This entry is part 18 of 27 in the series Nordkalottleden Relato Completo

Abrir el ojo por la mañana y mirar el tiempo es todo uno, se ha convertido ya en un clásico en esta tierra de clima tortuoso donde lo único seguro es que no va a hacer bueno más de 5 horas seguidas. No parece que haya nevado durante la noche, que ya es algo, pero el panorama mañanero es algo peor de lo habitual, más nuboso y oscuro. En mi cuenta mental, le tengo mucho respeto a las secciones que vienen a continuación porque discurren por el terreno de montaña más agreste que habré encontrado hasta ahora y porque preveo una buena dosis de aislamiento. No tengo mucha más información sobre Nordkalottleden en esta región que lo que puedo ver en los mapas: la ruta recorre, más o menos, la divisoria de aguas entre Atlántico y Báltico. Del lado Sueco, la civilización estable está muy lejos pero siempre queda la relativa cercanía y accesibilidad de los puestos estacionales y las rutas establecidas tipo Kungsleden; de todo eso se ha alejado Nordkalottleden al subirse a la divisoria. Del lado Noruego, la civilización está más cerca, en distancia, pero más lejos en accesibilidad, salvo allí donde Nordkalottleden se encuentre con alguna vía para descender a los profundos valles noruegos. Tengo la mente puesta varios días más allá, en Akkajaure y su valle: desde allí, Nordkalottleden vuelve a inclinarse hacia Suecia y se une a la otra gran ruta senderista del ártico sueco, Padjelantaleden, donde espero volver a encontrarme en la relativa protección de estos últimos días atrás, algo que apreciaré especialmente según la temporada de verano llega a su fin. Sólo espero que aguante un par de semanas más. Mis compañeros de refugio insisten que es demasiado pronto para las nieves permanentes y opto por creerles pero salgo de Gautelis con un ojo puesto en esas nubes cada vez más negras.

Gautelisvatnet, el lago

Por hoy, no debiera haber mucho problema: ayer mencionaba que Gautelis es un lago represado y que hasta la propia presa llega una pista. Al menos, eso señala el mapa. Lo primero que tengo que hacer es terminar de recorrer el lago y llegar a la presa, así que pronto veré cómo es esa pista. Sé que ni pista ni presa van a ser visiones agradables pero, en cierto modo, me reconforta un poco la posible vía de escape que la pista ofrecería. Y no sólo escape sino también avance: la pista no muere en Gautelis; sube desde un valle y realiza un largo recorrido por las alturas antes de bajar a otro valle diferente, hacia el oeste. Es así porque, según veo en el mapa, enlaza este proyecto hidráulico con otro múltiple en la cuenca de Sitasjaure. Obviamente, los noruegos no necesitan embalsar agua para consumo humano; aprovechan la enorme cantidad de cuencas lacustres en lo alto de sus montañas y la también enorme cantidad de precipitación que reciben para generar energía. La naturaleza les pone el agua ahí arriba y sólo tienen que dejarla caer… con el precio de estropear el entorno de estas magníficas montañas donde la no presencia de infraestructuras es la norma y, con mucho, lo mejor. En fin… hoy, Nordkalottleden me lleva hacia el oeste, hacia Sitasjaure, allí donde llega la pista, en su otro extremo y, técnicamente, podría hacer casi todo el recorrido del día (todo menos esta parte inicial) por dicha pista, si hiciera falta, con el añadido de que la vía de escape sería inmediata y obvia, incluso en el peor temporal. Afortunadamente (o no), Nordkalottleden sólo seguirá la pista en un último tramo pero se pasará el resto del día triscando por las alturas en zonas muy expuestas.

Hace mucho frío, qué novedad… terreno accidentado que me hace tardar más de lo que esperaba en llegar, por fin, al extremo oeste del lago y la horrorosa vista de los muros de hormigón, que nunca son bonitos pero están especialmente fuera de lugar en un entorno como éste. La pista es de grava y está en el buen estado que se le supone, al ser el acceso a la presa. Como colofón a tanto despropósito visual, me encuentro con un todoterreno aparcado en uno de los extremos de la presa y a dos empleados del lugar que acabarán su día en su casita, allá en algún valle profundo. Visiones de estas no me son nada ajenas pero, de verdad, es lo mega-último que puedes esperar encontrar en el ártico. Después de dos semanas caminando por aquí, esto es de lo más marciano. La presa y carretera de Innset, unos días atrás, no me lo parecieron tanto porque, a fin de cuentas, aquello era un valle; aquí, en medio de las montañas, esto no pega.

La pista sigue hacia el oeste abrazando laderas y yo la abandono para seguir Nordkalottleden hacia las alturas. Mal momento para subir: las nubes han terminado de ganar la partida (estaban en clara ventaja hoy desde el principio) y se han hecho fuertes en torno a las cumbres hacia las que me llevan unos hitos que no están en su mejor momento. Da un poco de respeto pero no lo suficiente como para tomar el camino fácil que sería seguir la pista.

