This entry is part 23 of 27 in the series Nordkalottleden Relato Completo

La mañana no puede presentarse peor: ha vuelto a nevar y, como de costumbre, un poco más abajo que la noche anterior. Esto parece una progresión imparable. A los 600 metros de Laddejakka, todo amanece cubierto de blanco y no sólo eso: sigue nevando y no se ve un carajo, a causa de la niebla. Y ahora hay que subir a esos 900 metros del collado que nos separa del siguiente valle.

Amanecer invernal en Laddejakka

A ver, todos esos entusiastas de ayer, qué decís ahora… Herbert, por ejemplo: mira eso, ¿qué me dices? ¿eh?

Pues el sueco flaco y espigado sigue tan feliz. «No hay problema, sólo un poco de nieve…». Qué cabrón… ¿voy a ser yo el único acojonado? Bueno… supongo que éste es el estímulo que, a pesar de las lecciones pasadas, sigo necesitando: ver a gente despreocupada como forma de no tomarme demasiado en serio a mí mismo y mis neuras.

Nadie parece darse mucha prisa; el siguiente refugio está escandalosamente cerca e incluso el siguiente al siguiente es alcanzable para cualquiera dispuesto a caminar con ciertas ganas. No me apetece nada salir delante a perderme el primero pero yo tengo intención de ir aún más allá de ese segundo refugio y tampoco me demoro demasiado; saldré cuanto antes pero no puedo evitar alegrarme de ver un par de figuras oscuras que ya van para allá mientras yo aún termino de empaquetar cosas. Son Irene y Jarl y espero que me hagan buena huella.

Salgo al universo blanco mientras sigue nevando y hace un frío del carallo. La nieve se acumula más sobre la vegetación y menos sobre la traza pelada del sendero que, como consecuencia, aún es levemente visible. Se trata, ahora, de cruzar un macizo por su punto más bajo, un collado amplio que, posiblemente, sea un mal sitio donde transitar con niebla pero, en último término, brújula y dirección sur, no puede fallar. Los 300 metros de desnivel son algo bastante estándar en esta ruta, no hay grandes subidas o bajadas y el terreno es sencillo. Sigue nevando pero, al menos, el tiempo no está demasiado violento: no hace viento apenas.

1 de septiembre con el invierno llamando a la puerta

Veo las huellas de los dos que me preceden pero, por el momento, no necesito apoyarme en ellas. Me da confianza llevar alguien delante. La mayor parte de la subida es dentro de la nube pero, albricias, al llegar arriba, la niebla se abre un poco y puedo ver algo de lo que me rodea. Momento justo porque la zona del collado, como era de esperar, es un poco confusa. Durante un instante, llega hasta a colarse un rayo de sol que ilumina la escena invernal pero es muy breve. Aquí arriba hay ya bastante nieve y, en un recodo, sí que me alegro de tener las huellas. Espero que hayan acertado.

Puedo llegar a asomarme al próximo valle y verlo pero la tregua es breve; durante la bajada, todo se vuelve a cubrir; vuelve también a nevar y, lo peor de todo, con mucho: llegando al valle, hay que atravesar un tramo de vegetación densa que es imposible evitar. Es un trozo muy corto pero salgo de allí chorreando de cintura para abajo. Esto no me ha sentado nada bien. Por fortuna, pienso, Arasluokta está a tiro de piedra.

Arasluokta es uno de esos asentamientos Sami, a las orillas del más grande de los lagos de la región de los lagos grandes: Virihaure, con el que me encontraré de nuevo más tarde, y más vale porque, ahora, a pesar de estar ahí mismo, no le veo apenas. Hace muy malo y todo es gris.

Arasluokta. Sigue nevando…

Unos cuantos de los edificios en Arasluokta hacen de refugio mientras el resto siguen teniendo su uso tradicional. Se supone que hay guarda pero no veo a nadie y el caso es que me urge entrar en algún sitio: nieva, hace frío y, desde hace unos minutos, estoy empapado y, por ende, congelado. Recorro todos los edificios que reconozco como refugio pero no tengo muy claro dónde meterme hasta que, a través de una ventana, veo a Irene y Jarl que me hacen señas. Pues me meto ahí.

