Caminar para viajar. El mundo a escala humana

Via Alpina 1, Primeras Impresiones

La Via Alpina 1, también conocida como Alpine Pass Route, recorre de este a oeste las regiones Glarner y Berner de los Alpes suizos a lo largo de aproximadamente 360 km, algo más o algo menos dependiendo del punto de partida y la elección de ruta, allá donde hay opciones. Caminé por ahí en septiembre de 2018 con la difusa y ambiciosa idea de completar el recorrido en una semana.

No conseguí llegar al otro extremo pero conseguí muchas otras cosas. El texto a continuación es un resumen de las que más me llamaron la atención o me dejaron una impresión más profunda. Va sobre el territorio, la ruta y las montañas y va, sobre todo, sobre mí mismo y cómo me fui sintiendo a lo largo del viaje.

Laderas sobre el Schachental

Paisaje perfecto

Suiza es la postal perfecta: paredones de roca, picos picudos, glaciares, cascadas, prados y hasta bosques, aunque de estos quedan menos que de todo lo otro. Habría que ponerse muy tiquis-miquis para buscar un sitio más ortodoxamente bonito, si dejamos al margen otras consideraciones sobre impacto humano o gustos personales. La Via Alpina 1 es el paisaje de Heidi, todo el rato.

Lo peor de caminar por las montañas de Suiza es que es difícil vencer la tentación de pararse a contemplar, que sería guay como objetivo pero desastroso para avanzar hacia algún sitio si lo que se quiere es viajar.

La cara norte del Eiger

Entorno humanizado

Sí, ya la empezamos a liar, no todo es perfecto y las montañas de Suiza, tampoco. Ya sabía antes de ir que el impacto humano está por todos los sitios y es muy profundo pero, sin que haya sido una sorpresa, sí que me ha dejado una huella profunda a mí también.

Teleférico y tendido eléctrico en dirección al edificio sideral en la cima del monte Titlis, pisoteando el glaciar

Acampada clandestina

La Via Alpina no es, probablemente, el mejor sitio para acampar en los Alpes suizos. Las áreas libres de actividad humana a lo largo de la ruta están limitadas a unos pocos kilómetros antes y después de los puertos y, a veces, ni eso. Los prados a pie de puerto, cerca de los collados, suelen ser el sitio más tranquilo para acampar, también el de más valor paisajístico. Como salgas de ahí hacia el valle, lo más probable es que acabes acampando en el prado de alguien.

La acampada libre está aparentemente, prohibida en Suiza aunque, de nuevo aparentemente, se tolera con naturalidad si se hace de forma no intrusiva y sólo para pasar la noche.

Con mi plan ambicioso y mi estrategia de caminar todo lo que podía cada día, no tenía mucha opción para elegir sitio para acampar, lo hacía allí donde me tocara estar al final de cada jornada. Acampé 6 de las 8 noches, 4 de ellas en el monte y nunca fue un problema encontrar un sitio. Eso sí, algunos de mis campamentos no fueron muy vistosos.

Prado alpino a los pies del Wetterhorn

Fotos malísimas

No me olvido de esto, lo recuerdo cada vez que reviso el repositorio.

Vaya por delante que mi objetivo principal era caminar y que no podía dedicar mucho tiempo a la fotografía así que no esperaba ninguna maravilla. El caso es que los resultados han sido mediocres incluso considerando esa premisa. Como posible razón digna de comentar, creo que los patrones de luz eran difíciles: los valles son muy profundos y con orientación dominante norte-sur con lo que pasaban de penumbra directamente a sol duro y vuelta a penumbra, no había apenas luces oblicuas. Además, tuve mayoría de días despejados, con pocas nubes que filtraran la luz o que me ayudaran a adornar las imágenes.

No os desaniméis por mis fotos mierder, el sitio es súper-bonito.

Calidad suiza

Esta era mi primera visita real a Suiza y puedo dar fe de lo bien organizado que está todo y lo bien que funciona todo: desde los senderos o la señalización al excelente sistema de transporte público, por mencionar aspectos que he probado de primera mano. Da gusto lo limpio y cuidado que está todo, tanto en el monte como en los pueblos y ciudades.

Sólo puedo hablar desde la perspectiva de una visitilla de una semana pero parece un caso claro de una sociedad razonablemente bien equilibrada, un país que cuida de su gente y una gente que cuida de su país a todos los niveles, en una reciprocidad que suele funcionar siempre, para bien o para mal. Me gustó mucho esta parte de viajar por Suiza.

Sudor

Si tengo que elegir una palabra para definir mi viaje por los Alpes suizos, esa debe ser sudor. Qué poco glamour…

Hace sólo un par de años escribía aquí mismo sobre lo extraño que me pareció que durante el último viaje por Islandia apenas sudaba, ni siquiera cuando me esforzaba, tampoco cuando llevaba puesta la ropa impermeable. No me había vuelto mutante; sin duda, se debió al clima islandés, fresco y ventoso. Procede mencionarlo aquí por el contraste con la ruta alpina, en la que he sudado como no recordaba haberlo hecho jamás. Tanto que algo tan aparentemente tonto merece estos párrafos.

