This entry is part 24 of 28 in the series Colorado Trail

Por la mañana, volvía la incertidumbre: si el tiempo seguía como el día anterior, aún había margen para la miseria. Eché una mirada nerviosa al panorama: seguía gris oscuro pero, al menos, no llovía y se percibía cierta tranquilidad en el ambiente, como si todo fuera a ir bien.

Recojí y volví al sendero.

Tinieblas en calma

Nada más salir, me cruzo con otro caminante, con quien comparto la experiencia del día anterior, él estaba más o menos igual. El tipo se va para el otro lado y no le volveré a ver pero ya me siento más acompañado. Es la mejor terapia.

El Colorado Trail sigue ascendiendo y voy dejando atrás los restos de los antiguos incendios. El ambiente se aclara un poco y, al rato, incluso se abren huecos entre las nubes, ¡sale un poco el sol! y aprovecho para poner a secar todas las cosas mojadas.

Toldos a secar

Parece que todo vuelve a la normalidad y ya me puedo relajar y dedicarme a frivolidades como sacarle fotos a mi huella en el barro.

Barro consistente, huella perfecta

No tan deprisa: las nubes negras vuelven y la inestabilidad, también. Por lo menos, no llueve pero tengo que subir a un collado muy alto y me siento vulnerable otra vez.

Frío y gris otra vez

Recuperada mi humildad, subo deprisa y me alegro de pasar el collado y empezar a descender hacia terrenos más protegidos, un acogedor valle de altura con bosque y arroyos.

Cascade Creek, nombre apropiado

El terreno amigable me devuelve la confianza. Sigo haciendo fotos tontas:

Pies mojados

En este caso, la foto tiene su aquel: no estaba acostumbrado a tanta agua corriente por todos los sitios. En verano, el Colorado Trail es un sitio seco. Esto es una novedad.

El tiempo se está calmando, definitivamente. Se abren algunos huecos entre las nubes y el sol hace brillar a las orejas de mula (mule’s ears), como llaman en Norteamérica a esas plantas bajitas de hoja grande y alargada:

Mule’s ears

Las Rocosas de Colorado tienen el punto raro de parecer un sitio remoto y estar, al mismo tiempo, cosidas a pistas. En toda esta zona, por ejemplo, transitas por el sendero sin ver ningún signo humano en los valles, no hay pueblos, como sí es habitual ver en las montañas de Europa; lo que sí hay es multitud de minas, ya abandonadas, y de ahí, probablemente, que haya pistas transitables en sitios donde no esperarías encontrarlas.

Paso por un cruce con una de estas y parece que estoy cerca de la civilización cuando, en realidad, no es así. Enseguida vuelvo a subir y todo eso queda atrás. El sendero me lleva hacia los flancos del pico Hermosa:

Hermosa Peak

Zonas como esta son la quintaesencia de Colorado: prados, bosque de coníferas y moles de roca de relieves suaves que cierran los horizontes. Caminar por aquí es maravilloso.

Prados, coníferas y roca

Hoy, al menos, está claro que no habrá tormenta convectiva pero agradezco el abrigo de los árboles para acampar. El sitio es precioso, en la base del monte Blackhawk.

Protegido y con vistas

Esta vez sí me hago una cena como el dios del sendero manda.

Zona de estar

Recuerdo al ratón que me visitó nada más acostarme, o casi sin haberme acostado aún, y la bronca que le eché, por pesado. No volvió (o no me enteré yo)

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