Caminar para viajar. El mundo a escala humana

Aislamiento térmico en el torso: prendas y materiales

El torso es un caso complejo de resolver en lo que respecta al aislamiento térmico: es, en el más amplio sentido de la expresión, el corazón de nuestro cuerpo, donde -junto con la cabeza- mantener la temperatura estable es más importante y no se escatimará en energía para hacerlo. La gestión que hagamos del aislamiento térmico en esta zona es un factor clave.

La versión moderna del jersey de lana

Es importante buscar un punto de equilibrio adaptado a las circunstancias ambientales y de actividad propia para no pasar frío pero tampoco calor porque un sobrecalentamiento provocaría sudoración y el potencial para un enfriamiento excesivo que luego habría que compensar.

Lo que sigue es un intento por simplificar el tratamiento de un tema complejo sin renunciar a cierto rigor en el análisis de los porqués de las cosas; dicho de otra manera, busco lo mejor de ambos mundos, empírico y científico, a riesgo de quedarme sin abarcar ni apretar. Espero acercarme más a lo primero.

La teoría: quien aísla es el aire

Hablar de que un jersey «abriga» es un abuso del lenguaje. No está mal abusar así del lenguaje pero está bien también saber qué hay detrás; especialmente, cuando la intención es hablar de las prendas que «abrigan». Necesitamos saber cómo lo hacen para elegirlas adecuadamente.

Nuestro aislante universal es el aire. Lo usamos como tal porque el aire es un mal conductor del calor, porque es relativamente ligero y porque, además, podemos prescindir de transportarlo cuando no lo necesitamos.

Nuestra fuente de calor esencial es nuestro propio cuerpo. Podemos, además, contar con fuentes externas como el sol u otras (una estufa, una hoguera…)

La función de aislamiento térmico de la ropa cuenta con estos tres elementos: una fuente de calor (nuestro cuerpo), un elemento aislante (el aire) y una estructura capaz de contener el elemento aislante y propiciar que acumule calor: es decir, una prenda.

Técnicamente, decir que un jersey abriga es medio-correcto: lo que abriga es el aire que el jersey es capaz de contener en el interior de su estructura de fibras, una vez calentado por una fuente de calor. Las fibras forman una trama capaz de atrapar aire y mantenerlo estático. Así funcionan un jersey de lana, una manta, un forro polar, una chaqueta de plumas o un saco de dormir.

Un criterio relevante a la hora de distinguir entre prendas aislantes es el tipo de estructura que tienen: esa estructura que permite atrapar aire. Es un criterio especialmente importante para las prendas de vestir en actividades de montaña o, en general, de aire libre porque, en este tipo de actividades, el volumen y el peso de las prendas suele ser un factor importante. Como comento un poco más arriba, una de las ventajas del aire como aislante es que podemos prescindir de él cuando no lo necesitemos, es decir: en lo que afecta a la ropa, podemos «vaciar» la prenda en cuestión del aire que contiene cuando no necesitemos llevarla puesta, de forma que el bulto que tenemos que transportar se hace más pequeño y ligero. Sobra explicar por qué esto es una muy buena idea en el ámbito que nos ocupa.

Atendiendo a este criterio, y a muy grandes rasgos, podemos distinguir entre materiales con y sin integridad estructural.

La integridad estructural

Dícese de la capacidad de un material de mantener un entramado permanente. No es un concepto absoluto, cuestión de sí o no, sino que hay, por supuesto, grados.

La ropa, en general, debe ser flexible y ligera. Por poder, podríamos construir el famoso jersey con madera y tendría una estructura excelente pero sería demasiado rígido y pesado para el uso que necesitamos hacer de un jersey -entiéndase el ejemplo como caso extremo y a modo ilustrativo, no como caso práctico- La estrategia tradicional para construir prendas de ropa pasa por utilizar elementos constructivos finos y ligeros tales como fibras de origen animal (por ejemplo, pelo de oveja), vegetal (por ejemplo, algodón) o de origen sintético (por ejemplo, poliéster) entrelazadas. Este entrelazado forma una malla en la que se crean celdas donde se acumulará ese aire que va a ser nuestro aislante.