Ellos se han puesto cómodos y hasta han cocinado algo. Yo no voy a llegar a ese punto pero aprecio estar a cubierto. Me he sentido muy vulnerable en este último tramo. La verdad es que ha coincidido casi el peor rato con el hecho que mencionaba de haberme mojado en la vegetación. Si sólo hubiera sido una de las dos cosas, no me habría afectado tanto.

Aparece el guarda que, como en Laddejakka, no es un guarda al uso sino un Sami que pasa la temporada aquí. Hay una cosa que no me gusta: aparentemente, tenemos que pagar por usar el refugio. Ya había visto esto, tanto en los refugios noruegos (donde funciona el sistema de honor, no hay nadie para cobrarte) y en los suecos, pero especificando que se te cobra por el uso «de día» si haces una cierta utilización de las instalaciones, no por simplemente entrar a refugiarte un rato. Nunca me habían cobrado por ello en los refugios suecos ni había decidido pagar nada en los noruegos; en todas las ocasiones, igual que ahora, había simplemente entrado a guarecerme un rato (no más de media hora) y había tenido buen cuidado de dejar el lugar como lo encontré. Supongo que a Irene y Jarl, que han usado la cocina, tiene más sentido aplicarles la tarifa pero no me sienta bien que el tipo éste me cobre a mí también. Y no es por el dinero, que tampoco es mucho, sino por la desagradable sensación que me produce el hecho de que la provisión de refugio, que es algo básico, sea objeto de transacción comercial. Hay ciertas cosas que, creo, no deberían serlo y, en mi mundo, ésta es una. De hecho, ayer también tuve en Laddejakka una cierta sensación de todo-por-la-pasta que no había notado en ningún otro refugio sueco (por supuesto, tampoco en los noruegos o finlandeses, que no están guardados). Supongo que es consecuencia lógica de que la persona que guarda el lugar tenga interés comercial en él. Creo que el modelo en el que el guarda de un refugio es simplemente un empleado de algún ente superior es mucho más efectivo para la gestión de los refugios de montaña porque desaparece esa tensión permanente que parece impregnar las relaciones entre guardas y guardados cuando aquellos dependen directamente del dinero de estos. En fin…

Recaudación hecha, el guarda nos deja ahí y los dos suecos siguen su camino. Yo aún necesito un rato más para terminar de recuperar el calor corporal pero, para cuando salgo, me encuentro un panorama muy mejorado; increíblemente mejorado: ya no hay niebla, las nubes que quedan han adelgazado mucho; por supuesto, no nieva ni llueve e incluso están empezando a aparecer pequeños claros.

El siguiente episodio está llamado a ser sencillito y si, encima, el tiempo confirma la mejoría, puede ser hasta disfrutón. El sendero se sube por la ladera que da a Virihaure pero no llega a cruzar ninguna alineación montañosa; sólo hace un recorrido a media ladera, sin ascender mucho, antes de volver a bajar a la orilla del lago en Staloluokta que, además de ser una ensenada, es también la localización del siguiente refugio, apenas 10 kms. más allá.

El cambio de escenario es brutal, no me lo puedo creer. No me sorprende el cambio del tiempo (eso es habitual) sino lo repentino: en cuestión de minutos, el nublado continuo desaparece como tal, le siguen nubes rotas y de un aspecto blanquecino muy poco amenazador. Llega incluso a presenciarse un cielo mayormente azul que jamás me hubiera imaginado hace una hora y media. Así, la anunciada travesía a media ladera ofrece los panoramas más espectaculares de Virihaure y su entorno, con la nota de color de las montañas nevadas a su alrededor y la espléndida luz del sol que ahora sí llega al suelo.

