Caminar para viajar. El mundo a escala humana

Gestionar la basura

Parece claro que no hay que dejar basura en el medio no urbano; es algo sobre lo que, afortunadamente, ya no hay discusión. Sin embargo, todavía se encuentran muchos desperdicios por el campo y, por desgracia, muchos de ellos no son achacables a esa discusión que ya no hay sino a otra, más profunda, en la que las molleras son, si cabe, aún más duras. Y muchas de ellas las tenemos «en casa».

Esto no pretende ser la tradicional y ya mascada discusión sobre la basura en el medio natural; espero ir algo más allá y manejar argumentos que no aparecen aún en el imaginario popular.

Primer interrogante: qué es basura y qué no

El criterio para discriminar lo que es basura de lo que no lo es no es unívoco y, comúnmente, la línea frontera es borrosa. Estrictamente hablando, todo es biodegradable en el sentido de que, con el tiempo, todo se degrada y es asimilado por el medio ambiente. El problema es, por tanto, más bien cuantitativo: cuánto es ese tiempo y qué efecto produce en el medio el agente-presunto-basura durante el proceso de degradación.

En esto influye tanto el tipo de agente como su cantidad: no es lo mismo una cáscara de naranja que una lata metálica, así como no es lo mismo una cáscara de naranja que veinte cáscaras de naranja. Tampoco es lo mismo una pila de veinte cáscaras de naranja que veinte cáscaras de naranja distribuidas uniformemente en una hectárea. Tampoco es lo mismo según la zona geográfica en la que estén.

¿Es basura una cáscara de naranja? En un naranjal (silvestre), seguramente, no; Su presencia forma parte del ciclo propio del lugar y su degradación, también. En una cumbre alpina, es un elemento extraño que, incluso con una pequeña cantidad, puede llegar a alterar considerablemente el equilibrio orgánico del lugar.

Una cosa que sí es clara: no por ser orgánico deja necesariamente de ser basura y de ser perjudicial. Esto es importante porque es muy común escuchar esa mención al carácter orgánico de lo que la gente tira para intentar justificar el hecho de tirarlo. Es una excusa. Los deshechos orgánicos también pueden (y, de hecho, suelen) ser basura y su presencia, inaceptable.

No hace falta saber mucho inglés para entender esto:

Cuánto tarda en degradarse la basura

Nótese el dato para las cáscaras de naranja y plátano: de 2 a 5 años.

Y no es ya que haga feo, que también… es que la presencia de deshechos como esos en lugares donde no resulta natural encontrarlos puede alterar el propio equilibrio del lugar; especialmente, si se trata de una zona biológicamente sensible como un ambiente de alta montaña, o montaña alta, si alguien prefiere evitar etiquetas potencialmente equívocas.

Y no se lo comen los pajaritos. Los pajaritos no son bichos capaces de comerse todo lo que la gente es capaz de tirar, por muy orgánico que sea. Es de esperar que los pajaritos tengan su alimentación cubierta en base al equilibrio del medio que habitan y, de hecho, probablemente, no les sentaría nada bien comerse lo que alguna gente, interesadamente, les asigna.

Peor aún: a veces, los animales sufren daños y hasta llegan a morir por culpa de los «regalos» que les dejamos. No es broma.

Ni broma ni demagogia. Esto es real

Aún así, y como nada de esto es sólo blanco o negro, vuelvo al principio: la línea entre lo que es perjudicial para el medio ambiente y lo que no lo es puede ser borrosa. Ante la duda, si la hubiera, creo que sólo cabe una actitud posible: me llevo todo lo que he traído. Aunque sólo sea por si acaso.

Si has podido traerlo, puedes llevártelo

El medio ambiente no puede soportar esa actitud del «si ya no me sirve, lo tiro», convertida en una especie de ortodoxia perversa y paleta que alguna gente aplica para justificar la presunta dificultad de acarrear sus basuras consigo.

Es paradójico que no les costaba nada llevarlo cuando aún no lo habían usado. Una vez utilizado, probablemente, incluso pese menos que antes pero, entonces, parece que cargarlo les resulta una especie de ofensa.

Parece obvio que no es ya el peso físico sino la resistencia a abandonar su ortodoxia y a aceptar que quizá estaban haciendo las cosas mal.

