This entry is part 111 of 118 in the series PCT Relato Completo

Distancia: 20 m / 32 km. Acumulado: 2707 m / 4357 km

En 2004, esta sección nos costó 9 días; pongamos que 8 y medio. Fue la primera y mágica etapa de lo que acabó siendo un cierto viaje iniciático: el de los espacios remotos… pero remotos de verdad. Bien es verdad que, al ritmo del thru-hiker, todo parece menos lejano y, en cierto modo, sé que voy a echar de menos (ya la he echado) esa sensación de estar a varios días de distancia de cualquier cosa humana. Aún así, Pasayten Wilderness destaca como la que es, probablemente, la zona más silvestre de todo el viaje.

Los paisajes siguen teniendo el toque alpino, siquiera un poco menos que en las dos secciones anteriores, pero lo más remarcable es la inmensidad inhabitada en todo el horizonte visible. Este tramo de las Cascades septentrionales cuenta con una extensión enorme de grandes montañas, no sólo al norte y sur: también este y oeste, y nadie vive ahí. Esa sensación de estar en un lugar así fue de lo mejor que he sentido en mi vida y lo recuerdo vivamente. Y aguardo con expectación el momento de volver a Pasayten Wilderness, con su interminable serie de picos y valles, roca y bosque, allá donde antes hubo glaciares.

Para terminar de rematar la perfección de la situación, los Rangers nos informan que, efectivamente, el mal tiempo continuado ha acabado con los incendios en Pasayten. Aún no se ha producido la reapertura oficial del tramo cerrado pero todo indica que, para cuando lleguemos allí, en un par de días o tres, no habrá problema. Ante este tipo de noticias, uno da por bueno todo el frío pasado.

El tiempo, por cierto, parece un poco más estable hoy pero el pronóstico sigue sin ser muy bueno. Este sería un buen momento para hablar con los elementos y decirles que basta ya, que ya es suficiente… que ya puede volver el sol… pero los elementos no parecen estar por la labor. Las previsiones siempre suenan bucólicas cuando las lees en un papel pero nada como haber pasado por unos días muy duros para ser capaz de traducir a la cruda realidad eso que leo de nubes, lluvia y temperaturas bajas.

El desayuno de hoy viene a ser un remedo low-fi de la cena de ayer: nos vuelven a decir lo de que primero los bomberos y luego nos dan lo que sobre, sólo que, esta vez, ni siquiera han abierto el restaurante: el desayuno es en el porche y, aunque hoy no llueve, por la mañana temprano hace un frío de pelotas. Nada grave con una taza de café caliente en la mano pero no tan gracioso cuando sólo esperas a que todos acaben su taza de café caliente para ver si te puedes poner tú una…

Aún quedan muchos bomberos y personal relacionado; yo diría que entre 20 y 30, para los que han traído cantidades industriales de café, té, biscuit & gravy, etc. Hay un ambientazo en el porche de madera. De todos los thru-hikers congregados aquí, sólo Smiley y yo vamos a salir en el primer autobús de la mañana, así que los demás se lo toman con más calma. Yo estoy acechante y, cuando ya calculo que la gente está en sus últimas rondas, vuelvo a preguntar… «¿ya puedo…?»

Por supuesto, hay más que de sobra para que Smiley, yo y algún otro thru-hiker legañoso que se va sumando nos pongamos las botas, como está mandado y escrito en las tablas de la ley senderista. El desayuno es, por tanto, al aire libre, de pie y austero pero sabe tan rico como siempre, o más. Nuevamente, los thru-hikers somos la atracción local aunque, esta vez, nuestro público tiene un matiz diferente: los bomberos son gente muy aguerrida pero, aún así, les llama la atención eso de hablar con alguien que viene caminando desde Méjico. Dicho así y desde aquí, casi suena a broma pero… aquí estamos.

Huelga decir que, aunque tarde, no nos falta de nada y esos biscuits & gravy me parecen los mejores que he comido nunca. Y no nos cobran nada.

