Caminar para viajar. El mundo a escala humana

Black Range de Nuevo México

La Cordillera Oscura (Black Range) de Nuevo México es una cadena montañosa de alineación norte-sur en la mitad meridional del estado. Permitidme aquí la traducción liberal de un nombre propio, creo que así capto mejor el espíritu de la denominación.

La ruta oficial del CDT, aprobada por la Continental Divide Trail Coalition, pasa por allí, siguiendo la divisoria continental. Como otras muchas montañas de la zona, la Cordillera Oscura es una isla de bosque en medio del desierto nuevo-mexicano, cuenta con picos alrededor de los 3000 metros de altitud y bosques de pino, álamo y roble. Es un área remota en la ya de por sí poco poblada región. Como referencia, en el contexto del CDT, caería entre puntos típicos de paso como Pie Town, al norte, y Silver City, al sur.

Black Range desde la divisoria

La característica más curiosa de esta zona es la escasísima cantidad de caminantes del CDT que va por allí. La mayoría usan la alternativa del Cañón del Gila, una ruta de baja altitud que corre paralela a la divisoria hacia el oeste. Hay numerosas razones para esto: el Cañón del Gila es espectacular y ofrece un acceso continuo al agua, el único tramo en todo Nuevo México donde ocurre tal cosa en una longitud de camino significativa. Nuevo México es un sitio mayormente seco, tirando a muy seco. En cualquiera de las dos direcciones, para cuando llegas al Gila habrás pasado mucho tiempo sin ver agua corriente y eso es un valor que la gente, sin duda, apreciará. El Gila es, también, más sencillo logísticamente, con una posibilidad de reaprovisionamiento a mitad de camino, sin salirte del sendero, y es una ruta algo más corta que la Divisoria.

Con todo, el CDT es conocido por sus múltiples alternativas, algo que suele gustar en la comunidad, de forma que siempre hay alguien que toma ésta o aquella, incluídas las más raras, pero esto no parece aplicar en la Cordillera Oscura. En 2019, sólo he tenido noticias de otra persona que la recorrió y se trataba de un tipo que caminaba de sur a norte, dato importante porque cruzó la zona en abril/mayo, cuando la disponibilidad de agua es un factor menos crítico. Si tomamos el Water Report como un registro fiable de quién camina por dónde, parecería que nadie más había tomado la Cordillera Oscura en un curso de norte a sur desde que existe dicho informe; creo que desde 2015.

Debe haber algo más que la atrayente opción del Gila para explicar esta falta de tráfico en la Cordillera Oscura. Yo diría que es la falta de información sobre la zona, que genera un círculo vicioso según el que nadie va por allí por la falta de datos (sobre todo, dónde encontrar agua), lo que provoca que no haya retroalimentación de usuario. Al contrario que otros tramos con rutas alternativas, éste requiere un gran compromiso porque es largo: aproximadamente, una semana entera de camino en un territorio que aparece como un vacío en los mapas.

Encontrar agua es el aspecto fundamental, algo con lo que no se juega. A la mayoría de caminantes no le disuadirían del todo aspectos como andar monte a través porque los senderos son prácticamente inexistentes o no saber seguro dónde encontrar provisiones pero lo del agua es más serio, especialmente para quienes vamos de norte a sur porque pasaremos por allí en octubre. Buscar información sobre la disponibilidad de agua en el otoño y no encontrar apenas nada da mucho respeto.

En 2019, tampoco había ninguna opción documentada de reaprovisionamiento a lo largo de la ruta.

Creo que la Cordillera Oscura merece más atención de la que recibe y me gustaría que más gente se animara a tomarla. También me apetece contar la historia por el solo placer de hacerlo, acabó siendo la sección más especial de mi viaje en el CDT, fue un salto al vacío que terminó saliendo bien y me vais a permitir que presuma un poco. Por lo que respecta a información práctica, ahora sí que hay datos sobre las fuentes posibles de agua, tanto en el Water Report como en la App, con fecha octubre de 2019.

