This entry is part 105 of 118 in the series PCT Relato Completo

Distancia: 22 m / 35 km. Acumulado: 2641 m / 4250 km

Las nubes de anoche no tenían buena pinta y he dormido con la mosca tras la oreja. No ha llovido por la noche. Por la mañana, lo primero que hago es mirar al cielo y sigue parecido. Es después, tras desayunar, recoger y ponerme en marcha, cuando la cosa se empieza a poner peor. Según empiezo el ascenso hacia Boulder Pass, sigo enclaustrado en el estrecho valle y tapado por los árboles y no veo bien el cielo pero parece evidente el cambio. De hecho, no es ya sólo por las nubes: hace frío y esa típica brisa que huele a inestabilidad.

Esto no vale. Es miércoles y el mal tiempo no venía hasta el jueves. Y no me voy a asustar por el mal tiempo a estas alturas pero me pilla en el peor momento posible; vamos, que no había un día peor en todo el PCT (con excepción, quizá, de las dos semanas sobre la nieve en la Sierra Nevada) para que pasara esto: hoy es el día en que debería cruzar High Pass.

Y lo peor, en cierto modo, es que High Pass es una opción, lo que me obliga a una siempre difícil decisión; me explico: el desvío del PCT alrededor de Glacier Peak consiste en 3 largos descensos, seguidos de sus 3 largos ascensos, a y desde valles transversales, separados por altísimas crestas que los senderos deben superar. La opción consiste en evitar la última de estas grandes crestas y, en lugar de pasar por encima y volver a bajar por el otro lado, subir hacia la cabecera del anteúltimo valle y alcanzar la cresta en la divisoria principal, con dirección norte-sur (en lugar de transversal) y seguirla, evitando así la bajada a (y posterior subida desde) el último valle. Mucho más corto pero, sobre todo, mucho más espectacular. High Pass es el punto en el que se accede a la divisoria, justo por encima de los 2000 metros (que, aquí, en estas latitudes, es terreno de alta montaña) y, una vez allí arriba, te encuentras de frente con una de las visiones más conmovedoras de todo el PCT: la cara este de Glacier Peak, sus enormes glaciares, sus vertiginosos barrancos, el espectacular valle del alto Suiattle…

En 2004, esta ruta era una incógnita, sólo conocida por los montañeros locales y sin sendero en las partes más altas; aún así, nos atrevimos a ir por ahí (la ignorancia y su relación estrecha con el atrevimiento…) y no sólo nos salió muy bien sino que nos brindó algunos de los momentos más hermosos de nuestra historia senderista. Cuando decidí volver al PCT, y a pesar de que esta zona era casi el final del largo viaje, no pude evitar acordarme de High Pass, de esa cresta y de las ganas que tenía de volver ahí. Una conclusión que tuve clara, tras la travesía de hace dos años: High Pass no es un sitio en el que quieres estar en caso de mal tiempo. Muy expuesto, sin sendero, sin referencias claras. Necestias visibilidad y no quiero ni pensar en estar ahí arriba con esa peligrosa combinación de visibilidad nula, frío y viento: esto es muy remoto y no basta con bajar hacia cualquier lado en caso de dificultades; hay que acertar con la ruta o acabarías perdido en las Cascades.

Este año, ya sé cómo es el lugar pero cuento con el handicap de que las partes más delicadas las tendría que hacer cuesta arriba, que siempre es más complicado, tanto por la progresión como, sobre todo, por la orientación; hay que encontrar el paso bueno.

Todo esto voy pensando según subo hacia Boulder Pass, apenas una muesca en la primera de las mencionadas crestas transversales. Éste sí que hay que subirlo y bajarlo; la cresta que llevaría desde el paso a la divisoria principal es infranqueable (caminando, al menos): muy escarpada y coronada por glaciares.

El sendero de Boulder Pass, por este lado, es de buena calidad, aunque tiene que salvar mucho desnivel. Hacia la mitad de la subida, sustituye la ladera boscosa por un valle de altura con escaso arbolado y el escenario es ya grandioso y espectacular, rodeado de moles de roca. Desde aquí, tengo ya mejor visibilidad de la evolución del tiempo y las noticias no pueden ser peores: nubes altas que cubren ya totalmente el cielo y bloques de nubes oscuras, más gruesas y bajas, que se van acercando desde el oeste. Esto es un frente en toda regla.

