Cuando hablamos de gas, nos referimos habitualmente a hidrocarburos que, a temperatura ambiente y en condiciones normales de presión, se encuentran en estado gaseoso. Su nombre (hidrocarburos) refleja su composición química, basada en carbono e hidrógeno. Es el carbono el que atesora la energía y, al mezclarse con el oxígeno ambiente, libera calor y productos de residuo (CO2 y CO)

Hornillo de gas con quemador remoto

El gas se obtiene por extracción y, para su uso comercial, sufre un proceso de refinamiento. Es un combustible fácil de usar y bastante seguro, limpio en el uso y razonablemente ligero, según condiciones. Su principal desventaja está en sus problemas con las temperaturas bajas. La diferente cantidad y disposición de los átomos de carbono e hidrógeno y la presencia o no de algún otro elemento es lo que diferencia las moléculas de los diferentes gases y también lo que les confiere sus características de poder calorífico y volatilidad. Los gases típicamente usados para su utilización como fuente de energía son el butano y el propano. En ambos casos, el principio de funcionamiento es el mismo: el gas es guardado en una bombona metálica que lo mantiene bajo presión; a causa de dicha presión, el producto se encuentra en estado líquido (cosa que podemos fácilmente comprobar si agitamos una bombona; parece como si estuviera llena de agua). Esto es un aspecto importante: el gas ocupa un gran volumen y, si lo guardáramos a presión ambiente, o bien tendríamos contenedores monstruosamente grandes o cantidades ridículas de combustible. Cuando se abre la válvula correspondiente, el líquido se libera de la presión que sobre él ejercen las paredes de la bombona y ebulle, esto es, se convierte en gas; así, sale a través de la válvula donde, con la conocida operación de causar una chispa, se provoca la combustión, que durará mientras se mantenga el aporte tanto del combustible (el gas) como del comburente (el oxígeno). El butano y el propano tienen fórmulas ligeramente diferentes. No me las sé y aunque es fácil encontrarlas tampoco me interesan, salvo como curiosidad y como razonamiento físico de sus diferentes propiedades. Son estas propiedades las que me interesan y cómo afectan al funcionamiento del producto.

Atendiendo a este criterio, las diferencias fundamentales son: el propano ebulle a una temperatura mucho más baja que el butano y ejerce más presión sobre las paredes del contenedor. La primera juega a nuestro favor; la segunda, en contra.

El propano ebulle (esto es, pasa de líquido a gas) a presión ambiente a una temperatura de alrededor de -40ºC mientras que para el butano esta temperatura es de aproximadamente -1ºC. Resulta curioso, acostumbrados a considerar como «ebullición» lo que hace el agua a partir de los 100ºC, de forma que asociamos el concepto de ebullición a dicha temperatura… pues no. Eso es verdad para el agua pero otros elementos tienen otras propiedades y el propano ebulle a -40ºC y el butano a -1ºC. Esto es muy importante: recordemos que, para que podamos quemar un combustible, debemos prender moléculas del mismo en estado gaseoso porque la combustión es una reacción química entre gases. Problema inmediato: ¿qué pasa con el butano cuando hay una temperatura ambiente inferior a -1ºC? esto no es una circunstancia rara en absoluto, según el clima y la estación. Pues lo que pasa es que abres la válvula y… ¡no pasa nada! El butano no ebulle, no sale por la espita y el hornillo no funciona. El gas no es gas, se mantiene en estado líquido, dentro de la bombona.

Bueno, pues entonces, usamos propano, ¿no?. Si el propano ebulle a -40ºC, mucho frío tendría que hacer para que no funcionara… el problema del propano es la otra característica mencionada: ejerce más presión que el butano sobre las paredes de la bombona que lo contiene. Esto provoca que las bombonas destinadas a alojar propano sean gruesas y, por tanto, pesadas, lo cual las hace muy inadecuadas para su transporte a la espalda. El propano es el gas típicamente usado como fuente de energía en climas fríos y, en el campo, cuando no hay que transportar la bombona en la mochila.

En definitiva, en lo que nos interesa, el senderismo de largo recorrido, es el butano el gas más utilizado. De ahí la negativa fama de los hornillos de gas como no adecuados para la época fría; no obstante, como casi siempre, se trata de llegar a un compromiso: ni sólo butano ni sólo propano. Las bombonas actuales utilizan, habitualmente, una mezcla de tres gases diferentes: butano, propano y/o isobutano (que ebulle a, aproximadamente, -12ºC). El butano suele comprender el 70% del contenido y el resto suele ser propano o éste y el isobutano. De esta forma, se consigue mantener el gas en estado líquido (y, por tanto, a un volumen razonable) con una bombona razonablemente ligera y, en teoría, el gas no dejará de ebullir por debajo de -1ºC, ya que, a partir de ese punto, el propano y el isobutano seguirán haciéndolo normalmente y, en teoría, arrastrarán en su ebullición al butano.