Toma de decisiones

Mi plan inicial era ir por el Gila. Mientras me tomaba un descanso en Pie Town, pensaba que, salvo por un par de trozos muy cortos en Montana y Wyoming, había recorrido hasta entonces la ruta oficial íntegra y que molaría terminarla y completar los casi 5000 km. No mucha gente lo hace. Pensaba también que, probablemente, sería una oportunidad única: no habría una segunda ocasión, no iba a volver a recorrer el CDT entero otra vez sólo por eso. Con todo, empecé a intentar reunir información sobre la rama de la Cordillera Oscura y ya vi que había pocos datos y que iba a ser difícil encontrarlos. Tuve suerte de que coincidí en Pie Town con otro tipo que había estado en la zona hacía poco y me contó muchas cosas útiles, además de que me animó a intentarlo. Empezaba a parecer posible.

Yo no estaba seguro. Ir por la Cordillera Oscura significaba, en buena manera, ir a lo desconocido, en contraste con la relativa seguridad de saber lo que podías esperar en el Gila. Salí de Pie Town con provisiones suficientes para la ruta del río pero muy justitas si quería ir por la montaña. Parecía que, implícitamente, había tomado ya una decisión.

Saliendo de Pie Town, seguí también la ruta oficial en otro tramo donde casi todo el mundo va por una alternativa más corta y con mejor camino. En ese tramo, me encontré con terreno agreste y senderos de muy mala calidad que me hicieron gastar mucha energía e ir más despacio de lo que hubiera esperado. Parecía que, si aún tenía intenciones de tomar la Cordillera Oscura, el sendero había tomado la decisión por mí y era en contra. Recuerdo cómo, por entonces, me sentía cansado y estaba, también, cansado de estar cansado.

Cuando, tras varios días desde Pie Town, llegué al cruce donde tendría que decidir entre río o montaña, tomé sin ninguna duda la ruta del Gila pero tenía una buena excusa: una fuente a escasos minutos por la que necesitaba pasar. Era ya una hora muy tardía. Caminé 30 minutos más y monté campamento.

A la mañana siguiente, no me encontraba bien, emocionalmente. En el fondo, sabía por qué: lo que yo quería de verdad era ir por la Cordillera Oscura y no hacerlo me sabía a renuncia. La Divisoria estaba aún muy cerca, paralela, hacia el este. Eché un vistazo al mapa y vi una pista por la que podría conectar. Hice un rápido repaso mental de la comida que me quedaba y la distancia de la ruta de montaña para comprobar que tendría que caminar muchos kilómetros diarios para no tener que racionarla. No tenía ni idea de la calidad de los senderos ni de si me permitirían llevar el ritmo requerido y ya acababa de pasar por tramos donde no había sido así. Desde donde estaba, necesitaría entre 2.5 y 3 días para llegar a una carretera de la que no sabía nada y sin ninguna opción garantizada de encontrar agua por el camino. Llevaba 4 litros en la mochila.

Cuando, minutos después, llegué al cruce, eché un vistazo a la línea de colinas que marcaban la Divisoria Continental e intenté no pensar cuando torcí hacia allá.

Anunciando la Divisoria

Fue una decisión impulsiva y creo que no habría podido ser de otra manera. Sabía que me esperaban 3 jornadas complicadas pero no sabía cuánto y, en ese momento, prefería no saberlo. Lo que viene a continuación es una pequeña historia de mis días más difíciles en el Continental Divide Trail.

Aproximación

Una vez en la divisoria, comprobé que no iba a ser fácil. El camino variaba entre muy poco definido e inexistente y me quedaban sólo los postes y marcas en árboles, más bien escasos, para ver por dónde ir. El terreno era de bosque abierto, de progreso relativamente sencillo aunque fuera casi monte a través y buscar la ruta era hasta entretenido pero el avance era lento y esto me intranquilizaba: no tenía tiempo para ir lento.

Con señal pero sin sendero

Hice por no preocuparme demasiado. La ruta era muy bonita, a lo largo de una cresta boscosa, y la sombra ayudaba a sobrellevar el peso del sol perpetuo. Fui racionando el agua por si acaso no encontraba más a lo largo del día; tanto que pasé una última hora terrible antes de llegar a uno de los puntos clave donde tenía puestas mis mejores esperanzas de acuerdo a la información que manejaba. Según me acercaba, vi la bomba manual del pozo artesiano y ya me pude relajar: iba a sobrevivir sin problemas al menos un día más.

