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Tras el paréntesis en Wrightwood, continúa la travesía de las montañas San Gabriel hacia la «tierra prometida», ese shangri-la senderista que es Agua Dulce. Vamos para allá…

Día 20: Highway 2 (Wrightwood) – Little Jimmy Campground

Distancia: 14 m / 23 km. Acumulado: 409 m / 658 km

Dije que no madrugaba y que hoy era día de descanso. Cumplí lo primero pero no lo segundo. Culo demasiado inquieto para pasar tiempo simplemente descansando; unas horas, está bien pero no puedo con más. Aún no he tomado un día de estricto descanso pero tengo Agua Dulce a la vista y ahí no me va a quedar más remedio.

Salgo de Wrightwood después de comer, dispuesto, esta vez sí, a buscar transporte para subir al sendero. No hace falta buscar: según camino hacia la salida del pueblo, pasa Clark con su furgoneta y me dice si quiere que me suba… y yo, como don Camilo: ¡venga!

Me queda menos de medio día pero, con pilas recargadas, camino a toda leche. El PCT sigue por las zonas más escarpadas de los San Gabriel, empezando por la subida al emblemático monte Baden Powell (emblemático para los Boy Scouts por no sé qué historia). Uno de los pocos picos a los que sube el PCT.

Escarpados montes San Gabriel desde las laderas de Baden Powell

La bajada es por una aérea, estrecha y, por supuesto, espectacular cresta, con vistas a ambas vertientes. Estiro el día para llegar a Little Jimmy, otro campground básico y totalmente desierto. Hay una fuente cerca, de ahí el esfuerzo por llegar y la cena en penumbras.

Día 21: Little Jimmy Campground – Fountainhead Spring

Distancia: 28 m / 45 km. Acumulado: 437 m / 701 km

El PCT continúa su descenso según las montañas van menguando. El ambiente se hace más cálido y el terreno más árido pero no desaparecen del todo los árboles. En un cruce con una carretera, encuentro un cartel: «Thru-hikers: refrescos ahí enfrente» o algo así… y «ahí enfrente» es la caravana aparcada en el aparcamiento, donde está Okie Girl, una veterana senderista, ofreciendo cosas ricas al que pasa a cambio de un poco de conversación (es broma lo del «a cambio»; por supuesto que no hay voluntad de cambiar nada por nada)

Allí están unos viejos conocidos: Rolling Thunder, Three Gallon y Cucumber Boy. Sabía que estaban cerca. Okie Girl nos anuncia que viene mal tiempo; curioso, será la primera vez que encuentro mal tiempo en esta tierra donde parece que no vaya a hacer malo nunca (al menos, en esta época)

Okie Girl y sus invitados de esta tarde

Tras un buen rato, salgo con los tres de arriba, con la intención de avanzar lo más posible para dejar atrás la siguiente tacada de montañas antes de que llegue el frente; parece que va a nevar, incluso, y preferimos que nos pille lo más abajo posible. Y, así, ponemos ritmo de «mucha prisa» y, a toda leche, pasamos de largo un último arroyo en un último valle y empezamos a subir otra vez entre, ahora, chaparral, intentando llegar a la siguiente fuente, cosa que necesitamos porque no llevamos agua suficiente para pasar la noche. La fuente está seca y hay que avanzar un poco más hasta otra que es poco más que un charquito en el suelo y a donde llegamos en penumbras. No sé yo si merecía la pena el palizón para evitar un mal tiempo que seguro que luego no es para tanto pero, bueno, hecho está.

Día 22: Fountainhead Spring – North Fork Saddle Ranger Station

Distancia: 25 m / 40 km. Acumulado: 462 m / 743 km

Acostumbrado ya a no montar el tarp para nada, consulto con el oráculo: «Rolling Thunder, ¿cuándo han dicho que iba a llover?» «No antes de mañana», responde, en ese inglés acelerado que entiendo sólo a medias. Esto sucedía anoche. El caso es que RT me dijo lo que quería oír y yo no monté el tarp, ni él tampoco… y de madrugada empezó a llover.

No es que lloviera mucho pero la temperatura había caído en picado… lo que no estaba nada mal. La verdad es que el tiempo, así, era mucho más agradable para caminar. Estaba nublado y hacía fresco pero apenas llovía.

Amanecer rojo en las montañas San Gabriel

Los otros dos van por detrás en paradero indefinido y yo me quedo con Rolling Thunder. Es en una de estas conversaciones cuando hablamos de los planes para la Alta Sierra y veo que los suyos son prácticamente iguales a los míos: primeros de junio, sin reaprovisionamiento y escalando Whitney. El equipo que piensa llevar es, también, prácticamente calcado al mío, raquetas de nieve incluídas. Cuando me habla de la técnica neozelandesa (él vive allí) para cruzar ríos (el gran problema de la Alta Sierra y una de las razones fundamentales por las que quiero buscar compañía para esa sección) y de cómo en su tierra es el pan suyo de cada día, menciono: «ya está, ¡es contigo con quien quiero ir por la Alta Sierra!». Lo decía medio en serio, medio en broma pero es curioso pensar cómo de premonitorio resultó.

