Inglaterra es una de las regiones más densamente pobladas del mundo. No queda mucho espacio para la naturaleza y, por tanto, tampoco para el viaje a pie que va por la naturaleza –el que intento hacer yo–. Por otro lado, Inglaterra es cuna de grandes historias de viajes a pie de múltiples tipos; si no en su campo, sí por parte de sus jugadores. Parece claro que hay cantera: algo en el ambiente debe ser propicio.

Bellotas y ovejas en el Pennine Way

The Pennine Way

Tradición viajera, una exigua dorsal montañosa y la necesidad de salvar un corredor “humanitario” de las garras de la urbanización dieron lugar al Pennine Way, la Ruta Penina, en una época, mediados del siglo XX, en la que este tipo de iniciativas aún no estaban en el imaginario popular. Se trataba, se trata, de recorrer Inglaterra en dirección norte-sur –a lo largo– sin que parezca que siempre estás a las afueras de alguna ciudad.

En Castellano, el nombre, la “ruta penina”, suena fatal, uno de los nombres con menos glamour de la historia de las rutas. Nunca pregunté a la gente de Inglaterra qué tal les sonaba en su propio idioma.

Localización

El centro-norte de Inglaterra. La parte más estrecha de la isla, desde los Midlands hasta la frontera con Escocia.

Longitud

435 km o 270 millas

Terreno

Páramos cimeros de una cadena montañosa que no da la impresión de serlo. Prados y granjas en los huecos entre sección y sección de cordillera.

Época

Primavera, verano y otoño. En invierno también se puede hacer aunque la localización expuesta y el clima de la zona son una combinación que sólo admite gente muy aguerrida.

The Pennine Way

Los montes Peninos

Inglaterra no tiene muchas montañas, todas ellas en su mitad norte y pocas, muy pocas con perfiles mínimamente alpinos. La cordillera de los Peninos es poco más que una hilera de colinas romas cuya máxima cota no llega a los 900 metros. Y, sin embargo, esa modesta altitud, en las islas británicas, es suficiente para crear unas condiciones radicalmente diferentes a las de las tierras bajas. No son montañas elevadas pero son las más altas de la zona y se llevan todos los mamporros de un clima ya de por sí poco amable. Su realidad habitual se resume en lluvia, viento y niebla. Suelo fangoso y la vegetación, herbosa y gracias.

No hay árboles en los Peninos, no hay relieves abruptos y el grado de exposición es alto y, lo que es más importante, constante.

Midlands to Borders

Entre Manchester, Sheffield y Leeds, en medio de una de las mayores concentraciones urbanas de la isla: ahí se encuentran las primeras elevaciones peninas y ahí empieza/termina el viaje. Como casi toda ruta, tiene más glamour el recorrido en un sentido que en el otro y, en este caso, parece claro que resulta más evocador caminar de sur a norte. Empezamos en los Midlands, pues, recorriendo, por este orden, los South Pennines, The Yorkshire Dales y los North Pennines. Desde el punto de vista del observador indocumentado, no encuentro mucha diferencia entre una zona y otra. En todo caso, en Yorkshire Dales hay algo más de roca y menos páramo.

La ruta podía haber acabado aquí pero se alarga un poco más hasta llegar a los levemente remotos montes Cheviot y los Borders, la franja fronteriza con Escocia, de relevancia histórica que el Pennine Way rescata para hacer de ellos su última frontera. Realza, así, el simbolismo de todo final: no termina en un sitio cualquiera.

Norte y Sur

Aunque el terreno es muy parecido a todo lo largo de la ruta Penina, el camino tiene dos mitades claramente diferentes: la mitad sur es fácil. La mitad norte, no.

Tan Hill Inn, el pub en medio del páramo, es, muy aproximadamente, el punto medio, como se encarga de recordar una simpática señal en uno de sus salones, y funciona como una frontera entre dos mundos; hasta Tan Hill, casi no hay que mojarse los pies y la orientación no es problema: senderos bien marcados, losas de piedra en los fangales.