Ante esto, se opone un argumento difícilmente contestable, de puro simple: si has podido traértelo, puedes llevártelo. Resulta, cuando menos, interesante plantearlo y colocar a las personas en la tesitura de tener que rebatirlo.

Gestión individual o colectiva

Parto del supuesto de que dejar basura en la naturaleza no es una opción. Esto incluye cualquier tipo de basura: también los restos orgánicos que cierta gente insiste en considerar inocuos cuando no lo son.

El hecho de aceptar (es de esperar que de buen grado) que la basura no se puede quedar en la naturaleza y que hay que llevársela no es suficiente para solventar la cuestión de la evacuación de la basura.

Una situación muy común que habitualmente deviene en problema es la gestión comunal (en lugar de individual) de la basura. La gestión común de las cosas tiene muchas ventajas y, en muchas ocasiones, es lo más óptimo pero, en mi opinión, la evacuación de la basura en la naturaleza no es una de ellas.

La gestión personal tiene, en este caso, una gran ventaja: la conciencia de la responsabilidad personal. Esta responsabilidad personal es absolutamente clave para que la cosa funcione: en la naturaleza, no hay nadie vigilándonos para verificar que hacemos las cosas bien ni suele (o tiene por qué) haber nadie detrás para arreglar lo que hagamos mal. Asumir la responsabilidad única y completa de gestionar nuestra propia basura nos hace lo más plenamente posible conscientes de ella: de cuánta generamos, de cuánto cuesta llevársela. En definitiva, la gestión individual nos conecta lo más posible con nuestros actos y sus consecuencias.

La gestión común, en teoría, puede funcionar, si se organiza bien y el compromiso es el adecuado pero tiene un problema potencial que habitualmente deviene en uno real: dejación de responsabilidad.

Ya no es mi basura

Cuando alguien deposita su basura en algún lugar común, es fácil que olvide que se trata de su basura. Es fácil olvidar cuánta es, a qué huele, cuánto mancha, cuánto abulta o cuánto pesa.

Si hay una ronda de porteo, la basura vuelve a ti pero ya no es tu basura. Ya no controlas lo que hay ahí porque no eres la única persona contribuyente. Consecuentemente, tratas la basura con mucha más aprehensión y con más distancia. La basura se convierte en algo realmente incómodo.

Todo esto corre el peligro de devenir en malas prácticas e incluso dejación de responsabilidades: como consecuencia de la aprehensión, la basura se portea de forma inadecuada; hay quien, más o menos conscientemente, más o menos disimuladamente, evita llevarla, lo que genera malestar y fomenta la extensión de esa actitud entre quienes normalmente hubieran sido responsables.

Objetivo: basura cero

Y no me refiero a no abandonar basura, que eso ya se da por supuesto; ese «cero» se refiere a no generarla.

La mejor forma de gestionar la basura es no tener que hacerlo, cosa que se consigue no produciéndola. Esto es tan obvio como parece utópico y, sin embargo, es perfectamente posible.

Como de costumbre, la clave está en cambiar el «chip»: abandonar el paradigma urbano, donde producir más o menos basura parece que nos da igual (y no debería pero eso es tema para otro momento…) e incluir el criterio de «basura cero» en nuestra planificación.

El primer paso obvio es analizar en qué consiste la basura que producimos. El segundo paso, igual de obvio, es evitar llevar esas cosas que se convierten en basura.

Además, no toda la basura es igual. Antes de analizar nuestra basura potencial, inspeccionaremos algunos conceptos que necesitaremos para dicho análisis.

Cantidad y calidad de la basura

La cantidad de basura es un factor obvio: cuanta menos cantidad, mejor. Además, es fundamental considerar la calidad o, dicho de otra forma, el tipo de basura: no es lo mismo llevar un envoltorio de plástico que una cáscara de plátano y no sólo por factores cuantitativos como el peso o el tamaño sino porque algo como una cáscara de plátano mancha y huele.

Un factor determinante en todo esto es el contenido en agua. Una basura «húmeda» (como, por ejemplo, la cáscara de plátano) será pesada (el agua pesa) y desarrollará mal olor porque las bacterias que lo causan se desarrollan en presencia de humedad. Habitualmente, una basura húmeda resultará también pringosa.

