This entry is part 5 of 9 in the series Taynault-Inverness

La jornada 5 es la de transición entre el bloque occidental y el oriental: unos kilómetros de carretera (mayormente, vacía) entre Dalwhinnie y Laggan para acercarme a las laderas de las montañas Monadliath y subirme a su cresta… si el tiempo y mi miedo escénico lo permiten.

La desierta carretera de Dalwhinnie a Laggan

Nubes sobre nubes, frío y lluvia; al fondo, las montañas Monadliath, mi próximo objetivo, según el plan.

Laggan es una pequeña población junto a la carretera en el valle del Spey. Tiene una pequeña tienda que cuenta con sus 15 minutos de fama porque, aparentemente, aparece en no-sé-qué serie televisiva británica que no he visto (la última que vi fue «Caída y auge de Reginald Perrin» y hace unos años ya de eso); lo que a mí me interesa es que puedo tomarme un bienvenido café caliente y unas también bienvenidas galletas, además de comprar algunos caprichos que, técnicamente, no necesito (si confío en mi planificación; y confío…) pero son aún así bienvenidos. «Caprichos» de comer, se entiende.

Laggan

Laggan Stores

Pongo la siguiente foto más que nada por ilustrar lo oscuro y amenazante del cielo y así justificar mi próxima decisión: en el siguiente cruce, miraré hacia lo alto de las montañas y decidiré que no es buen momento para cruzar por ahí. En su lugar, hay plan b: seguiré por el valle del Spey hasta llegar a la altura del paso natural hacia el siguiente valle, el que me llevará hasta la costa este. Renuncio, así, a atravesar y recorrer las montañas Monadliath. Me permito sucumbir a mis miedos escénicos; al menos, en Escocia.

Pequeño loch en el curso del río Spey

Strath Spey, es decir, el «amplio valle» del (río) Spey. En primicia, el recién terminado poncho en su viaje iniciático: acabé de coserlo justo a tiempo para traérmelo. Escocia es un buen sitio para probar ropa de lluvia pero, probablemente, no el mejor lugar para los ponchos: demasiado expuesto, demasiado ventoso. El poncho funcionaba pero no me ofrecía la confianza suficiente para meterme por las montañas que vine a recorrer, donde necesitaría caminar monte a través en condiciones de poca visibilidad y máxima exposición. En la pista del valle Spey, va muy bien.

Estreno poncho

El río Spey conforma otro paisaje típicamente escocés en un día más de tiempo desapacible para los no acostumbrados a que tanta nube, viento, frío y lluvia es «lo normal». Al menos, ahora, camino con la confianza de ir por terreno seguro: remontaré el valle y cruzaré las montañas de la derecha por el paso fácil.

Río Spey

Otro de los factores a favor de seguir por el valle era saber que el final de la jornada coincidía con el bothy en Melgarve, desrecomendado por las guías por ser, aparentemente y debido a su fácil acceso, un sitio demasiado frecuentado pero, hoy, como anteayer en Ben Alder, no hay nadie más aquí. El bothy, eso sí, está algo más descuidado y sucio pero nada que no se pueda arreglar con un barrido. El tiempo sigue más negro que oscuro, llueve a ratos y hace frío así que el refugio resulta, hoy como anteayer, bienvenido.

Melgarve

Melgarve es un edificio grande, con dos pisos. El bosque aledaño es una estupenda fuente de madera mojada, de la que recojo un buen montón para almacenar en sitio seco, al tiempo que aprovecho la que otra gente ha almacenado antes (y ya está seca) para encender la chimenea. El piso de arriba, diáfano, es perfecto para echarse a dormir. No hay nadie más; compartiré bothy sólo con los ratones.

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