• ¿Qué haces respecto a los osos?
  • Hablo con ellos

Esto fue una conversación real. No creo que fuera lo que mi interlocutor esperara oír pero es lo que se me ocurrió contestar. A la postre, me pareció una buena respuesta. Hoy, me lo sigue pareciendo.

Era obvio que aquello requería de alguna explicación más elaborada si quería que se entendiera bien. No estaba de broma, era en serio.

Hablo con ellos para mostrarles que estoy tranquilo y no tengo actitud agresiva. No entenderán lo que digo pero seguro que perciben el estado de ánimo. Igual que para los humanos es fácil distinguir cuándo un animal está tranquilo, alerta o enfadado, también lo es para los osos y, en general, para cualquier animal. Es una comprobación rutinaria.

Esto aplica a la fauna en general. Los osos, en particular, son muy inteligentes y muy cercanos al ser humano en muchos aspectos con lo que nos es fácil compararnos. Compartimos muchas características, tanto físicas como emocionales y, en un cierto nivel básico, podemos entendernos.

Atacar a otros animales no es un pasatiempo típico para un oso y seguro que tienen mejores cosas que hacer. Ya… pero ¿qué pasa si se enfadan o se asustan? Justamente, hablo con ellos para que no vean razón para enfadarse o asustarse.

Hasta ahora, ha funcionado.

Aclaraciones

No quería emborronar el principio del texto con tediosas disculpas preventivas pero, ahora que el mensaje principal está ya expresado, permitidme algunas antes de continuar:

  • Esto sólo aplica si no eres presa potencial. Si lo eres, olvídate de hablar: huye o pelea.
  • Algunos animales pueden ir a por tu comida. No es lo mismo que ir a por ti.
  • Yo soy un tipo urbano que camina por el monte. No tengo ni idea de fauna. Cuento todo esto porque le veo sentido.

Asépticos entornos urbanos, falta de contacto con la naturaleza o una visión sensacionalista del comportamiento animal proyectada desde los medios, entre otras razones, contribuyen a una falta de comprensión sobre cómo funcionan la naturaleza y sus animales. Mi propia experiencia podrá ser limitada pero me habla un lenguaje completamente distinto. Me explico a continuación.

La fauna como conflicto

El miedo a los animales viene de una visión de la fauna como conflicto. Esto no es así. No es el por-defecto de ningún animal y, desde luego, no de los osos del ejemplo. Los seres humanos no son presa natural de prácticamente ninguno de los animales que nos encontramos por ahí. Los animales silvestres son sensatos e inteligentes y lo que quieren es vivir tranquilos. Igual que nosotros/as.

Poder y Vulnerabilidad

Me quedo con el caso de los osos para ilustrar este apartado: los osos son animales poderosos y mucha gente les tiene miedo por ello. Si es tu caso, ten en cuenta esto: los osos tienen una inteligencia acorde a su poder y, con ello, la capacidad de gestionarlo adecuadamente. La vida es para ser feliz y estar bien y el poder, por sí mismo, no significa nada. En todo caso, son las sociedades humanas las que han perdido perspectiva sobre esto.

La gente se siente vulnerable cuando se encuentra con un animal poderoso y la gente no está acostumbrada a sentirse vulnerable. Damos por hecho nuestro lugar en la cima de la pirámide del poder y nos sentimos perdidos cuando percibimos que no es así. No nos hemos expuesto a ese estatu quo y, sin embargo, ¡así es como funciona la naturaleza! Los animales entienden esto perfectamente y no están matándose unos a otros todo el rato sólo porque podrían. No tendría sentido y no es así como funcionan las cosas.

Miedo y Agresión

Alguien dirá, con razón, que los conflictos entre personas y animales suceden. Pues sí, y es nuestra responsabilidad, como animales inteligentes, evitarlos, por interés común y, sin embargo, suele ser el humano el que causa el conflicto, aunque sea sin querer.

El miedo es un arma cargada. Cuando tienes miedo, dejas de actuar de forma natural. Te pones alerta, luego a la defensiva y tomas una actitud que resulta agresiva aunque no sea esa tu intención. La situación acaba convirtiéndose en un caso de libro de la profecía auto-cumplida: como es agresión lo que esperas, acabas provocándola. Cualquier cosa antes que desafiar a tus prejuicios.

He visto esto muchas veces. Es curioso porque la persona que tiene miedo no se da cuenta de que es el origen del conflicto y descargará la responsabilidad en el animal supuestamente agresivo y, sin embargo, resulta claro que es justamente al revés cuando lo puedes ver desde fuera del bucle miedo-agresión.

Aprecio y Respeto

Piensa en ello tal que así: las relaciones entre humanos y fauna no son, en esencia, y al nivel que nos ocupa, diferentes de las relaciones entre humanos. Cuando hay aprecio o respeto, no queda lugar para el miedo y no es el miedo el que gobierna cómo actuamos. Entonces, todo fluye de forma natural.

El aprecio es un rasgo emocional y quizá resulte una idea romántico-tontorrona en este contexto pero es un sentimiento que nos hace sentir bien así que ¡por qué no! Si puedes sentir aprecio por los animales, tendrás una mejor ocasión de ver los ojos antes que las garras.

El respeto por la fauna es algo de significado muy profundo, va más allá de no molestar a los animalitos, trata sobre la conciencia de nuestro lugar en el mundo natural y nuestra posición como invitados en la casa de alguien más. Se trata de aceptar con humildad que en la naturaleza no estamos al mando y de que no hay nada malo en ello y de que no hay nada peligroso en ello. No tenemos el poder pero no lo necesitamos para estar ahí fuera y estar bien. No vamos a morir. Se trata de respeto por no sólo la fauna o el medio ambiente, también por nuestro propio papel en la escena: no somos tan importantes.

