This entry is part 14 of 118 in the series PCT Relato Completo

Distancia: 16 m / 25.8 km. Acumulado: 833.6 m / 1341.5 km

Forester Pass aún está lejos y tenemos que madrugar. Hace mucho frío y cuesta levantarse. Wright Creek espera unos metros más alante y llegamos expectantes. Es difícil decir si ha perdido caudal con respecto a ayer. Normalmente, los ríos llevan más agua a última hora del día, a consecuencia del deshielo, y por la mañana pronto suele ser el mejor momento para cruzarlos… salvo porque es cuando más frío hace y cuando peor sienta un remojón; pero lo primero es la seguridad.

Yo diría que sí ha bajado un poco pero sigue teniendo muy mala pinta. No es muy ancho pero baja furioso, con mucha agua y mucha corriente, en un cauce irregular lleno de rocas. No se ve el fondo. En estas circunstancias, es fundamental buscar el mejor camino, donde cubra menos porque con una corriente tan fuerte no es asumible sumergirse más allá de la ingle, como mucho muchísimo, e incluso a esa altura ya se corre riesgo de ser arrastrado. Tras una roca, hay menos corriente pero, normalmente, cubre más.

Elevator, Larry y Sandy habían salido un rato antes y ya no están aquí. O han pasado o se han ahogado todos. Es broma, no nos cabe duda que han continuado sin problemas. Rolling Thunder asume su papel de líder de vadeos / conejillo de indias y, tras investigar el cauce, decide pasar por el mismo sitio donde está el sendero. Cruza con cuidado pero sin problemas. Los demás, vamos detrás.

El agua está gélida y nos pilla en el momento del día en que peor sienta, cuando estás luchando por calentarte a base de caminar, pero estamos contentos de haber superado el obstáculo y, con moral renovada y pies insensibles, seguimos adelante.

Ascendemos a Bighorn Plateau, una planicie donde desaparece el bosque y se abren las vistas. El lugar es impresionante, rodeados de grandes picos y en un entorno ya completamente nevado. La orientación a la vista, por el momento, es sencilla. Hacia la izquierda, el oeste, se adivina la profunda muesca del valle del Kern; hacia la derecha, la divisoria principal, con picos y crestas por encima de los 4000 metros. El entorno es ya netamente alta montaña, al menos durante la travesía de la meseta hasta que empezamos a descender hacia un pequeño valle transversal y entramos en el bosque de nuevo. Las malas noticias es que cruzar un valle significa cruzar otro río. Afortunadamente, Tyndall Creek es bastante más sencillo que Wright.

Suncups en Bighorn Plateau

Desde aquí, nuevo ascenso y abandonamos el bosque definitivamente. Hemos reencontrado brevemente el sendero y aún es parcialmente visible mientras subimos hacia la entrada del valle que lleva a Forester Pass. Una vez ganada la entrada al valle, flanqueados por paredes a ambos lados, el resto del trayecto hasta la cabecera tiene poco desnivel y podemos ver nuestro futuro inmediato: allí, al fondo, está Forester Pass, el punto más alto del PCT. En este valle de altura, ya casi todo es nieve.

La ruta no tiene pérdida, a pesar de que el sendero esté oculto. Aprovechamos los afloramientos de roca para pisar en tierra firme pero, aunque ya está dando de pleno el sol, la nieve aún está muy dura y se camina bien… ¡salvo por las suncups!.

¿Imagináis una huevera? Pues las suncups son algo así. Extensiones interminables donde la diferente velocidad de fusión de la nieve ha creado un mundo de agujeros y crestas. Una pequeña piedra o una ramita que caiga sobre la superficie del manto nivoso recibe la radiación del sol y se calienta, fundiendo la nieve a su alrededor y profundizando hacia abajo, formando un hoyo cónico. A veces, aún se puede encontrar la ramita responsable al fondo de alguna suncup.

Es un infierno caminar por las suncups. Cuando la nieve está dura, suele ser mejor pisar en las crestas que, normalmente, aguantan el peso, salvo que sean muy finas; y procurar que el pie agarre bien y no deslice hacia alguno de los agujeros aledaños. Cuando la nieve se ablanda, las crestas empiezan a ceder y, antes que hundirse a cada paso, suele ser mejor aceptar la derrota de antemano y pisar en los agujeros. Esto consume mucha energía pero no tanta como padecer el hundimiento. Todo se complica más según las suncups van siendo más grandes. A veces, pueden llegar a un metro de profundidad aunque lo normal es no más de medio.

La aproximación a Forester Pass es nuestro primer encuentro serio con campos de suncups. Afortunadamente, la nieve se mantiene firme, que es la circunstancia mejor en este caso. Eso sí, hay que mirar cada paso. «Bailar» sobre las suncups, intentando evitar los agujeros.