Me tomé un descanso largo, tan largo como me permitían mis urgencias. Comí todo lo que pude y bebí bastante más de lo que podía. Era consciente de que éste era el lugar en el que podía beber todo lo que quisiera. A partir de ahí, me quedaban dos días con sus noches y una fuente potencial en la que podía razonablemente esperar volver a encontrar agua antes de llegar a la carretera estatal 59. Llené botellas, unos 6 litros, y seguí adelante.

Aún estaba en trayectoria de aproximación a la Cordillera Oscura, caminando en dirección este según la ruta me iba llevando al final de los árboles y a un terreno de colinas herbosas doradas y secas. Era una región muy solitaria; de hecho, creo que fue aquí donde la sensación de soledad fue más intensa en todo el viaje. Desde la cresta de las colinas podía ver extensiones inmensas de praderas secas y vacías y sólo algunas montañas lejanas tenían algo de verdor. Iba caminando prácticamente campo a través, con sólo algunos escasos hitos que me confirmaban que estaba siguiendo algo. Si hubo un tramo en todo el CDT en el que no hubiera esperado encontrarme con nadie, fue aquí. Y, no, no me encontré a nadie.

Muy vacío y mucho vacío

Alargué la jornada todo lo que pude y acabé acampando en la oscuridad, intentando usar algunos arbolillos dispersos para protegerme del viento. La noche era fría, en fuerte contraste con el sol y el calor del día. Eso sería una definición de lo que significa Nuevo México en una sola frase.

Acababa de caminar 56 km, mi día más largo de todo el viaje.

Las praderas

Tendría que seguir caminando hacia el este durante al menos un día completo más antes de llegar a las estribaciones de la Cordillera Oscura hacia el final de jornada, si todo iba bien. Antes de eso, muchos kilómetros sin sombra y con la necesidad de encontrar agua al menos una vez más para salvar el culo una última vez.

La ruta me llevó en curso descendente desde las colinas hacia las praderas donde encontré algunas pistas de tierra y, para mi sorpresa, unos vehículos y un grupo acampado que aún no había salido de las tiendas. Era muy pronto todavía. Estuve tentado de llamar a alguna puerta y pedirles agua para volver a llenar botellas pero decidí en contra y continué sin parar. En ese momento, todo lo que quería hacer era avanzar y, por lo que veo, me iba acostumbrando a tomar decisiones impulsivas.

Durante el resto de la mañana, fui siguiendo una pista amplia donde, además de poder caminar deprisa, fui en ascenso hacia un grupo de colinas donde volví a encontrar árboles. No sólo eso sino también varios depósitos de agua para el ganado, aunque había que echarle imaginación para llamar agua a aquello que contenían. Estos depósitos son muy comunes a lo largo de Nuevo México, así como en la meseta de Wyoming. Se trata de pequeñas depresiones excavadas, de un tamaño entre un charco grande y una lagunilla pequeña, dependiendo del caso. El agua suele estar muy turbia, especialmente al final de la estación seca y, a veces, si está el ganado por allí, puedes ver a las vacas meando y hasta cagando dentro. La gente del CDT suele beber de estos sitios, previo filtrado y/o tratamiento por todos los métodos posibles, y no suelen tener problemas más allá de un sabor poco apetecible. Yo hice un esfuerzo consciente por evitar beber de los depósitos del ganado a lo largo de todo el viaje. En este tramo, concretamente, y dada la incertidumbre, habría cogido agua en alguno de ellos pero fue aún por la mañana cuando me encontré dos o tres que aún tenían algo y todavía llevaba mucha en la mochila. Decidí confiar mi suerte a una fuente con mejor potencial que me encontraría por la tarde. Si no había agua allí, iba a tener problemas.

La ruta ascendió a una línea de colinas secas, dejando los últimos árboles atrás. El panorama era amplio, desolado y muy hermoso, con vistas infinitas en todas direcciones. Consultando el mapa, veo que esta pequeña sierra se llama la Montaña Pelona y puedo estar de acuerdo con quienes le pusieran el nombre. Estoy otra vez campo a través, con hitos y postes que marcan la ruta de forma muy laxa, pasas un buen rato hasta ver la siguiente señal. El terreno es rugoso e incómodo y me concentro en progresar de la forma más eficiente posible.