Esa es la teoría. Desafortunadamente, no parece que la práctica la corrobore siempre. Los diferentes gases no están disueltos unos en otros sino mezclados de alguna otra forma no muy uniforme (no conozco detalles) y es conocido el fenómeno según el cual, a temperaturas frías, se consume el propano mientras el butano se queda dentro. Si esto sucede, el hornillo funciona aparentemente bien hasta que el propano se termina y entonces nos empezamos a preguntar cómo es que ya no funciona si ¡aún está casi lleno! Existen posibles soluciones a este problema pero las describiré más tarde, en el apartado de uso y problemas potenciales.

Hornillos y bombonas

Los quemadores de gas son muy sencillos. Su estructura depende de la bombona utilizada pero, básicamente, constan de una columna metálica por la que ascenderá el gas. En uno de sus extremos, se conecta a la bombona y en el otro cuenta con un quemador que actúa también como difusor del gas en ebullición para distribuir la llama en un área más grande. Finalmente, la columna cuenta con una válvula que permite regular la cantidad de gas que pasa así como cerrar completamente.

El tipo de bombona condicionará el enlace entre bombona y hornillo. Aquí entramos ya en arenas movedizas. Hay varios tipos diferentes y, lo peor, no estoy siquiera seguro de cuántos… sobre todo, cuando empiezo a tener en cuenta las bombonas de propano, que no he usado nunca (por lo dicho antes; no son prácticas para llevar a la espalda por peso excesivo). Centrándome en las bombonas de butano o mezclas de este con propano/isobutano, recopilo cuatro:

  • Válvula autosellante con rosca
  • Válvula autosellante sin rosca
  • Sin vávula

La válvula autosellante con rosca es un cuasi-estándar. Lo es en el sentido de que numerosos fabricantes lo siguen y sus bombonas y hornillos son intercambiables pero no son las únicas. Es la válvula también llamada tipo Lindal. Se trata de la típica pieza metálica circular en la parte superior de la bombona, con un labio exterior y una depresión, en el centro de la cual está la válvula propiamente dicha, que tiene una rosca en su cara exterior y un pequeño orificio destinado a la salida del gas. Este orificio tiene un mecanismo de cerrado automático y sólo se abre cuando es empujado hacia adentro por la pieza del hornillo que encaja ahí. Más o menos, como las válvulas de las ruedas de una bici. La rosca sirve para asegurar el hornillo en su sitio. Al ser autosellante, cuando desenroscamos el hornillo, la válvula se bloquea, de forma que los podemos guardar, hornillo y bombona, de forma separada.

La válvula autosellante sin rosca es prácticamente igual que la anterior (yo creo que exactamente igual) salvo que no hay rosca. El hornillo se sujeta mediante una abrazadera que se acopla al labio exterior de la válvula de la bombona. Este es el sistema que usa la marca CampingGaz y que hace a sus hornillos y bombonas incompatibles con (casi) todos los demás. El «casi» es porque hay algún hornillo que funciona en ambos tipos de válvulas y hay también un adaptador que permite acoplar hornillos de válvula Lindal a los de válvula tipo CampingGaz.

En las bombonas sin válvula, sólo hay una pequeña depresión donde la bombona es más fina destinada a pinchar el hornillo. El hornillo debe, por tanto, contar con algún sistema para adherirse de forma permanente y estable a la bombona (sólo con pinchar no basta) y no puede ser retirado hasta que se consuma el combustible.

Al márgen del factor determinante del tipo de válvula, hay bombonas de varios tamaños y también formas. No me voy a meter con las perforables porque no las conozco apenas. CampingGaz hace muchas bombonas diferentes pero no sé si todas están enfocadas al senderismo. Las que sí me consta que lo están (mezcla butano/propano) son, al menos, dos, de tamaños medio y grande (aprox. 250 y 500 gr de combustible, respectivamente). Entre las bombonas con válvula Lindal, las hay de (aprox.) 125, 250 y 500 gr de combustible.

