This entry is part 58 of 118 in the series PCT Relato Completo

Distancia: 30 m / 49 km. Acumulado: 1557 m / 2506 km

Última sección por la cresta antes de bajar a las profundidades de alguno de los valles que, como los que ahora se extienden a un lado y a otro, promete altas temperaturas y vuelta a las duras condiciones de secciones precedentes. Hablo con conocimento de causa.

La buenas noticias son que ya me siento bien, del todo. No sé qué es lo que tuve y si ha sido alguna forma leve de virus malo o que mi cuerpo ha combatido como un campeón una forma no tan leve pero me da igual, ya está olvidado. Vuelta a la normalidad; y eso significa, entre otras cosas, muchos kilómetros: Castella, la siguiente estación de la ruta, está cerca.

Hoy, el PCT retoma el arco hacia el oeste, hacia tierras menos áridas, y así seguirá durante varios días. El sendero, en esta sección, es de sensible menor calidad de lo que nos tiene acostumbrados y a veces cuesta un poco encontrarlo entre la maleza pero es más cuestión de adaptación mental que problema objetivo. Sigue progresando por crestas más o menos despejadas, con incursiones en el bosque aquí y allá, donde desciende a algún collado. Continúa la tónica de montañas relativamente modestas, sin apenas llegar a los 2000 metros, en medio del mar verde del bosque y a través de territorio de explotación forestal, por lo que el encuentro con pistas es relativamente habitual. Por lo demás, esta jornada ofrece bonitos panoramas y una progresión sencilla con desniveles modestos.

Crestas verdes y panoramas extensos

El agua sigue siendo un asunto delicado; en los valles, no lo sería pero, aquí arriba, hay que estar atento a los escasos manantiales y arroyos y no pasarse de largo ninguno; no hay muchos.

Desde media mañana, es visible el curso que la ruta tomará durante las siguientes horas y no puedo evitar una cierta urgencia por recorrer todo eso y llegar allí donde empieza el prolongado descenso hacia el valle de Deer Creek. Y no sé realmente por qué tantas ganas de llegar allí, todo es más bonito y agradable en las alturas. Ya tendré ocasión de echarlas de menos.

Hacia media tarde, último flanqueo, por la ladera de un pico prominente, y comienzo a descender. En ese punto, reencuentro a Larry y Sandy, a quienes no veía desde Old Station. Es divertido esto de ir encontrándote con la misma gente aquí y allá. El sendero abandona definitivamente esta cresta a la que, de todas formas, le quedaba sólo medio telediario y toma una de estas boscosas y angostas vaguadas camino del fondo del valle. Según desciendo, el ambiente me trae de vuelta las sensaciones de los cañones del río Feather: calor húmedo, bosque selvático, muy denso; siguen siendo abetos pero el aspecto y las sensaciones son diferentes.

En las áreas volcánicas de Lassen y Hat Creek, a pesar de la escasa altitud, no noté ni rastro de poison oak; aquí, voy atento: suele aparecer por debajo de los 1500 metros y este es el tipo de ambiente donde resulta abundante. Efectivamente, este es su territorio y no tardo en avistarlo a los lados del sendero. Cuidadín.

El PCT, un pasillo entre las matas de poison oak

Otros inquilinos de las altitudes bajas que ya tenía casi olvidados son las serpientes, pero las recuerdo de nuevo cuando me topo con una; qué susto me dio… estaba al lado del sendero, en la ladera, lado del monte, y oí el cascabel casi a la altura de mi cabeza. Era una pequeña que, según dicen, son las más peligrosas porque son serpientes jóvenes, que no tienen aún del todo claro qué hacer ante intrusos. Así como el resto de serpientes con las que me he encontrado hasta ahora han huído rápidamente y se han quitado de enmedio, esta no; levantó la cabeza y se quedó ahí, expectante y, por lo que a mi percepción respecta, amenazante aunque, seguramente, estaba más asustada que yo. Afortunadamente, le separaba del sendero un metro escaso y para cuando me dio tiempo de darme cuenta, ya había pasado de largo… yo, porque ella no se movió de su sitio. No me paré a sacarle fotos, por si acaso…

Este tipo de encuentros son los que te ponen en guardia y, hasta que te relajas otra vez, pasas un rato con los cuatro ojos puestos en los metros siguientes. Entre esto y el poison oak, te conviertes en un senderista paranoico. Nada grave, todo se cura con el tiempo.

El Poison Oak, hasta ahora, no me ha supuesto ningún problema. Parece fácil de eludir, si sabes identificarlo. Realmente, no tengo muy claro hasta qué punto es fatal rozarte con él; nadie parece tenerlo muy claro. Hay quien dice que diferentes personas tienen diferente sensibilidad y que, incluso, hay quien es más o menos inmune. No sé dónde estaré yo en esa escala pero intuyo que algo de eso debe haber porque, si no, con tanto como hay aquí, caeríamos como moscas. En una ocasión, me crucé con Larry y Sandy mientras hacían un descanso y les pregunté si sabían reconocerlo:

– Pues no…
– es que estáis sentados al lado de una mata. Es eso de ahí…

Por supuesto, no hay narices de tocarlo para probar. He visto lo que puede llegar a hacerte.

Lo bueno del curso actual de la ruta es que es todo cuesta abajo. Primero, con algunos zigzags en ladera; una vez alcanzado el fondo, a lo largo del mismo, en el típico recorrido sinuoso, como corresponde a un valle angosto. Es como si casi no llegara la luz. De hecho, llega poca pero como el bosque es tan denso la sensación se multiplica. Al menos, no hay que preocuparse más por el agua.

Llegamos casi a la vez a la confluencia con otro valle, que trae un río bastante grande, y a una buena zona de acampada. Los mosquitos no dejan disfrutar del relax vespertino.

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