Superado un segundo escalón, el resto del valle ya es casi plano y podemos ver la muesca correspondiente a Forester Pass. Es una pared de roca muy vertical, culminada por una canal igualmente vertical que da acceso al collado. El sendero ha sido tallado en la roca pero no sabemos exactamente dónde. El valle sigue estando cubierto de nieve pero las laderas están parcialmente despejadas; más cuanto más empinadas, y esperamos poder identificar los zigzags del PCT cuando estemos bajo el paso.

Aquella muesca del fondo a la derecha es Forester Pass

Pasamos junto a varios lagos helados y llegamos a la base de la pared. Allí, reencontramos a los tres que iban por delante, haciendo un descanso antes de empezar a subir.

Algunos usan crampones. La subida es empinada pero nada extremo, unos 35º y la nieve se ha ablandado ya un poco en superficie. Yo elijo subir tal cual; esto es, en zapatillas.

Más arriba, donde la pared se hace más vertical, desaparece la nieve y aparece la traza del PCT, tallado en la roca. Ya sólo queda seguirlo, hasta arriba, con la salvedad de que, en el punto en el que cruza la canal, a pocos metros del collado, aquella está cubierta por nieve, transformándola en un vertiginoso corredor de más de 50º. Hay que atravesarlo, son sólo 15 ó 20 metros pero tiene su riesgo: una caída podría ser fatal; muy difícil de parar antes de llegar a donde acaba la nieve y empieza la roca. Prohibido caerse.

Rolling Thunder cruzando la canal en Forester

Afortunadamente, hay huella y no hace falta tallar escalones (que es lo que hubiera hecho yo; aún no da el sol aquí y la nieve está muy dura). Pasamos todos sin problemas. Tras esto, basta seguir el sendero un par de minutos más hasta el collado. Forester Pass, 13200 pies o 3960 metros: se supone que, desde aquí, ¡todo es cuesta abajo hasta Canadá!

El panorama es sublime. Vemos buena parte de la aproximación, por un lado, y de la bajada, por el otro. Mundo de nieve por todos lados, excepto en el mar de picos y crestas, donde asoma la roca. No intento describir esto con palabras porque iba a salir muy empalagoso y, total, para nada. Es increíble estar aquí, no sé qué más decir. En retrospectiva, sé que habrá mucho más como esto en las próximas 2 ó 3 semanas pero este es nuestro primer gran collado y, aún habiendo subido Whitney ayer mismo, esto es el PCT y este es su punto más alto y eso tiene un significado especial. La sensación es increíble. Aparte de nosotros, no hay nadie más a la vista, como no lo habrá en todas estas jornadas que tenemos por delante. Esto es lo mejor del mundo. No puede haber nada mejor.

Forester Pass. Momento para estar contentos

Estamos un buen rato allí arriba, no hay quien nos eche. Elevator, Larry y Sandy sí que inician el descenso pronto pero nosotros tres estamos demasiado obnubilados, disfrutando del momento.

La vertiente norte es mucho más tendida. Ha llegado el momento de calzar las raquetas: tanto la pendiente moderada como la nieve, ya un poco más blanda, crean las condiciones. Abajo, trazamos mentalmente la mejor ruta por el valle a nuestros pies. Todo está nevado y nos podemos olvidar del sendero, somos libres de ir por donde queramos.

Nos hemos pasado y ahora hay que remontar un poco: descendiendo Forester Pass

El descenso es muy divertido, mezclando tramos en raquetas y, cuando es posible (pendiente adecuada y salida segura), deslizando. Aquí empezamos a comprobar si las raquetas merecían la pena o no: TG no las lleva y llega abajo mucho antes que RT y yo (que pasamos un rato poniéndolas y quitándolas); cuesta abajo, no hay mucha diferencia. Una vez en el fondo del valle, sin embargo, la progresión para TG es muy penosa, hundiéndose constántemente; a veces, hasta la ingle. RT y yo vamos mucho mejor.