Los hornillos son todo un mundo. Los hay más grandes, más pequeños, más ligeros o más pesados… en el fondo, tampoco hay mucho que diseñar si se acude a lo básico. Un quemador más grande contribuirá a distribuir la llama en un área más grande, lo que lo hará eficiente para cazos más grandes, pero también hará al conjunto más pesado. Los hornillos más ligeros del mercado pesan menos de 80 gr y, con quemador grande, los hay por unos 130 gr. Algunas consideraciones de diseño interesantes:

Materiales utilizados: las piezas de plástico no suelen ser buena idea, especialmente si van cerca de donde va a estar la llama. El titanio es el mejor material en relación calidad/peso pero es más caro que el más habitual acero.

Soportes: serán tres o cuatro; con cuatro, se consigue un mejor apoyo a costa de más peso. Deberán tener un diseño que dificulte el deslizamiento del cazo (rugosos, angulados hacia dentro…) y deberán ser plegables para cómodo transporte.

Válvula de paso: interesa que esté lo más accesible posible y sea fácil de manejar, incluso con guantes.

Huír de sobrediseños. El hornillo es una cosa muy simple y, cuanto más simple, mejor; menos cosas que romper y menos peso.

Protección contra el viento. Toda llama es sensible al viento y la de los hornillos de gas lo es mucho. Estos hornillos no suelen llevar una buena protección incorporada pero suele ser fácil construír una. Una opción interesante, en este aspecto, son los hornillos que se apoyan directamente en el suelo, con patas, y se conectan a la bombona mediante una manguera. Al tener esta conexión remota, es inmediato protegerles contra el viento y son más estables… pero también pesan más.

Autoencendido: algunos modelos cuentan con una pieza que genera una chispa junto a la salida del gas. Nunca ha usado esto pero, por referencias, no es muy recomendable: añade peso y no es lo suficientemente fiable como para permitirte prescindir de los tradicionales mechero y/o cerillas. Por otro lado, el peso añadido es su única pega y tampoco es mucho.
Uso

Los hornillos de gas son lo más sencillo del mundo: acoplar, abrir válvula, prender y listo. Son limpios (no dejan residuos sólidos de combustión), razonablemente silenciosos y bastante seguros. Además, su llama puede regularse con mucha precisión, desde fuego muy bajo hasta plena potencia. Son muy rápidos de montar y desmontar y, unos más que otros, compactos para el almacenaje.

Problemas

Frío

Ya ha quedado explicado el asunto: a bajas temperaturas, el combustible no ebulle espontáneamente y esto inutiliza el artefacto.

Tradicionalmente, se ha considerado a estos hornillos no aptos para condiciones invernales, allá donde regularmente se esperen temperaturas por debajo de cero C, pero hay alguna solución. Por un lado, lo ya apuntado sobre las mezclas de gases en el combustible. Utilizar propano puro no es una opción ya que la bombona pesaría demasiado. Hay una serie
de trucos para conseguir que un hornillo de gas funcione hasta temperaturas bastante más bajas que cero C:

Mantener la bombona caliente. Esto implica no dejarla a la intemperie durante la noche (lo mejor, dormir con ella en el saco; no es como un peluche pero nos hará un desayuno caliente por la mañana); llevarla encima (dentro de la ropa, no en la mochila), al menos en el rato anterior a usarla; calentarla antes de usar (frotándola); aislarla del suelo durante el funcionamiento, ya que el suelo es un sumidero de calor. Un trozo de colchón aislante basta. Adicionalmente, cualquier cosa que se nos ocurra.

Utilizar el propio calor del hornillo en combustión para calentar la bombona. Se suele hacer mediante un alambre que, en un extremo, está en contacto con la llama y, en el otro, da unas cuantas vueltas alrededor de la bombona. Otra opción es encerrar el conjunto (bombona y quemador) mediante una pantalla que, además de cortaviento, sirve para contener parte del calor generado. Todas estas prácticas son peligrosas y hay que tener con ellas mucho cuidado ya que se corre el riesgo de sobrecalentar la bombona. Dicen que puede llegar a explotar. Los fabricantes advierten mucho (yo creo que demasiado) contra cualquier práctica que implique aplicar calor a la bombona, probablemente se quieren curar en salud. Yo creo que hace falta mucho calor para poner a la bombona en peligro de explosión pero no cabe duda que el riesgo está ahí. Debo decir que nunca he usado estas técnicas. Conviene, si se hace, monitorizar la temperatura de la bombona, posando el dedo; si está caliente, cuidado; si está demasiado caliente para poderla tocar, apagar inmediatamente.