Paso por el que fue uno de nuestros mejores campamentos, en 2004, en la cabecera del valle de Boulder Creek, en pleno circo, justo antes de iniciar la empinada subida final hacia el paso. La parada es obligada pero necesariamente breve, hace mucho frío.

El circo de Boulder Creek

Un rato más tarde, corono Boulder Pass. El panorama es tan espectacular como desolador; por un lado, el lugar es fantástico, con algunas de las vistas más celebradas, como esa del valle del Napeequa, uno de los lugares más remotos del PCT, con el río formando meandros allí abajo, en el suelo de su valle en forma de U; la vertiginosa ladera de enfrente, con Little Giant Pass; y los glaciares cercanos. La parte de la desolación viene porque el tiempo está muy malo: cada vez más nuboso y hace mucho, mucho frío; alrededor de 7 grados, con viento, y estoy congelado. Hacer la labor periodística en estas condiciones es muy duro; tendré que pedir honorarios extra a Shooter pero no podía dejar de plasmar momentos y lugares como este.

El valle glacial del Napeequa

Parte de lo peor de la situación es que, desde aquí, por fin tengo visibilidad hacia la parte alta del valle Napeequa y la zona de High Pass: nubes negro sólido parecen cubrir las crestas. Aquí, un poco más al este, en Boulder Pass, lo mismo que en Little Giant Pass, ahí enfrente, por donde va la alternativa oficial, las nubes bajas aún no han llegado; las propias montañas están haciendo de portero, pero High Pass está en plena divisoria y sólo cuenta con el propio Glacier Peak para protegerle del mal tiempo del oeste. Curiosamente, Glacier Peak no forma divisoria, a pesar de ser el punto más alto; el río Suiattle se las arregla para rodearlo y lleva hacia el pacífico las aguas de la vertiente este. La divisoria está en High Pass.

Ante esto, y habida cuenta de lo duro de las condiciones presentes, prácticamente decido renunciar al objetivo de High Pass. Me da mucha pena porque me hacía mucha ilusión volver ahí arriba pero creo que estas son, precisamente, las condiciones que tenía en mente cuando pensaba aquello de «no en High Pass…».

El descenso hacia el valle Napeequa es vía ladera muy empinada, al ser éste un valle glacial con forma de U. El sendero es de calidad regular pero transitable. Los panoramas del valle son espectaculares, qué lugar tan bonito.

Según bajo, me cruzo con una pareja ¡a caballo! que suben y me anuncian que va a hacer malo, que la cosa va en serio. Bye, bye, High Pass…

El caso es que, de alguna forma, algo dentro de mí se resiste a renunciar. Cuando ya estoy llegando abajo, me encuentro con otra pareja (esta vez, a pie) que me dicen que han pasado por allí (de bajada) y lo han encontrado asequible. Son dos chavales jóvenes, muy entusiastas, y algo de su entusiasmo me han debido contagiar… también me dicen que el vadeo del Napeequa ha sido muy fácil.

Eso lo compruebo en cuestión de minutos: dos años después, me reencuentro con el que por entonces era el temido vadeo del Napeequa: río glacial de aguas lechosas. Inmediatamente, compruebo que los chavales tenían razón y que hoy va a ser mucho más fácil que entonces: el caudal es mucho menor, lo compruebo a simple vista y, especialmente, cuando cruzo con el agua por la rodilla cuando en 2004 llegó casi a la ingle. Sin duda, el hecho de que sea septiembre y de que la temperatura sea tan baja tiene mucho que ver. La segunda rama del río está casi seca.

El río Napeequa; hoy, un vadeo fácil

Unos metros más allá, llego al punto de la gran decisión: a la derecha, valle abajo, el sendero que, al poco, empezará a subir hacia Little Giant Pass; a la izquierda, la leve traza que remonta el Napeequa en dirección a High Pass. A la derecha, la seguridad; a la izquierda, la incertidumbre. Al grito de «¡cagüendiós!», tuerzo a la izquierda.

