This entry is part 9 of 27 in the series Nordkalottleden Relato Completo

Amanece y… bla, bla, bla…

…me encuentro con que comienzo casi todos los relatos para cada día con un comentario sobre el tiempo pero es que es un reflejo de la dinámica en Nordkalottleden: una eterna esperanza de que, por fin, llegue algo que pueda llamar buen tiempo y un eterno empezar cada nuevo día con una mirada al cielo en espera de buenas noticias. Bueno, pues amanece aún nublado pero hoy hay un cierto algo con mejor pinta, no sé aún qué pero se percibe calma en el ambiente. Quizá la ausencia de viento, quizá que esas nubes ya no parecen tan oscuras, quizá que estoy ya cerca de completar esa primera sección que tanto respeto me daba y ya estoy llegando a ese estado mental en el que uno se siente capaz de cualquier cosa.

Me quedan 42 kms. para llegar a Kilpisjarvi más un número indeterminado de kms. más para el lugar donde me alojaré allí y me pasa por la cabeza la posibilidad de llegar hoy… sé que, técnicamente, puedo hacerlo pero ¿merece la pena apretar el paso a través de sitios tan bonitos? Echo la cuenta de la vieja, comparando lo que supondría, para el viaje en su conjunto, la diferencia entre llegar hoy, tarde, y llegar mañana, pronto. No sé si merece la pena el esfuerzo pero me da lástima renunciar a la posibilidad desde ya y decido caminar sin mucha pausa para dejar la decisión para más adelante. Iré viendo qué tal voy y si aún va siendo posible.

Desde aquí mismo, mi ruta se reúne con la de «peregrinación» a Halti, con lo que disfruto de un buen sendero, buena señalización y puentes en los ríos. Hace frío pero los augurios positivos tienen su reflejo en esos agujeros que se empiezan a abrir entre las nubes por donde se ve cielo azul y hasta se cuela un poco de sol. ¡Qué verde brillante se pone todo cuando da el sol! El entorno es similar al del día y medio anterior: entre lo bucólico de tanta pradera y lago y lo intimidante de saberse en un mundo de montaña sin un valle al que bajar. Hoy, de todas formas, todo está en calma y disfruto mucho del paseo, al tiempo que mantengo un paso ligero y un control de progreso que me confirma que mantengo opciones de llegar a Kilpisjarvi.

Última mirada atrás a Pihtsusjarvi

Salgo del mega-valle en el que estaba por su desagüe natural y aprovecho el paso por otro refugio para descansar y comer algo, justo cuando empieza a caer un chaparrón… el tiempo, que no descansa… aprovecho el pequeño porche para no mojarme y, ya que la idea de llegar hoy a Kilpisjarivi va tomando cuerpo, aprovecho para consultar el mapa para ver qué voy a encontrar allí… anoche, en el refugio, me confirmaron que hay un albergue (con los precios escandinavos, es un dato importante; no quiero tener que pagar un hotel). Si bien en los mapas de carreteras Kilpisjarvi aparece como un punto, el mapa topográfico (que no había consultado hasta ahora) revela que son, más bien, dos puntos, separados por lo que calculo alrededor de 5 kms. de carretera. Creo que de aquí debe venir la aparente discordancia de distancias que manejaba para este tramo, debe depender de a qué Kilpisjarvi va uno, norte o sur… y lo malo es que me entero de esto ahora y no sé cuál de los dos es el bueno. ¿Dónde está el albergue? ¿Y la tienda? Esas son las dos cosas básicas que necesito y espero fervientemente que estén en el sector sur porque, como tenga que caminar 5 kms. más, el día se me va a hacer muy largo.

La ruta abandona el camino del agua y empieza a remontar lomas hasta llegar a una enorme explanada rodeada de montañas, un lugar impresionante y que luce aún más a la luz del sol que, ahora sí, se cuela por muchos agujeros entre unas nubes que por fin parecen relajarse de verdad. El panorama es espectacular, otro de estos valles gigantes, visto desde relativa altura en uno de sus flancos. Praderas verdes llenas de pequeños lagos y cursos de agua que ahora relucen azules. Es en esta zona donde tengo los que van a ser algunos de mis mejores encuentros con renos. Hay muchos, están en manadas, pastando, y son muy tranquilos. Se retiran discretamente a mi paso pero ni deprisa ni muy lejos. Al márgen de los de ayer, en la niebla, estos son los primeros que veo y son un acontecimiento que se añade al paisaje y al relativo buen tiempo.