Una vez dejo atrás Gautelis y sus cosas construidas, todo mejora: vuelvo a esas vibraciones tan positivas de las montañas nórdicas, con los lagos de altura como referencia inequívoca, a pesar de que la niebla me envuelve en algún que otro momento pero no es del todo constante, viene y va. Mejor así porque el terreno no es demasiado evidente, sobre todo desde que dejo atrás un último circo donde la orientación norte me hace pisar algo de nieve, casi testimonial. Postrero escalón para llegar a un collado a 1100 metros donde más me vale mantener la visibilidad porque no hay buenas referencias. La situación queda bien resumida con los fríos datos:

Reloj arañado

Y nunca mejor dicho lo de «fríos»: un gradito, a las 12 y media del mediodía, en lo que iba a empezar a convertirse en la rutina para lo que queda de un viaje que se está poniendo cada vez más cuesta arriba en lo que a condiciones meteorológicas se refiere, si ello era posible. No es ya que no pueda aspirar a un periodo de tiempo estable; es que las temperaturas son cada día un poco más bajas. Basta con que las nubes oculten el sol que, por cierto, es lo más habitual, para que el termómetro no pase de 5º. Gana un poco de altura y ya se acerca más a cero. Y contento de que no llueva ni me envuelva la niebla que, por el momento, se aguanta, justo por encima de mi cabeza.

Una tregua al llegar a Skoaddejavri, genuino lago de altura junto al que hay un refugio inusualmente elevado, los mismos 1000 metros del lago fronterizo; el mapa dibuja la línea que separa Suecia de Noruega a través del propio lago. Nordkalottleden se mantiene en el lado noruego aunque la orografía me tapa el norte y me deja intuir (no del todo ver) la vertiente sueca. Llego al refugio cansado y hambriento y sigo comprobando que, efectivamente, la llave maestra lo abre todo. Descanso reparador al abrigo del viento en el pequeño refugio.

Skoaddejavri

La salida de aquí promete ser entretenida, atravesando las tierras altas paralelamente a la línea fronteriza, manteniéndose por encima de los 1000 metros en un terreno con escasas referencias para acabar descendiendo un gran talud al re-encuentro con la pista que abandoné esta mañana. Afortunadamente, las nubes se abren un poco y puedo caminar con confianza…

… quizá demasiada. Me agarro a la línea de hitos que parte del refugio, en la certitud de que, donde hay hitos, hay ruta y es la mía. No puede haber otra; el mapa no señala ninguna otra. Es por esto que, cuando empiezo a descender, antes de lo previsto, no le doy importancia. Y cuando llego al borde de un gran talud y veo, allí abajo, un gran valle de altura y una pista que lo recorre y aquello no me cuadra con el mapa, intento torcer la realidad hasta casi convencerme de que estoy donde creo que estoy. Por suerte, me recuerdo a mí mismo eso de que, cuando el terreno no coincide con el mapa, suele ser porque hay algún error y que echarle la culpa al mapa «porque está mal» no suele ser la solución. Saco la brújula para darme cuenta que estoy descendiendo en dirección norte, en lugar de la esperada oeste y, entonces, todo encaja: he seguido una línea de hitos equivocada.

Verifico que tal línea de hitos no está señalada en el mapa. Esto es algo esperable en zonas más pobladas, donde hay tantas rutas que los mapas no pueden tenerlas todas pero es la primera vez que me encuentro algo así en este viaje donde he aprendido a fiarme ciégamente de que, en lo que a mapas se refiere, están todas las que son y son todas las que están. Bueno, pues no esta vez.

Sé que lo mejor sería volver atrás y buscar la ruta buena pero he descendido tanto que me da mucha pereza. Tampoco tengo ninguna garantía que dicha ruta buena esté marcada de alguna forma ni sé lo fácil o difícil que iba a ser encontrarla y seguirla; ya la he perdido una vez. Miro abajo y veo ese precioso valle y esa pista por la que sería tan fácil caminar. Hecho cuentas: bajar allí y seguir la pista me añadiría un buen montón de kms. a un día ya de por sí largo pero aún llegaría a la zona del refugio en Sitas antes de anochecer y no me lo pienso más: sigo para abajo.

Fastidiado por el error y sus implicaciones pero contento con tener claro a qué atenerme, apresuro el paso para empezar a intentar compensar la metedura de pata. El descenso es monte a través y con escasas señales pero la cosa está clara.

La presencia de la pista es algo distorsionador; más que por sí misma, por lo que trae consigo, como esos coches (sí, coches… agh!) aparcados allí abajo. Y deben ser sus antiguos ocupantes los que me encuentro según desciendo; ellos suben, van hacia Skoaddejavri y el refugio y, según me cuentan, van a pasar unos días ahí. Las cañas de pescar que asoman por sus mochilones dejan claro a qué van. Es curioso, esto de la «civilización»… tan lejos y tan cerca, a veces.

