This entry is part 109 of 118 in the series PCT Relato Completo

Distancia: 20 m / 32 km. Acumulado: 2687 m / 4325 km

Paso una buena noche, duermo bien y no paso frío. Me quedaría dentro del saco sin salir hasta que llegara el verano otra vez pero, muy al contrario, tengo que madrugar y darme prisa en volver a salir al infierno húmedo.

Por lo menos, el tiempo ha mejorado sensiblemente: hay muchos claros en el cielo, aunque duran poco pero las nubes que quedan no son tan negras como las de días anteriores. Eso está bien porque aún queda un obstáculo importante entre Stehekin y yo: Suiattle Pass, que es lo que viene ahora, así que me apresuro, antes de que el tiempo se ponga peor otra vez.

La subida es tranquila y muy bonita, con esos panoramas tan alpinos de las montañas de alrededor que tanto nos sorprendieron y gustaron hace un par de años y, ahora, casi más, con el marco de las nubes, las nieblas y las nieves para darle más dramatismo a la cosa. Por suerte, el tiempo aguanta, más o menos.

Cerca del collado, comienza a haber nieve, aunque la capa es fina pero suficiente como para dejar bien marcada una huella que conozco bien: ¡es la mía! Esto es, es la misma suela que la de mis zapatillas… bueno, un poco más nueva; la mía ya casi no deja huella, ji, ji…

Y ¿quién más lleva unas Vasque Velocity que yo conozca y que sepa que puede estar por aquí? Pues… Smiley, claro. De alguna forma, me convenzo de que va a tratarse de él. Desde luego, sea quien sea, no está lejos, ha pasado por aquí esta misma mañana. Y ahí tengo a la gente que esperaba que tuviera tiempo de alcanzarme. Por lo menos, ¡uno!

Ya prácticamente en el paso, veo otras huellas en la nieve, tan recientes como las de las Velocity pero de otro bicho distinto:

Huellas de oso recién puestas

Esta vez no veo al oso pero supone una sensación muy especial y muy bonita saber que ese animal está por aquí; saber que animales como ese están por aquí y que yo soy un invitado en su casa. Me siento muy afortunado por eso.

Un poco más adelante, el PCT llega a un cruce múltiple que recuerdo bien: sé que, de seguir directo valle abajo (la antigua ruta del PCT), consigo enlazar con la traza oficial más abajo y me ahorro algo de distancia y recuerdo que ese sendero alternativo está en muy buenas condiciones… es el que usamos para subir en 2004. No sé por qué han trazado una ruta nueva que va rodeando vaguadas por la ladera en lugar de bajar directo pero me siento más cerca de mi objetivo yendo por el lado más corto, así que abandono las huellas, que se han ido por el otro. De todas formas, la nieve ya desparece pronto.

El tiempo se mantiene relativamente estable; no hace tanto frío, no llueve y el cielo se mantiene con un nublado de pronóstico reservado. Estoy enfilando ya el inicio del larguísimo descenso que, a lo largo del valle de Agnes Creek, me llevará a desembocar directamente en el río Stehekin: final de trayecto para hoy. Ya sólo queda bajar por Agnes Creek.

Recuerdo perfectamente este valle, cuando lo subimos en 2004 en una calurosa tarde/mañana de agosto. Tardamos dos medios días en llegar a Suiattle Pass. Hoy, es otra historia y otro ritmo: necesito estar en el valle de Stehekin alrededor de las cinco.

La cabecera del valle de Agnes Creek es un lugar sublime, rodeado de grandes picos. Al poco de empezar a descender, entro en el bosque y, a partir de ahí, las vistas son intermitentes y la belleza del lugar se concentra en el propio bosque y en el curso de Agnes Creek, a la que vas viendo crecer poco a poco.

