En esta ocasión, tenía dos buenas razones para relajar un poco la disciplina ultraligera y llevarme alguna cosa más en la mochila: por un lado, el potencial para condiciones rigurosas; por otro, la incertidumbre de una zona y ruta sobre las que no pude encontrar toda la información con la que hubiera querido partir.

Ultraligero en el ártico: ¿funciona?

esta es una pregunta retórica que me alegro de hacerme a mí mismo. Por supuesto que funciona, lo mismo que lo hace en invierno o, para el caso, en cualquier circunstancia. El material puede ser diferente pero la filosofía es la misma. La pregunta más propia aquí sería si el típico equipo de 3 estaciones, tal cual he venido usando los años precedentes, era suficiente para salir adelante en Laponia…

Ultraligero en la tierra de los ultrapesados

Un experimento interesante era aplicar los paradigmas ultraligeros en territorio prohibido. La gente local argumenta que, en su región, es necesario un equipamiento a prueba de bombas y, frecuentemente, sobredimensionado y redundante. La cuestión es ¿es realmente necesario?

Es el mismo razonamiento de siempre sólo que, esta vez, amparado en un clima riguroso. «Si sales ahí fuera y no llevas tal, y tal… morirás». ¿Seguro? Al final, se trata del típico caso de inercia según la que, como nadie lo prueba, nadie lo sabe. ¿Voy a tener que hacer de conejillo de indias de un juego peligroso?

Veamos… parte del estándar escandinavo se compone de:

  • Mochila enorme. Son bastante comunes las de armazón externo.
  • Tienda túnel. Yo pensaba que iban a ser todas Hilleberg pero, al parecer, es Hellsport la marca más utilizada. Casi todas las tiendas que vi eran de estas.
  • Botarras. De cuero grueso, con una caña altísima y parece ser, además, que es común que sean semi-rígidas.
  • Chaquetón impermeable. Yo tengo uno de estos, hace años que no lo uso. Pesa más de 1 kg él solo.
  • Pantalones impermeables. De material denso. Se asemejan a los pantalones de esquí.

Nunca compartí campamento, así que no tuve ocasión de meterme en más intimidades.

Cuando me cruzaba con alguien, había dos cosas principales que les llamaban la atención; una, la mochila: «¿tan pequeña…?» Y eso cuando asumían que iba de refugio en refugio y no llevaba tienda y quizá ni saco…

La otra era el calzado. Si lo de «al monte, con botas» es prácticamente un axioma en todos lados, en Escandinavia es casi religión. Y lo de las zapatillas, sacrilegio. «pero ¿no llevas más calzado que ese?» o «y esas zapatillas, ¿son rígidas?»

Las conversaciones sobre la marcha no solían ir mucho más allá pero alguna vez tuve ocasión de compartir más tiempo con gente que se interesó por ver cómo era posible, dónde estaba el gato encerrado.

No hay gato, sólo la habitual labor de auditoría rigurosa, unida al imprescindible proceso de prueba y error. En ese sentido, este viaje ha sido una piedra de toque en cuanto a lo de las pruebas; afortunadamente, han aparecido pocos errores.

Si el PCT fue un test de la filosofía ultraligera en largas distancias y condiciones variables, Nordkalottleden ha sido una prueba en condiciones prolongadas al filo de lo que venimos a llamar “tres estaciones”. Contaba con esa posibilidad y, con buen criterio, añadí algunos elementos y cambié otros con respecto a lo que había venido usando.

El éxito o no es una medida relativa y depende no ya de llegar o no al final o de hacerlo a tiempo; es importante evaluar también el “cómo”. Ultraligero no debe traducirse en ultraprecario.

Resulta asombroso cuán poco más era necesario añadir para extender el rango de confort al Nordkalottleden pre-invernal. Y es estimulante ver cómo, en el más puro paradigma ultraligero, no sólo se puede salir adelante con la misma suficiencia de los ultrapesados sino, incluso, con más.

No es ya que un equipo optimizado, ligero y compacto funcione bien o tan bien como uno pesado y tradicional… es que puede funcionar incluso mejor. Una de las medidas del éxito de una filosofía ultraligera es cuando, a pesar de cargar menos, el senderista en cuestión es capaz de hacer frente con solvencia a situaciones que crean problemas a los demás y para las que se les supone mejor preparados. O cuando eres el único que lleva no sé qué cosa que, de repente, hace falta.

El supuesto axioma de que «a más peso, funciona mejor» no es tal. En Laponia, tampoco; pero parece que la gente que camina por allí aún no ha dado el paso de probar algo diferente. Yo comprendo que quizá no es el mejor lugar del mundo para andar jugando… relativamente aislado y con un clima tortuoso, lo tiene todo para fomentar el me-lo-llevo-todo, el por-si-acaso y el si-no-me-pesa-mucho-es-que-olvido-algo y para adoptar la tradicional filosofía según la que tenemos que asumir la carga como un gaje del oficio, un mal necesario. Aún así, mi equipo dio que pensar a más de uno, como aquella pareja con los pies machacados por una jornada relativamente larga en aquellas botas mastondónticas y que acabaron prometiendo darle una oportunidad a un calzado más ligero (yo no insistí). O aquel chaval que me crucé cerca de Kilpisjarvi cuando él volvía al camping y que decía que le gustaría hacer rutas de varios días pero le echaba para atrás el peso que tenía que cargar en la mochila…

– a ver, prueba a ponerte la mía
– pues ¡esto sí que podría llevarlo!
– entonces, hay esperanza

No pretendo ir de gurú ni hice eso durante el viaje en Nordkalottleden pero había gente que, estimulados por alguna razón concreta, como los dos casos que menciono, se animaban a preguntar más y a considerar alguna medida para mejorar algo que no les terminaba de convencer.