Yo soy naturalmente cobarde y conservador con el tema de la seguridad y muy impresionable con esto de las montañas; sobre todo, cuando se trata de lugares tan salvajes y aislados como este (el valle del Napeequa no tiene sendero de salida valle abajo; sólo se puede salir de aquí vía alguno de los tres grandes pasos, y todos son muy altos) pero algo hay dentro de mí que me empuja a ir contra mí mismo a veces. Aún así, me digo a mí mismo, no me voy a meter en problemas: si veo la cosa fea, media vuelta. Claro, que… media vuelta ¿a dónde? a un valle sin salida… no es muy halagüeño. Me sentiría mucho más tranquilo subiendo Little Giant y bajando al valle contiguo, Chiwawa, donde hay una pista, y haciéndolo ahora; el propio Little Giant se puede poner muy feo si el tiempo empeora más. En fin…

Todo esto me hace progresar un tanto tenso, ansioso por llegar a High Pass y pasarlo cuanto antes o, en su defecto, darme cuenta de que no hay nada que hacer y darme la vuelta a tiempo de hacer Little Giant. Y el valle del Napeequa no es un sitio por el que caminar muy rápido; el sendero es muy malo y se pierde, a veces, y es necesario encontrarlo de nuevo porque la progresión fuera de sendero sería penosa, a causa de la densa vegetación.

Napeequa, valle arriba

Así, llego a la base del talud donde, según recuerdo, debo abandonar el valle principal y subirme a un valle colgado, que es el que me dará acceso a la cresta. Por fin, una buena noticia: las nubes negras y bajas quedan un poco más hacia el oeste y lo que yo había tomado como la zona de High Pass no es tal; aún hay esperanza de encontrármelo despejado.

El talud es extremadamente empinado, situación típica de la erosión glacial, y está cubierto de alisos (alder, en inglés; lo acabo de buscar en el diccionario) de tamaño arbustivo, vegetación típica de las zonas altas. Estos árboles son muy densos y están muy tumbados hacia la pendiente, a causa del peso de la nieve invernal. Recuerdo el alivio que sentimos aquí cuando, al bajar, en 2004, encontramos una leve traza entre los alisos. Fue sólo entonces cuando cantamos victoria.

Hoy, me esfuerzo en buscar la entrada a los alisos. Afortunadamente, alguien ha marcado el punto exacto con un cintajo de plástico, visión fea pero bienvenida, en estas circunstancias.

A pesar del frío, me gano una de las sudadas más gordas de todo el viaje subiendo por el talud. Es extraordinariamente empinado y piso es terroso, no rocoso, que lo haría mucho más fácil, y lo hago un tanto presionado por la situación tensa. Por lo menos, sé que no es muy largo. En 20 minutos, estoy arriba.

Recuerdo tan bien este lugar. A la hora de escribir esto, la foto que enviamos a Henry Shires de su (y nuestra) Tarptent Rainshadow en este mismo punto aún sigue en primer lugar de su galería de imágenes, lo cual nos llena de un cierto orgullo (que no vale para nada, pero bueno…), habida cuenta de lo antigua que es y todas las fotos que ha ido colocando desde entonces. No bromeaba cuando nos dijo que le había encantado la foto. Y es que el lugar es impresionante: una plataforma en el mismo borde del valle colgado, justo antes del talud y enfrente de los glaciares Clark y Richardson, en la cresta de Boulder Pass.

La vista de ensueño; las nubes de pesadilla

Me quedaría horas mirando esto pero, ahora, mi vista más deseada está hacia el otro lado: desde aquí, ya veo la zona de High Pass (que no el paso propiamente dicho, sólo visible prácticamente al llegar) y veo con alivio que no está cubierto. El cielo encima sí lo está (lleva así todo el día) pero las nubes bajas aún no han llegado. Veo también, con menos alivio, que sí cubren los picos que flanquan el paso (poco más altos que el propio paso), siquiera de forma intermitente, lo que indica que voy a estar ahí, ahí…

Esto me motiva para abandonar mis vistas y apresurarme valle arriba. Una vez aquí, según recuerdo, el sendero ya es testimonial… o no es. En los mapas, esta zona está marcada como sin sendero pero ya vimos en 2004 que hay algo, siquiera una leve traza, en casi todo el recorrido, pero que se pierde a veces. Cuesta abajo, no fue problema: es sencillo ver por dónde va la traza, cuando la hay, y reencontrarla cuando desaparecía; cuesta arriba, esto es más complicado. Además, para bajar, la ruta es clara: para abajo. Hacia arriba, hay que acertar con el paso, y no es sencillo: desde la cabecera del valle, hay varias posibilidades y High Pass es la menos obvia de todas. El propio paso es invisible hasta que estás allí mismo. Por suerte, ya he estado aquí una vez y ya sé todo esto, lo que me tranquiliza mucho. Sería mucho más difícil en caso contrario. Pero, eso sí, necesito visibilidad.