Las fibras pueden tener una estructura permanente o temporal. Un jersey de lana tiene una estructura permanente en la que las fibras han sido tejidas y mantienen su disposición a lo largo del tiempo. Una chaqueta de plumas tiene como elemento estructural principal esas plumas que no forman un entramado permanente sino que se «arman» cuando se les da espacio y son capaces de desmontar ese entramado cuando se les fuerza a ello a base de dejarles sin espacio.

Una estructura que mantiene su entramado puede admitir un cierto pero limitado grado de plegado que, en el fondo, supone un desmontaje parcial de la estructura. Es lo que hacemos con, por ejemplo, el jersey de lana cuando lo doblamos y compactamos.

Un factor fundamental en estas propiedades estructurales de los materiales es la continuidad de sus fibras: por ilustrar este concepto, se pueden mencionar los casos típicamente extremos de una fibra continua como la lana, entrelezada consigo misma una y otra vez durante muchos metros, y una fibra extremadamente discontinua como el plumón, en el que cada fibra del conjunto es muy corta y está físicamente separada del resto. Las fibras de lana, una vez tejidas, se pueden doblar y compactar hasta cierto punto; las estructuras de plumón, al estar compuestas de elementos pequeños y disjuntos, se pueden compactar mucho más.

Hablaremos de mayor o menor grado de integridad estructural según el entramado pueda ser total o parcialmente montado/desmontado, plegado/desplegado a voluntad (y seguir cumpliendo su función)

La integridad estructural tiene pros y contras y es, en definitiva, un factor de importancia esencial a la hora de valorar las ventajas y desventajas de cada tipo de prenda.

Aislamiento para el torso

La discusión a continuación es, en realidad, aplicable a cualquier prenda aislante pero se focalizará en las piezas utilizadas para abrigar el torso de nuestro cuerpo al ser la parte más representativa y la que supone un reto más grande. Aislar el torso (y hacerlo eficazmente) es un tema complejo y las conclusiones que se extraigan son, en buena medida, extrapolables a las prendas dedicadas para otras zonas del cuerpo.

Atendiendo al criterio de la integridad estructural, las prendas que vamos a utilizar se pueden clasificar entre las que tienen una estructura permanente y las que no la tienen. Hay otros muchos factores relevantes para el aislamiento que irán surgiendo durante la discusión. Los diferentes materiales variarán en características y, por centrar el discurso en términos prácticos, hablaré de los casos típicamente importantes para el material de aire libre: lana, pluma, forro polar y fibras sintéticas discontinuas.

La integridad estructural tiene las siguientes características:

  • Estructura permanente no afectada por la humedad
  • Prendas autocontenidas
  • Resistencia al desgaste y al maltrato
  • Mayor peso y volumen de las prendas; especialmente, cuando no están en uso

La falta de integridad estructural presenta características, lógicamente, opuestas:

  • Prendas adaptables: volumen máximo en uso, mínimo en almacenamiento
  • Menor peso
  • Estructura sensible a la compresión y a la humedad
  • Necesita recubrimiento protector
  • Prendas sensibles a desperfectos

De entre las materias primas citadas, cabe destacar lo siguiente:

Lana

Relativamente tenaz y duradera (en proporción directa al peso), resistente a la combustión, capaz de mantener una notable capacidad aislante en condiciones de humedad. Por contra, pesada y escasamente compresible. Su tacto puede no ser agradable; si lo es, suele ser a costa de un elevado precio. Estructura habitualmente densa (esto puede variar) con cierta resistencia al movimiento de aire.

Tejido de lana de llama andina

Forro polar

Suave y duradero. Hidrófobo, por lo que evacúa bien la humedad y seca relativamente rápido. También mantiene cierta capacidad aislante en presencia de humedad. Relativamente ligero aunque poco compresible. Estructura muy permeable al aire.

Detalle de un forro polar

Pluma/plumón

Muy ligera, extremadamente compresible, de estructura coyuntural y alta capacidad de regeneración tras numerosos ciclos de compresión/expansión. Su estructura es muy sensible a la presencia de humedad.

Fibras sintéticas discontinuas (es el nombre que doy, a falta de otro mejor, a los intentos sintéticos -típicamente basados en poliéster- de ofrecer la funcionalidad de las plumas):

Muy similar a las plumas pero con matices: algo más de integridad estructural que causa mayor peso, menor compresibilidad y menor sensibilidad a la presencia de humedad, así como menor capacidad de regeneración.

