Escocia me produce sensaciones encontradas. El proceso resumido viene a ser algo así:

  • tiempo antes: quiero ir. Tengo muchas ganas de ir.
  • poco antes: tengo miedo. Pero aún quiero ir.
  • horas antes: no quiero ir. Pero tengo que ir.
  • una vez allí: quiero acabar el viaje. Quiero sentarme junto a la chimenea de algún hotel. Pero qué bonito es todo…

Las tierras altas son ese lugar remoto en la esquina de la vieja Europa: sus mapas me fascinan, sus valles glaciales me llaman y no puedo esperar a volver allí pero luego recuerdo las miserias de caminar en ese ambiente siempre inestable, siempre amenazante. Al final, y como de costumbre, todo está en tu cabeza: aprender a aceptar Escocia tal cual es, con sus humedades, nubes, garrapatas, brisas inclementes y esa mezcla de agua y algo más que vas a tener que usar como suelo por el que caminar.

Esto de ir de costa a costa configura un buen concepto; un viaje con principio y final. No se puede ir más allá, ni por un lado ni por el otro. Ese viaje que atraviesa Caledonia tiene muchas versiones y las más clásicas llevan algo más de tiempo que esa semana que era mi límite temporal en esta ocasión, con lo que opté por una versión un poco resumida, aprovechando las profundas hendiduras de los famosos lochs escoceses para conectar ambas costas por una vía algo más corta pero… tampoco la más fácil. El reto define el logro.

Abril y mayo son, supuestamente, el mejor momento para caminar en Escocia pero, en este lugar, eso no es ninguna garantía. Nada está garantizado en una de las tierras de clima más atormentado posible. Puede hacer bueno, como sucedió en la semana anterior a mi visita o como está sucediendo en la semana siguiente, según escribo esto… pero a mí me tocó la semana tonta. ¿Para mal o para bien? Buena o mala suerte, nunca se sabe… por el momento, el mal tiempo me ha regalado un descubrimiento inesperado: ante la dificultad de recorrer las montañas, terminé mi viaje a lo largo del gran valle, el Great Glen, a lo largo del famoso lago Ness.

Tantas personas habrán recorrido este camino, viajado por la carretera aledaña o navegado sobre estas aguas abriendo bien los ojos esperando ver al supuesto «monstruo»… sin conseguirlo. Por supuesto: Nessie no es más que un truco publicitario simpático…

Bueno, pues no. El animalito existe. No lo hubiera creído sin verlo pero esas jornadas en el gran valle me dieron ocasión de estar ahí en el momento justo. En la línea de apestosa objetividad que caracteriza a este espacio web, adjunto prueba gráfica:

nota: ningún ser fue dañado, molestado o en forma alguna importunado en la toma de estas imágenes. El pequeño limaco completó libremente su travesía virtual de Loch Ness sobre el plástico de la funda que intentaba proteger mis mapas de la lluvia escocesa y siguió su vida por el cesped.