LugarLong Range, Terranova
ÉpocaAgosto
Distancia30 km
Duración2 días

Si Gros Morne resultaba un nombre significativo, por lo tenebroso, las montañas Blow me Down, más aún: como parte de la cordillera Long Range, son similares al entorno del parque Gros Morne… sin el parque. Soledad absoluta garantizada, muy poca gente se sube por allí. Recordamos vívamente los profundos cañones, las irreales llanuras de las mesetas y la sensación de aislamiento y evocador desamparo más grandes que hayamos percibido jamás.

Agua omnipresente en las montañas Blow-me-down. Al fondo, el golfo de San Lorenzo

La travesía, tal como estaba planeada, iba a ser aún más épica y larga, unos 60 kms., casi todos sin senderos y por una de las zonas más remotas de la cordillera Long Range. La verdad es que todas las zonas de esta cordillera son remotas pero el trozo que pensábamos recorrer tenía la particularidad de que atravesaba las partes más altas de toda la cadena, con lo que la vegetación era menos densa. Se trataba de cruzar dos grupos montañosos y el valle que los separa: las montañas Blow-me-down, las Lewis Hills y el valle Serpentine, entre ambos. Finalmente, no fue posible completarla. Cruzamos Blow-me-down y llegamos al Serpentine pero allí la previsión de mal tiempo y la evidencia de lo que se nos venía encima desde el oeste nos hizo desistir. Eso y la providencia de encontrarnos a unos pescadores que navegaban por el río Serpentine porque, de otra forma, salir de allí por nuestros propios medios hubiera sido tan complicado que probablemente hubieramos decidido seguir hacia las Lewis Hills y esperar poder encontrar nuestra ruta en medio de la tormenta…

Ray Humber y su padre estaban pescando en el río Serpentine, única vía de comunicación de la zona. Sólo por el río se puede progresar con cierta solvencia; el resto, el consabido y caótico bosque boreal. Tuvimos que atravesar la maraña al salir de Blow-me-down hasta llegar al Serpentine y casi nos dejamos la moral y la sanidad mental por el camino. Más sobre Mr. Humber más tarde. Hasta el río, llegamos nosotros; luego, él nos sacó de allí en su barca.

Ese mismo día, nos preguntábamos si el pronóstico y nuestras observaciones habían fallado, porque lucía el sol aún… al día siguiente, un inmenso nubarrón color gris oscuro cubría las Lewis Hills y, entonces, nos alegramos de no estar allí.

Con todo esto, nuestra épica Terranovense quedó en 3 días de los que sólo dos fueron empleados en el recorrido planeado (el tercero fue para la evacuación, aunque eso también tuvo su miga). Dos días puede parecer poco pero lo que vimos allí fue tan absolutamente apabullante que aún hoy consideramos aquella travesía como una de las rutas más bellas, más emocionantes y más gloriosas que hayamos hecho jamás.