Renos

Me cruzo con gente regularmente. Está claro que esta es una ruta senderista de primer orden. Aprovecho para preguntar por Kilpisjarvi y sus secciones y servicios pero no obtengo información muy concluyente.

Senderistas en Guonjarvaggi

La ruta continúa bordeando la enorme cuenca mientras se dirige a las montañas que la cierran por el suroeste. Allí, un paso, ahora oculto por la orografía, se introduce entre las paredes para iniciar una breve subida por un valle lateral con una pinta un poco más alpina. El sendero acaba subiendo a la cresta, desde cuya cumbre ya es casi todo bajada. Vista a una nueva cuenca lacustre y, un poco más allá, el perfil de Saana Fell, la montaña en cuya base está Kilpisjarvi.

Al fondo, en el centro, Saana Fell; Kilpisjarvi está debajo

A estas alturas, ya tengo bastante claro que quiero llegar hasta allí. Johanna y Mikko, con quienes mantengo una agradable conversación, me dan información algo mejor sobre qué es qué en Kilpisjarvi y, por desgracia, el albergue está en el sector norte… toca esforzarse pero las cuentas me siguen saliendo, así que iré por ello.

El día es, probablemente, el de mejor tiempo en todo el viaje pero, paradójicamente (o no), también el más frío: alrededor de 6ºC. No importa mientras camino al sol pero empieza a ser más incómodo según cae la tarde, se nubla un poco y voy estando más cansado. Tras un pequeño talud que hay que superar para salir de esta cuenca, llega el descenso final hacia el lago Kilpisjarvi, ya visible. Parece que ya no queda nada pero se hace largo; en parte, porque sí quedaba aún y, en otra parte, porque empiezo a estar muy cansado. Se me hace eterno pero consigo llegar, por fin, a la carretera a una hora decente… y es entonces cuando recuerdo que, aunque a la luz del día le dé igual, la hora no es tan decente porque yo estoy en Finlandia pero mi reloj aún está en Noruega. Es lo que tiene cruzar las fronteras a pie a través de las montañas. Y Finlandia tiene una hora menos así que es una hora más tarde. O sea, que no son las 19.00 sino las 20.00 h. y aún me quedan 5 kms. y una hora más para llegar al albergue. Hay varias indulgencias merecidas para el senderista al llegar a civilización tras varios días en el sendero: ducha, ropa limpia… todo muy bienvenido pero, personalmente, nada como esa primera comida. Es por eso que me preocupa la hora: si el sitio de comer está cerrado, tendré que renunciar a ese placer confesable y debilidad personal y sería una pena. Ya sé que podría celebrar al día siguiente pero no es lo mismo. Cruzo dedos para encontrar la cocina abierta.

Asfalto. Objetivo casi cumplido

Son sólo 5 kms. y por carretera, esto es, coser y cantar pero, paradójicamente, se me hace largo y difícil. Es porque estoy muy cansado ya. Al final, van a ser 47 kms. pero tengo un buen motivo para seguir. Cruzo primero por el sector sur, donde veo un hotel, un supermercado y un restaurante. Aún dudo si no sería mejor quedarme aquí (tengo todo lo que necesito) pero tiro de disciplina y sigo hacia el sector norte y el albergue.

Para cuando llego, está muy nublado, oscuro y hace mucho frío; estoy cansado y congelado pero ya me da todo igual… excepto que compruebo que he hecho el canelo: el albergue es más bien un motel barato y aunque el bareto aún está abierto, la cocina, no. Y me dicen que el restaurante abierto es ¡el del hotel! ¡agh! obviamente, ni de coña voy a volver allí así que acabo dándome un homenaje modesto a base de bocadillos fríos que habían sobrado. Escasamente gloriosa forma de celebrar lo que, a mi modesta escala, es un hito: estoy donde aspiraba a estar, a orillas del lago Kilpisjarvi, tras haber dejado atrás toda esa parte de la ruta donde se concentraba la mayor parte de la incertidumbre. Ahora, espero proseguir y dejar mis fantasmas atrás.

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