This entry is part 28 of 118 in the series PCT Relato Completo

Distancia: 10 m / 16 km. Acumulado: 1018 m / 1638 km

Tengo que empezar el día por acudir a la oficina de los Rangers para obtener el permiso necesario para bajar al valle. Mi permiso es sólo válido para el PCT y, ahora, voy a separarme de él para seguir y completar el John Muir Trail hasta el valle de Yosemite.

Bajar al valle me llevará un par de días. Se puede hacer en una sola (muy larga) jornada pero no con las condiciones de nieve actuales y, además, probablemente, me tome unas horas para subir el Half Dome, así que no me voy a apresurar y cuento con hacerlo en dos jornadas. Hay tanto razones prácticas como más o menos sentimentales para este desvío; por un lado, me apetece completar el JMT. Es uno de los senderos más famosos y espectaculares de Norteamérica y es un bonito concepto, por sí mismo. También pesa el hecho de seguir desandando el camino de hace unos años y volver a ver, con una nueva luz, todos esos sitios tan bonitos.

En el plano práctico, necesito reaprovisionarme y descansar. En mi plan de viaje, contaba con hacerlo en Tuolumne Meadows pero, al estar cerrado aún, tengo clara la alternativa. Podría hacer dedo hasta el valle pero tengo claro que va a molar mucho más hacerlo a pie. Por fin, espero que estos dos días, más los que me tome de descanso, sirvan para que alguien me alcance… ¿dónde está todo el mundo? Yo he venido solo al PCT y así lo recorreré pero tampoco querría pasarme el resto del camino hasta Canadá sin ver thru-hikers… así que les «esperaré» caminando.

Obtener el permiso es inmediato pero me hace salir muy tarde. Me encuentro con gente que baja y, una vez que empieza a haber nieve, veo tantas huellas que me despreocupo por seguir la ruta en el mapa. Error: cuando las huellas empiezan a irse por las ramas, no tengo claro dónde estoy ni referencias visuales para localizarme. Acabo tardando un montón en llegar a Cathedral Lake, donde acabo, casi, la subida.

Empiezan a juntarse nubes negras. Es el tercer día consecutivo y, cada día, la cosa va un poco más allá. Aún no ha caído ninguna gran tormenta.

Cathedral Peak y Cathedral Lake desde, cómo no, Cathedral Pass

Me encuentro con una pareja que baja y les pregunto por las condiciones; la respuesta: «¿Llevas GPS? A nosotros, nos ha salvado el culo…». Pues sí que llevo pero no lo he usado aún ni espero usarlo. Era parte de la caja invernal y se irá para casa enseguida. Está ahí como emergencia pero a mí me gusta más jugar al mapa y brújula… pero con red.

Como toda esta sección de JMT, desde Reds Meadow, recuerdo bien el terreno y un vistazo al mapa me dice cláramente dónde voy a tener problemas; sobre todo, será en las zonas boscosas. La nieve llega a cotas considerablemente más bajas que durante la Alta Sierra y, aquí, todavía hay una larga sección en altura. A ver qué tal… de momento, tengo la huella de estos dos para ayudar.

Esto de la orientación mola un montón. Es como un juego: mapear el terreno y reconocerlo te hace sentirte en control de la situación pero lo más divertido y satisfactorio es llegar a una zona sin visibilidad y tener que recurrir a la brújula y mapa para, al rato, salir de ahí y ver que estás allí donde querías llegar.

Va haber bastante de esto en los próximos kilómetros; tras Cathedral Pass, el JMT se mantiene lo suficientemente alto como para que todo esté cubierto de nieve y lo suficientemente bajo como para que casi todo esté lleno de árboles. Lo peor, de momento, es el tiempo, que se está poniendo cada vez más feo.

Tras un flanqueo y un pequeño collado, desciendo hacia Long Meadow que recuerdo seco y soleado y, hoy, como todo lo demás, es una gran extensión nevada bajo un cielo plomizo. Un poco más allá, llego a Sunrise. El contraste con mis recuerdos no puede ser más fuerte: aquel día de un lejano agosto, el lugar estaba lleno de gente, tanto la zona de acampada de senderistas como en el High Sierra Camp. Dicho campamento es uno de unos cuantos existentes en Yosemite, bastante parecidos a los refugios guardados de Europa pero algo más básicos; aprovisionados por animales de carga, ofrecen «pensión completa» y disponen de un edificio pero la gente que se aloja allí aún tiene que acampar. Bueno, pues, aquí, en Sunrise, al borde de la espectacular esplanada (una gran pradera, hoy nevada) hay un High Sierra Camp de estos y una zona de acampada para senderistas, con letrinas y contenedores para guardar la comida.