Nada más salir de Tan Hill, me sorprende la ausencia casi completa de algo que llamar camino y ya no hay losas: hay que meter los pies en el charco y la progresión es mucho más lenta. ¡Páramos enfangados! Pasado el shock inicial, no queda más que rendirse a la evidencia: caminar así tiene su encanto.

La mitad norte no va a ser siempre un cenagal porque también hay zonas bajas donde la ruta toma buenos caminos o incluso pistas pero algo sí está prácticamente garantizado: las travesías de páramos significarán recuperar la esencia del viaje a pie en su mejor versión británica: sin sendero y a lo mojado.

En los South Pennines y, en menor medida, en Yorkshire Dales, el territorio está muy poblado y el sendero Penino, muy concurrido. Las infraestructuras responden a este nivel de uso. No sólo por facilitar el acceso a cualquier tipo de caminante, que también, sino por proteger el suelo de la erosión. Es fácil imaginar lo que pasa con un suelo tan esponjoso cuando es pisoteado más allá de su límite natural: se convierte en un fangal impracticable y, como consecuencia, la gente se busca la vida fuera del sendero, pisoteando más suelo y dejando extensiones considerables hechas un desastre. No hay grado de civismo que pueda arreglar esto, es una cuestión de números. La solución ha sido “embaldosar” la traza del sendero. Parece que funciona.

Losas sobre el páramo

Al norte, parece que aún no ha llegado ese problema. No hay infraestructuras y toca enfrentarse a la esencia de viajar a pie por estas regiones: los páramos. Sí, como los de Escocia.

Caminar por los páramos es una experiencia diferente: el suelo es un fangal ininterrumpido en el que hundir el pie hasta -más o menos- el tobillo en cada paso; y habitualmente no hay una marca clara que seguir, por lo que hay que orientarse: divertido cuando hay visibilidad; tenso cuando no.

No me quedo con ninguna mitad. Venga, sí: la segunda… es más estimulante y deja más sensación de logro. Aún así, la parte sur tiene su encanto viajero también; plantea retos diferentes: al ser más sencilla de caminar, el foco se puede poner en la distancia recorrida y en la sensación espacial de viaje que conlleva; y es un marco estupendo para la meditación activa: buscando solución a los grandes y pequeños problemas del mundo. A los propios, también.

La Inglaterra rural

A pesar de su hiper-urbanización, Inglaterra conserva mucho encanto, como el de esos pueblos de piedra oscura donde todo -las casas, las vallas y hasta el suelo de las calles- está hecho con el mismo material. Las interminables series de prados siempre verdes, las granjas, las ovejas… ¡los pubs rurales!, centros obvios de interés tanto viajero como residente.

Sobra decir que recorrer a pie el territorio es la forma más rica y profunda de acercarse al ambiente rural. Esto último, en un sitio como Inglaterra, es algo que sucede de forma espontánea.

Lothersdale

Logística

Planificar un recorrido en la Ruta Penina es tan sencillo como quieras. Nunca se está muy lejos de las áreas urbanas y se pasa regularmente por algunas de ellas; directamente sobre el sendero o a una distancia razonable para hacer a pie. El transporte público es abundante; la red de alojamientos, densa. Quizá la única pega logística es que acampar no resulta del todo sencillo. Es casi un axioma que, si buscas un sitio, siempre lo encuentras pero no resulta atractivo tener que buscarlo en una región donde, oficialmente, no se puede acampar y donde tampoco hay muchas opciones para hacerlo discretamente fuera de la vista.

Las posibilidades de distribución de etapas son, por todo ello, infinitas. Será difícil encontrar dos personas que hagan el mismo desglose.

Señalización

Una bellota blanca es el símbolo que marca el camino. La señalización es decente pero no excesiva y es así de forma intencionada. No quieren que se les pierda la gente pero tampoco quieren que parezca un paseo por el parque. Me parece proporcionado.

Bellota blanca en Edale

El resto de la señalización es variada, según la entidad local que gestione cada tramo: aprovechando vallas o con sus propios postes, con chapitas clavadas o grabados sobre la madera, con simple indicación de dirección o con puntos de paso y hasta kilometraje.

Chapa sobre valla

Poste