Según desciendo de la Montaña Pelona, el terreno no me deja ver lo que viene a continuación así que hecho un vistazo al mapa y ahí está claro: una extensión inmensa de pradera llana y semi-desértica que tengo que cruzar antes de llegar a una línea de montañas al otro extremo, ¡la Cordillera Oscura por fin! Poco después, tengo mi primera visión directa:

Son aquellas montañas del fondo

La pradera me recuerda mucho a las de la meseta de Wyoming: terreno arenoso, pegotes de hierba seca y un laberinto de pistas de tierra. Igual que en Wyoming, me cruzo con caballos salvajes y un grupo de antílopes.

Antílopes de las praderas

La ruta pasa junto a unos cuantos depósitos de agua pero en esta zona están todos secos. A estas alturas, ya no me sorprende saber que hay ranchos de ganado en este terreno tan seco, ya lo he visto antes pero sigo preguntándome qué leches comen las vacas aquí. Supongo que compensan la escasez de vegetación con una densidad de animales muy baja. Lo que sí tengo claro es qué beben porque es lo mismo que espero beber yo: en medio de este desierto se encuentra el molino North Garcia.

Los molinos de viento son relativamente comunes a lo largo del CDT en Nuevo México. Son los mismos que se pueden ver en las pelis del oeste. Bombean agua de un acuífero y la echan a un depósito accesible para el ganado. Muchos de estos molinos están en desuso como sistema de bombeo, sustituidos por placas solares, que aquí van muy bien (sol no suele faltar) y tienen menos mantenimiento pero los restos del molino suelen estar aún allí. Sea cual sea el método de bombeo, el agua que sacan del subsuelo es de uso habitual por parte de senderistas y el estado de funcionamiento de los molinos es una pieza clave de información. El North Garcia tiene unas pocas entradas en la App y son positivas pero todas datan de la primavera, no hay ninguna fechada en octubre.

Si no encuentro agua en North Garcia, tengo un problema. No tengo mucho en forma de plan B. La ruta usa las pistas para cruzar las praderas y, si hay una pista, podría haber algún vehículo al que podría parar para pedir agua pero esto está tan desierto y vacío que ni me imagino algo así. No es algo con lo que pueda contar. Mi única alternativa medio-seria sería la carretera 163, una pista de tierra que cruzaría al final del día. Es una pista pero está numerada y puedo suponer que haya alguna posibilidad de que haya alguien circulando por ahí. La documentación menciona algunas otras posibles fuentes, más allá, en forma de depósitos y arroyos estacionales, pero parecen menos fiables que el molino. North Garcia es, de largo, mi mejor opción.

No tengo ninguna garantía así que voy racionando el agua que me queda y, a pesar de que aún tengo un par de litros, voy pasando sed. Me aproximo a la zona donde debería estar North Garcia y por fin veo la estructura a lo lejos pero aún es imposible decir si gira o no. Según me acerco más, veo un rebaño de vacas alrededor y es entonces cuando me tranquilizo: si hay vacas, tiene que haber agua.

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El molino funciona, girando ruidosamente, como si le dolieran las articulaciones, cada vez que sopla la brisa y es entonces cuando puedes ver el agua saliendo por una tubería y cayendo al fundo de un gran tanque metálico. Así que, por fin, descanso, comida, agua y hasta ¡sombra! aunque sólo sea una pequeñita, gracias a la pared del depósito. No tenía mucho tiempo para relajarme pero no os quepa duda de que me relajé, física y emocionalmente. Encontrar agua en North Garcia significaba que tedría suficiente para llegar a la carretera estatal 59 al día siguiente y que tenía virtualmente vista para sentencia la primera parte de mi aventurilla. Aún quedaba mucho por caminar y mucho trabajo pero eso ya sólo dependía de mí. La situación sabía a victoria y me sentía genial.

