Caminar para viajar. El mundo a escala humana

Día 10: Una batalla más. Con fe

This entry is part 10 of 14 in the series Cape Wrath Trail

Inicio: Benmore Forest
Fin: Kylesku
Distancia: 32 km

Ha estado lloviendo durante la noche. ¡Y eso que el pronóstico era bueno! Aún así, confío en que sea una lluvia tonta y que le suceda una mañana pacífica que me anime a caminar. Nada más lejos…

El panorama no podía ser peor: ante la perspectiva de dos pasos montañosos consecutivos, uno de ellos muy expuesto y el otro, monte a través, me encuentro con un tiempo lluvioso, plomizo y, lo peor de todo, con niebla. A la mierda los pronósticos, esto es el mundo real y, encima, el norte de Escocia.

En el fondo, y a balón pasado, me doy cuenta de que las dificultades tenían un sentido: me ayudaban a mantener la tensión en un viaje que había vaciado mi carga energética. Así lo veo con la ayuda de la perspectiva que da el tiempo. In situ, allí, junto a una tienda mojada y rodeado por la niebla, me sentía vulnerable. Miserable.

Un reto más y uno más que afronto con más resignación que ánimo. Aún así, y por el momento, puede más mi disciplina interna: obediente, recojo y me pongo en marcha. Hay mucho que caminar y, cuanto antes empiece, mejor.

No sólo caminar sino también decidir porque en Ben More Assynt hay dos posibilidades: cruzar el macizo o rodearlo. Esto último se propone como alternativa en caso de mal tiempo y tiene la ventaja de mantenerse en cotas relativamente bajas pero tampoco es ninguna garantía de éxito; de hecho, es un itinerario más remoto que el que pasa por las zonas altas, tiene un tramo sin sendero y un vadeo potencialmente delicado.

La ruta principal sube a las alturas dos veces para cruzar sendos collados. Entre ambos, desciende hasta alcanzar civilización. Casi todo es por caminos salvo la travesía del primer macizo. A la vista del mapa, el tramo final de esta travesía puede ser complicado en condiciones de baja visibilidad: el camino desaparece enseguida, el collado no es muy marcado y no da paso a un valle principal sino a un descenso por una vaguada en ladera. Sería relativamente fácil perderse y acabar en otro sitio.

Decisiones

Cuando salgo a terreno abierto, examino el panorama: Ben More Assynt está cubierto por la niebla. Su flanco oriental, hasta la arista que alcanzo a ver, está despejado, aunque por poco.

Elijo rodear.

La decisión está muy influenciada por el miedo escénico. Mirar adelante y ver la montaña desaparecer en la niebla impone mucho y prefiero ir por el flanco, consciente de que puede quizá ser incluso ¡más difícil! pero lo que tengo a la vista es más tranquilizador.

Ben More Assynt desaparece entre la niebla

Visto sobre mapa, la ruta que voy a seguir es, en realidad, más lógica desde el punto de vista de un viaje hacia Cape Wrath.

Acciones

El plan está lejos de ser sencillo: además de las condiciones perrunas (frío, viento, lluvia, niebla…), necesito hacer más de 30 kms. para llegar a un sitio con techo. 30 kms. escoceses, que son como 50 normales. Acampar siempre es una opción que, llegado el momento, haría de buen grado pero plantearlo como objetivo y plantearlo ahora me hace entrar en depresión así que prefiero tener un plan que incluya un techo. Treintaytantos kilómetros es lo que hay hasta Kylesku, donde hay un hotel… ¡es mi ocasión para concederme el homenaje de mitad de ruta!

Sea como sea, es un objetivo ambicioso y, a la vez, motivante. Me ayuda a seguir adelante.

Enseguida me envuelve la niebla y desaparece de la vista lo que quedaba de Loch Ailsh. Me quedo «solo» otra vez.

Por el momento, la traza es fácil de seguir. El mapa marca un sendero hasta bastantes kilómetros más allá pero ya me conozco yo los caminos estos y voy esperando con cierto espanto el momento en el que la marca en el suelo empiece a degenerar hasta casi desaparecer. O sin casi.

