This entry is part 114 of 118 in the series PCT Relato Completo

Distancia: 12 m / 20 km. Acumulado: 2777 m / 4469 km

Hoy es el gran día. Hoy termina un viaje de 5 meses. Y ¿qué sensaciones tiene uno en un momento como este? Pues totalmente matizadas por las circunstancias: por un lado, quisiera no salir del saco, único lugar en este mundo en el que estoy seco y caliente; por otro, quiero salir para acabar con esto cuanto antes. Está siendo muy duro.

Bueno, tampoco es tan catastrófico; hay muchos recuerdos y, ahora, con la distancia, resultan ya casi todos buenos. En aquel momento, en la gélida y húmeda mañana de Castle Pass, la mayor parte del espacio era para pensar en la parte mecánica: levantarte, preparar el desayuno, recoger, caminar…

Debo agradecerme, en estos momentos, la suerte de haber podido comprar esa última chaqueta extra en Stehekin; con sólo la que yo traía, lo habría pasado más que regular. Aunque sólo haya sido por cuatro días, me ha hecho un gran servicio. La llevo puesta desde que llegué aquí ayer noche y ahora es mi mejor amiga.

El sendero sigue deparando momentos bonitos y especiales hasta el final. Y, si cabe, más aún según se acerca el final y estamos en este sitio impresionante que son las Cascades Septentrionales. Según me desperezo, veo por debajo del borde de mi tarp cómo un ciervo ronda la zona. Está atento a los movimientos de los dos humanos pero, por lo demás, parece confiado. La escasa luz hace que me haya quedado todo un poco borroso pero me gustan tanto estas imágenes que las pego de todas formas:

Es un precioso animal y me parece tan fantástico poder verle desde tan cerca, como si fuera casi algo natural, como si yo mismo fuera tan parte del paisaje como el propio ciervo. Estas son, quizá, las sensaciones que más me gustan de estar aquí, en el PCT, en las montañas: sentirme parte del lugar, siquiera por un momento. No puedo sentir nada mejor.

También atisbo el malogrado campamento de Smiley. El tío este lleva un tarp, como yo, sólo que el suyo es minúsculo, casi la mitad de tamaño que el mío y, además, no lleva ni piquetas ni bastones; es decir, que, para montarlo, se apaña con lo que pilla: usa troncos de árbol o ramas caídas como soporte vertical y ata los cordajes a piedras, vegetación… esto sí que es minimalismo y yo soy un principiante. También, por otro lado, lleva una funda de vivac algo más consistente que la mía. Bueno, pues esta noche no le ha ido muy bien porque la rama que usaba de soporte vertical se le ha caído y, claro, tiene el tarp por encima. Con la humedad y el frío que hay, me temo que va a estar empapado en condensación pero creo que ya no importa. Hoy es su última noche.

El tiempo sigue gris y frío pero, por lo menos, no llueve. Nos quedan 8 kms. para la frontera con Canadá y son todos cuesta abajo. Después, 12 más para concluír viaje, llegando a la carretera y a los cuarteles centrales de Manning Park. Para mí, este lugar, donde comencé a caminar en 2004, es el auténtico final pero está claro que la «celebración» más emotiva es en la frontera; no por ser frontera (no hay mucho que celebrar por algo así) sino porque ahí está el «monumento».

Northern terminus

Una sencilla estructura de bloques cúbicos de madera, en medio de la nada. De repente, te viene a la cabeza esa otra estructura similar, situada allí desde donde partiste hace casi cinco meses y más de cuatromil kilómetros y sientes cómo, en cierto modo, has cerrado un círculo. Conceptualmente, a mí me recuerda mucho esto al monolito aquel de la novela de Arthur C. Clarke, esa especie de extraña, muda, inexpresiva y recurrente presencia. Me gusta esa idea; eran muy emocionantes las apariciones del monolito en la novela aquella y algo así siento ahora, delante del monumento 78.

El nombre merece una explicación: hace referencia a los mojones fronterizos, aquí llamados, localmente, «monument» y cada uno tiene su número que, si no me equivoco, hace referencia a la distancia, en millas, desde el mar; no sé si en línea recta o sobre el terreno. Bueno, pues aquí mismo está el «monument» 78, consistente en un pequeño obelisco metálico. Junto a él, lo que a nosotros más nos interesa, la estructura de madera que, por proximidad, se ha pasado a llamar también «el monumento» y que marca el extremo norte del PCT.

Ya digo que, para mí, el sendero acabará en Manning, dentro de un rato, pero este es un hito especial y requiere, absolutamente, una pausa y todo lo que viene con ella: balance, necesariamente breve reflexión, fotos… menos mal que está Smiley porque, si no, y como ya me pasó en el km. 0, se me habría olvidado sacar el libro de registro… y si aquel era uno especial, este lo es aún más.

El registro está dentro del mini-obelisco metálico; lo abrimos y ahí aparece. Pasamos un buen rato echando un vistazo a las entradas previas para ver quiénes han llegado antes que nosotros y, sobre todo, para disfrutar leyendo lo que tiene que decir la gente en un momento tan emotivo y tan especial y, por supuesto, para añadir la nuestra. Si alguna vez pasas por monumento 78, busca las entradas del 22 de septiembre de 2006; allí están mis pensamientos, condensados en unas pocas líneas.

El mismo de arriba pero, ahora, con bicho

Me gusta esta foto. Veo reflejadas en ella la felicidad y el cansancio y, sobre todo, una gran paz. Quizá soy parcial porque soy yo mismo el propietario de esas sensaciones pero es todo eso lo que pasaba por mí en ese momento.