Hay muchos más factores en juego que el material base como la cantidad y densidad del material utilizado, el diseño de la prenda, las posibles combinaciones de materiales… discutir cada cual por separado sería extenso y queda fuera del objetivo de este artículo. En el siguiente y definitivo apartado sobre uso práctico, se considerarán estos factores allí donde sea relevante.

En profundidad: material, diseño de la prenda, grosor, uso

Lana

La lana es una de las fibras aislantes tradicionales. Actualmente, su disponibilidad en el mercado de prendas enfocadas al aire libre no es muy grande pero aún se utiliza y sus prestaciones son lo suficientemente buenas como para justificar un uso y disponibilidad mucho mayores a nada que el mercado lo dicte. En cualquier caso, viene bien recordar lo que la lana puede hacer, siquiera por aportar perspectiva al resto de opciones.

En su versión tradicional (segunda capa densa y gruesa), la lana resulta en prendas versátiles y confortables pero, en su debe, pesadas y voluminosas. Funciona muy bien, por ello, mientras la prenda está en uso pero no cuando hay que guardarla.

Las segundas capas de lana aislan estupendamente y gestionan muy bien la humedad. La lana es, aparentemente, capaz de alojar una buena cantidad de humedad en su estructura y mantener una adecuada capacidad aislante. Antes de empezar a parecerme a un anuncio, advierto que no conozco la lógica física de este comportamiento pero supongo que tiene bastante que ver con la integridad estructural y cómo contribuye ésta a la admisión y desalojo de la humedad.

Una segunda capa de lana tejida con alta densidad puede tener una permeabilidad al aire lo suficientemente baja como para funcionar como cortaviento; es decir, se acerca mucho al concepto de «Soft shell»: una prenda con capacidades de segunda y primera capa adecuada para llevar siempre puesta pero que se convierte en un trasto cuando hay que guardarla en la mochila ya que es una prenda pesada (más aún si está mojada), rígida y voluminosa.

Conviene mencionar que la lana se puede usar para fabricar prendas más o menos gruesas, con mayor o menor densidad de tejido y en base a fibras de partida más o menos gordas y, de hecho, si hay una aplicación relativamente popular hoy día es la lana como capa base. Todas sus características se mantienen pero, claro está, matizadas por la dimensión: las camisetas de lana son un tanto frágiles.

Otra propiedad relevante es que la lana aguanta bastante bien la acumulación de olores corporales desagradables. Es, nuevamente, algo cuya razón física desconozco y que resulta especialmente interesante en su uso como primera capa.

Uso

En definitiva, la lana va bien para prendas que se esperen usar de continuo en condiciones de temperaturas más bien bajas, con o sin humedad y no me parece la mejor opción para piezas que se vayan a pasar tiempo guardadas en la mochila.

Forro polar

El forro polar viene a ser, dicho a lo bruto, una versión sintética de lo que se puede conseguir con la lana. El forro polar se construye tejiendo hilos de algún material sintético (típicamente, poliéster) y la idea es la misma que con la lana: conseguir un entramado de fibras con una estructura permanente capaz de crear celdas en las que el aire quede retenido.

Las características típicas del forro polar que le diferencian de la competencia son heredadas de sus fibras constituyentes: el forro polar es relativamente (en relación a, por ejemplo, lana o algodón) ligero y, al ser el poliéster hidrófobo, tiende a «rechazar» el agua aunque no a nivel de prenda sino de sus fibras constituyentes; es decir, una chaqueta de forro polar no repelerá la humedad por sí misma pero tenderá a no acumularla en su estructura y a secarse con rapidez. Por la misma razón, tenderá a evacuar la humedad generada desde dentro del sistema (vulgo, sudor)

La estructura permanente y la integridad estructural resultante hacen que el forro polar sea relativamente voluminoso y poco compresible; al igual que con la lana, una prenda de forro polar es cómoda de llevar mientras está puesta pero no cuando hay que portearla guardada porque ocupa mucho espacio y pesa bastante. En esto último, al menos, resulta -a igualdad de otros factores- menos pesado que la lana.