No llevo gps pero, tal como está el tiempo, esta es una de esas situaciones en que usar el cacharrito, si lo necesitas de verdad, es todo un reto, así que mejor poder hacerlo a ojo.

A veces, hay, simplemente, mala suerte. Llevo prácticamente todo el viaje sin usar la brújula. Hoy, la llevo en el bolsillo. Camino acordándome de la leche que me di en 2004 por aquí cerca, en un tramo empinado, al perder pie y caer arrastrando ladera abajo hasta que toqué fondo (un par de metros, nada más, pero no moló) y, en estas, repito jugada. No en el mismo sitio pero cerca y en similar situación, con la desgracia de que, en esta ocasión, echo mano al bolsillo y saco la brújula en cuatro cachos.

No puede ser… justo cuando la puedo tener que usar, y en serio, en un lugar clave… y me la cargo. La pobre brújula ya había sufrido un percance similar en la Alta Sierra y ya tenía un arreglo a base de cinta americana. Ahora, evalúo si es posible otro más. Hay más piezas que juntar y ensamblar. El limbo está intacto pero la base de plástico está rota en varios pedazos y ya no sujeta el conjunto.

Con las urgencias con las que voy, por llegar a High Pass antes de que se lo traguen las nubes, y ahora tengo que parar para intentar recomponer la brújula. Esto es, psicológicamente, muy duro. Tengo que contar hasta 10 y tranquilizarme y decirme que, si lo hago bien, es cuestión de unos minutos y me pongo a la tarea. Luego, además, hacer esto con las manos congeladas no es nada agradable pero me concentro en hacerlo bien y, efectivamente, en unos minutos vuelvo a tener una brújula operativa. Es un cuadro de brújula pero funciona. Aún la tengo, de recuerdo.

Con moral reafirmada, sigo para arriba. Pierdo la traza mucho más habitualmente y por periodos más largos de lo que recuerdo cuando lo hice cuesta abajo pero tampoco me importa: sé hacia dónde debo ir y aquí se camina relativamente bien monte a través porque ya hay muy poca vegetación. El senderito, de todas formas, cuando lo encuentro, es tan exhiguo que prácticamente da igual caminar por él o no; ayuda, más que nada, a la orientación.

Escalones superiores del valle vírgen

Avanzo todo lo rápido que razonablemente puedo para llegar al final del valle y empezar la última parte del ascenso. Aquí es donde ayuda saber dónde está High Pass. Lo recuerdo bien: a la derecha; justo donde no parece que haya un paso. Las nubes siguen sin taparlo.

Pierdo la trocha (o desaparece) en la última parte, donde recordaba que fue sencillo seguirla (y lo que me alegré, entonces, por encontrarla, no sabía que existía). Ya estoy en alta montaña y sólo queda roca, algún nevero, un minúsculo glaciar y un pequeño lago en una repisa. Las nubes cubren a ratos el pico que tengo encima pero, por el momento, no bajan más. Un último recodo y ya veo, por fin, la zona del paso. En dos minutos, estoy ahí.

High Pass, por fin, a la vista

Dos años y algunas semanas después, vuelvo a tener delante este panorama: Triad Lake, justo debajo; los glaciares, que casi toco con la mano, en la cresta que se dirige a Glacier Peak; y el propio Glacier Peak, hoy, si cabe, más dramático porque está cubierto de nubes y sólo asoma la parte baja de los glaciares que caen por sus laderas. El cielo, hacia el oeste, está negro oscuro y, probablemente, es la propia presencia del gran pico lo que hace que esta zona aún no esté cubierta.