A pesar del frío que hace, pasamos una hora en el monumento. El lugar y lo que sientes allí merece eso y mucho más. Esta vez, ni siquiera el canto de sirena de la civilización se oye.

Aún así, llega un momento en que hay que continuar y es entonces cuando empiezas a fijar la mente en comida, bebida, pies secos… el tema de lo seco toma un cariz especial cuando, durante el ascenso que sigue, pasamos por largas zonas de sendero invadido por matorral que, ahora, está saturado de agua. En cuestión de segundos, estamos literalmente calados de cintura para abajo (sí, sí, igual que anteayer… para qué hacer la frase distinta…). Es molesto pero, ahora, qué leches… ya nada importa. Estamos en Canadá.

Tras coronar el collado que nos permite cambiar de valle, el sendero desemboca en una amplia pista que nos lleva ya hasta el fondo del valle donde encontraremos la carretera y los servicios. Es curioso porque sabemos que están ahí abajo pero el bosque es omnipresente y tan denso que no hay trazas visibles de nuestro objetivo.

El resto del camino se hace largo pero, por fin, emergemos en el punto donde pisamos sendero por última vez: el camino desemboca en una desierta vía de servicio. El cartel que da la bienvenida a quien toma el sendero aquí no menciona el PCT, lo que hace a la foto algo menos significativa y da, si cabe, más valor a las de esta mañana en el monumento. En cualquier caso, estamos a menos de 5 minutos de la zona de servicios y ni siquiera desde aquí tenemos una referencia de por dónde es… sólo se ven árboles. No importa, yo me acuerdo. Por ahí…

No hay gran cosa en Manning Park pero lo es todo: un hotel y un restaurante con tienda para turistas que vienen a ser todo lo que necesitamos. Todo muy bonito, de madera, muy agradable, tal como lo recordaba. Manning fue el punto de inicio de nuestra ruta en 2004 y guardo recuerdos muy buenos del breve tiempo que pasamos en el lugar. Esta vez, no va a ser mucho menos breve pero será igualmente un tiempo muy bonito.

Manning Park

Llegamos a tiempo de la hora de comer y, a falta de alfombra roja, ese va a ser nuestro mejor homenaje. Por cierto, tenemos que empezar a hacer frente al anti-climax: si no lo piensas, puede parecer un día más, una llegada a civilización más, una comida de celebración más… pero no; es la última de todo eso. La vida que hemos conocido durante cinco meses toca a su fin y es difícil hacerse a la idea pero casi mejor no pensarlo.

A mí, en el fondo, no me es difícil olvidar todo eso: es que ¡yo no he terminado! Mañana, volveré a ponerme en marcha. Y la verdad es que, a estas alturas, y pensando en todo lo que acabo de pasar, ¡no me apetece nada! De hecho, durante estas dos últimas jornadas desde Harts Pass, era un pensamiento recurrente acordarme con pocas ganas de que tendría que desandar todo eso y, quizá, volver a pasar por todo el infierno de frío, nieve, humedad… y, encima, en solitario, esta vez. Pues, efectivamente, sea para bien o para mal, mañana por la mañana volveré a caminar, de forma que esto no sabe tanto a final. Algo bueno tenía que tener mi problema con el visado aunque, como ya he contado, ahora mismo, lo que quisiera sería poder coger mañana el autobús a Vancouver, luego Seattle, pero bueno… es lo que hay. Lo bueno es que el pronóstico del tiempo es esperanzador: por primera vez en 10 días, el tiempo va a mejorar, empezando hoy… en teoría; pero, aquí, por el momento, sigue haciendo malo; no tanto como arriba pero llueve a ratos. En fin, hoy me da igual. Espero que sí mejore mañana.

Como no esperábamos de otra forma, no hay más thru-hikers aquí. Me gustaría poder compartir el momento con más gente pero, tal como iban las cosas, doy por bueno no estar solo y, aunque sólo sea uno, Smiley es muy agradable. No es la más expresiva de las personas y trata la situación con su pragmatismo habitual, ni una lagrimilla se le escapa ni nada pero tenemos más de una buena conversación.

El resto del tiempo se pasa entre la lavandería, imprescindible, y el holgazaneo generalizado por el lugar, donde la poca gente que hay son turistas. Como en aquella escena final de El Día de La Bestia (la peli), donde los protagonistas pasean por el parque conscientes de haber salvado el mundo pero sin que nadie más lo sepa, algo así me siento yo… después de tanta atención extra durante el viaje, ahora, cuando ya ha terminado y me puedo sentir «héroe» del todo, nadie me hace caso… nadie sabe nada y supongo que, para ellos, soy un turista más… sobre todo, después de haber lavado la ropa; antes parecería más un indigente, aunque no sé qué iba a pintar un indigente en un sitio como Manning… pero me desvío: es un poco triste no poder estar hablando todo el tiempo de lo que ha sido el viaje, de esta y aquella otra anécdota… pienso, también, que, durante mi corto viaje de vuelta sobre el PCT, podré encontrarme a la gente que esté terminando en ese momento. Eso será divertido.

Hoy es sábado y eso significa que Shooter, probablemente, esté ya en camino. La última vez que nos vimos, hace una semana, no estaba claro aún si yo iba a poder llegar a Manning o tendría que alcanzar Canadá en Hozomeen y le llamo para darle las buenas noticias; efectivamente, ya estaba viniendo para aquí. Nos veremos esta noche.

La cena es tan agradable como la comida, aún hay hambre. Luego, aparece Shooter y tenemos otra sesión de grabación, ahora con historia nueva que contar. Mañana, comienzo mi camino de vuelta a Méjico…

Series Navigation<< Día 145: Harts Pass – Castle PassDía 146+1: Manning Park – Hopkins Lake >>