La fachada oriental de Ben More Assynt es un área muy atractiva: remota, como toda zona elevada y más aún, si cabe, aquí, en el norte; un laberinto de ríos y lagos que me recuerda mucho a la tundra de Laponia. El lugar es muy hermoso y eso tiene en mí un efecto regenerador; me libra de preocupaciones y me ayuda a tomar la ruta como lo que es: la gran experiencia del viaje a pie, sin dejar nada atrás, siempre hacia un sitio nuevo. Camino más expectante que cabizbajo y eso está muy bien.

Ayuda mucho el hecho de que, a este lado de la montaña, el tiempo se comporta un poco mejor: no llueve y la niebla, salvo algún rato aislado, se mantiene por encima de la cota que transito así que puedo ver por dónde voy.

Laberinto de lagos y cielos menos oscuros: flanco oriental de Ben More Assynt

Como temía, el sendero se va desdibujando hasta que ya no existe. Es difícil decir si lo has perdido o si de verdad no queda nada. En momentos de estos, la experiencia en Escocia me dice que no merece la pena perder tiempo en buscar una traza que probablemente no esté ahí y que es mejor seguir avanzando. Al poco rato, desemboco en una amplísima pista que no está en el mapa pero es fácil entender por qué: está recién hecha. De hecho, me la he encontrado en el punto donde la apisonadora se detuvo.

Tiene mucho menos encanto caminar por la pista pero la progresión es infinitamente más sencilla así que digamos que me alegro.

Los mapas de Ordnance Survey son muy precisos y suelen ser fiables en la representación de los senderos pero, en Escocia, a veces, los caminos son de tan escasa calidad que lo que la raya del mapa indica es más una idea de ruta que la necesaria presencia de una traza en el suelo. Lo que sí es fijo es que, donde no hay raya marcada en el mapa, no va a haber sendero físico. Así las cosas, la pista degenera en un caminito borroso que me lleva sin más incidencia hasta Loch Bealach a Mhadaidh, a partir de donde el monte-a-través será oficial. A estas alturas, me siento confiado. Encontrar el sendero de salida puede no ser fácil pero, mientras el tiempo no sea demasiado malo, lo puedo tomar como un reto entretenido.

Mojarse algo más que los pies

Primera dificultad: cruzar el torrente de desagüe del loch. Es profundo y no hay ocasión de buscar un lugar donde el cauce se ensanche porque, unos metros más allá, se precipita ladera abajo. ¡Esto sí que es divertido! Buscar un buen sitio donde vadear. Al final, la operación resulta un pelín tensa porque no hay ningún punto donde cubra menos de medio metro y el bloque de agua empuja muy fuerte. A pesar de ser un curso de agua menor, resulta ser el vadeo más delicado de todo el viaje, hasta este momento. Llegar al otro lado es tanto un alivio como un empujón de confianza, muy importante de cara al tramo clave.

Vadeo delicado en el desagüe de Loch Bealach a Mhadaidh

Llevo bastantes horas caminando sin descanso. Al principio del día, asumía que la jornada iba a ser un calvario y las circunstancias -frío, viento, lluvia, niebla, perdición- justificarían hacer corazón de las tripas y de donde se pudiera para seguir adelante sin parar, cuando parar es peor que no hacerlo. Ahora, levanto la vista del suelo y me reconozco que no hay razón para seguir ese paradigma. Me concedo una pausa para descansar y comer algo. Esto significa que ¡estoy relajado! Es mi mejor victoria.

Encontrar un sendero que esté ahí no suele ser difícil en Escocia porque el relieve, normalmente, no tiene trampa ni cartón pero, precisamente, no aquí: el páramo no desemboca en un amplio glen sino en una formación más parecida a un fiordo noruego, de paredes altas y verticales. Aún no lo veo en el terreno pero es evidente en el mapa. En medio de un inusual ambiente rocoso, tengo que encontrar una traza que se sube por la pared de la montaña para salir de aquí monte a través, esquivando el «fiordo». El terreno rocoso y el relieve abrupto me hacen pensar que, aquí sí, habrá una senda inequívoca y que merece la pena buscarla bien, ¡no sería fácil sin ella! así que voy muy atento al mapa y al terreno. Et voilá.

Ya sólo tengo que seguir la traza. Hará falta esfuerzo físico pero no mental.

