This entry is part 81 of 118 in the series PCT Relato Completo

Distancia: 19 m / 30 km. Acumulado: 2102 m / 3383 km

Me levanto pronto cuando, aparentemente, todo el mundo duerme aún. Me sabe un poco mal marcharme sin despedirme pero tengo otro día difícil por delante, así que les dejo una nota agradeciéndoles la hospitalidad y salgo al mundo.

En una soleada mañana de domingo, Sisters aparece más acogedor que anoche. Tengo mucho que hacer pero, dado que a estas horas lo único abierto son los sitios para desayunar, la excusa es perfecta para empezar el día de la mejor forma posible. Tras un buen atracón, todo parece más fácil.

El pueblo está lleno de carteles de agradecimiento a los bomberos. Casi cada comercio tiene el suyo, en plan pancarta de manifestación, pintados por la gente, deseosa de que no pase desapercibida la apreciación por el trabajo que hacen. En Etna había alguno también. Esto es algo curioso y relativamente exclusivo de estas regiones; al menos, en Europa yo no lo había visto nunca. Aquí hay mucho bosque y los incendios forestales de la época estival son parte del ciclo natural. Los pueblos son prácticamente enteramente de madera y, normalmente, están rodeados de bosque por lo que, a veces, los incendios amenazan las viviendas. Todo el mundo tiembla cuando hay algún fuego en las montañas cercanas y los despliegues mastodónticos como el que hay aquí suelen estar enfocados no ya a apagar los incendios por salvar los árboles sino por salvar los propios pueblos. De ahí el sentimiento de la población hacia el trabajo de los bomberos.

Thank you fire fighters

Otra característica bastante exclusiva es que, dadas las dimensiones de estas montañas y sus bosques, los bomberos aparecen ciertamente lejos de la imagen urbana de monos ignífugos, mangeras y camiones rojos; estos, suben al monte con sus herramientas (o se las transportan en helicóptero, si es posible), acampan allí durante días y se dedican a intentar contener el fuego con el apoyo de los helicópteros, que son la única forma de llevar agua. Es un trabajo muy duro y los bomberos tienen más pinta de montañeros o, si me apuras, thru-hikers que otra cosa.

Llamo a los teléfonos que me dieron ayer los Rangers. El nuevo incendio al norte de Santiam Pass ya tiene nombre: Puzzle Fire, pero aún se sabe poco de él. Me dicen que el PCT ya está cerrado en esa zona. Mapa en mano, les planteo alternativas, usando los senderos que veo (con el poco detallado mapa que me regalaron ayer y que ya me había estudiado) y, al parecer, todas las posibles alternativas están ya cerradas. Va a ser inevitable utilizar la carretera pero aún está por ver durante cuánta longitud; según me dicen, el incendio es muy grande y la zona cerrada crece por momentos. Mal asunto…

Esto significa que, aparte del atracón de carretera que me tengo que dar hoy, con el que ya contaba, para subir a Santiam Pass, parece inevitable que, mañana, voy a tener que continuar por la misma carretera, bajando por la otra vertiente para tomar luego otra más que, en dirección norte, lleva la misma dirección del PCT pero, por supuesto, por los valles. Tendré que avanzar por esa carretera hasta dejar atrás Puzzle Fire y tomar algún sendero que suba hasta el PCT. Queda por ver dónde podré hacer esto último.

Me falta comprar mapas topográficos. No está muy claro hasta qué punto los voy a necesitar pero como hay más incertidumbre que otra cosa, prefiero aprovechar esta última oportunidad para hacerme con ellos e ir preparado para lo que venga. Sisters es muy pequeño pero está junto a las montañas y es de esperar que tengan mapas; en la tienda de deportes, no hay y, al final, los encuentro de milagro en una librería. Buenos mapas, eso sí.

Estampas de Sisters

Hoy es domingo y la oficina de los Rangers está cerrada; de todas formas, ya sé todo lo que me iban a decir. En una breve visita a un supermercado, un paisano me pregunta si soy thru-hiker… ¿cómo lo habrá sabido? ¿será por la mochila? Resulta que él es el padre de una tal Laura, thru-hiker este año también y a quien no conozco (aunque me la encontraré más tarde). Comparto con él el infierno de los incendios forestales.

Cuando ya, por fin, salgo hacia Santiam Pass, me cruzo con una de las Rangers de ayer, aunque yo no le recordaba pero ella a mí sí; me informa de la última hora del Puzzle Fire y me da un mapa recién salido del horno de la localización del incendio.

Hasta aquí, todo ha sido muy divertido: buen desayuno, ir de tiendas… la guía dice que hay 15 millas entre Sisters y Santiam Pass pero en el mapa parece más; las señales de carretera me confirman que van a ser más bien 20 pero, en cualquier caso, eso debería ser fácil; 20 millas en sendero supone un día medio/corto, a estas alturas y, aunque caminar por carretera sea desagradable, debería ser más fácil que en el PCT. Mi única preocupación, a estas alturas, es llegar a Big Lake a la hora de cenar que es nada menos que las 5 y media… pero incluso para eso no debería tener problema; y, si no llego a cenar, tampoco pasa nada grave (bueno… no sé yo… la comida es la comida…).