El objetivo es, por tanto, llevar la menor cantidad de basura posible (criterio cuantitativo) y, además, que esa basura contenga la menor cantidad de humedad posible y sea lo menos pringosa posible (criterios todos ellos cualitativos a nivel de tipo de desechos).

La cantidad es peso y es también volumen

De entre los factores cuantitativos, quizá el peso sea el factor objetivo más importante pero el volumen tiene también relevancia; especialmente, a nivel psicológico.

Psicológicamente, nos cuesta menos llevar una basura compacta. Mientras que el peso es algo que ya damos por hecho (ya estaba ahí y, tras el uso, normalmente, habrá disminuido), el volumen puede haber no disminuido e incluso aumentado, como en el caso de objetos que eran compactos antes del uso y se han descompactado después: por ejemplo, una lata abierta. El efecto neto es que, después del uso, la situación es «peor» que antes y el peso psicológico de llevar esa cosa ha crecido. Esto provoca cuando menos malestar y, en el peor de los casos, tentaciones de abandono.

Debemos tener esto en cuenta para evitar producir esos tipos de basura que nos pueden provocar estas sensaciones.

Contenedor de basura

Aludiendo nuevamente a criterios cualitativos, habrá basuras que necesiten seguir la ortodoxia de ser guardadas en un contenedor específico para basura (la típica bolsa, por ejemplo). Habrá, en cambio, otros tipos de basura que no lo necesiten: basuras no pringosas ni húmedas pueden ser guardadas en el mismo sitio en el que iban antes de convertirse en basuras y no necesitan contenedor adicional. Si sólo producimos de éstas, no hará falta prever un contenedor específico. Si vamos a producir algún tipo de basura húmeda o pringosa, habrá que prever un lugar para guardarla que, idealmente, será algún otro elemento de basura producida sobre la marcha.

Entonces…

Por todo ello, el objetivo es producir la menor cantidad de basura posbile y también que aquella que sí produzcamos sea compacta, seca y no pringosa. Llegados a este punto, no hay una fórmula maestra y cada cual debe buscar la suya; entre otras cosas, porque la cuestión tiene mucho de subjetivo: por ejemplo, mucha de la basura provendrá de la alimentación y ahí cada persona es un mundo y los factores subjetivos suelen tener mucho peso en las elecciones.

Dicho esto, propongo algunos criterios generales que pueden ser de utilidad:

Reenvasado

Seguir el paradigma urbano en cuanto a envases sería ostentosamente absurdo. En la vida urbana, los objetos de consumo suelen estar hiper-mega-sobre-envasados. Siempre habrá alguna razón para ello (a veces, tan espuria como el simple «hacer más bulto para que parezca más de lo que es») pero, en el fondo, y para lo que nos importa aquí, da igual: la idea es hacer una concienzuda auditoría de los objetos que se llevan y de sus envases y tratar de optimizar.

No tiene sentido llevar un paquetito para cada galleta o para cada dos galletas: mejor desenvasarlas todas y meterlas en una bolsa común.

Si hacen falta varios sobres de sopa iguales, mejor vaciar todos los contenidos en un contenedor común. Se puede elegir dicho contenedor para que sea ligero pero, aunque no lo sea especialmente, sólo por el hecho de llevar toda la sopa en un solo sitio ya supone un ahorro importante, tanto en peso como en volumen: los sobres de sopa (como otros muchos envases de alimentos) van medio vacíos y se puede compactar y aligerar mucho el bulto final a base de juntar varios en uno.

Como ejemplo, véase esta secuencia: a la izquierda (y salvo la cerveza, que se ha colado en la foto), comida para cinco días antes de ser reenvasada; en la otra foto, la misma comida metida en dos bolsas (a la derecha) y, a su lado, la pila de envases que no voy a llevar.

En general, es absurdo llevar cosas que, una vez en la naturaleza, no sirven para nada; que se van a convertir en basura nada más «abrir». No llevéis nada que sea así.

Tipos de alimentos

Hay alimentos que dejan mucha basura: alimentos de los que se consume sólo una parte y se tira lo demás. Evitad llevar este tipo de alimentos. Lo ideal, en lo que respecta a la comida, es que debe ser posible comerse todo lo que se lleva. Evitar alimentos que tengan partes que no se pueden comer.