Triad Lake

Glacier Peak apenas deja asomar el hielo

Hacia la derecha, identifico la hoya rocosa que me separa de la tranquilidad; al otro lado, distingo el inicio de la traza del senderito que me sacará de allí. Recuerdo ese sendero y, aunque es exiguo y muy expuesto, sé que es fácil de seguir. Ya sólo tengo que llegar allí.

No puedo disfrutar mucho del lugar. Hace viento y mucho frío, 3 ó 4 grados, y estoy congelado. No siento las manos y tengo que armarme de valor para conseguir sacar algunas fotos y algo de rodaje para Shooter. No podía dejar pasar la ocasión, el lugar lo merece.

High Pass, desde el otro lado; y ese techo, cada vez más bajo…

Salgo pitando. La hoya rocosa hay que hacerla con mucho cuidado (un accidente, aún uno leve, aquí y en estas condiciones, podría ser muy grave) pero no tiene mayor dificultad y llego al otro lado. Me agarro al senderito y lo sigo con la confianza de que me va a guiar bien por la cresta.

El próximo tramo es, sencillamente, glorioso, con vistas a Glacier Peak, al oeste, o al valle glacial de exquisita forma de U al que he evitado bajar, al este, según el sendero toma una u otra ladera, siempre muy cerca de la cresta. Paso por el pequeño desprendimiento que, dos años después, sigue ahí y, justo después, lo último que esperaba: me encuentro a alguien y, no sólo eso, sino que ¡nos conocemos! es Two Dog, que sigue con sus dos perrillos, que vienen también. Pero ¿tú no ibas hacia el norte?.

Kim, alias Two Dog, tan entusiasta como la recordaba, me cuenta que había saltado hasta Canadá y estaba haciendo el resto del sendero hacia el sur, no recuerdo por qué razón. En este momento, le admiro tanto como le compadezco por lo que le queda por delante (con lo aliviado que me siento yo de estar ya a salvo; a ella aún le queda lo peor) pero no parece preocupada y no me cabe duda de que saldrá adelante sin problemas. Es muy aguerrida. Le cuento cómo llegar a High Pass y le deseo suerte.

Esta cresta me lleva en descenso a Buck Creek Pass, donde intersectaré el desvío oficial y desde donde iniciaré el descenso al encuentro del PCT auténtico, pasada ya la zona cerrada alrededor de Glacier Peak. Buck Creek Pass es un lugar precioso, un alto collado con bosque (que aquí está cerca de su límite) y un manantial, por lo que es un popular campamento base para explorar la zona. Es por ello que, al rato, me cruzo con una pareja que camina sin mochila; están acampados allí y han salido a dar una vuelta. Me cuentan que la previsión es mala, que el tiempo va a empeorar y que se espera nieve mañana mismo. Pues vaya…

La cresta, camino de Buck Creek Pass

Llego a Buck Creek Pass y ahora viene mi duda: son las cinco, me quedan dos horas para caminar; ¿me da tiempo a bajar al valle? Allí, además de reencontrar el PCT, me consta, hay buenos sitios para acampar y estaré protegido por el bosque, en una zona mucho más baja y estaría en disposición de llegar a la carretera de Stehekin al día siguiente (aunque no sé si para algo…). Pero eso está lejos aún y, si no me diera tiempo a llegar, el único campamento decente que recuerdo en todo este tramo es en lo alto de una pequeña cresta, en Miners Ridge, donde ya pasamos la noche en 2004; decente en buen tiempo pero un tanto expuesto y sin agua.

Estoy muy justo para llegar al valle y, para quedarme en Miners Ridge, a donde no me sirve de mucho llegar, decido, tras mucha duda, que casi mejor me quedo aquí. El anuncio de empeoramiento también pesa: si la cosa se pone muy fea, desde Buck Creek Pass puedo seguir un sendero hacia el otro lado, este, por donde hubiera subido si hubiera evitado High Pass, como vía de escape.

Hay muchos sitios buenos para acampar y me paso un buen rato buscando el que me parece mejor, que esté bien protegido porque hace viento. Hay más tiendas repartidas por ahí pero no veo a nadie, todo el mundo está dentro, no me extraña. Monto el tarp a prueba de bombas y paso un frío del carajo hasta que me meto en el saco.

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