El caso es que salgo de Sisters dispuesto a tragarme un desagradable día pero sin que se me llegue a indigestar. Por desgracia, no va a ser tan fácil.

Yo no sé por qué pero caminar por esta carretera me está destrozando, física y psicológicamente. En la parte física, hace mucho calor y hay mucho tráfico; hay arcén pero no muy grande. En la parte psicológica, las larguísimas rectas de varios kilómetros no ayudan a apreciar progreso. Tengo que pararme a descansar más a menudo de lo que lo suelo hacer en el propio sendero y, a pesar de que intento caminar todo lo deprisa que razonablemente puedo, el progreso no es demasiado bueno. He caminado por carreteras muchas veces y creo que nunca se me ha hecho tan cuesta arriba, a pesar de que aún no he empezado a subir siquiera.

Llega un momento en que ya no puedo más con la situación. Camino cabizbajo y moralmente aplastado. Pienso en lo curioso de las circunstancias: estoy rodeado de gente pero jamás me había sentido tan solo. En el sendero, me paso solo todo el día pero, cuando me encuentro a alguien, es un encuentro humano y agradable. Aquí, hay mucha gente alrededor, sí, pero van dentro de sus vehículos y, por lo que a mí respecta, no son gente; son cajones con ruedas que pasan a centímetros de mi oreja. Voy cansado pero la sensación desagradable es casi lo peor.

Paso lo que considero, sin duda, los peores momentos de todo el viaje, después de aquel día horrible con la semi-gripe; camino diciéndome a mí mismo que esto no puede estar pasando, que no estoy aquí… y con la única moral que me da saber que esta noche estaré a salvo en Big Lake.

En esto, y en uno de esos curiosos giros imprevistos que tiene la vida a veces, sucede algo que contribuye a aliviar la situación y a rellenar ese saco vacío de buenas vibraciones: un coche para en el arcén al otro lado y me hace señas. De él salen Mike y Naomi.

La última vez que vi a Mike y Naomi fue en Ashland, de donde Mike esperaba salir un día más tarde de lo que lo hice yo. Mike es uno de los thru-hikers más agradables y que mejor me ha caído de todos los que me he encontrado en este viaje y Naomi, su mujer, que le visita en ciertos puntos del sendero, lo mismo, y no puedo estar más contento de encontrármeles aquí. Habían acordado encontrarse en Sisters y Naomi había alquilado el coche que ahora conducen.

No sólo eso. Según cruzo la carretera y me acerco, Mike me dice: «Nos hemos cruzado contigo hace un rato. Sabíamos que no querrías que te lleváramos hasta el puerto pero seguro que aceptas esto…». Y me empiezan a sacar bebidas frías, helados y chucherías varias. Después de verme caminando en la carretera, se fueron hasta la tienda más cercana para comprarme esas cosas y volvieron a mi encuentro.

Esto me hace sentirme bien. En un día horrible en el que lo más horrible de todo era lo inhumano de la situación, me encuentro con esta muestra de cariño y calor que, ahora mismo, es lo que más aprecio en el mundo. Declaro solemnemente a Mike y Naomi mis trail angels favoritos.

Me preguntan si pueden hacer algo más por mí. Pues… odio pedirles esto pero… el caso es que mi PCT, ahora, es esta carretera hasta el collado en Santiam Pass y, después, o bien el sendero hacia el norte o bien la misma carretera, puerto abajo por la otra vertiente; pero esta noche dormiré en Big Lake, que está varios kms. de pista al sur de Santiam Pass. Big Lake es una muy buena parada porque el PCT pasa casi al lado pero ahora esa sección de sendero está cerrada; de hecho, está cerrado justo al sur de Big Lake. Pues bien: ese tramo entre Santiam Pass y Big Lake ya no es parte de mi PCT y, aquí sí, aceptaría que alguien me llevara; especialmente, visto lo cansado que voy y lo tarde que se me está haciendo.

Mi plan era hacer auto-stop ahí y esperar tener suerte. No me cabe duda de que el primer coche que pasara, pararía pero necesitaría la suerte para que ¡pasara alguno! ya que es una carretera cuaternaria que desemboca en una pista que, a la postre, es un callejón sin salida; muere en Big Lake. Así que, Mike & Naomi, ¿me esperaríais en Santiam Pass para llevarme hasta Big Lake?

Me da reparo pedirles esto porque sé que tendrán muchas cosas mejores que hacer que esperar a que el pesado este que soy yo llegue al maldito collado (Mike aún no se ha duchado, según veo) pero se lo pido porque realmente lo necesito y porque sé que la oferta de ayuda era sincera. Y, por supuesto, no dudan en acceder. Son mis héroes.

Me he encontrado con ellos justo en el sitio en el que la carretera empieza a subir hacia el puerto. Ahora, sigo igual de cansado pero, al menos, tengo un buen motivo para caminar con todas mis fuerzas: hacerles esperar lo menos posible. Así, al menos, marcho motivado.