El aprecio es una opción. El respeto es imprescindible.

Si quiere seguir escuchando Radio 3, no haga nada

Recuerdo esta simpática cuña auto-promocional  de una emisora de radio y la recuerdo aquí como ejemplo de que, a veces, efectivamente, lo que hay que hacer es no hacer nada.

No hagas nada, compórtate de forma natural, muestra a la fauna que te encuentres que no eres una amenaza. Lo de hablar a los animales es sólo una opción pero es muy interesante: puede ayudar, tanto a fauna como a personas, a relajarse y percibir la situación como algo normal. A fin de cuentas, el pensamiento humano es lenguaje y es bastante probable que la forma en la que hables acabe modelando tu forma de actuar.

Si hablas a los animales, hazlo igual que lo harías hacia otra persona cuando tu intención es ser amable. Muchos animales son perfectamente capaces de percibir esto.

Más allá de evitar conflictos, yo hablo a los animales habitualmente, a muchos de ellos, grandes y pequeños. No sé si significa algo para ellos pero sí tengo claro que significa mucho para mí. Está en relación con mi propio lugar en el mundo.

Una historia personal

Mi encuentro con osos más cercano y especial sucedió con una familia, madre y cría. Fue en el PCT1 en las montañas del norte de California. Era temprano por la mañana, en una sección de bosque con mucha vegetación que no dejaba ver mucho terreno alrededor. Al doblar una esquina, noté movimiento más adelante, a mi izquierda. Miré para allá y vi algo marrón oscuro y redondito agarrado al tronco de un árbol. Supongo que no estaba esperando ver algo así y por eso me costó un poco darme cuenta de lo que era: un osezno. Una vez puesto ya en contexto y sabiendo que mamá osa no podía estar lejos, me costó poco identificarla: una preciosa osa de color canela que me miraba desde un poco más allá.

Era una situación delicada de las de manual, con el osezno entre su madre y yo. La cría estaba, sin duda, siguiendo instrucciones de subirse a un árbol ante situaciones de posible peligro. La osa adulta estaba atenta, quieta y sin quitarme ojo, aunque no mostraba agresividad.

Yo también me puse alerta y eso me ayudó a contener cualquier impulso de pararme, fuera para mirar o por miedo de lo que pudiera pasar. En lugar de eso, continué caminando en mi dirección original, que me llevaba a lo largo de la escena sin acercarme más. Según pasaba, hablé a los osos, no recuerdo exactamente qué pero sería algún saludo amistoso; más o menos lo mismo que hubiera dicho si me hubiera encontrado con otra persona.

Los osos seguían atentos mi camino, lo mismo que yo hacia ellos aunque procuré no exagerar. En el momento en que desaparecí de la vista directa detrás de algún arbusto, oí el sonido de cuerpos grandes atravesando vegetación y tuve claro que los osos se habían marchado.

Todo esto duró unos 20 segundos durante los que me mantuve alerta pero en ningún momento tuve miedo. No había razón para tenerlo, los osos nunca mostraron agresividad. Yo no era más que otro animal que pasaba por allí y me pareció que la mejor actitud era continuar siendo exactamente eso. No pararme, no entrar en pánico, no correr, ni siquiera cambiar de dirección, sólo seguir adelante como si nada, es decir, no hacer nada. Todo pareció tan natural que funcionó como si fuera lo normal y creo que esa es la clave: es que era algo normal.

Sobra decir que no tengo fotos del momento, sólo recuerdos.

Este encuentro con animales es uno de los más bonitos que haya tenido nunca, no tanto por haber podido ver a los osos desde cerca y sin que huyeran inmediatamente sino, sobre todo, porque me sentí como una pieza más en el puzle del bosque, otro animal que pasaba por allí. Es una sensación maravillosa.

Fue también en el PCT donde aprendí a no tener miedo a las serpientes. No es que me preocuparan especialmente pero nunca había caminado por un sitio donde hubiera tantas y tan venenosas como las serpientes de cascabel que son muy abundantes en California. A los pocos días de camino, tuve un encuentro revelador: estaba a punto de pisar a una que estaba enroscada, parada en medio del camino. Fue la serpiente la que me advirtió haciendo sonar el cascabel.

Así que ¡para esto era el cascabel! Fue su modo de decir «no me pises», una forma lógica y muy civilizada de comportarse.

Esto me ayudó a conocer a las serpientes y su comportamiento. Me dejó claro que ellas están tan interesadas como yo mismo en evitar conflictos como pisotones y que harían lo que pudieran para que no sucedieran.

Me resulta más difícil empatizar con una serpiente que con un mamífero, supongo que por la distancia genética, pero tengo claro el tema del respeto. Sigo considerando una asignatura pendiente aprender a respetar a las serpientes por aprecio a su presencia más que por miedo a lo que me puedan hacer y, cuando me cruzo con una, me sigue provocando cierta tensión pero, desde aquel encuentro, me relajé mucho porque comprendí que las propias serpientes eran las primeras interesadas en evitar conflictos. Buscábamos lo mismo, estábamos de acuerdo, así que todo iba a ir bien.

A mí me gusta esta forma de ver el mundo y, además, me parece que tiene sentido. Hasta ahora, no he visto nada que me haga pensar lo contrario.

 

  1. Pacific Crest Trail