Valles remotos de las Cascades. Por ese hay que bajar, esta vez

Llego a la confluencia con el PCT oficial en un sitio que recuerdo bien: aquí acampamos, en su día. Qué lugar tan agradable, bosque denso pero espacioso, a la vez… ¿cómo es eso? Pues es muy común en los bosques de América: los árboles son tan grandes que forman una relativamente densa cubierta vegetal ahí arriba pero, en el suelo, el espacio entre los troncos es enorme y, como tampoco llega mucha luz, libre de arbustos, con lo que forma campamentos absolutamente perfectos: protegidos de los elementos, si los hay; amplios y espaciosos y, en este caso, con el arroyo al lado. Dado que voy bien de tiempo, me regalo un descanso aquí mismo y cojo agua en el mismo sitio de la otra vez. El agua más rica posible.

Sólo parada para comer hoy en Hemlock Camp; es el mismo sitio de 2 años atrás

Ya sólo queda descender y descender durante horas. El tiempo se mantiene semi-estable y se nota el aumento de temperatura según pierdo altitud. Me gustó mucho la travesía por este valle y me vuelve a gustar: el bosque es precioso, muy evocador, amplio y acogedor y, de cuando en cuando, hay fantásticas vistas de las ocasionalmente rocosas paredes que flanquean la ruta.

Agnes Creek confluye con otro valle lateral y hace un gran recodo, el primero y el último. A partir de aquí, la ruta se complica un poco porque el río (ya es un río) se encaja en un estrecho cañón y el sendero tiene que subirse por las paredes. Nada del otro jueves pero cuesta un poco según uno va estando más cansado.

Ya casi veo la salida del valle, donde Agnes Creek desaguará en el río Stehekin y, justo cuando comienzo el último descenso, aparece un trío que sube… las primeras personas que veo desde que dejé atrás a los cazadores en Buck Creek Pass. Y, casi antes de decir hola, y aún a riesgo de parecer tosco:

– «¿Venís de Stehekin? ¿sí? entonces, ¿cómo está el lugar???»

– Completamente operativo

Y esto sí que no me lo puedo creer. Son las mejores noticias que he escuchado en mucho tiempo. Se me dibuja una sonrisa que me da la vuelta a la cabeza, salto, bailo y abrazo a mis colegas senderistas. Bueno, casi…

Me cuentan que, efectivamente, las lluvias han apagado el incendio. Justo a tiempo: había llegado a pocos metros de la zona del embarcadero. Y que, pasado el peligro ya, han permitido que la gente vuelva.

La jugada de la huída a Leavenworth me ha salido redonda. No podía haber salido mejor y no puedo estar más y más y más feliz. Stehekin se ha salvado y yo voy a poder estar ahí para contarlo y disfrutarlo. Stehekin es un lugar muy especial. Intentaré, en las líneas que siguen, transmitir por qué pero creo que hay que estar allí para verlo. Y me siento tan feliz de volver a tener esa ocasión.

Me despido de los tres, que están encantados de verme tan contento. Bueno, creo que lo entienden. Bajo los últimos metros y llego a la carretera (pista levemente asfaltada, más bien) del valle de Stehekin. Unos pocos metros más allá, al puente sobre el impresionante río Stehekin (el mismo que se cargó la carretera en otoño de 2003) y, por fin, la estación de Rangers (ahora vacía) y la parada del bus. Victoria. Ya sólo queda esperar.

No hay nadie en el lugar. Es hasta difícil imaginar que sea cierto que, dentro de una hora, vendrá un autobús por aquí; no es este el típico lugar por el que pasa un autobús, y mucho menos en USA… esto es una pista en medio de las montañas. Por lo demás, disfruto de mi momento de gloria: ya he hecho el trabajo, ya estoy a salvo y, sobre todo, Stehekin está a salvo y yo tendré el placer de pasar un día allí.

Stehekin es un valle en la vertiente este de las Cascades. Durante más de 50 kms. de su longitud, está ocupado por el lago Chelan, que resulta ser uno de los lagos más profundos de todo EE.UU. Esto provoca, entre otras cosas, que el tramo medio del valle de Stehekin, que es donde están los asentamientos, esté aislado del mundo motorizado. No hay carretera para llegar a Stehekin. Supongo que, de no haber habido lago, hubieran construído una carretera… dicho de otra forma, los asentamientos surgen de la existencia de vías de comunicación: originalmente, si se trata de historia antigua, caminos; luego, pistas, carreteras… autovías… pero eso es otra (triste) historia… aquí, la vía de comunicación con el mundo fue el propio lago Chelan y lo particular es que ¡lo sigue siendo! Nadie se ha molestado en construir una carretera para llegar a Stehekin. Las implicaciones de esto son demoledoras.