1 hora y 20 minutos entre esta imagen y la de arriba. Increíble

Sigo pisando nieve pero la salida del sol y la acusada subida de temperatura acaban con la fina capa en cuestión de minutos en las altitudes bajas. Vuelvo a atravesar un mundo verde. El habitual «verde y azul», leit motiv del ártico, queda ahora convertido en un aún más evocador «verde, azul y blanco». ¡Es la postal perfecta! El lago azul, las montañas nevadas, las praderas verdes.

Inmenso Virihaure

Los renos se unen a la fiesta. No, hermanos renos, no soy el pastor Sami; soy uno de los pesados de la mochila… aún así, les noto menos tímidos que de costumbre. Supongo que estos están bastante acostumbrados a ver gente.

No todo es positivo en la situación, de todas formas: la inestabilidad sigue ahí; de alguna forma, se siente en el ambiente. Será el viento helado o esos grupos de nubes negras que aún viajan por el cielo aquí y allá. Esto y lo que venga después es ahora, si cabe, más importante que nunca porque estoy próximo a una decisión que, seguramente, va a ser la última decisión trascendente que tenga que tomar en este viaje: en Staloluokta, tendré que volver a escuchar (léase, aguantar) al angelito y al diablillo…

En Staloluokta, Nordkalottleden abandona Padjelantaleden. Lo que esto implica, aún no lo sé pero me remito a la última vez que mi ruta se separó de otra más popular: tardé varios días en volver a ver algo que pudiera llamar un sendero. Por entonces, no me importó tanto; en las condiciones presentes, no sería buena noticia. De hecho, el solo pensamiento de abandonar la relativa seguridad de Padjelantaleden no me gusta lo más mínimo.

El caso es que ambos, Nordkalottleden y Padjelantaleden, acaban en el mismo sitio (Kvikkjokk) y, de hecho, se reúnen unos cuantos kms. antes… Nordkalottleden lleva un trazado algo más largo y atraviesa más grupos montañosos y, adicionalmente, se bifurca para permitir elegir al senderista terminar en Kvikkjokk (Suecia) o Sulitjelma (Noruega), sus dos posibles extremos en el sur. Y me pregunto: ¿sería asumible continuar en Padjelantaleden hasta el final?

Sé que eso supone alta traición pero es lo que me pide la cabeza. De todas formas, tengo clara una cosa: voy a llegar a Staloluokta. Allí, preguntaré por el pronóstico del tiempo y decidiré en consecuencia.

Staloluokta es un refugio grande, en un emplazamiento que ahora luce paradisiaco. A las orillas de Virihaure y enmarcado por unas montañas que ahora muestran un blanco inmaculado, como si las acabaran de pintar. Una curiosa particularidad es que hasta aquí vuela un helicóptero que hace viajes regulares (uno o dos al día, no recuerdo bien) y lleva pasajeros hasta Kvikkjokk, o les trae. Según estoy por allí, aterriza uno y se sube un grupo de gente que esperaba. Me cuentan que es, precisamente éste, el último viaje de la temporada. Lo menciono por lo que tiene de significativo: esto toca a su fin y ya están empezando a cerrar servicios. Éste no me afecta porque no lo pensaba coger, obviamente.

A ver, lo que me interesa; ese pronóstico del tiempo: ¿qué noticias hay?…

Pues las noticias no pueden ser más pintorescas y contradictorias… justo lo último que necesito para basar en ellas una decisión. Me cuentan que, según el servicio meteorológico sueco, va a haber cierta inestabilidad, con nubosidad y algo de precipitación pero nada serio. Ahora bien, según el servicio homónimo noruego, se anuncia un temporal serio, con vientos fuertes, nieve y visibilidad escasa, esto es, tiempo auténticamente invernal. Y duradero, además, se espera que se prolongue durante días.