Las prendas de forro polar son autocontenidas aunque habitualmente se usa el forro polar en combinación con alguna capa cortaviento -sea en formato textil denso o membrana plástica- o incluso impermeable, cruzando así la difusa frontera del «Soft shell» o incluso la no tan difusa del «Hard shell» con capacidad aislante. En mi opinión, la combinación más interesante es la del forro polar con una capa exterior de tejido denso, lo que ofrece una interesante función «Soft shell». Esto puede ser implementado en la prenda, por construcción -de forma indivisible- y también a base de usar capas específicas separadas, lo que resulta mucho más versátil.

El forro polar, tal cual (sin combinar otros elementos en la construcción de la prenda), es muy permeable al aire lo que, unido al carácter hidrófobo de sus fibras, hace que las prendas de forro polar sean excelentes para evacuar el sudor pero muy sensibles al viento, que las atraviesa casi como si no hubiera nada ahí.

El forro polar, por fin, es muy resistente, duradero y robusto. Es resistente porque lo son las fibras sintéticas y es robusto porque los posibles desperfectos no comprometen seriamente el funcionamiento de la prenda y es fácil de reparar, incluso sobre la marcha.

Uso

Por todo ello, el forro polar tiene su nicho de uso como primera o segunda capa para periodos activos en condiciones de temperaturas más bien bajas, con o sin humedad ambiental. No es apropiado para prendas que se van a pasar mucho tiempo guardadas en la mochila, a causa del peso y, sobre todo, el volumen. No es del todo recomendable para condiciones de temperatura no baja porque, incluso en sus versiones más finas, abriga demasiado y acabaría yendo a parar a la mochila durante mucho tiempo.

En condiciones activas y ambiente frío, el forro polar funciona muy bien

Donde mejor funciona es como parte de un sistema de capas para actividades intensas en condiciones de baja temperatura, situaciones en las que es habitual sudar pero aún necesitamos el abrigo: el forro polar gestiona muy bien ese sudor, evacuándolo haca el exterior del sistema y evitando así que nos enfríe en demasía (problema típico en las condiciones descritas)

En tal uso, el mejor compromiso es, en mi opinión, una prenda de sólo forro polar, de forma que se integre mejor en un sistema de capas sin redundancias y podamos elegir en cada momento la combinación más adecuada: con o sin cortaviento, con o sin impermeabilidad… según circunstancias. Asimismo, eligiendo el grosor de la prenda de forro polar en función de las temperaturas esperadas con el criterio de que debe permanecer puesta la mayor parte posible del tiempo. Si hace falta quitárselo y guardarlo, empieza a no ser adecuado y habría que plantearse usar una prenda más fina o, en su caso, usar otra cosa.

Pluma

La pluma es el material aislante por excelencia. No conocemos otra cosa igual. Especialmente, el plumón, que carece de caña central y cuyas fibras son particularmente etéreas, ingrávidas y afines a asociarse entre sí para crear esa red de micro-celdas que buscamos.

Las características extremas de la pluma son la razón de sus grandes ventajas pero también la fuente de sus limitaciones. Como con cualquier otra cosa, habrá usos adecuados y otros no tanto y de eso vamos a hablar.

La pluma es un material discontinuo: cada pluma o racimo de plumón es independiente del resto. Su asociación no depende de un proceso de tejido ni da lugar a una estructura permanente: la pluma tiene una integridad estructural muy baja. El entramado se monta cada vez que sacudimos la prenda o, más aún, cada vez que le permitimos expandirse después de haberla comprimido. Es fácil imaginar cómo la compresión destruye la estructura coyuntural que habían montado las fibras así como es casi inverosímil cómo son capaces de volver a montarla cuando la presión se alivia. Una y otra vez.