Traiciones a la ortodoxia

Tienda o toldo

Tras mucho hablar en ensalzar el potencial de un simple toldo, aquí me encuentro, intentando justificar por qué me he llevado a Laponia una tienda de campaña de verdad, con su armazón y todo… ¿Se puede recorrer Nordkalottleden con un toldo? ¿Quizá con un híbrido tienda/toldo? Esa era una de las preguntas del millón que me hacía yo antes de ir allí: ¿qué tipo de sistema de acampada llevar?

Algunos criterios que manejaba a priori y que, a la postre, resultaron correctos:

  • Debe ser a prueba de mosquitos/moscas

Los insectos voladores sólo fueron un problema durante unos pocos días pero, dada la variabilidad del asunto, yo no iría allí sin un sistema de acampada que me ponga a mí en un lado y a ellos en otro. La funda de vivac es estrictamente válida pero un sistema no muy cómodo. Asumible durante algunos días pero no si la cosa dura más.

  • Debe soportar viento fuerte

El problema con el viento es la exposición. En las montañas, no hay vegetación de tamaño suficiente para ofrecer protección y la orografía suave tampoco ayuda. Siempre hay algún sotavento pero puede no ser suficiente si el viento es fuerte.

Otros factores que pueden influír en la elección del sistema de acampada y que sé ahora:

  • Es relativamente sencillo encontrar suelo razonablemente seco, a pesar de la humedad generalizada.
  • Las zonas altas pueden ser muy pedegrosas hasta el punto de que puede ser un problema encontrar hueco.

Como conclusión, puedo decir que, estrictamente hablando, se puede salir adelante con un toldo o híbrido pero me alegro de no haberlo intentado. No vi nada en las condiciones experimentadas que hiciera imposible un sistema de acampada minimalista pero sí vi muchas cosas que lo habrían hecho incómodo y problemático. Si alguien dice que «eso no es posible» lo discutiré… pero yo he estado muy contento de tener una tienda de verdad.

Parte de la razón es psicológica: saber que, por muy mal que se pongan las cosas (y se llegaron a poner bastante mal), tengo una tienda que aguanta lo que le echen. También hay condicionantes físicos: uno de mis objetivos era acampar por ahí todo lo posible y disfrutar de la libertad de hacerlo sin restricciones. Como ya suponía y comprobé, las zonas altas suelen ser el sitio más espectacular y donde uno se siente más cerca del cielo pero también suelen ser las zonas más expuestas (como en cualesquiera otras montañas). Un sistema de acampada minimalista puede forzar al senderista, siquiera por paz mental, a buscar reiteradamente los valles y eso puede ser una restricción un poco drástica en un entorno en el que no siempre es inmediato encontrar un valle. O, dicho de otra forma, el valle no va a ofrecer mucha protección. Quería poder dormir en cualquier lado. Que el sitio no fuera problema.

Pantalones aislantes, ¿elemento redundante?

La redundancia de funciones es uno de los típicos errores que cometemos y nos evitan conseguir un peso base razonable. El caso es que acabé llevando hasta 4 capas para las piernas: el pantalón titular, el corta-viento, las mallas y… el aislante, incluído a última hora porque estaba ahí y por el miedo escénico, que también estaba ahí. Y como seguro de vida ante la posibilidad de condiciones de mucha humedad ambiental que comprometieran el funcionamiento del saco de dormir.

La cuestión es si, dado que añadía esto, no podría haber dejado en casa las mallas… yo creo que no. A fin de cuentas, son mi pijama y lo que me evita ensuciar (y tener que lavar) el saco o, en su caso, el pantalón aislante, que no es más que un saco con forma de pantalón.

Con perspectiva, creo que podría haber pasado sin el pantalón aislante pero también creo que fue un acierto llevarlo.

Es, quizá, la camiseta de dormir la que se podría haber quedado en casa Vio poco uso porque, como ya sé que sucede cuando hace frío, no apetece desvestirse y, al final, voy a ir al saco con más capas encima así que lo limpio o sucio de la camiseta que llevo durante el día no va a importar mucho de cara a usarla también para dormir.

Bastones desprovistos de parte de funcionalidad

Los bastones perdían su multiuso como armazón del sistema de acampada al llevar una tienda con armazón propio pero siguen siendo útiles y me gusta llevarlos. Estrictamente hablando, no son imprescindibles pero me gusta caminar con ellos, a pesar de que no dejen de ser un elemento más entre yo y el medio; algo de lo que, en principio, intento siempre huír. Por lo demás, los bastones ayudan mucho en los vadeos hasta el punto de ser claves en algunos.

¿Qué ha sido de la filosofía Ultraligera, entonces?

En resumen, mi peso base no ha hecho más que subir en los últimos años con cada viaje: tocó «fondo» en la Alta Ruta Pirenaica para luego crecer un poco en el PCT y más aún en Nordalottleden. Parece que voy para atrás… ¿Significa esto que estoy relajando la disciplina ultraligera o que he tenido que rectificar algún planteamiento? No realmente. Yo creo que el aumento del peso base ha respondido más bien a la diferencia de circunstancias aunque soy consciente de que la parte psicológica también ha tenido su importancia: en el PCT, resultaba muy duro salir ahí fuera, tan lejos y para tanto tiempo, con tan poco… un poco más de peso era un colchón más mental que funcional. En Nordkalottleden, aparte de la necesidad objetiva de alguna cosa más para hacer frente a condiciones algo más duras que de costumbre, estaba, de nuevo, el factor de la incertidumbre, de no saber muy bien a qué te enfrentas, y el pequeño extra ayudaba a evitar la sensación de salto al vacío.