado pero por una ruta mucho más corta. La nieve está blanda ya y el descenso es seguro y sin mayor problema, aunque agarro el piolet por, quizá, última vez…

Una vez en la cabecera del valle, sigo sin ver el sendero pero sé que es cuestión de tiempo (y descenso) que la nieve empiece a desaparecer. Recuerdo que el siguiente arroyo se cruza en un puente y esa va a ser la mejor referencia para retomar el PCT, nieve o no. Sigo el torrente hasta que, efectivamente, aparece el puente, justo donde la nieve empezaba a escasear.

Ya por sendero, puedo recordar viejos tiempos, cuando caminar consistía sólo en poner un pie delante del otro, una y otra vez. Llego al talud final que, en numerosos zigzags, me deposita en el fondo del valle, en ese precioso lugar donde Lyell Creek se remansa y empieza a formar meandros en el fondo de su valle.

A partir de aquí, ya todo es fácil y, debo añadir, muy bonito, con ese río tan pacífico, las praderas y las grandes montañas nevadas, que se van quedando atrás, como auténtico epítome de la salida de la Alta Sierra.

Lyell Canyon

Acelero, pensando en la posible hora de cierre del garito de las hamburguesas en Tuolumne Meadows y camino soñando en todo lo que voy a pedir, pensando que, probablemente, voy a completar el JMT, bajando al valle de Yosemite, y que, quizá, antes de eso, me tome un día de descanso mañana en el camping de Tuolumne… y recordando lo agradable que me pareció aquel lugar, a pesar de lo lleno que estaba el camping, hace unos años, cuando pasamos una noche allí, en la esquinita de los senderistas.

Con esas expectativas, resultó mayor, si cabe, la decepción al llegar a Tuolumne y descubrir el lugar desierto: el camping estaba cerrado, así como la tienda, la ventanilla postal (porque es una ventanilla; no se le puede llamar «oficina») y el bareto. Una nueva consecuencia más de lo tardío de la temporada pero, esta vez, mucho más inesperado: la carretera Tioga, que es la que pasa por aquí, es de las últimas en abrir (Tioga Pass es muy alto, cerca de los 3000 m.) pero está abierta y lo ha estado ya durante la última semana, al menos. Resulta sorprendente que el camping en Tuolumne esté aún cerrado pero así es.

Técnicamente, esto no me supone ningún problema; tengo provisiones de sobra para los dos días que me llevaría bajar al valle de Yosemite y allí reaprovisionarme… lo que me afecta es el golpe moral de llegar a un lugar muerto cuando yo soñaba ya con las hamburguesas, el contacto con otros senderistas o el show de los rangers en el fuego de campamento. Nada de eso hoy en Tuolumne Meadows.

En estas condiciones, y a pesar de que lo necesitaba, físicamente, no habrá día de descanso mañana; partiré inmediatamente hacia el valle de Yosemite y esperaré a llegar allí para tomarme vacaciones.

Todo el lugar para mí en Toulumne

Esa tarde/noche en Tuolumne Meadows significa también la llegada de un esperado y hasta ahora casi ausente compañero de viaje: el mosquito. También los mosquitos van tarde este año pero parece que, según la temporada avanza y el sendero se acerca a zonas más bajas, ha llegado su momento. Mala cosa.

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