Un fenómeno curioso del que no conozco los detalles es que el combustible, al evaporarse, produce un enfriamiento de la bombona. En temperaturas benignas, no tiene mayor importancia pero, si hace frío, es un factor que juega en nuestra contra, añadido al frío ambiental. No conozco el razonamiento físico pero supongo que el combustible, al vaporizarse, absorve cierta cantidad de energía en el proceso.

Los hornillos de gas remotos (conexión por mangera) ofrecen algo más de flexibilidad para proteger a la bombona del frío. Podemos, por ejemplo, aplicarle calor corporal. Estrictamente, es posible también con los tradicionales acoplados sobre la bombona pero es más complicado. Creo que es autoexplicativo.

Hay, al menos, un combo bombona-hornillo de gas que funciona perfectamente en tiempo frío: es el modelo Extreme Exponent de Coleman. Se basa en que la vaporización del combustible no se deja al albedrío de un fenómeno natural (que depende de presión y temperatura) sino que se realiza de forma activa, mediante un tubo vaporizador. Es un hornillo con conexión remota, por manguera. El combustible sale de la bombona en estado líquido y así llega al tubo vaporizador, situado junto al quemador. No conozco más detalles pero supongo que utiliza el propio calor de la combustión para favorecer la ebullición del combustible. Es un hecho que funciona.

Viento

Cualquier llama es sensible al viento. Supongo que, dependiendo del combustible utilizado, algunas lo serán más que otras pero es evidente que si el viento tumba la llama y esta (o parte de esta) no alcanza su objetivo, el fondo del cazo, no cumple su misión. El viento es un gran enemigo de los hornillos y es imprescindible protegerse de él, de alguna forma.

Tradicionalmente, se ha considerado a los hornillos de gas muy sensibles al viento. No conozco del todo la sensibilidad intrínseca de la llama con respecto a la de otros combustibles, aunque creo que esto depende de la potencia energética y de combustión y, en ese sentido, el gas es casi tan potente como los hidrocarburos líquidos y considerablemente más que el alcohol. En cualquier caso, no es este el factor principal. El problema asociado a los hornillos de gas ante el viento es la supuesta imposibilidad de añadir una pantalla cortaviento. Este es, en mi opinión, uno de los más estúpidos bulos del mundo del material de aire libre.

Los fabricantes lo imprimen en veinte idiomas y cuatro colores, tanto en bombonas como en libretos de instrucciones de uso de hornillos: no apantallar la bombona por peligro de explosión. Pero ¿quién quiere apantallar la bombona? es la llama lo que necesitamos proteger. Incomprensiblemente, se ha extendido la idea de que, como no se debe apantallar la bombona, no hay forma de montar un cortaviento. Es un aviso que aparece en catálogos, libros, espacios web… sólo me lo explico como resultado de la inercia del mercado: los fabricantes advierten hasta la saciedad, por cuestiones legales, y el mensaje cala tanto que nadie se molesta en pensar en diseñar una pantalla adecuada. No es tan difícil. Es más, es muy fácil, es seguro y funciona bien, no sólo como cortaviento sino como mecanismo de retención del calor para un mejor aprovechamiento. Yo mismo tengo y uso una versión hecha en casa.

Sea como sea, es fundamental proteger la llama del viento. Si no se dispone de una pantalla ex-profeso, apañar algo: abrigos naturales, piedras, una colchoneta aislante, la mochila… y cuidado de no quemar nada. El peligro de derribo del hornillo se multiplica pero queremos calentar las cosas y, sin cortaviento, podrá ser hasta casi imposible, según condiciones.

Disponibilidad de combustible

Este es uno de los grandes problemas del gas como combustible. Paradójicamente, uno no relacionado con nada intrínseco al propio gas, las bombonas o los hornillos sino a su especificidad. Puede ser difícil encontrar gas. En España, habitualmente, sólo las tiendas de montaña especializadas lo tienen. Tiendas que, habitualmente, abren 8 horas al día y cierran los domingos y que sólo se encuentran en ciudades o, como mucho, en alguna zona de montaña popular. No es sólo cuestión de encontrar gas sino de encontrar el formato que necesitamos. Lo más estándar son las bombonas que montan válvula Lindal pero siguen siendo algo muy especializado. En Francia, casa del CampingGaz, es posible encontrar estas bombonas en supermercados pero no tengo muy claro en cuáles ni si tienen todos los modelos. La cosa se complica mucho más si usamos algo tan específico como el mencionado hornillo Extreme Exponent de Coleman.