Pero sin tiempo para celebraciones porque tengo que continuar camino lo antes posible. Ahora que el agua ha dejado de ser un problema, mi foco se desplaza a un objetivo diferente: llegar a la carretera 59 cuanto antes. Es importante: es una carretera en medio de la nada que no lleva a ningún sitio habitado en el lado oeste y, por el este, el primer pueblo está a tomar por saco, en la base de las montañas. Tengo comida y agua para llegar hasta allí pero no mucho más y es fundamental que encuentre alguien que me lleve a una población. La carretera 59 no está ni siquiera documentada en la guía, no tengo ninguna información sobre ella más que lo que he visto sobre mapa y no tengo ni idea de si tendrá tráfico. Es un problema potencial y, cuanto antes llegue, más opciones tendré.

Todo esto es preocupante pero ni de lejos tanto como lo ha sido el agua durante estos dos últimos días y, poniendo todo en perspectiva, me siento aliviado, mucho más contento, casi eufórico. Camino con energía y confianza por la planicie reseca intentando llegar a la base de las montañas antes del anochecer. Allí, empezaría a encontrar árboles y sería un lugar mucho mejor para pasar la noche que la pradera, en todos los sentidos. Las praderas están muy expuestas, suele haber mucho viento y, una vez que se va el sol, hace mucho frío.

Camino hasta entrada la noche pero aún me queda un buen trecho para llegar a los árboles y decido que ya está bien, acampo al raso. Esa noche no registré la temperatura más baja del viaje pero sí fue la más fría. Por la mañana, el Trailstar estaba congelado y, con manos congeladas también, hice el esfuerzo por recoger y salir antes del amanecer para poner en valor todo el esfuerzo y las penurias de los últimos días y hacer que merecieran la pena.

La Cordillera Oscura por fin

Fue un alivio volver a un entorno de montaña y bosque. El sendero era bastante agreste y poco definido, no permitía moverse con rapidez y el único cauce que atravesé estaba completamente seco pero nada de esto parecía un gran problema. Ya no, aunque seguía siendo necesario un esfuerzo grande: caminar lo más eficientemente posible, evitar descansos y procurar no cometer errores.

De vuelta en las montañas

A partir de cierto punto, el medio-inexistente sendero dio paso a una pista poco definida pero amplia y fácil de seguir, en la que se apreciaban huellas de ruedas de bici que evidenciaban que el punto de acceso no estaba lejos. Sobre las 4 de la tarde, llegué al asfalto:

La carretera 59

La carretera 59

Cuando la identifiqué sobre mapa, mientras intentaba planificar esta sección, vi a la carretera estatal 59 morir en medio de nada al oeste del cruce con el CDT. En ese momento, no hubiera esperado que fuera una carretera asfaltada siquiera. No es raro en esta región encontrar carreteras numeradas que son de tierra, incluso entre las que sí llevan a algún sitio por ambos lados. La 59 resultó tener un buen asfalto pero era, desde luego, solitaria como las de las pelis de miedo. ¿Cuánto tardaría en pasar un vehículo?

Pues alrededor de hora y media. No mucho, si lo comparas con todo el tiempo y esfuerzo que me había llevado llegar hasta allí, pero una hora y media de cierta tensión. Intento siempre aplicar humildad al auto-stop, tener claro que parar o no es decisión de la persona que conduce y que el hecho de necesitar un transporte no me da derecho a tenerlo pero esta vez hice una excepción; cuando vi un coche acercarse desde el oeste, me lancé al medio agitando los brazos como si estuviera en medio del desierto del Gobi.

Tuve mucha suerte. Conducía un tipo joven, súper majo, ranchero y guía de montaña en la zona. Cuando me disculpé por mi agresiva estrategia de auto-stop, me dijo que no me preocupara, que lo entendía perfectamente y que ni de coña me iba a dejar ahí tirado. Si no antes, fue en ese momento cuando empecé a sentir que todo el esfuerzo estaba empezando a compensar.

Ni la guía del CDT ni la App tenían ninguna información sobre esta carretera, a dónde podía llevar o qué se podía encontrar allí así que tiré de cartografía. Siguiendo la línea de la carretera en el mapa, así, con el dedo, a la vieja usanza, lo primero que encontré fue un sitio llamado Winston que tenía pinta de ser minúsculo. Buscando en la red, vi que seguía existiendo y que, al parecer, tenía una tienda (el General Store de las pelis del oeste) y luego, preguntando por ahí, me confirmaron que así era pero sin detalles de lo que podría encontrar ni de si había algún servicio más en el pueblo. Continuando con la línea en el mapa, el siguiente sitio habitado estaba ya en el quinto pimiento, respondía al curioso nombre de Truth or Consequences y parecía del tamaño suficiente para llamarlo ciudad. Eso era todo lo que sabía a priori. Lógicamente, aproveché para preguntar a Montana, que así se llamaba mi conductor, por ambos sitios. Él iba de paso por los dos y me ofreció parar en Winston y darme unos minutos para valorar el lugar; si veía que no me servía, montar de nuevo y llevarme a T or C.