Genial… y ¿qué hago ahora? ¿a quién creo? A ver, señorita guarda, ud. qué opina…

– pues no lo sé… imposible saberlo. Aquí el clima es muy voluble…

– ya, eso ya lo veo…

Pues sí que estamos bien… ayudando al indeciso a comerse la cabeza… intento, al menos, obtener información sobre lo que encontraré más adelante si decido seguir por Nordkalottleden: ¿qué tipo de sendero/ruta puedo esperar? ¿se va a parecer más a Padjelantaleden o a un monte-a-través con hitos? Pues, increíblemente, no puedo encontrar a nadie en Staloluokta que me lo pueda decir. Joé… ¿no camina esta gente por sus senderos? ¡si sólo hay dos! ¿vienen todos en helicóptero o qué?…

Pues vaya desastre… estoy igual que antes salvo quizá por la incertidumbre añadida de la posibilidad (¡pero sólo posibilidad!) de un temporal. Y ¿qué hago ahora?

Los mapas me dicen mucho sobre el tipo de terreno que voy a pisar pero nada sobre la calidad de la ruta. Padjelantaleden hace una subida a las alturas, larga travesía incluída, para luego bajar a un valle del que ya no saldrá y le llevará directo a Kvikkjokk. Nordkalottleden es más intrincado: hasta tres tramos en altura, incluyendo una zona expuesta sobre un pico de altura modesta, algo inusual pero obligado por la orografía, en ese caso. Obviamente, Nordkalottleden va a ser más complicado (además de más largo) pero no sé cuánto.
El angelito y el diablillo están ya a hostia limpia y creo que no me aportan nada. Básicamente, tengo tres opciones: continuar por Padjelantaleden; continuar por Nordkalottleden; o quedarme aquí hoy y dejar la decisión para mañana.

Continuar en Padjelantaleden no es muy aconsejable hoy si quiero llegar a un refugio porque el siguiente está demasiado lejos… y tengo bastante claro que, con las perspectivas, prefiero tener la opción de refugio. Por el lado de Nordkalottleden sí que tengo un refugio alcanzable en un tiempo razonable. ¿Quedarme aquí? Creo que Staloluokta no es mi refugio ideal, demasiado grande y poblado. Prefiero algo más íntimo. Si voy a seguir por Padjelantaleden, vale, me quedo aquí hoy pero… ¿me atrevo a seguir mi ruta original?

Decisión salomónica (pero con mensaje): vía Nordkalottleden, son 12 kms. sencillos, a lo largo de un valle de poca altitud, hasta Staddajakka, el siguiente refugio. Me confirman (menos mal que esto sí se lo saben) que el camino es bueno y fácil de seguir. Seguiré hasta allí, pasaré allí la noche y veremos cómo se levanta la mañana. Desde Staddajakka, Nordkalottleden empieza un ascenso que le lleva a un collado a casi mil metros y hay alrededor de 30 kms. (distancia inusualmente larga en Padjelanta) hasta el siguiente refugio: es decir, es ahí a partir de donde empieza el terreno potencialmente problemático. Si lo veo mal, siempre puedo abandonar Nordkalottleden, volver por donde he venido y retomar Padjelantaleden. Yo sé que me voy a resistir a hacer tal cosa pero me tranquiliza tenerlo como opción. El mensaje que me mando a mí mismo es que quiero acabar este viaje por donde tenía pensado hacerlo. Ya sólo queda por ver la magnitud del marrón y valorar qué es mayor: mi voluntad por seguir el plan o el marrón.

En esta vía, otra posibilidad sería bajar a Sulitjelma. Sí, ese otro punto oficial de comienzo/final de Nordkalottleden. La bifurcación (Sulitjelma o Kvikkjokk) está justo en Staddajakka, con lo que sería una decisión que no tendría que tomar hoy. Y ¿qué significaría esto? Pues que a Sulitjelma puedo llegar en un día. Vamos que, si el mal tiempo se aguantara hasta pasado mañana, me bajo a Sulitjelma y ¡asunto acabado! prueba conseguida y para casa… y dado que acabo en la vertiente equivocada de las montañas, volver a casa puede no ser tan obvio pero tendría tiempo de sobra para ello. Y mi conciencia queda tranquila: nadie podría decirme que no he completado Nordkalottleden… ni yo mismo podría decírmelo.

