Si piensas que te gustaría viajar más ligero, empezamos con un mensaje positivo: hay mucho que hacer.

El primer paso es asumir que se trata de un tema abierto y no darlo por cerrado antes de empezar. Necesitamos enfrentarnos a la ortodoxia y a muchos usos establecidos.

Un primer paso es analizar cuidadosamente lo que llevamos, para qué lo llevamos y si finalmente cumple las expectativas. Esto requiere una profunda reflexión sobre las necesidades propias. Si hemos llegado aquí, hay mucho ganado.

Todo suma

Una posición muy común es la del «esto no pesa nada». Es una hipérbole, ya sabemos, pero encierra una realidad fácilmente comprobable en la práctica: todo pesa. Y no sólo eso: una mochila pesadísima está casi siempre compuesta por una buena parte de cosas que «no pesan nada». Es sorprendente cómo esto grava los pesos de las mochilas sin que quienes las llevan se den cuenta y acaben preguntándose qué es lo que ha pasado

El mito del equipo pesado

Si no pesa, es que no va a aguantar

Es el equipo que nos va a sacar de situaciones difíciles y que, sin duda, o eso creemos, necesitamos para salir ahí fuera. Nuevamente, aparecen los conceptos de miedo y seguridad. Es así como acabamos con una tienda polar para noches de verano o con un saco de expedición «por si refresca». De esta forma, mucha gente no llega a darse cuenta nunca de que podrían estar haciendo exactamente lo mismo con un nivel de confort y seguridad similares con equipo mucho más ligero.

Es un círculo vicioso difícil de romper, especialmente en entornos como el europeo, donde la necesidad de autonomía no es grande ya que la civilización y sus cosas están siempre cerca, con lo que rara vez hay que llevar cargas descomunales aunque nos llevemos hasta la nevera y el vídeo. Por el lado de los usuarios, por tanto, hay escasa demanda de material ligero, salvo en aspectos muy concretos y especializados. Muy al contrario, los usuarios prefieren la sensación de seguridad de un equipo a prueba de bombas… bombas que nunca les van a caer.

Por el otro lado, el de los fabricantes, la situación es un reflejo (retroalimentación oferta-demanda) pero con algunos matices más: los fabricantes producen en serie y en tiradas grandes, no están muy interesados en pequeños nichos de mercado; sí están interesados en vendernos cuanto más y más grande mejor. En la imagen de marca se insiste mucho en aspectos como la seguridad, la fiabilidad, la durabilidad… hay un cierto sentimiento de que una firma que dijera algo como «más ligero pero requiere un trato cuidadoso» no es una firma de confianza, como si estuvieran ofreciendo algo de calidad reducida y disfrazándolo de cosa ligera… puede ser el caso pero no necesariamente.

El mito se perpetúa y seguimos arrastrando equipo sobredimensionado en la creencia firme de que no hay más remedio.

El aspecto filosófico

El ultraligerismo tiene mucho que ver con la forma en que cada cual afronta su relación con la naturaleza. Hay mucha gente que se autoconsidera amante de la naturaleza pero, al mismo tiempo, es incapaz de renunciar a muchas de sus actitudes urbanas y se las lleva consigo. Esta actitud, por sí misma, no tiene nada de malo pero sí conviene señalar que los usos urbanos «pesan» bastante y tienden a añadir complejidad a la actividad. El ultraligerismo va íntimamente ligado a la simplicidad, al minimalismo y, a la vez, a la conexión con el mundo natural.

Esto es sólo una visión general. Como suele suceder, hay muchos contraejemplos pero la relación existe y es lo suficientemente importante como para señalarla. Cuanto más cacharreo y parafernalia, más desconexión respecto a lo que nos rodea. De hecho, uno de los grandes atractivos del ultraligerismo es cómo contribuye a acercarnos al medio ambiente. Esto resulta muy interesante y un objetivo en sí mismo para mucha gente.

En el fondo, es una cuestión de grados. Prácticamente todo el mundo lleva consigo algo de su mundo urbano cuando sale a la naturaleza. Se trata de buscar el compromiso óptimo.

La cuestión de fondo

Se trata de reducir el peso a nuestra espalda pero no de cualquier forma: la funcionalidad y las prestaciones siguen siendo el factor decisivo y, si bien se acepta que habrá que asumir algún compromiso, no puede ser a costa de comprometer nuestra seguridad, bienestar o disfrute. Aquí entramos ya en un terreno subjetivo donde cada cual pone sus límites.

La fijación en reducir el peso cargado puede parecer un mero pasatiempo o una obsesión obcecada y, en el fondo, algo de todo eso puede haber pero la justificación clave es que funciona, en el sentido de que todo el proceso de análisis, reflexión y asunción de compromisos da como resultado una reducción de peso enorme sin pérdida apreciable de funcionalidad o prestaciones. Además, aprenderemos mucho por el camino.