This entry is part 4 of 14 in the series Pennine Way

Inicio: Lothersdale
Fin: Tennant Gill
Distancia: 34 km

La mañana me enseña una de las limitaciones del Littlestar: es pequeñito y la escasez de espacio vertical es un incordio cuando todo está tan mojado como hoy. Lothersdale amanece envuelto en niebla y todo está chorreando, incluídas las paredes interiores del toldo amarillo. Condensación XL. Catálogo de contorsiones para salir del saco…

Niebla en Lothersdale

Otra cosa que también está muy mojada es la hierba. Ni con lluvia habría estado tan saturada. En cuestión de segundos de cruzar prados, tengo los pies empapados como si los hubiera metido en un río. Como en los páramos, pero sin barro.

Ascenciendo por la colina, de repente, salgo de la niebla y aparezco en un mundo luminoso de sol, cielo azul y suelo verde brillante mientras la nube se queda en el valle, una clara situación de inversión térmica en condiciones de alta presión. Parece que va a ser un día de tiempo tranquilo.

Un corto tramo por páramo para bajar definitivamente al Aire Gap, el tramo más humanizado de todo el Pennine Way. Kilómetros y kilómetros de prados interminables en un entorno coqueto en el que lo único que no es verde son las ovejas. Muchas ovejas. Como ya es tradición en mis rutas primaverales por las islas británicas, me encuentro con los corderitos recién nacidos. Son una monada.

The Aire Gap

Otra cosa muy inglesa son las vías navegables. Quizá no tanto aquí, en el norte, con tanta «montaña», pero precisamente el Aire Gap era el único sitio por donde podían esperar cruzar navegando de este a oeste. Y construyeron un canal entre Liverpool y Leeds al que apropiadamente llamaron «Leeds and Liverpool Canal», con sus esclusas y sus barquitos de recreo estrechos y alargados: el ancho justo para caber en las esclusas.

Leeds and Liverpool Canal

Hasta ahora, llevaba una buena cuenta mental del terreno por el que había ido pasando, de la sucesión de colinas y valles. En el Gap, ya no: tras un rato de subir y bajar pequeñas lomas, ya parecen todas iguales y, salvo porque puedo ver el sol (y eso me orienta), podría haber estado dando vueltas y no me habría dado cuenta.

Aprovecho un comedero vacío para poner a secar todo el material de acampada, que estaba empapado.

Cosas húmedas para secar

Por fin, Gargrave a la vista. Es el primer pueblo grande por el que directamente pasa el sendero y será el primer sitio donde reaprovisionaré. También es el final del Gap: allí, al fondo, las primeras elevaciones adjudicables a los Yorkshire Dales:

Llegando a Gargrave

Gargrave es bonito sin estridencias, tranquilo y, en un día como hoy, un soleado martes de mayo, bucólico. Tiene un supermercado sorprendentemente grande y un agradable parque junto al río donde, por primera vez en lo que va de viaje, me permito un descanso de más de 20 minutos a mitad de jornada.

El Pennine Way está muy presente en el imaginario local, representando correctamente aquello de una cultura social que da importancia a sus senderos y donde viajar a pie es una actividad de prestigio. Además, la señal en mitad del pueblo me sirve para entretenerme haciendo cuentas sobre si llevo déficit o superavit:

Los dos puntos focales para quien recorre el Pennine Way

Al norte de Gargrave, y por primera vez desde Edale, la ruta sigue el curso de un río, algo poco habitual porque los ríos fluyen hacia este u oeste. En su cabecera, el río Aire tiene dirección sur.

Una bienvenida novedad, por el propio río pero, sobre todo, por el arbolado. Hasta este punto, los árboles eran un hecho aislado o, a lo sumo, un pequeño bosque del que se salía enseguida. A lo largo del cauce, su presencia es constante. Los árboles en esta parte del mundo son el paradigma del elemento protector, acogedor y casi místico, con su denso ramaje y espléndido porte. Muchos aún están sin hojas; otros tantos, empiezan a brotar. Caminar por este entorno resultó reconfortante y encantador.

River Aire

Al final del valle, Malham, otro pueblo que parece sacado de las pelis de Robin Hood. Íntegramente de piedra y concurrido por visitantes con un claro sesgo andarín, como evidencia el cartel a la puerta del pub local:

Muddy Boots Welcome

Malham resulta especialmente bonito y acogedor, sensación esta última amplificada porque la tarde se ha tornado nublada y un tanto desapacible. Me encantaría quedarme aquí por el resto del día pero acato la disciplina del viaje y, tras tomar algo caliente en el pub, continúo.

Malham

El próximo tramo es especialmente interesante: ¡paredes rocosas en Inglaterra! Esto sí que es un rara avis. Al norte de Malham, hay una zona kárstica donde el mix de piedra caliza y prados verdes recuerda muchísimo a los montes cantábricos. El punto más espectacular es Malham Cove, un gran anfiteatro de cuya base brota el río Aire tras un tramo subterráneo, estilo Guadiana.

Malham Cove

A estas horas de la tarde, los senderistas están ya de retirada en el pub pero la base de la pared está petada de escaladores, comprensiblemente: es una pared estupenda, hoy está seca y no hay mucho más donde elegir.

El sendero sube por un costado para alcanzar la parte superior y seguir adelante por un entorno inhédito hasta ahora, entre paredes rocosas. Poco más allá, pasa junto al lugar donde el río Aire desaparece de golpe, colándose por unos imperceptibles agujeros. El cauce es pequeño y el fenómeno no resulta espectacular pero sí curioso.

El río Aire se va al subsuelo

Ya fuera de la zona rocosa, en cuestión de metros, vuelvo a los relieves suaves y los panoramas amplios. No ha durado mucho la reclusión.

Malham Tarn es un lago natural, otro elemento poco habitual. El río Aire nace en su desagüe. El PW rodea más de la mitad del perímetro y cruza el bosque que cubre la orilla norte. Es última hora de la tarde y el cielo se ha quedado de un gris plomizo bastante desapacible.

Malham Tarn

Hubiera sido ideal acampar por la zona pero no parecía fácil encontrar un sitio discreto. El bosque aparecía etiquetado como zona de alta protección ambiental y estaba recorrido por una amplia pista que daba acceso desde una carreterilla cercana a una casona que funcionaba como alojamiento, así que seguí adelante para salir a campo abierto a un área bastante menos acogedora pero mucho más discreta.

Littlestar en los páramos

Aunque ya no se vea apenas la roca, el sustrato calizo crea un ambiente en superficie muy diferente del habitual páramo marrón: aquí, el suelo es hierba verde y está seco así que no es difícil encontrar un sitio donde plantar el Trailstar.

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