Desayuno en el porche. No sé cómo hice la foto sin que saliera nadie…

Alton llega más o menos puntual con el armatoste amarillo-cantoso pero no tenemos prisa, él tampoco. Tenemos tiempo de decir adiós a todos los que se han ido levantando y, por supuesto, un cálido hasta luego a Stehekin. Ahora, y desde 9 zonas horarias de distancia, sé que algún día volveré a sentarme en ese porche con una cerveza a ver llegar los barquitos.

Salimos, por fin, Smiley y yo valle arriba, de vuelta a High Bridge, no sin antes hacer parada técnica en el Rancho, al que también podemos decir hasta pronto y, antes de eso, en la panadería: ¡hoy es martes! y, se supone, hoy abre… la visita a la panadería en el viaje de vuelta es casi una peregrinación obligada, aunque acabes de desayunar y no tengas hambre…

Y, efectivamente, está abierta pero aún no tienen nada hecho. Bueno, da igual; por lo menos, tenemos ocasión de visitar el sitio. Cuando eres thru-hiker, la panadería es tu catedral. Especialmente, la de Stehekin.

El personal siente no poder vendernos nada pero, para «compensar», nos regalan unas biscuits y café. Y digo «biscuits» y no «galletas» porque estas no son galletas, en genérico, sino las biscuits del biscuits & gravy, que son más bien como un bollo denso. Creo que son las mismas que hemos comido en el embarcadero; las han debido hacer aquí para los bomberos. Están buenísimas.

En High Bridge, y a pesar de la temprana hora, tenemos un agradable encuentro: ¡un buen montón de senderistas! y casi todos caras conocidas. Me alegro especialmente de volver a ver a Adam Listo, Jackalope, Eagle Eye… hubiera sido muy agradable compartir estancia en Stehekin con todos estos pero no me puedo quejar y mi rumbo ya va para el otro lado. Hasta la vista. Estaremos cerca.

Comienzo a caminar con Smiley. Es un chaval muy majo, me cae bien pero siempre le he tenido por un personaje un tanto reservado y no sé hasta qué punto le apetecerá caminar con alguien más… la situación me recuerda mucho a aquella de salida de Etna, cuando caminé junto a Mike durante unos días y, como entonces, la cosa sale sola. Es una interesante escuela de relaciones humanas, esto del PCT…

Debo decir que, habida cuenta de lo poco que queda y, sobre todo, de lo malo que hace (y peor que va a hacer), me siento arropado teniendo a alguien al lado. Yo prefiero, por lo general, caminar solo, aunque aprecio una compañía agradable de forma más o menos ocasional pero he visto orejas al lobo demasiado largas estos días atrás y me siento un poco acobardado. Me alegraría tener alguien con quien caminar en esta sección pero, obviamente, las cosas tienen que salir solas.

Smiley me gusta; no es muy hablador pero parece que siempre tiene algo interesante que contar y una forma muy amena de contarlo. Tiene un cierto aura de anti-héroe y eso me gusta también… no me suelen caer bien las estrellonas. Por lo demás, su filosofía del viaje y forma de caminar es muy similar a la mía, como ya he ido viendo a lo largo de las últimas semanas, según me le he ido encontrando.

El día de hoy es un prolongado, casi eterno, ascenso a lo largo de la parte alta del río Stehekin, primero; y de su afluente Bridge Creek, después. Pasamos junto a alguno de los enormes cedros que crecen aquí. Donde el valle se amplía, el PCT reencuentra la pista, ahora inaccesible, en una preciosa zona con un puesto de Rangers y un campamento ahora desiertos. Desde aquí, hacia el oeste, Cascade Pass da acceso a la vertiene oeste de las montañas. El PCT, en cambio, sigue por el lado este, girando a la derecha y siguiendo el curso del valle de Bridge Creek que, en unas cuantas horas, nos llevará hasta Rainy Pass, el lugar donde el PCT cruza su última carretera.