Un ejemplo especialmente grave es la fruta; en la naturaleza, la fruta es una auténtica ruina: es pesada (tiene mucha agua), aporta muy poca energía y produce muchos residuos (según el tipo de fruta, no es raro que un tercio del peso total sea incomestible). Además, produce una basura habitualmente pesada, húmeda y pringosa que suele acabar oliendo mal.

Presentación de los alimentos

Conviene favorecer las presentaciones compactas y que favorezcan la conservación del alimento en cuestión. Por ejemplo, si se lleva queso o embutido, es mucho mejor llevar un bloque compacto que un montón de rodajas. Se puede cortar sobre la marcha (una herramienta de corte no debería faltar, en cualquier caso) o, mejor aún, atreverse a ir más allá de la ortodoxia urbana y usar nuestras propias y excelentes herramientas de corte (los dientes).

Tipos de envases

Además de la ya comentada opción de reenvasar, puede ser útil también prestar atención al envase original. A veces, se puede adquirir el mismo producto en envases diversos. Si, por la razón que sea, no se va a reenvasar, elegir el envase original que, cumpliendo su función, sea más ligero y compacto.

Evitar en todo caso latas metálicas o envases de vidrio: son pesados, mantienen su volumen (o incluso lo aumentan) una vez usados… en el caso de las latas de conservas, además, el contenido suele ser muy pesado y, habitualmente, pringoso; pringosidad que permanece en la lata y que hay que cargar.

Ejemplo práctico; el mío:

A título ilustrativo, mi puesta en práctica, a grandes rasgos, es como lo que sigue. Dado que es un ejemplo, incluyo todas las posibilidades que llevo cotidianamente aunque, normalmente, no lleve todo ello a la vez.

Desayuno

  • Leche en polvo y cereales; ambos reenvasados en una sola bolsa (una para cada cosa) adecuada al tamaño de la cantidad que haya que llevar.
  • Galletas: reenvasadas en una bolsa con el mismo criterio de arriba.
  • Café: soluble en polvo (liofilizado), reenvasado en una bolsa al igual que arriba.

Comida de mediodía

  • Queso y/o embutido en un sólo bloque o, si no es posible, en el menor número posible de bloques. Elijo versiones en las que se pueda comer la piel/corteza. Si no me la puedo/quiero comer, la quito antes de salir de casa: no quiero llevar algo que sé que no me voy a comer.
  • Frutos secos / fruta desidratada: reenvasado todo junto en un sola bolsa; pueden ser dos si la cantidad lo aconseja para poder tener una de ellas siempre a mano durante el día.
  • Pan: tostado, compacto y reenvasado, toda la cantidad necesaria, en una sola bolsa (dos si se da el mismo caso anterior).
  • Patas fritas: reenvasadas en bolsa común.

Cena

  • Pasta o cous-cous, reenvasado en una única bolsa adecuada a la cantidad que necesite llevar.
  • Puré de patatas instantáneo, idem.
  • Sopa en polvo o similar: idem.

La práctica totalidad de los envases que uso son bolsas zip que no tiro sino que vuelvo a utilizar por lo que, si bien suponen peso (poco, pero peso), no pueden ser consideradas basura una vez usadas; aunque queden vacías.

Con todo esto, al final de un viaje, normalmente, me quedo con un grupo de bolsas zip vacías o casi vacías y poca cosa más; a veces, nada más: ¡basura cero!

Conclusión

Quizá no consigamos reducir la basura a cero absoluto pero eso no invalida los resultados. Cuando menos, conseguiremos reducirla a una cantidad muy pequeña y, lo que es igualmente importante, a un tipo con bajo grado de pringue, lo que la hace muy fácil de portear.

El efecto más importante es que la basura dejará casi de ser un problema y, entonces, ya no nos costará nada llevarla: ni física ni psicológicamente. Como consecuencia, no tendremos siquiera tentaciones de tirar ni abandonar nada: dejaremos un medio ambiente libre de basura y lo haremos sin apenas carga: ni física, ni moral. Como dicen en inglés, «it’s a win-win situation»; o, lo que es lo mismo: son todo beneficios.

