This entry is part 10 of 14 in the series Pennine Way

Inicio: Greenhead
Fin: Bellingham
Distancia: 35 km

Greenhead está en el cruce entre el Pennine Way y la ruta de Hadrian’s Wall, el Muro de Adriano, que recorre esta zona del norte de Inglaterra de este a oeste a lo largo de, claro está, el Muro de Adriano. Hadrian’s Wall, como ruta, es más sencilla, tanto logísticamente como sobre el terreno y, sumando el atractivo histórico de la propia muralla romana, la convierte en una ruta más popular que el Pennine Way.

Hoy es lunes festivo y es de esperar que haya tráfico en Hadrian’s Wall. Durante 10 kms, el Pennine Way recorre el muro antes de volver a tomar dirección norte.

Me encanta el Trailstar. Es muy fotogénico

El día amanece tranquilo, frío y tímidamente luminoso. Buen tiempo, para los estándares locales.

El Muro de Adriano está intensamente explotado como atracción turística, con discretas pero numerosas infraestructuras ilustrativas. Lo mejor de todo es que se puede recorrer a pie tal cual es, sin barreras ni intermediarios. En este tramo, al menos, la ruta discurre literalmente pegada a la fortificación sobre un encantador entorno de praderas verdes. Originalmente, tenía cuatro metros de altura de los que sólo queda uno, allá donde se ha conservado algo. El resto, como suele suceder en estos casos, fue desmantelado para construir otras cosas. Con todo, es una construcción muy interesante, profanos incluidos: tiene más de 2000 años.

El muro de Adriano

El emperador Adriano pensó que ya había llegado lo suficientemente lejos por estos confines atlánticos y decidió parar y construir un muro de costa a costa. Nunca está muy claro con estas cosas si el muro era para defenderse de los de fuera o para que no se escapen los de dentro. Los romanos aprovecharon una falla natural formada en el borde del Whin Sill (placa de roca dura que ocupa una amplia área en esta región), perfectamente visible a lo largo de la ruta:

La parte del muro que no construyó Adriano

El Muro tenía torres de vigilancia, una por cada milla, y hoy se puede ver y visitar la planta de algunas de ellas:

Torre

Me lo tomo con mucha calma; no tengo prisa: hoy sólo van a ser 35 kms… chupado… luego no será tan chupado pero, al principio, es fácil pensar que lo va a ser… y el lugar merece un poco de pausa y contemplación. Otear horizontes cual vigilante, mirar lejos para ver si se ve Escocia o todavía no… pasar junto a las piedras según éstas se adaptan a las ondulaciones del terreno y sentir lo bello que es el viaje a pie.

Hadrian’s Wall

A partir de media mañana, la ruta se empieza a llenar de excursionistas ocasionales, familias con peques incluidas. También hay algunos mochileros. Un día estupendo para caminar por un sitio bonito y muy especial. Mucho viento, eso sí.

Otra torre

Llego al punto en el que el Pennine Way se separa del Muro y hago un alto que sirve tanto para descansar y comer algo como para pasar página: nada más reanudar marcha, en cuestión de minutos, las multitudes han quedado atrás y vuelvo a estar solo. Sobre el papel (el del mapa), la ruta hacia Bellingham no parece difícil y, de hecho, no lo es: no hay terreno elevado ni demasiado expuesto. Sobre el terreno, compruebo enseguida que no es un paseo: sendero de poca calidad, cuando lo hay; mucho barro y mucha agua. Y, en fuerte contraste con la primera mitad del día, ni un alma. No hay ni ovejas.

Como novedad, el Pennine Way pasa por varios tramos de bosque. Es menos natural que el muro de Adriano, la típica plantación de coníferas abigarradas:

¡Bosque!

En el bosque, al menos, el sendero es claro aunque, a menudo, horrorosamente fangoso. Hubo alguna ocasión en que creía que no pasaba…

Si no es bosque, páramo, con el ya conocido escenario de fango y camino que no es. En una ocasión, llego a perder la ruta, al seguir una leve traza que no era la mía. La orientación en el páramo es cuestión de acostumbrarse a moverse en un mundo con tan pocas referencias que el mapa resulta poco útil. Se trata más bien de observar, intuir la dirección buena e ir por ahí. Supongo que, como todo, se aprende con práctica y yo no tengo mucha.

¡Páramo!

Ni práctica ni ocasión de ganarla porque los tramos de páramo son cortos. Un poco más de bosque, otro páramo y, por fin, un valle y de vuelta a entornos humanizados. Me gustan mucho los ríos:

Warks Burn

Había puente pero, viniendo del páramo, crucé por el vado, como los caballos. Pies mojados pero (más o menos) limpios.

El resto de la jornada es un tanto trámite, con el Pennine Way circulando entre granjas, perfecta imagen de la Inglaterra rural. Así, hasta Bellingham, el último pueblo propiamente dicho hasta el final de viaje.

Bellingham

A orillas del North Tyne, Bellingham es sorprendentemente grande. Uno se ve ya en los confines del mundo conocido y parece que se acaba la civilización pero, qué va, tiene supermercado, un par de pubs y una granja curiosamente situada junto al propio centro urbano (tampoco es tan grande el lugar…) que ofrece albergue y camping. Camping, pues…

Demesne Farm

La granjera de Demesne Farm es bastante más simpática que sus predecesores en mi viaje y, además, me anuncia que el pronóstico del tiempo es relativamente bueno para el último empujón. No sé si fiarme o si me dice lo que quiero oír pero tanto da: es lo que quiero oír y me quedo contento con ello.

Cena estupenda en uno de los pubs, muy merecida: no me auto-homenajeaba desde Tan Hill.

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