Smiley sujeta el cedro más grande del valle de Stehekin

Cuando me encontré con Papa Bear, cerca de Snoqualmie Pass, me anunció, como ha ido haciendo a todos los que pasaron por su chiringuito improvisado, que estaría unos días en Rainy Pass con más cosas ricas para compartir. Tenemos claro que hoy llegaremos allí; lo que no sabemos es a qué hora y si tendremos tiempo y ganas de continuar pero, en cualquier caso, esperamos encontrar a Papa Bear allí. No ya por las cosas de comer y beber (si acabamos de salir y estamos todavía empachados…) sino por la compañía.

Subimos poco a poco por el largo valle, metidos en el bosque y con ocasionales vistas de los picos circundantes, en pleno corazón de las Cascades. Smiley me cuenta muchas cosas interesantes y, entre otras cosas, descubro que el colega es un montañero de los serios: ha escalado, entre otros picos notables (pero no tan conocidos), Denali, la que probablemente es la montaña más fría del planeta, una montaña seria de verdad. Perfecto, pues me voy contigo hasta Canadá. Me siento seguro con Smiley. No sólo es un tipo experimentado y que sabe lo que hace sino que, además, inspira confianza. Y él no lo sabe pero yo sí: nos quedan tramos altos, expuestos, preciosos y… potencialmente horribles en mal tiempo.

Caminamos sin prisa pero poca pausa y sin prácticamente descanso; casi no hace falta ni comer, como suele suceder al salir de la civilización con la joroba bien cargada. Lo mejor del día es el tiempo, ¡hasta vemos el sol unos minutos! y la temperatura es agradable. No dura mucho, lo del sol, pero las nubes se mantienen arriba, en el cielo, densas y oscuras pero parcialmente rotas y sin amenazar lluvia; lo que es mucho, vieniendo de lo que venimos, pero sabemos que no va a durar. De hecho, hacia el final del día, se van haciendo fuertes y empiezan a convertir el cielo en esa temida masa gris uniforme.

Llegamos, por fin, al final del valle y a su confluencia con la divisoria, o casi, porque aún nos queda recorrer un par de kms., paralelos a la carretera, para llegar a Rainy Pass. Cuando pasamos por aquí hace dos años, el tiempo no hacía honor al nombre: hacía sol y calor; hoy, la amenaza de precipitación está cada vez más cerca. Alcanzamos el collado y, justo unos metros antes, la señal de Papa Bear que anuncia que nos espera en el área de aparcamiento. No nos podía fallar.

P.B. es Papa Bear

Papa Bear es un señor de mediana edad, una carácter mezcla de pragmatismo y jovialidad que me hace mucha gracia. Me cae muy bien. Allí está, con su coche aparcado y la tienda montada un poco más allá, entre los árboles. Se pasa unos días aquí, de tranqui, esperando que pasen senderistas con los que compartir un rato y unas viandas. El menú es el habitual: fruta, patatas fritas y guarreridas similares… refrescos, cerveza. En su aparente seriedad, es muy salado y yo me río mucho con él.

Papa Bear y sus regalitos

Técnicamente, nos da tiempo a avanzar un poco más pero yo no tengo muchas ganas y creo que Smiley tampoco porque, cuando lo hablamos, el consenso es inmediato: nos quedamos a pasar la noche aquí. El tiempo se está poniendo cada vez peor y lo que viene ahora es una larga subida hasta Cutthroat Pass, uno de los hitos más prominentes de lo que queda por venir. Ni siquiera recuerdo si había algún sitio plano para acampar en toda la subida y, tal como se está poniendo la cosa, estaremos más protegidos en Rainy Pass. Y, por supuesto, disfrutaremos de la agradable compañía de Papa Bear y de las patatas fritas, que hoy son mi perdición, me como una bolsa entera (recordad: en América, todo es más grande. También las bolsas de patatas fritas).

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