Una consecuencia obvia de su falta de integridad estructural es que las prendas de pluma no son autocontenidas; no basta con plumas para construirlas, hace falta un elemento que haga de contenedor para que consigamos algo que poder llamar «prenda» y que las plumas no se vayan volando por ahí. Una lástima: las plumas son tan ligeras que el material textil necesario para contenerlas acaba significando una parte considerable del peso total de la prenda mientras cumple una función poco más que accesoria. Por otra parte, la presencia del material textil tiene interesantes efectos laterales: para conseguir evitar que se escapen las plumas, el material textil necesita una densidad que le obliga a tener un alto grado de impermeabilidad al viento; es decir, que las prendas con relleno de pluma van a ser, por defecto, cortaviento. Esto no es malo; suele ser, de hecho, una característica deseable. Lo malo es que no se puede prescindir de ella, como sí se puede hacer con los materiales aislantes auto-contenidos: una prenda de forro polar, por ejemplo, puede ser construida con o sin función cortaviento y, si es sin ella, se le puede añadir una capa exclusivamente cortaviento al sistema cuando sea necesaria. Las prendas con relleno de pluma padecen, así, de una cierta falta de versatilidad: te tragas la función cortaviento, la quieras o no.

La capa textil, a causa, de nuevo, de su necesaria densidad, va a suponer una cierta barrera para el transporte de humedad que va a condicionar mucho el funcionamiento de la prenda por causas ajenas a la pluma. La disyuntiva será la de siempre: será positivo el efecto barrera de cara a la humedad que venga de fuera pero se convertirá en un problema ante la que venga desde dentro.

De vuelta a la falta de integridad estructural, tiene otra pega obvia: que la estructura coyuntural que se forma es sensible y cede ante estímulos como la compresión o ante agentes como la humedad. Por un lado, esa compresibilidad que es una buena cosa a la hora de empaquetar juega en nuestra contra durante el uso: si se aplasta la pluma en alguna zona, pierde temporalmente su estructura, pierde el aire almacenado y pierde el calor. La lana o el forro polar, por ejemplo, son mucho menos sensibles en este aspecto.

Las estructuras no permanentes tampoco se llevan bien con la humedad: en concreto, en la pluma, las fibras son tan leves que la humedad las apelmaza con relativa facilidad. No es ya que la prenda se pueda llenar de agua (que siempre se podría escurrir) sino que las pequeñas fibras se quedan compactadas entre sí, incapaces de «armarse». Si esto sucede de forma generalizada a lo largo de la prenda, ésta queda prácticamente inutilizada y puede costar bastante tiempo recuperarla.

Es fácil imaginar cómo las estructuras permanentes no están tan afectadas por este problema porque la humedad puede llenar su estructura pero no colapsarla: un buen estrujado y la prenda sigue siendo funcional, siquiera parcialmente.

Por fin, y al igual que con las prendas hechas con materiales con integridad estructural, las rellenas de pluma pueden ser construidas para combinar otras funciones como, por ejemplo, un cierto grado de impermeabilidad al agua.

Uso

La pluma abriga mucho, no soporta bien la compresión (entiéndase, durante el uso) y no gestiona bien la humedad. Resulta en prendas muy ligeras (en relación a su capacidad aislante) y que se comprimen muy bien de cara al almacenaje. Por todo ello, su uso más indicado es para prendas de mucho abrigo en situaciones estáticas: esas prendas que no se necesita llevar puestas todo el tiempo y que, de hecho, se espera que pasen mucho tiempo en la mochila pero que, cuando son necesarias, resultan cruciales.

Las situaciones estáticas suelen requerir un abrigo extra, considerablemente mayor que durante las fases activas y ahí es donde encaja perfectamente esa prenda que se portea muy bien por su relativamente (todo es relativo…) reducido volumen y peso pero que se «hincha» y aísla mucho en ese momento tan sensible. Además, para terminar de cuadrar la situación, es en estático donde no nos solemos tener que preocupar por la presión que pueda ejercer una mochila sobre los hombros y toda la espalda ni sobre la posible acumulación de humedad proveniente de la transpiración. Voilá, compromiso perfecto.

En campamento: uso típico de la pluma

Fibras sintéticas discontinuas

(vulgo, «fibra sintética»)

Lo de «fibra sintética» es un término un tanto equívoco por ser demasiado genérico… decir «fibra» es, en este contexto, casi como decir «cosa»; el algodón, por ejemplo, también es una fibra y el forro polar también es una fibra sintética pero como el uso hace al lenguaje, lo dejaremos así…

Con fibras sintéticas se ha intentado reproducir el funcionamiento de la pluma comentado arriba; se ha conseguido en parte. Las fibras sintéticas de alta capacidad de hinchado funcionan esencialmente igual pero con algunos matices que influyen en los compromisos que el material toma. Dicho llanamente, las características diferenciadoras son, a la vez, ventajas y desventajas que harán que las fibras sintéticas sean más o menos adecuadas que la competencia en según qué condiciones. Como de costumbre.