Subir cuestas implicaba automáticamente ponerme a sudar a lo bestia. Empapaba la ropa, especialmente la camiseta. Había ratos en los que sudaba tanto que prácticamente tenía que dejar de usar los bastones: necesitaba las manos para desviar el sudor de la frente y que no entrara en los ojos y apenas podía usarlas para otra cosa.

No tengo claro por qué pasó esto. Nunca había sido así, y no será por no haber subido cuestas antes… la temperatura era cálida pero tampoco para justificar por sí sola el fenómeno. Recuerdo haber sudado a lo bruto incluso por la mañana temprano de un día nublado.

Parte de la culpa la puede tener mi ropa. Era el mismo modelito que usé, precisamente, en Islandia: camiseta de lana y pantalones largos. Allí funcionaron muy bien. Tenía mis reservas sobre llevarlos a los Alpes y, a la postre, creo que iba demasiado abrigado buena parte del tiempo.

Problemas con la vestimenta

No estoy contento con la ropa que llevé; al menos, con las prendas básicas de llevar puestas todo el rato, camiseta y pantalones. Elegí pantalones largos y camiseta de lana, las mismas piezas que tan bien me habían ido en viajes recientes en Islandia y Terranova pero los Alpes resultaron mal terreno para ellas, incluso en septiembre: demasiado calor y humedad. Me habría ido mejor con pantalones cortos o, por lo menos, más finos; y con una camiseta sintética fina, aunque habría seguido prefiriendo manga larga para no depender de la crema solar para proteger los brazos.

La lana no me ha ido bien, y eso que es un material que gestiona muy bien la humedad: al mojarse, crea una especie de micro-clima que te refresca sin la sensación de frío que te pueden producir el algodón o los sintéticos pero (y es un pero muy grande) en esta ocasión he sudado tanto que la camiseta me resultaba incómoda más allá de la temperatura percibida. Me sentía empapado y no estaba cómodo. Para que os hagáis una idea de la magnitud del asunto, cuando aquello se secaba me quedaba lleno de depósitos de sal que hacían curiosos dibujillos por toda la camiseta y cambiaban cada día según la nueva sudada borraba los depósitos antiguos y creaba nuevos. Va a ser lo más cerca que haya estado del arte del sendero. No se me ocurrió hacerle fotos.

Hubo muchas ocasiones en las que me sentí atrapado en mis ropas. Si volviera a esta ruta en cualquier momento del verano, llevaría prendas distintas.

Enfermedad

Estuve malito el día 7 de viaje y, probablemente, algo afectado en los días previos, aunque en aquel momento no era consciente de ello. Fue una versión suave del mismo jamacuco por el que pasé en mi primera ruta larga por los Alpes, allá por 2009, ¿quizá la misma bacteria/virus? En aquella ocasión tuve vómitos y diarrea, seguidos por dos días en los que no podía ni moverme, mi cuerpo sólo quería descansar. En esta ocasión, ni vómitos ni diarrea, sólo malestar intestinal y el periodo de cuerpo inoperativo fue de sólo un día.

Ese fue el día 7. A pesar de que no podía ni con los bastones, seguí caminando y recuerdo vivamente la sensación de mi cuerpo pidiéndome descanso. Aparte de cierto malestar gastro-intestinal, no tenía ningún dolor localizado pero la sensación general era de que no podía con mi alma. Caminar se fue haciendo más y más costoso hasta el punto de que sentía como si ya no pudiera hacerlo más. Curiosamente, si me paraba y me ponía cómodo en el suelo, ¡me sentía bien! cosa que interpreté como un mensaje claro: mi cuerpo quería descansar. Recuerdo cómo me sentí exactamente igual en 2009.

Otra forma que tenía el cuerpo de decirme que quería descanso es que me daba sueño, incluso caminando. Pedazo de bostezos que soltaba. Probablemente, el físico necesitaba reposo para usar energías en combatir microorganismos y esa sensación de no poder más era su forma de decírmelo.

El día 7 fue más corto de lo habitual. Hice un esfuerzo grande por llegar a un albergue de montaña al que llegué a las 6 de la tarde. Me fui directamente a dormir y así estuve durante 12 horas seguidas.

A la mañana siguiente, me encontraba bien y, de hecho, a lo largo del día 8 me sentí mejor que ningún otro previo, lo que me hace pensar que el jamacuco, probablemente, se fue cocinando durante los días previos.

No hay ritmo maratón

Ni de lejos, a pesar de que lo intenté y era parte del plan: tenía que promediar 45 km/día para completar la ruta en 8 días. Ya sabía que iba a ser duro; lo que no sabía es que, después de todo el esfuerzo, iba a conseguir sólo 33 km/día.

Apliqué todas las estrategias habituales conocidas por la humanidad y que siempre me habían funcionado: carga compacta y ligera, caminar del amanecer al anochecer, evitar paradas largas o múltiples, mantenerme concentrado y evitar dispersarme en otra cosa que no fuera caminar. No necesité gastar nada de tiempo en tareas de orientación, la ruta está perfectamente señalizada. Apenas jugueteé con los mapas, ni siquiera para localizar montañas, cosa que me gusta mucho hacer. Ni siquiera usé el Twitter, no tenía tiempo. Ya veis que iba en serio.

