This entry is part 60 of 118 in the series PCT Relato Completo

Distancia: 6 m / 10 km. Acumulado: 1597 m / 2570 km

Ayer no tuve ni tiempo ni ganas de hacer los deberes pero hoy no pienso ni madrugar ni salir pronto; de hecho, hoy va a ser mi día de casi-descanso. Saldré por la tarde, pero prometo no dejarme llevar y, de verdad, salir por la tarde.

Esta mañana, necesito la chaqueta aislante por primera vez en ni se sabe cuánto tiempo. Hace frío, lo cual evidencia el cambio de tiempo, habida cuenta de que, aquí, estamos muy bajos en altitud: 640 metros al nivel del río (un poco más en el camping) en lo que constituye, creo, el punto más bajo del PCT hasta la fecha; un nuevo record de «profundidad».

El cambio de decorado, de todas formas, no implica mal tiempo, ni mucho menos: siguen los cielos azules; sólo es que ya no hace tanto calor y eso, por mi parte, es bienvenido, a pesar de la chaqueta por la mañana. Eso no importa.

La tienda es limitada pero más que suficiente para mis también limitadas necesidades de reaprovisionamiento. Es curioso cómo estas mini-tiendas tienen prácticamente todo lo que busco; que no es que me acople a lo que hay sino que, con contadas excepciones, encuentro lo que quiero.

El resto del día es de descanso. Peter, Tyler y Molly son una compañía muy agradable y me lo paso muy bien con ellos. Están de descanso porque necesitan la oficina postal y hoy es domingo; tienen que esperar a mañana. Esta es la parte buena de no depender de las oficinas postales; no he utilizado la de Castella.

Peter, Molly y Tyler en el camping de Castle Crags, Castella

La anécdota curiosa del día es el añadido inesperado a mi dieta: una avispa.

¿Alguien se ha preguntado a qué saben las avispas? Pues yo diría que a nada. Está crujiente. La cosa va como sigue: me estoy comiendo un bocata. Las avispas empiezan a rodear el bocata. Yo les dejo hacer, tampoco hay mucho más que hacer… si las espanto, vuelven… el caso es que están muy agresivas; no conmigo, sino con el bocata, hasta el punto de que las puedo ver masticando el jamón y han cogido tanta confianza que cuesta que lo suelten: agitar la mano ya no sirve, hace falta darles un buen cate. Pero vuelven.

Bueno, no me apuro; me limito a espantarlas antes de dar mi bocado y luego les dejo hacer. Comparto mi bocata. Bueno… pues llego al último pedazo; espanto todas las avispas, verifico que no queda ninguna y me lo meto a la boca. Según mastico, noto un pinchazo en la parte interior del labio y no tardo muchos nanosegundos en darme cuenta que se me ha debido colar alguna y está haciendo de las suyas dentro de mi boca. Pobrecilla, yo le comprendo… no lo debe estar pasando nada bien y se defiende pero, claro, yo tengo que mirar por mí… ¿qué hago??? Un primer impulso me dice que «escupir» pero ¿y si no sale con eso y me pica más??? Ante la duda, decido… masticar, lo más deprisa que pueda. ¡Todo por que no me pique más!

Sentí crujir el bicho y eso es lo último que supe de la avispa. Yo seguí masticando, por si acaso y, claro, no lo iba a escupir… tampoco tenía razón para ello y, a fin de cuentas, ¡era mi bocata! Así que, una vez seguro de que la avispa ya era parte del bolo alimenticio, para dentro fue. Lo sentí por la pobre avispa pero nadie le mandó meterse ahí.

Todavía me duele el picotazo y no sé muy bien qué puede pasar después de que una avispa te pique ahí así que, con calma, pregunto a los presentes: «¿Alguien sabe de picotazos de avispas???»

Molly me dice que estaba pendiente de tanta avispa, pensando si no me iba a meter alguna a la boca… pero que, lo mismo que yo, tampoco vio ninguna cuando di el último bocado. No sé dónde estaba metida la maldita avispa… el caso es que el labio se me está empezando a hinchar pero me dicen que, a no ser que sea alérgico o algo así, no debería pasarme nada serio. Los chavales llevan antihistamínicos (yo llevo casi de todo pero, precisamente, eso no) y me tomo uno… o dos, ya no recuerdo; lo que sí recuerdo es que, al rato, me estaba quedando dormido hasta de pie.

El labio se me puso como un globo pero la cosa no fue a mayores. Al loro con el careto:

Adivínenme en qué parte ha sido el picotazo…

Al rato, la hinchazón empezó a bajar mientras yo daba cabezazos al aire, intentando no quedarme dormido. Hoy habrá sido el día que me comí una avispa.

Reconozco que, por un momento, flaqueé pero fui fuerte y, a eso de las cinco, pasadas la somnolencia y la hinchazón, conseguí recoger y decidirme a marchar. Me despido de los tres y les deseo buen viaje.

A la hora que es, el día no va a dar para mucho más pero necesito avanzar un poco. No por prisa sino porque siento que necesito moverme hoy. Al poco de salir, un encuentro inesperado: ¡Smiley! A este no le veía desde nada menos que Kennedy Meadows, ¡hace casi dos meses!

Smiley me cayó muy bien, en su momento, aunque hablé poco con él. Este tío sí que es hardcore… y perdón por el anglicismo pero es que este palabro me viene perfecto aquí y no encuentro uno equivalente y tan descriptivo en castellano: acaba de escalar Shasta. Escalada técnica; fácil pero con piolet y crampones y, además, muy larga, que la gente suele hacer en dos jornadas… él se la ha hecho en una pero lo que más me alucina es que, después, ni se ha tomado un día de descanso, ni tan sólo esa noche… ¡ha hecho auto-stop y se ha vuelto directamente al sendero! Y me dice que está un poco cansado… ya puedes estarlo, compañero…

Le dejo haciéndose la cena mientras avanzo un poco más, hasta encontrar un bonito emplazamiento con vistas en lo alto de una pequeña cresta. Duermo muy bien.

Series Navigation<< Día 91: Ash Camp – CastellaDía 93: Ridge after Sulphur Creek – Deadfall Lakes >>