Winston era muy pequeñín, un pueblito del oeste muy agradable. Había, efectivamente, una tienduca con suministros muy limitados pero ya había reaprovisionado en sitios parecidos a lo largo del viaje; con algún compromiso aquí y allá, habría servido. Las personas que atendían la tienda me ofrecieron acampar al lado de la iglesia para pasar la noche y me dijeron que incluso había un bar en el pueblo. En circunstancias normales, habría sido un sitio perfecto pero pensé que me sentía demasiado cansado, física y emocionalmente, y que apreciaría mucho comodidades no esenciales como darme una ducha, hacer una colada o pillar una WiFi para contarle al mundo qué era de mí. Volví al coche y le pedí a Montana que me llevara a Truth or Consequences, plenamente consciente de que me alejaba demasiado del sendero y que volver podía costar mucho pero decidí dejar los problemas del día siguiente para el día siguiente.

Truth or Consequences

Una población del tamaño de una ciudad pequeña, junto a la autovía inter-estatal que lleva a la capital Albuquerque. Montana me cuenta cómo es el sitio y vemos claro que va a ser el caso perfecto de lugar inmanejable cuando no tienes coche así que me recomienda el centro comercial de las afueras. Es feo de narices pero hay moteles, restaurantes y un supermercado y lo tengo todo en un radio de 5 minutos a pie. Comparto con él mi preocupación por cómo volver al sendero al día siguiente y me dice que, aunque la 59 tiene muy poco tráfico, será sábado y coincide con la apertura de temporada de caza y que habrá muchos cazadores subiendo a las montañas, con lo que tendré posibilidades.

  • Yo vuelvo mañana a mediodía. Haz dedo desde esa entrada a la autovía; cuando pase por aquí, echo un vistazo y, si estás todavía ahí, te recojo.

Es o no es el mejor…

Con ese colchón respecto a la vuelta al sendero, siento que ya me puedo relajar. Lavar la ropa, lavarme yo, cena XL y una habitación de hotel donde dejarme caer y sentir que, por unas horas, todo lo que tengo que hacer es descansar de la que ha sido mi semana más difícil en todo el Continental Divide Trail.

Vida de centro comercial

La aventura era esto

Me lo tomo con calma a la mañana siguiente y no es antes de las 10 h que por fin me busco un sitio en la rampa de entrada a la autovía, sin prisa ni muchas expectativas sobre cómo resultará conseguir transporte. Estoy muy lejos del sendero pero mi experiencia con el auto-stop es que, al final, siempre funciona.

El lado oscuro de la oferta de mi conductor del día anterior es que, para aprovecharla, mi única opción es mantenerme en el sitio. No le esperaba hasta mediodía pero, pasada esa hora, ya no me atrevo a moverme ni para ir a hacer pis. Es entonces, tras un par de horas sin que haya parado nadie, ni para preguntar, cuando me doy cuenta de lo importante que es contar con Montana, si es que aparece.

Me dan las 14 h y, tras 4 horas allí plantado, no ha pasado nada. No tendría ningún problema en pagar por el transporte pero esto es la parte deshabitada de la ya de por sí poco habitada Norteamérica y aquí no hay transporte público para ir a ningún sitio, no digamos a un remoto puerto de montaña. Lo intenté con Uber pero no había ningún conductor en la ciudad. Me empiezo a dar cuenta de que no va a ser fácil y comienzo a arrepentirme de haberme venido tan lejos. Es entonces cuando se acerca por allí una pareja de mochileros que se unen a la operación auto-stop. Me cuentan que quieren ir a Albuquerque (que debería ser mucho más fácil que lo mío) y que llevan ¡dos días! atascados allí. Si no antes, es en ese momento cuando empiezo a reconsiderar mi estrategia: cambiar el punto para hacer auto-stop, irme a la carretera local y, probablemente, caminar por ella los 12 km hasta el cruce a partir del cual todo el tráfico iría en mi dirección. Tendría menos cantidad de vehículos candidatos pero más calidad potencial.