La bajada es muy bonita, monte a través hacia el fondo de otro valle de ensueño, todo verde y, ah, sí, olvidaba mencionar: el tiempo ha mejorado un poco y hace algo de sol.

Una vez abajo, ya es todo fácil pero no puedo evitar que el trayecto por la pista se me haga pesado y difícil de llevar con diginidad. Y eso que el entorno es muy bonito pero no parece suficiente como para dejar de echar de menos los senderos (o los no-senderos). Y no será por falta de costumbre de andar por pistas… pero parece algo tan anti-natural aquí… Incluso me cruzo con algún vehículo, lo que contribuye a estropear la situación aún más. Un par de coches, solamente, que, por lo que veo que arrastran, van a Gautelis a navegar un poco, quizá a pescar. Un poco más alante, llego a un cruce donde la pista se bifurca: una rama, hacia abajo, al valle; la otra, continúa por la ladera hacia los proyectos hidrológicos de Sitasjaure, que es hacia donde voy yo. Desde aquí, ya no más vehículos recreativos en dirección a Gautelis.

Ladera abajo, hacia el norte, veo el fondo de un valle muy profundo. Encajonado entre montañas, intuyo que debe tener muy escasa altitud y veo, en su fondo, árboles y lo que parecen ser los edificios y campos de una pequeña granja. Mi rama de la pista continua por la ladera, sin apenas desnivel, rodeando una montaña para introducirse en un valle lateral donde encuentro otro lago represado, uno pequeño. Voy contando los kms. mientras camino todo lo deprisa que puedo. En parte, por cubrir objetivos; en parte, por acabar cuanto antes este tramo que no me está gustando. Un valle que se estrecha, un pequeño collado y emerjo al otro lado, aún en terreno noruego pero con exposición a la vertiente sueca, donde los horizontes son más amplios y los perfiles, más amables. Como comentaba más arriba, del lado sueco hay más extensión de montañas deshabitadas pero la vertiente noruega es más agreste, con valles más profundos que dan ya directamente al mar. Llego, por fin, al que espero sea un punto de inflexión (en mi moral, al menos), allí donde el auténtico Nordkalottleden se me une por la izquierda, descendiendo desde esas alturas de las que yo he acabado bajando por otro sitio. Tengo que seguir caminando por la pista por lo que resta del día, al menos, pero intuyo que, al estar ya «en ruta», se me hará menos pesado, psicológicamente. También ayudará el hecho de que, gracias al esfuerzo de estas últimas horas, voy bien de tiempo para llegar a Sitas. Hay una barrera y la pista, a partir de aquí, ya no está abierta al público motorizado.

Mi futuro inmediato

El plan es llegar a la zona del refugio, Sitashytta, y decidir sobre la marcha si lo uso o no, dependiendo de cómo estén el tiempo y mis ánimos. Dado que el tiempo sigue revuelto y he entrado en una cierta espiral de acobardamiento, tras dos noches seguidas en refugios, prefiero mantener la opción. Me recuerdo a mí mismo que, a continuación, tendré dos noches obligadas en la tienda.

La pista se interna entre montes. La zona sería preciosa si no fuera por la propia pista, los tendidos eléctricos y las presas pero ya queda poco de todo esto. Hacia el final del día, llego, por fin, a orillas de Sitasjaure, otro gran lago represado en las alturas, similarmente a Gautelis. Más grande aún. Ahora, tengo que recorrer su orilla hasta el extremo noroeste, donde está el refugio. Me resulta curioso pensar que, en la otra punta del alargado lago, en territorio sueco, hay un refugio guardado y una ruta establecida que enlaza con Kungsleden. A este lado, estoy en otro mundo, entre lo más agreste de las montañas y lo más civilizado de la carretera de grava.

La ladera por la que va la pista es inclinada y no hay mucho sitio donde acampar, salvo el ocasional rellano. No me gusta nada el viento que se ha levantado y no me siento con muchas ganas de acampar. Sería sencillo, si no hubiera opción pero, poco más allá, llego a los edificios del refugio. Miro alrededor y evalúo lo desapacible del tiempo contra mi voluntad por permanecer fuera, ponderado por el hecho de que ésta sería mi tercera noche consecutiva de «permiso» y porque iba forzosamente a ser la última en un tiempo… y decido meterme dentro. Es el lado perverso de la disponibilidad de refugios: no pasaría nada por acampar hoy pero, estando la casita esta aquí y no siendo éste el lugar más idílico para plantar la tienda, me cuesta hacer otra cosa.

No hay nadie en Sitas hoy. En la línea de los refugios noruegos, es pequeño y acogedor. La presencia de la pista evita que el sitio sea tan especial como otros pero me arreglo para sacar la foto sin que salga y parezca el lugar más paradisiaco del mundo:

Sitas

Es la primera vez que tengo un refugio todo para mí y hoy soy yo el único encargado de crear hogar. Esto de encender la chimenea nunca se me ha dado muy bien pero, tras un rato de prueba y error, consigo un agradable fuego que reconforta más psicológica que físicamente. Es mi fuego.

Sitas

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