El viaje ha sido físicamente durísimo. Nunca me había sentido tan apaleado al final de cada día, todos los días, como en esta ruta. Perdí 4 kg de peso (en una sola semana) cuando, normalmente, en este tipo de viajes no pierdo nada. Sea lo que sea lo que conseguí, fue lo mejor de lo que fui capaz.

No tengo claro por qué no pude ir más lejos aunque se me ocurren algunos factores: menos horas de luz que en primavera o principios de verano y el haber estado malito un día y, probablemente, algo tocado en los días previos.

Desconexión digital

Dado el nivel de urbanización a lo largo de toda la ruta, no me extrañaría que hubiera señal 4G ininterrumpida pero lo comprobé: ni siquiera me conecté.

Esto fue un curioso y extrañamente bienvenido efecto lateral de mi estrategia de caminar sin descanso, lo que no me dejó tiempo para nada más. La conectividad es un pozo sin fondo: no es sólo el tiempo que te cuesta escribir un mensajito, es también el coste de pensar qué quieres decir, seleccionar una foto que enviar de entre las muchas que has hecho o, simplemente, estarte pendiente de esa tarea auto-impuesta y de sus secuelas. A base de no tener tiempo para siquiera pensar en ello, me liberé sin querer de la necesidad de publicar nada. Es que ni me acordé, por raro que suene decirlo así. A la postre, puedo decir que esto me resultó refrescante y liberador.

Como podéis ver, no todo es esfuerzo y drama cuando te planteas caminar sin descanso.

Momentos de soledad

La estrategia de camina-sin-parar ataca de nuevo, esta vez en la forma de ascensiones a los puertos por la tarde, cuando el resto de caminantes estaban ya descendiendo hacia los valles, o incluso a últimas horas, donde ya no quedaba ni Blas en los caminos. Esto es un valor en una ruta concurrida como la Via Alpina 1.

No es que el sendero estuviera petado de gente, nunca fue el caso y supongo que estar allí a mediados de septiembre ayudó a evitar las masas pero el caso es que siempre había tráfico y fue sólo en estas ocasiones de horas valle en zonas altas en las que me sentí solo, en el buen sentido de la expresión. Fueron ratos muy especiales que recuerdo con cariño y que hubiera echado de menos, de no haberlos tenido. Es una parte muy especial de la relación con el sendero y con las montañas, cuando resulta más íntima, cuando las montañas parecen más grandes y yo, más pequeño.

Como podéis ver, no todo es esfuerzo y drama en un plan de viaje exigente.

El paso Bunderchrinde a última hora de la tarde

Diversión de Tipo 21 autoinfligida

La diversión de tipo 2 siempre tiene algo de auto-infligida pero, en esta ocasión, mi propia responsabilidad era muy obvia: la ruta pasa por pueblos, granjas y refugios, hoteles de montaña, restaurantes de montaña y una red de carreteras, vías de tren y teleféricos que enlazan todo ello y yo no hacía más que caminar y pasar de largo. No me causó peso extra la presencia de todas estas tentaciones pero sí me produjo una sensación rara, como de estar fuera de lugar. Allí iba yo con mis penalidades mientras todo lo que me rodeaba estaba en una onda completamente diferente.

La diversión de tipo 2 te lleva inevitablemente al punto de hacerte la pregunta habitual: qué leches hago aquí. Es algo que te puede pasar en cualquier sitio, no necesariamente en lugares muy remotos, que no es el caso en los Alpes, desde luego. Cuando te surge esa pregunta, conviene tener una respuesta válida. En la Via Alpina, necesité un buen repaso continuo.

Encontrando equilibrio

Caminar y hacerlo en solitario son los dos grandes factores que me ayudan a encontrar tiempo de calidad para conectar conmigo mismo. La Via Alpina 1 me ha resultado ideal para esto porque podía poner el modo automático y dejar a mi mente divagar mientras seguía poniendo un pie delante del otro. El reto de hacer mucha distancia, que puede parecer meramente físico, tiene un efecto psicológico importante porque contribuye a mantenerme concentrado en la tarea. Ha sido una sola semana de camino pero me ha aportado un gran equilibrio emocional, un gigantesco reinicio que me ayuda a sacar porquería de la cabeza, ver con claridad las cosas que realmente importan e ir por ellas. Es un efecto duradero que me ayuda a encontrar el camino hacia la mejor versión de mí mismo.

Caminar siempre tiene este efecto pero, además, en esta ocasión, ha sido muy profundo.

Ya que estamos, debo admitir que también me ha venido muy bien perder esos 4 kg.

  1. Aquella que recuerdas con simpatía pero no tuvo ni maldita gracia en el directo

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1 comentario

  1. Paraiso Terrenal

    Gracias por compartir tus pensamientos que también sabes contarlos. Siempre tan amenos.

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