Las mejores fibras sintéticas de alta capacidad de hinchado aún no alcanzan las prestaciones de la pluma. No se ha conseguido un producto con la baja integridad estructural de la pluma capaz de montar una estructura coyuntural auto-regenerable a lo largo de múltiples ciclos de compresión-descompresión. Actualmente, las mejores fibras sintéticas necesitan de una cierta integridad estructural para conseguir esos objetivos y esto tiene consecuencias: mayor peso, menor compresibilidad (es decir, mayor volumen de plegado) y menor resistencia a dichos ciclos: la compresión daña, con el tiempo, la parte permanente de la estructura y la prenda en cuestión pierde propiedades. La pluma, en cambio, es tan etérea que no hay estructura permanente que dañar y es, por ello, más longeva en su función.

También hay ventajas: el hecho de que haya una pequeña integridad estructural hace que la estructura final, con la prenda en uso, tenga una base más sólida y sea menos vulnerable a los factores que la afectan; tal cual enumerados antes, la compresión y la humedad. Es decir, las prendas construidas con rellenos sintéticos son algo más resistentes que sus homólogas de pluma a la compresión y la humedad. Aterrizan en un punto diferente de la escala de compromisos. Una vez más, no hay términos absolutos a la hora de juzgar qué es mejor… depende del uso previsto.

Las prendas con relleno sintético tampoco son auto-contenidas y necesitan de un sandwich textil para ser construidas. La situación que esto plantea es similar al caso de los rellenos de pluma, con el matiz de que la densidad requerida del material textil no es tan alta. Esto permite un poco más de flexibilidad a la hora de hacer la prenda más o menos resistente al viento y la humedad.

Uso

Al igual que la pluma, las prendas con relleno sintético son adecuadas para uso en situaciones estáticas y para cubrir necesidades de mucho abrigo. Lo uno no es consecuencia de lo otro sino que, más bien, ambas cosas van unidas. El razonamiento es prácticamente idéntico al de las prendas con relleno de pluma así que no es práctico repetirlo, véase arriba. Comentaré aquí las diferencias que hacen más adecuado uno u otro tipo de relleno.

El relleno sintético, gracias a su cierto grado de integridad estructural, es algo más sufrido que la pluma. Puede ser preferible, entonces, cuando la prenda se vaya a usar en condiciones mayormente estáticas (donde una prenda con integridad estructural no daría la talla) pero en las que se espere un cierto grado de actividad, tanto por el posible maltrato físico (roces, compresiones…) como por la posible transpiración. También cuando se necesite un mínimo de gestión de humedad procedente del exterior; en este caso, una prenda rellena de pluma puede ser cubierta con otra prenda impermeable pero esto, como es bien sabido, supone un problema para la gestión de la transpiración y sólo sería idóneo en circunstancias estrictamente estáticas (descansos, campamento…), con lo que reforzamos el argumento anterior: para un cierto grado, limitado, de actividad, el relleno sintético tiene ventajas sobre el de pluma que pueden llegar a compensar sus pegas.

Nótese que digo «puede llegar» (a compensar pegas). El que lo haga o no dependerá de muchas otras circunstancias presentes en estas cuestiones necesariamente complejas (temperatura y humedad ambientales, necesidad o no de tener puesta una mochila….)

Campamento, ruta de varias semanas, ambiente húmedo constante: mejor sintético

Las pegas con respecto a la prenda equivalente con relleno de pluma corresponden a lo ya comentado: la prenda de relleno sintético será más pesada, más voluminosa en el almacenaje y tendrá una vida útil más corta.

Adenda: la gestión de la humedad en las prendas con relleno de alta capacidad de hinchado

Dedico un pequeño comentario independiente a esto porque es una cuestión en la que hay mucho equívoco.

Los rellenos sintéticos intentan competir con la pluma; pierden en casi todo e intentan exagerar uno de los pocos aspectos en los que tienen cierta ventaja. Ni la pluma es tan vulnerable a la humedad como a veces se dice ni mucho menos los rellenos sintéticos son tan buenos en este aspecto como habitualmente se oye.