Llegando a las praderas Sunrise

Hoy, eso es todo lo que hay; quiero decir, no hay nadie. Y yo tampoco pienso quedarme; son sólo las 4 h. y mi idea es seguir pero, según paso por allí, ¡plock! me cae un granizo tamaño canica en todo el cabezo… «hey, no tiréis eso!»… ¡plock!!! «cagüentó…»

Desenfocado pero se ve lo que se tiene que ver

Es sólo una tormenta pero, después de tantas semanas sin ver lluvia ni nubes, uno no está acostumbrado. Ante una de estas, lo mejor suele ser buscar refugio y esperar a que pase lo peor. Busco un árbol gordo pero en Sunrise no hay ninguno de esos densos que hacen de paraguas perfecto y acabo acurrucado entre un tronco y un pedrolo y tapado con el Silsuelo.

Cae una buena y lo peor es que no parece querer parar. Normalmente, estas tormentas suelen seguir el patrón típico de descarga violenta seguida de calma y hasta sol, otra vez, pero no en este caso. El granizo da paso a la lluvia. Tras casi una hora, ya se me han dormido los brazos de sujetar el Silsuelo. Entonces, me acuerdo de las letrinas… en Sunrise, hay un par de las de estilo «casita», es decir, cubiertas… supongo que una letrina no es el lugar más bucólico pero creo que va a ser más cómodo que el exhiguo Silsuelo. Aprovechando un momento de menos lluvia, voy hacia donde recuerdo que estaban y, efectivamente, allí las encuentro. Y, por suerte, perfectamente limpias… poca gente las habrá usado aún esta temporada.

Mi situación mejora considerablemente. No sólo llueve sino que hace frío y me estaba congelando. Ahora, al menos, estoy fuera de la lluvia y el viento.

Las letrinas y los contenedores de comida en Sunrise

Pasa el tiempo y esto no mejora. Veo cada vez más claro que lo mejor va a ser quedarme aquí esta noche, lo que tampoco es un problema, no tengo prisa. El problema que veo es conseguir un campamento cómodo en estas condiciones: sigue lloviendo, hace frío, todo está mojado: el suelo, la vegetación, yo… esto me hace reflexionar sobre mi supuesta autonomía, mis aún más supuestas habilidades para salir adelante en situaciones delicadas y mi manifiesto miedo escénico cuando el tiempo se tuerce, aunque sólo sea un poco. Quizá lo que me condiciona es tener un sitio como la letrina, donde refugiarme, de forma que me da repelús salir de aquí para, por ejemplo, montar el tarp; quizá, si no tuviera más remedio, montaría el maldito tarp, me pondría cómodo y estaría tan feliz y, sin embargo, aquí estoy, agazapado en un lugar no muy acogedor pero donde me siento a salvo y reticente a afrontar la situación.

El caso es que sigue lloviendo y ya decido que hoy voy a pasar la noche aquí. No, no en la letrina (aunque debo confesar que lo consideré una opción), donde no tengo ni sitio para tumbarme (aunque sí para estar sentado… que no, que no me quedo aquí), pero he visto un cajón metálico similar al de los contenedores de comida pero mucho más grande que podría servir… voy a investigar y veo que está abierto, que es grande y que está limpio y seco. Ya está, ¡me quedo aquí! Esto no estaba hace unos años y tiene pinta de ser un almacén de material pero está casi vacío y tiene hasta una silla. No se puede estar de pie pero por poco y tumbado sí que quepo. No sé si es muy legal usar esto de refugio pero no creo que a nadie le importe. Aún así, decido minimizar mi estancia en el lugar y usarlo exclusivamente para dormir.

Vuelvo a la letrina con intención de hacerme la cena allí. Ya, ya sé, cenar en la letrina… en fin, baste decir que había que estar allí, jopé… hacía frío, viento y seguía lloviendo y me sentía muy desamparado.

Acabo de cenar y recojo, dispuesto a meterme en el cajón ese… antes, aprovechando que la lluvia ha amainado un poco, me concedo una licencia nostálgica y busco el lugar donde acampamos hace unos años y que nos pareció tan bonito y, reuniendo fuerzas y recuerdos, subo por entre las piedras y la nieve hasta que alcanzo el sitio. Una pequeña plataforma con vistas a la gigantesca esplanada que, además, está más o menos libre de nieve… y el suelo está mojadillo pero no saturado… y bajo ese árbol seguro que se está muy bien… y ¡ya casi no llueve! Nada, me quedo aquí.

Algo de lo que me alegro mucho; eso de acobardarme en un cajón metálico me sabía muy mal y dejaba mi ego montañero por los suelos. Acabo montando un campamento muy agradable y confortable, con el tarp bien anclado y con la confianza de que el tiempo está empezando a mejorar lentamente; ya se ve algún claro que, en realidad, es un oscuro porque se está haciendo de noche pero ya no hace viento y se nota cláramente cómo la temperatura ha subido. Me alegro de volver a dormir en Sunrise.

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