La travesía hasta Sulitjelma no es ningún trámite y, de hecho, atraviesa terreno de montaña bastante serio pero, dado que es una ruta trans-cordillera y trans-nacional, tengo esperanzas razonables de que esté en buen estado y sea fácil de seguir. De todas formas, mi viaje acaba en Kvikkjokk y allí es donde quiero ir. De momento, y sin pensarlo más, que se me hace tarde, parto hacia Staddajakka. Y estoy contento con la decisión.

Miro con expectación hacia el oeste, al otro lado del extenso Virihaure, que es de donde se supone que va a llegar todo lo malo… por el momento, el tiempo está mayormente soleado pero debo decir que la inestabilidad es patente. Hace viento, hace frío y hay grupos de nubes repartidos por ahí que tienen una pinta muy amenazadora. Esas nubes contrastan con el azul radical del resto del cielo y sólo es cuestión de oportunidad que cobren más importancia las unas o el otro. La observación directa no hace más que potenciar la incertidumbre.

El camino hacia Staddajakka es muy bonito: remonta un valle amplio, típicamente nórdico, recorrido por su gran río y rodeado de montañas ahora nevadas. La inestabilidad mencionada se hace patente cuando un episodio de telón de acero nuboso se me acerca y apenas me roza: es curiosísimo ver evolucionar esa masa gris oscura y pétrea de nubes y verla avanzar. Es perfectamente posible percibir su movimiento y dirección. En esta ocasión, sólo una esquina de la masa de nubes llega a pasar por la zona donde estoy pero basta para que la temperatura baje un montón, de golpe, el sol desaparezca y me caigan algunas gotas que apenas me mojan. El telón de acero o, como también denomino a este fenómeno, «el gris», sigue su camino y le veo alejarse, dejando un faldón de lluvia por los sitos por los que va pasando.

Me encuentro con un grupo al que alcanzo mientras descansan. Son alemanes y me dicen que están haciendo la ruta entre Staloluokta y Kvikkjokk. ¡Anda, como yo! pensaba que no iba a ver más que renos asustados en estos días y resulta que hay más gente. Les hago saber lo que me han dicho sobre el pronóstico del tiempo o, mejor dicho, los pronósticos y no parecen alterarse mucho. Lo reciben con pragmatismo y un «bueno; ya veremos qué pasa». Así me gusta, no cobardones como yo. Ellos me cuentan un tercer pronóstico, el alemán, que es bastante parecido al sueco. Confiaremos en la eficiencia alemana, entonces.

Llego sin más novedad a la zona donde el valle se amplía y se llena de praderas verdes, justo antes de intrincarse en su camino hacia las montañas noruegas. Allí está el valle lateral que Nordkalottleden sigue hacia el sur y, en plena explanada, los edificios de Staddajakka. No parece haber mucho ambiente y pronto veo por qué: Staddajakka está cerrado. No hay guarda pero sí un edificio abierto que sigue en uso como refugio. Al parecer, esto es procedimiento habitual en Suecia cuando cierran los refugios.

Todo esto es lo que me cuentan Anders y Johan, dos suecos que han salido hoy por la tarde de Staloluokta y, como los alemanes de antes, tienen el mismo plan de viaje que yo. Están pernoctando aquí. Comparto con ellos mi tema favorito de conversación, el tiempo y esa muerte segura que nos espera en Nordkalottleden y, al igual que a los alemanes, no se les tuerce una ceja. Si es que voy a ser yo el único cobarde del ártico sueco…

Staddajakka está en un lugar precioso y las luces del sol oblicuo del atardecer le dan el toque especial que lo realza. Es bonito aqui… sólo espero que mañana lo siga siendo.

Luces de atardecer en Staddajakka

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