Pero he mencionado antes «la carretera del valle de Stehekin»… sí, hay una carretera/pista (asfaltada hacia el final) pero es una carretera aislada del mundo de las carreteras. Empieza en el embarcadero, al final del lago, donde está el hotel, la tienda, la oficina postal, la de los Rangers… y ¡poco más! y continúa valle arriba, pasando por alguna que otra casa, la panadería y, por fin, el rancho de la familia Courtney; y sigue hasta el lugar donde yo espero ahora. Hasta otoño de 2003, continuaba unos kms. más pero el río se llevó un cacho y no parece que la vayan a reconstruir.

Chispea mientras espero pero ni siquiera me hace falta buscar refugio en el porche de la cabaña de los Rangers. A la hora esperada, aparece el bus amarillo: ¿será el mismo simpático conductor de 2004? Pues no, es otro… este tiene una barba blanca como la del abuelito de Heidi:

Stehekin shuttle

no sé si es más o menos simpático pero es aún más entrañable. Alton es un señor campechano y agradable. Es la mejor bienvenida a la estación más especial de todo el PCT.

Viene solo; no hay senderistas saliendo ahora, cosa comprensible; las cosas aún distan de haber vuelto a la normalidad en Stehekin. Las noticias que me trae son algo menos buenas que las últimas que acababa de oír: en el hotel del embarcadero aún hay muchos bomberos alojados y el restaurante no está funcionando aún… alimentan a los bomberos pero es difícil decir si se le puede considerar abierto al público. Es que no hay público.

Me recomienda quedarme en el rancho de los Courtney. A todo esto, no he mencionado que el rancho, aparte de ser, pues eso, un rancho, funciona como alojamiento también. Tampoco están «abiertos» del todo pero me asegura que ahí tendré lugar donde dormir y cena. Bueno… yo quería ir al embarcadero. Es ese lugar con el que llevo soñando todos estos meses pero hay muchos kms. entre embarcadero y rancho y, si me decido por uno, deberé quedarme ahí. No tendré posibilidad de alcanzar el otro.

Alton me anuncia que en el rancho hay otro thru-hiker y eso es lo que, definitivamente, inclina la balanza. Imagino que es el dueño de las huellas que he visto esta mañana y espero encontrar allí a Smiley. Hoy pasaré la noche en el rancho y mañana podré, por fin, acercarme al embarcadero. Y pienso que me gusta el plan.

El tiempo sigue malo, maloso… gris, oscuro, lluvioso, húmedo… llegar a las construcciones de madera del rancho de los Courtney sabe a llegar a casa, ese lugar cálido y agradable donde cobijarte cuando fuera no estás a gusto. Alton entra conmigo para anunciar que ha recogido un descarriado más. El ambiente es extraño. Esta parte alta del valle no había sido desalojada ni había estado nunca en peligro pero los Courtney se habían quedado sin clientes y el lugar, en su vertiente de alojamiento, estaba algo así como medio-abierto, nada más. Aún así, la gente que lleva este lugar es súper-amable y me indican que la cena está en marcha. Ahí, atendiendo a los thru-hikers donde más les «duele».

A los caballos del rancho les da igual si llueve o no…

Y ¿dónde está mi presunto compi? No por allí en ese momento pero, al rato, aparece y, efectivamente, es Smiley. No le veía desde Cascade Locks pero sabía que no podía andar lejos. Le cuento lo de las huellas y que esperaba encontrarle aquí.

La cena se sirve en un gigantesco comedor, todo de madera, con mesas corridas, también de madera, y suelo de tierra y virutas de madera, a pesar de que está dentro del edificio; y, lo mejor de todo, a estas alturas, una enorme chimenea encendida con más madera. ¿Decía yo lo de lugar cálido y agradable?

El salón más acogedor del mundo

Smiley y yo compartimos uno de los bungalows (de madera, por supuesto) y un montón de historias mientras, afuera, vuelve a llover. Ahora, y por un día más, da igual.

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