Gorm Loch Mor

Queda, eso sí, mucha distancia y mucho del esfuerzo físico, a sumar al que ya llevo encima. Y esto ¿por qué, si soy libre? He comprado mi libertad a cambio de llevar un macuto pesado y podría dar el día por terminado en cualquier sitio… la condición que quiero cumplir es ser fiel a mi contrato conmigo mismo, el que firmé esta mañana cuando decidí afrontar un día de penurias a cambio de llegar a Kylesku.

Kylesku es un diminuto grupo de casas en torno a un también diminuto puerto -marino- en un recodo de Loch Gleann Dubh. Hay un hotel allí. Veo clara mi oportunidad de darme un homenaje en uno de estos encantadores hoteles de las Highlands. Kylesku era mi faro y la luz que me ayudaba a seguir adelante cuando todo era difícil. Ahora que ya no lo parece tanto, quiero mantener lo que me he prometido porque, si no, la próxima vez no me voy a creer a mí mismo. Y, a todo esto, el tiempo sigue siendo desapacible.

Loch Gleann Dubh es, sin duda, lo más parecido a un fiordo noruego que he visto en Escocia, consecuencia de la proximidad al mar de un gran macizo como el de Ben More Assynt. La traza que ahora sigo es el acceso principal para contemplar el loch desde arriba y doy fe que el panorama es, por momentos, espectacular. Las altísimas y verticales paredes dan lugar a la cascada más alta de las islas británicas pero paso de largo del desvío necesario para verla. No lo lamento en absoluto; en parte, porque el esfuerzo de hoy ya va a ser intenso de por sí, sin necesidad de tomar desvíos. En parte, porque poner el foco en el viaje quita importancia a objetivos que no vengan incluidos de serie. Simplemente, dejan de importar.

Termino de subir para, después de muchas horas, volver a la vertiente occidental. Aparece la fantasmagórica silueta de Quinag, la montaña más rara de Escocia: algo así como lo que pasa cuando colocas una mole de arenisca en primera línea de contención junto al Atlántico norte.

Abajo, se ve la línea oscura de la carretera. Desierta, tanto por falta de tráfico como por ausencia de nada visible que unir. Sólo una traza gris en el páramo.

El sendero de bajada es de buena calidad, más pedregoso que fangoso, y me permito el lujo de llegar al asfalto con los pies semi-secos. El resto es un incómodo trámite.

La carretera de Kylesku. Día oscuro, foto borrosa

Trámite porque ya no hay que pensar. Incómodo porque estoy muy cansado y porque, acabadas las dificultades, desparece también la tensión que me mantiene en posición vertical. Ya sólo quiero doblarme y descansar y hace falta una buena dosis de voluntarismo para seguir caminando. Aunque sea por fácil asfalto. El premio será el hotel de Kylesku.

A pesar de estar cerca del nivel del mar, el ambiente es de desolación tipo tierras altas, no hay apenas árboles y hasta parece que escasea el suelo capaz de sostener vegetación. Aquí y allá, aflora la roca.

Tras algunos edificios aislados, Kylesku: una línea de casas frente al pequeño puerto en una esquinita resguardada del loch. El mar está cerca pero no es visible. La gente estará por algún sitio aunque no es visible tampoco pero la señal de la carretera es inequívoca: desvío hacia el hotel a 45 metros.

Es lunes, no hay ni blas por ningún sitio pero, increíblemente, ¡el hotel está completo! No sé de dónde salen los huéspedes… pasado el instante de incredulidad, mi interlocutora reacciona rápido:

– ¿tienes una tienda?

– sí (ya veo por dónde vas…)

Y, si acampo por aquí cerca, ¿puedo venir a cenar (que es lo que realmente más me apetece en este mundo ahora mismo)?

¡Trato hecho!

Tendré lo mejor de ambos mundos: cena rica en salón con chimenea y un confortable campamento en un bosquete de abedules. Un día muy largo con final feliz.

Improvisado campamento en Kylesku

El balance sobre mi equilibrio emocional es positivo pero con matices: me he hecho los deberes y me han salido bien; al final, ni siquiera lo he pasado del todo mal. Por otro lado, soy consciente de estar haciendo un viaje de mínimos convertido en un cumplir expediente a duras penas. Si pretendía salir de aquí con el diploma de viajero aguerrido, voy listo.

Me conozco mejor a mí mismo. Eso está muy bien.

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1 comentario

  1. Luis

    Leerte es un placer, no sólo entretienes sino que también enseñas, se aprende contigo. Un abrazo.

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