De todas formas, esa nueva estrategia sería para el día siguiente; a éste sólo le quedan 3 horas de luz. Planeo mantenerme en el sitio hasta que se haga de noche y, si para entonces no he conseguido nada, volverme al motel, pasar la noche allí y empezar de nuevo por la mañana.

Son las 4 y llevo 6 horas sin moverme del sitio cuando, por primera vez en todo el día, algo sucede: ¡un coche que para! Mi memoria no da para reconocer el vehículo pero sí al conductor: es Montana «¡Vas tarde!», le digo, entre el alivio por poder salir de allí y el agradecimiento infinito a este tipo.

Así que la aventura era esto. No necesariamente con glamur.

La escena de mis 6 horas de auto-stop

La Cordillera Oscura otra vez

Esto no ha terminado. Estoy todavía en terreno sin documentar y, de hecho, aún me queda el grueso de la Cordillera Oscura, en el que me encuentro con básicamente los mismos problemas de la sección anterior de falta de información sobre el sendero y todo lo que le rodea; especialmente, en ese aspecto tan delicado como sigue siendo encontrar agua. Montana también me ayuda con esto, él es guía de caza en la zona, la conoce bien y me informa sobre lo que puedo esperar. Tengo identificadas algunas posibilidades prometedoras de encontrar agua, uniformemente espaciadas como para poder completar la sección. Aún hay incertidumbre pero me siento mucho más confiado y seguro que en la etapa previa.

Montana me deja en el cruce del sendero y me desea suerte (muchas gracias, tío). Encontrarte con gente como él es una de las mejores cosas de un viaje. Al final, resulta que, en una ruta de montaña en la que pasas la mayor parte del tiempo solo, uno de los aspectos clave es la gente que conoces por el camino. Es siempre así.

Son las 5 y media y no me queda mucha luz. Esta etapa me llevará entre 4 y 5 días, siempre dependiendo de cómo sea el terreno, y me pongo a caminar inmediatamente, cruzando dedos para que el agua no sea mucho problema.

La ruta empieza donde lo dejó, atravesando bosques de pino de camino hacia las zonas más altas. El sendero no está muy definido pero no es difícil de seguir. Me siento relajado y contento, uno de esos momentos que dan sentido al viaje y me recuerdan por qué estoy aquí. Camino hasta que se hace de noche y acampo en el bosque acogedor.

Todo va bien

En las montañas

A la mañana siguiente, alcanzo un hito importante, un desvío hacia una fuente. Aún llevo las botellas casi llenas pero, más que por rellenarlas, me importa ver si hay agua por saber qué puedo esperar de esta zona y de la escasa información que tengo así que me quito la mochila y tomo el medio km de desvío que me lleva a un abrevadero en el que una tubería canaliza un chorrito de agua limpia y fría:

Aunque no lo parezca en la imagen, salía agua por el tubo y estaba perfectamente limpia

Relleno botellas pero, sobre todo, relleno confianza: ¡hay agua en la Cordillera Oscura en octubre! El único problema es que la mayor parte de la ruta es sobre la cresta y el agua se suele encontrar un poco más abajo pero parece un pequeño precio que pagar por el bien más importante.

Más adelante, hay un depósito. En este caso, se trata de un tanque cerrado. Cuando llego, veo que tiene aún bastante agua, accesible por un panel abierto. Sabe un poco rara y tiene muchas cosas flotando pero, por lo demás, tiene pinta limpia.

Hay agua ahí dentro

Ni idea del propósito de este depósito, no parece accesible para el ganado, ¿quizá para apagar incendios? Pero tampoco hay ningún acceso que no sea el propio CDT. Sea para lo que sea, yo vuelvo a rellenar botellas para poder seguir paseando 7 litros por el monte.