No hay razón para no intentarlo.

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4 comentarios

  1. ikertxo

    Aupa!

    Muy bueno, una sola idea más para rizar el rizo, lo de reducir los envases también antes de llevar al monte la comida (es de sentido común, pero bueno). En determinadas tiendas se encuentran más cosas a granel o en grandes envases que se pueden pasar a zip (tipo muesli, cuscus, verduras secas, frutos secos, algas, etc). Incluso con tiempo y ganas hay cosas que se pueden hacer en casa para llevar (pan, barritas, galletas, fruta y verdura seca, etc.). Barato, simple, de calidad, a medida y ecológico.

  2. Jonhoa

    Hola. Hacía mucho que no me pasaba por tu página y veo que has creado muchas entradas nuevas. Muy de acuerdo con todo el artículo (si has podido traerlo, puedes llevártelo) y, en especial, con lo de las latas. Deberías añadir también el factor olor. En Picos de Europa nos acompañó durante cuatro días el aroma de unas latas que habían contenido atún en aceite (en los refugios de Picos no se puede depositar la basura… a ver si se extiende el ejemplo en todas las infraestructuras turísticas que hay en las montañas). Fuimos porteando la basura comunal por turnos, en una bolsa común, sin cierre estanco… al menos no se criaron moscas, pero al resistirnos a meter la basura dentro de la mochila (para que no se pegara el olor), la llevábamos colgando por fuera de la mochila, lo que fue un auténtico engorro en ciertas trepadas. Yo he aprendido la lección. Una chica sí que fue preparada con bolsa zip para los tampones. De cualquier modo, todavía nos queda recorrido hasta gestionar nuestros residuos higiénico/sanitarios del modo en el que ya se está obligando en ciertas zonas de montaña.

  3. 4vents

    Muy interesante artículo Iñaki, al releerlo ahora se me ha planteado una pregunta: De entre todo lo que he visto que llevas que necesita re-hidratarse, hay algo que no me imagino hecho «sólo» con agua, que es el puré de patatas. Realmente lo comes así, sólo con agua? Yo siempre le echo algo de mantequilla o aceite de oliva cuando lo rehidrato, pero no he encontrado una solución práctica y segura para llevar un poquito de aceite de oliva en la mochila. Tienes alguna solución? Un saludo!

    • Viajarapie

      Se puede regenerar sólo con agua y queda perfectamente. Depende también de qué tipo de puré: los hay más y menos sabrosos. Los que tienen más sabor quedan mejor que los más insípidos. De todas formas, ten en cuenta que en el monte te comes con mucho gusto cosas que en casa no comerías: porque en el monte tienes más hambre y porque tienes menos opciones. Por eso, quizá, hacer la prueba en casa tiene utilidad limitada: la puedes hacer para comprobar que queda comestible pero quizá no te parezca muy apetecible y te desanime a usarlo.

      Puedes llevar purés de patatas con sabores. En España no son populares pero alguno se puede encontrar en supermercados grandes.

      Yo creo que no tendrás problema en comerte con mucho gusto un puré regenerado sólo con agua pero, de todas formas, puedes llevar un poco de mantequilla o de aceite. El aceite se conserva mejor sin frío. Para llevar aceite, lo importante es usar una botella que no gotee al echar el aceite. Hay botellas específicas de aceite que tienen la boca diseñada para evitar goteo. Mira, por ejemplo, la que adjunto, que es de una botella de aceite de 1 litro del supermercado. Casi todas las botellas de la tienda suelen tener, por lo menos, un orificio para que el aceite que no haya salido del todo pueda volver dentro de la botella.

      Yo no suelo llevar aceite pero, si lo hago, suelo usar una botella de medio litro (que voy rellenando) que compré en un Mercadona. Tiene orificio de retorno y es bastante buena en el anti-goteo. Otra gente he visto que lleva botellitas de plástico normales y corrientes con orificio de salida pequeño, de las que necesitas estrujar la botella para que el contenido salga a presión: con eso, es más fácil evitar goteos. En cualquier caso, uses lo que uses, cuida de limpiar lo que se haya podido salir después de cada uso y así evitas que se te pringue todo.

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