Los San Gabriel están ahora en tamaño colina y la zona está llena de pistas, el entorno no es muy atractivo pero el tiempo gris le da un carácter nuevo al paisaje. La disponibilidad de agua sigue guiando las etapas y decidimos ir hasta la estación de Rangers donde sabemos que la podemos obtener. El día se me hace largo y pesado, signo claro de que mi cuerpo está acumulando cansancio. Rolling Thunder es un tipo eléctrico, va a toda leche, más rápido de lo que a mí me suele gustar, pero me adapto.

El Ranger de guardia nos dice que va a llover mucho por la noche. Esta vez sí montamos los tarps, aprovechando la zona plana de los corrales de los caballos (vacíos de caballos, eso sí)

Día 23: North Fork Saddle Ranger Station – Agua Dulce

Distancia: 18 m / 29 km. Acumulado: 480 m / 772 km

Al final, llueve algo pero tampoco mucho. El día 23 de la era PCT’06 amanece aún gris y fresco, lo que está muy bien. Hoy toca más sube y baja por colinas cubiertas de chaparral y plantas herbáceas amarillentas. No me cabe duda que, con tiempo soleado, esto hubiera parecido más bien árido, más de lo mismo pero, con el cielo gris, no puedo evitar mencionarlo: ¡esto es clavadito a las tierras altas de Escocia! RT también conoce Escocia y creo que está más o menos de acuerdo.

Agradable paseo por las estribaciones de los San Gabriel

Estamos cada vez en cotas más bajas y ya es habitual cruzar carreteras, aparte de las innumerables pistas de tierra. No es el más atractivo de los escenarios pero hoy nada importa, sólo queda un empujón para llegar a Agua Dulce.

Agua Dulce es un sitio muy especial desde que la familia Saufley, que vive allí, empezó a acoger thru-hikers, hace unos años ya. Desde entonces, su casa ha conseguido hasta un nombre, Hiker Heaven, significativo de lo que este lugar significa para todos nosotros. Los Saufley montan tiendas comunitarias (como las de Mash, pero en pequeño y sin color de camuflaje) y han convertido su casa en una especie de templo que ningún thru-hiker osaría perderse. Casi ninguno. No es ya que te puedas alojar de-gratis, es el pedazo de ambiente que se monta allí. Donna y Jeff Saufley se merecen todos los monumentos, no ya por el favor físico sino por lo majos que son y por lo que bien que nos lo hacen pasar allí.

Allí llegamos RT y yo pasado mediodía. Nos cruzamos con varios thru-hikers que se marchan ahora; entre ellos, dos viejos conocidos, Sauerkraut y Alina, a quienes no veía desde ADZPCTKO y a los que me alegro mucho de poder volver a saludar.

Agua Dulce es parada técnica para mí. Necesitaré dos días para hacer todos mis deberes y, de paso, pasar un buen rato en buena compañía, empezando desde ya mismo.

Días 24 y 25: Agua Dulce

Distancia: 0 m / 0 km. Acumulado: 480 m / 772 km

Los dos días en Agua Dulce son, por fin, mis primeros días de estricto descanso. Al menos, descanso de mochila a la espalda, porque hay mucho que hacer. Aquí recibo mi caja itinerante y mi caja «invernal», ambas esperando en el ya famoso garaje de los Saufley, convertido en oficina postal improvisada. Tengo que reenviar ambas, cada una a su sitio, de acuerdo a lo planificado, además de hacer las compras y montar un gigantesco envío de comida de cara a toda la sección sin reaprovisionamiento de la Alta Sierra.

Agua Dulce es muy pequeño y apenas tiene servicios pero los Saufley nos dejan el mastodonte este que llaman coche, o algo así, para que vayamos a Los Angeles. Lo de Los Angeles es un poco difuso porque esa ciudad es tan grande que es difícil decir dónde empieza y dónde acaba. Nada de Hollywood o Malibú, las tiendas a las que vamos están en un barrio cualquiera que, por lo que se ve, pertenece a LA pero porque lo dice el mapa. Ni siquiera está cerca el mar.

Lo gracioso del caso es que, por razones que sería un poco largo explicar, ¡me toca conducir a mí! el trasto este en la excursión del día y, lo que es peor, volverme solo por esas autopistas de dios… cruel y frontal choque con la civilización, ¡si yo estoy viviendo en las montañas y ya no me acuerdo de nada que no sea montar tarps, encender hornillos o cargar mochilas! En fin, la cosa tuvo su gracia. Nunca había conducido un cacharro tan grande.

Y, encima, hago la foto aparcado entre dos plazas… yo qué sé, era muy grande…

Día 1 para hacer todas las compras y, por la tarde, montar las cajas; día 2 para ir a correos y enviarlo todo. No podía hacer las dos cosas en el mismo día. El resto del tiempo, para pasarlo con toda la gente allí congregada, reencontrar a muchos y conocer a otros. John es de Montana pero vivió en Pamplona de pequeño y habla un castellano perfecto, además de ser un tipo encantador. Lucky es irlandés y, jopé, también habla un castellano notable… así, cómo voy a practicar inglés… y también me cae muy bien. Reencuentro a Rita, preocupada por el sellado de las costuras de su tienda; a Pang y Claudia, los suizos, tan entusiastas como siempre. Mucha gente.

Contando historias junto al fuego en Hiker Heaven

Dos días para el relax y el recuerdo. Cuesta marcharse pero, a la mañana siguiente, será el momento.

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