Cuando ya me falta poco, otro coche para a mi lado. Me ofrecen llevarme, cosa que, en este momento, no me cuesta mucho rechazar. El conductor resulta ser Reality, un senderista que, además, es el personaje detrás de Practical Backpacking, un interesante espacio web. Curioso encuentro.

Llego, por fin, a Santiam Pass y allí me esperan Mike y Naomi. Montamos en el coche y, en poco rato, llegamos a las puertas de Big Lake.

Big Lake es un lugar curioso: un campamento para jóvenes, regentado por no sé qué iglesia adventista. A mí, los rollos estos religiosos siempre me dan un poco de grima y bastante repelús pero todo el mundo dice que Big Lake es un lugar muy agradable donde se recibe muy bien a los thru-hikers y, dado lo idóneo de su emplazamiento, para mí no hubo duda a la hora de incluírlo en mi programa. Ahora, se ha convertido en un handicap tener que venir hasta aquí pero ya tenía mi caja de reaprovisionamiento esperando; probablemente, también la cámara de Shooter. El caso es que llego allí sin saber muy bien qué esperar.

Me despido de Mike y Naomi agradeciéndoles infinito todo lo que me han ayudado y me dirijo hacia los edificios. El lugar está aparentemente desierto, cosa extraña. El caso es que veo por ahí una figura humana y hacia ella me dirijo. Según me acerco, nos miramos con sensación de habernos visto antes:

– Tom, ¿qué haces aquí???!!
– ¡Esperarte!

Este Tom, siempre tan original. Tom es ese señor tan agradable con el que compartí buenos momentos en Truckee y, más tarde, en Old Station. Abandonó su thru-hike por fallecimiento de un familiar y ahora está empleando la temporada en hacer secciones según le va apeteciendo. Según me cuenta, lleva varios días aquí, esperando encontrarse con su amiga Heike. Se muestra muy contento de verme y yo obtengo otra dosis de caso del bueno. Me dice algo así como «tú no te preocupes de nada; ahora, te digo dónde está la ducha, ponemos una colada y vamos a cenar…» En ese orden. Esto sí que es atención específica al senderista.

En Big Lake, nos acogen por nada. Tom está colaborando con tareas cotidianas, a cuenta de que lleva ya unos cuantos días y porque él es así, le encanta ayudar. Me cuenta que el último turno de inquilinos del campamento marchó hace unos días; ahora no hay casi nadie aquí y el lugar está muy tranquilo. Big Lake es muy agradable: un conjunto de cabinas de madera, entre el bosque y junto al lago. Me puedo imaginar el bullicio con varias docenas de chavales por todos lados pero ahora es una balsa de aceite; el lugar perfecto para el mejor final de mi día más amargo.

Chalets en Big Lake. Austeros por dentro, preciosos por fuera

Recojo mi caja pero, de nuevo, sólo mi caja; la cámara que Shooter me iba a enviar no aparece. En Big Lake no hay teléfono pero sí hay la amabilidad de la gente del lugar y no tengo ni que preguntar para que alguien me deje su móvil, con instrucciones de por dónde colocarme para tener recepción. Shooter me dice que, esta vez, sí la ha enviado y que debería estar al llegar. Big Lake está un poco apartado del mundo y está tardando más de lo que debiera. Yo tengo que salir mañana, habida cuenta de lo incierto de la evolución del incendio al norte, en Mt. Jefferson Wilderness, y así se lo hago saber a Shooter, pero le garantizo que algo haré al respecto. Ese algo me lo arregla Tom, que se ofrece a reenviarme el paquete a mi próxima estación, Cascade Locks, en cuanto llegue aquí. Qué lío…

El resto de la tarde-noche en Big Lake es, simplemente, perfecto. Tengo tiempo de compartir algún rato con Tom y alguna de la poquísima gente que queda por aquí, y tiempo de estar a mis anchas, re-empaquetar la comida… tengo un chalecito de madera todo para mí (están casi todos vacíos). El vuelco ha sido brutal: un día tan duro que puso a prueba mi fe en el viaje ha acabado de la mejor forma posible gracias a la amabilidad de la gente. Primero, Mike y Naomi; después, Tom y el resto de gente de Big Lake. Si no había dicho ya alguna vez que este viaje, en realidad, va sobre la gente, lo digo ahora. Son este tipo de encuentros lo que marca la diferencia y hace de la experiencia algo tan estimulante y tan hermoso. La naturaleza, las montañas, el entorno… es la otra parte; es el marco, incomparable. Pero lo que de verdad hace de este viaje algo tan especial es que, de repente, la raza humana muestra su cara más amable: gente que te encuentras y que no te conoce pero hace lo posible por ayudar, sin esperar nada a cambio, y lo hace de la forma más cariñosa posible. Y no puedo dejar de preguntarme: ¿por qué no somos así siempre? El mundo sería un lugar mucho mejor…

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