La clave de todo esto está, una vez más, en la integridad estructural o, más bien, en su ausencia. Como comento arriba, la falta de integridad estructural tiene grandes ventajas que dan lugar a prendas que abrigan mucho en relación a su peso y se pueden comprimir para el almacenamiento pero (y porque no hay milagros) a costa de ser vulnerables a la presencia de humedad. En este tipo de prendas, la humedad colapsa la estructura virtual y deja la prenda virtualmente inservible.

Esto es un problema tanto para rellenos de pluma como para rellenos sintéticos y la única solución sería dotar al material en cuestión de un cierto grado de integridad estructural para que la estructura fuera menos virtual y más permanente y, por tanto, menos sensible a la presencia de humedad. El problema que surge entonces es que la prenda ya no es tan ligera ni se comprime tan bien.

Efectivamente, no hay milagros: lo que ganamos por un lado, lo perdemos por otro. Esto es, precisamente, lo que pasa con los rellenos sintéticos: no han conseguido prescindir del todo de una cierta estructura permanente y por eso son rellenos más pesados, que se comprimen menos y se estropean antes; y, como efecto lateral adicional, son menos sensibles a la humedad. Más aún: a medida que se consigue fabricar rellenos sintéticos que se parecen más a la pluma en sus ventajas, también se acercarán a sus desventajas.

Vuelvo a la parte de desmitificación: ni la pluma es tan vulnerable ni los rellenos sintéticos tan inmunes. Hace falta mucha humedad para comprometer seriamente el aislamiento de una prenda de pluma, especialmente si se trata de una prenda gruesa y/o con alta densidad de relleno. Y no podemos esperar de una prenda con relleno sintético que siga aislando cuando está mojada, como tantas veces se lee en la publicidad, porque no puede hacerlo. Un poco de humedad no le hará mucho daño (a la pluma tampoco) pero una prenda realmente calada no podrá funcionar por muy sintética que sea.

Aún así, es cierto que los rellenos sintéticos toleran la humedad algo mejor que la pluma y es menos difícil recuperarlos una vez calados (situación a la que no debiera llegarse nunca pero eso es otra historia…) y son más adecuados en situaciones en las que se espere que sea inevitable una cierta cantidad de humedad en el sistema durante un uso normal, sea humedad proveniente del exterior o del interior. También varía el comportamiento según el tipo de sintético: en general, cuanto más parecido a la pluma en sus ventajas, más sensible será a la humedad.

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2 comentarios

  1. Suso

    Me gusta el tratamiento y el razonamiento que empleas en este ensayo: abordar cuestiones aparentemente sabidas que, diseccionadas de esta manera, bien podrían publicarse en una revista científica o en cualquier otra publicación especializada. Dicho tratamiento, merece y necesitaría un pequeño listado bibliográfico, porque, aunque sé que todo ello proviene del pensamiento, el razonamiento y el empleo de un lenguaje muy cuidado, también es cierto que todo lo que somos y sabemos se lo debemos siempre a alguien.

    Creo que el futuro y la investigación andan hurgando en cómo hacer más polivalentes los materiales aislantes convirtiéndolos también en soportes o resistencias capaces de transmitir calor al aire atrapado o al mismo organismo gracias a que han recibido energía de una fuente. Si son eficientes, ligeros y capaces de aprovechar energías del entorno natural en que se mueve el ser humano, seguro que merecerán esfuerzos e investigación.

    A ver cuándo publicas la crónica y las conclusiones de la Transcantábrica.

    • Viajarapie

      Suso, gracias por el comentario. Mis fuentes consisten en lo que voy aprendiendo con el tiempo, la práctica, el picoteo de aquí y allá y, en general, con la compartición de información que propicia la red así que esto está lejos del rigor que requeriría una publicación especializada. Aspiro, por lo menos, a que lo que cuento sea correcto y a aportar algo de valor añadido.

      Esperaremos a ver qué trae el futuro y qué podemos aprovechar. La Transcantábrica, aunque no fue mal, no resultó muy gloriosa así que me cuesta encontrar motivación para ponerme a contarla pero sí hay algunas cosas que merecen la pena y las contaré, sin falta, antes del próximo verano.

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