Un problema común se da cuando, para llegar al destino de nuestra ruta, necesitamos coger un avión: los combustibles no se pueden transportar en avión, ninguno de ellos (no estoy seguro ahora sobre las pastillas de combustible sólido), con lo que hay que comprar el combustible en destino, cosa tanto más difícil cuanto más específico es. Conviene buscar nuestro gas en destino *antes* de llegar allí y verificar que lo vamos a encontrar, horarios de apertura del comercio correspondiente… en el caso del gas, el problema se acentúa por la multiplicidad de formatos y presentaciones, no todos ellos compatibles. No basta con llamar a la tienda en cuestión y verificar que tienen gas, hay que asegurarse de que es el formato que necesitamos. Esto suele ser complicado porque, muchas veces, el comerciante no conoce del todo lo que vende, especialmente si no se trata de una tienda especializada y, sin ver la bombona, suele ser difícil imaginarse si nos va a servir o no. Lo de «válvula Lindal» les suele sonar a chino y hay que empezar a indagar con preguntas muy básicas: ¿de qué marca es la bombona? ¿es «de pinchar» o «de enroscar»? ¿de qué color? ¿qué pone?. El problema se multiplica por mucho si, encima, se viaja al extranjero porque hay que hacer esta verificación en una lengua que no es la tuya y, a veces, tampoco la de tu interlocutor, con lo que todo se va pareciendo a un diálogo para besugos. A veces resulta un poco desesperante pero es una comprobación que he aprendido a no dejar de hacer jamás. No se puede confiar en encontrar gas allá donde vayas, tienes todos los boletos para acabar llevándote una mala sorpresa en el peor momento.

Inestabilidad

El montaje del hornillo enroscado sobre la bombona coloca el cazo a una altura considerable. El cazo, una vez lleno, es el elemento más pesado del conjunto y, por tanto, este se torna inestable, al estar su centro de gravedad bastante elevado. No es un gran problema si se tiene cuidado pero… hay que tener cuidado. Conviene exagerar en este aspecto y no caer en el «ya vale así». Un hornillo volcado puede significar problemas graves. Lo de menos es perder el agua empleada y la comida (aunque esta se puede recuperar), lo peor puede ser originar un incendio. Colocar la bombona en una superficie plana y firme y cuidar de no golpear el conjunto al movernos. Sentido común pero, insisto, conviene exagerar un poco las precauciones; no cuesta nada.

Transporte y cantidad

Los combustibles líquidos a temperatura ambiente son más sencillos de manejar para el almacenamiento y transporte (otra cosa es para quemarlos): podemos meterlos en una botella, echar la cantidad que queramos… en el gas, el almacenaje es más complejo y no es algo que podamos manejar en casa. Estamos limitados a adquirir bombonas, que no se pueden rellenar, y simplemente ir consumiendo el gas. No es inmediato saber cuánto gas queda (aunque hay trucos para esto) y, si tenemos menos de lo justo para una salida, no hay más remedio que llevar otra bombona.

Consideraciones

El gas es, probablemente, el combustible más sencillo e inmediato para su uso en naturaleza y suele ser la primera opción de los que se acercan a las actividades que requieren su uso por primera vez. Resulta tan eficaz que, a la larga, muchos seguirán utilizándolo. Comienza a ser menos idóneo según las temperaturas bajan hasta un punto en el que probablemente merece la pena pasar a otra cosa; este punto es difuso y depende mucho de las condiciones particulares de uso pero se considera que está entre 0 y -10ºC, aproximadamente.

El gas tiene un alto poder calorífico en relación a su peso. El hornillo es, además (o puede serlo) extremadamente ligero. El único elemento pesado de todo el combo es la bombona, que debe ser metálica (las hay de acero y, más ligeras, de aluminio) para poder contener el gas bajo presión y mantenerlo en estado líquido.

En uso, es conveniente seguir una serie de directrices que harán al conjunto mucho más eficiente:

Utilizar fuego medio-bajo: Los anuncios de los fabricantes de «hierve un litro de agua en…» no sirven más que como reclamo publicitario pero no tienen mucha utilidad práctica. No hay mucha diferencia entre tardar 3 minutos, 4 ó 5 pero sí en consumir más o menos gas, sobre todo si estamos inmersos en una ruta larga. A toda potencia, se acaba antes pero también se consume más. Conviene usar fuego suave.

Apantallar la llama: No sólo por el viento, que también, sino incluso en ausencia de este: una pantalla metálica como la descrita en este mismo sitio web, que rodeee la llama y llegue a la altura del cazo contibuirá a reflejar y retener el calor generado por la combustión y a evitar que se disperse al entorno. Esto, unido al uso de un fuego bajo, dispara la eficiencia del hornillo (en mi experiencia, hasta un 100%)