Un primer escalón hasta una cubeta glacial, luego otro escalón que nos baja ya al fondo del valle principal, por el que ahora tendremos que descender. Nuestra vista y mente están puestas en el límite de la nieve: ¿hasta qué altitud tendremos que bajar para salir de ella? La nieve hace los paisajes más impresionantes, si cabe, pero también hace la progresión más penosa y, si bien aquí arriba la orientación es inmediata (al menos, mientras haga bueno), una vez empiecen los árboles la cosa se va a complicar mucho. Yo confío en Rolling Thunder, que es un monstruo de la orientación: un vistazo al mapa, otro al terreno y ya se lo sabe todo. Y acierta, el condenado. Yo procuro no depender de él y llevo mis propias cuentas… menos ágiles pero, hasta ahora, al menos, igualmente buenas y doy fe que RT controla. Él dice que en Nueva Zelanda es, lo mismo que cruzar los ríos, algo habitual y allí aprendes a hacerlo así de rápido. No sé… yo estuve en NZ una vez pero supongo que en un mes no hubo tiempo de que se me pegara…

Ya en serio, tener a RT al lado significa, para mí, confort emocional. A mí me gusta ser autónomo y depender de mí mismo y eso incluye saber que soy capaz de navegar este tipo de terreno con suficiencia pero me tranquiliza saber que RT está ahí, me siento más seguro.

Y, a todo esto, ¿qué hay de nuestro ánimo? Me alegro de hacerme a mí mismo esta pregunta porque esto merece comentario; no sólo por la situación actual sino por cómo evolucionará a lo largo de los días: hace bueno (cielo azul, buena temperatura), el escenario es espectacular, acabamos de pasar por el primero de los 6 grandes pasos de la Alta Sierra y estamos poco menos que eufóricos. Nos lo pasamos como niños, tropezando en las suncups, RT y yo con raquetas y TG sin ellas pero tropezando y cayéndonos parecido. Pero todo son risas, a costa de los demás y de uno mismo. Hablo por mí pero creo que el sentimiento era compartido: estar aquí nos parece la cosa más grande del mundo, estos parajes son indescriptíblemente bonitos, no hay nadie a la vista, ninguna traza humana, ni siquiera el sendero, que sigue oculto por ahí abajo. La sensación es de lo más fuerte que haya experimentado nunca. No traumática pero sí fuerte. «Intensa» es, quizá, la palabra mejor. Eso es: intensa. No hay nada más, ahora mismo. Este es el mejor sitio del mundo y aquí es donde quiero estar. Y aquí es donde estoy.

Mirando atrás; de vuelta a donde el agua es líquida

En suave descenso, llegamos al límite de utilidad de las raquetas, donde empieza a haber más y más roca y menos nieve, poco antes de llegar a otro límite, el del bosque. En cuanto escasea la nieve, aparece el sendero, allí donde el mapa nos hacía esperarlo, y le recibimos con alegría. Parece que ya va a ser todo fácil pero, una vez entre los árboles, los neveros son más grandes y a veces cuesta seguir la traza. Aquí es donde RT me empieza a asombrar de verdad: tiene una especie de sexto sentido para seguir adelante a través de 300 m. de nieve y emerger al otro lado justo donde el sendero reaparece. Nunca sabré cómo lo hace.

La idea era bajar todo lo posible, alcanzar la cota más baja a la que pudiéramos llegar antes de anochecer y acercarnos lo más posible al siguiente paso, Glen, para repetir mañana la jugada de hoy: subir por la mañana pronto y llegar a las zonas delicadas con la nieve en su punto. El PCT/JMT sigue el valle de Bubbs Creek en su dirección noroeste hasta que éste gira hacia el oeste para atravesar las montañas; ahí, el sendero toma un valle lateral y retoma la dirección norte para subir hacia Glen Pass. Intentamos llegar a Vidette Meadow, justo antes de dicho punto de inflexión, y lo conseguimos a buena hora. Cansados pero contentos, montamos confortable campamento en el bosque. Nos preocupa, si cabe, que aquí, a 9600 pies (casi 2900 metros), aún hay mucha nieve; dato significativo si pensamos que, en la próxima semana, apenas vamos a bajar de esta altitud. El JMT se mantiene casi todo el tiempo por encima de los 3000 metros y nos tememos que vamos a ver poco terreno seco en todo el recorrido.

Hacemos una hoguera que sienta de maravilla, tanto física como psicológicamente. Este aspecto de «vivir» en las montañas es una de las cosas que tanto echo de menos en Europa. En América, es fácil sentirse como un explorador de hace unos siglos: conectar con tu entorno gracias a cosas básicas como proveerte de calor. Aquí es una práctica habitual. En las condiciones presentes, se percibe como lo más natural del mundo y, supongo, lo es.

Creando hogar en Vidette Meadow

Un rato después, llegan Elevator, Larry y Sandy. Elevator es un tío muy fuerte pero los otros dos traen cara desencajada y nos confirman que se les ha hecho muy duro llegar aquí… que hicieron el esfuerzo, en parte, porque esperaban encontrarnos y que hubieran protestado si no hubiéramos tenido ya el fuego encendido. La velada sienta tan bien como puede sentar el descanso tras el trabajo bien hecho.

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