La ronda del agua no ha acabado. Sólo unos kilómetros después, la ruta abandona brevemente la cresta, lo suficiente para pasar por la cabecera de un cauce y allí me encuentro esto:

Un cauce con agua

No fluía pero estaba limpita. Era poco más que un charco pero era la primera vez que me encontraba agua al natural desde que tomé la ruta de la Cordillera Oscura. Me puse muy contento. Iba muy cargado pero contento.

La ruta vuelve a la cresta y transita hacia zonas más altas y escarpadas donde cambia la vegetación, álamos de montaña y robles de pequeño tamaño toman el sitio de los pinos. Esto también está muy bien porque, por fin, puedo ver los colores del otoño en esta tierra donde dominan las coníferas.

Álamos de montaña

No todo es perfecto. Con el cambio de ambiente, aparece otro nuevo compañero de sendero que no es tan bienvenido: el honey locust, o falsa acacia, un arbusto pinchoso capaz de hacerte una escabechina. El sendero está habitualmente cubierto de vegetación y este arbusto se confunde con los álamos jóvenes, con lo que a la vista de una espesura es díficil decir si vas a pasar deslizando a través de ramas y hojas o si te vas a hacer otro tatuaje.

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No sería muy grave si me lo pudiera tomar con calma pero este terreno me ralentiza mucho y eso sigue siendo un problema. Por otra parte, es buena señal que ahora mis problemas tengan que ver con un arbusto pinchoso.

Empecé a echar de menos los pinos cuando se puso el sol y no veía más que laderas empinadas y vegetación inhospitalaria pero, de nuevo, estos eran problemas familiares. Vi un área de pinar en la distancia que parecía tener potencial y me esforcé por llegar antes de anochecer para encontrar casi el único sitio llano y despejado en plena cresta, que di por muy bueno a pesar del viento gélido que lo barría. Muy contento de tener el Trailstar conmigo en momentos así.

Me gusta el bosque

Fuera de los mapas

Aparte del agua, había otro problema potencial en esta sección y venía a continuación: un incendio había quemado la cresta y, con ella, el CDT tiempo atrás y había noticias no muy claras sobre que el sendero había prácticamente desaparecido. Al volver la vegetación, el terreno había sido, al parecer, colonizado por el honey locust. La información no era concluyente pero, visto como es el arbusto, me puedo imaginar que si cubre una extensión grande y es denso, necesitarías un machete para pasar. Había también noticias un tanto vagas sobre un desvío que evitaba el tramo quemado, abandonando la cresta, bajando por un valle y subiendo por otro, usando senderos existentes de calidad desconocida. Tal desvío podría ser trabajoso y lento si los senderos estaban en mal estado pero no todo eran malas noticias: bajando por los valles, era de esperar encontrar agua. De hecho, era parte del plan.

Cresta quemada, vegetación nueva

El desvío no había sido incorporado en el track digital de la App pero, curiosamente, sí en el terreno; al menos, en esta señal, el nuevo CDT:

New CDT

Aparentemente, le habían atornillado un pequeño añadido a una señal existente.

Había que bajar por un valle estrecho y retorcido, el Black Canyon, hasta el punto donde confluía con otro valle, Aspen Canyon, por el que se volvía a subir. Nada más empezar a descender, se nota un cambio importante de escenario, un bosque mixto de pinos y robles. El terreno está seco pero el ambiente es frondoso y cerrado, en fuerte contraste con lo abierto y expuesto de la cresta. Es súper bonito.

Valles frondosos en la Cordillera Oscura

El valle lleva un cauce que, al principio, está seco pero no tardan en aparecer humedades, luego charcos. En cuanto veo uno grande, decido no esperar más y recargar botellas. Es de esperar que, cuanto más abajo, más agua haya pero no sería la primera vez que me encuentro con lo contrario y prefiero no arriesgar. 7 litros a la espalda otra vez.

El caso es que, según bajo, voy viendo como los charcos dan paso a un pequeño flujo que va creciendo hasta convertirse en un arroyo estupendo. Es la primera vez que veo agua corriente en semanas, ¡qué ilusión!

La primera vez en semanas que veo agua corriente

Caminar por este valle fue muy especial. Si ya el CDT en esta zona es remoto, por lo menos, es un sendero establecido. En teoría, el cañón tiene un sendero también pero es casi inexistente y, en la práctica, voy monte a través, peleando con la vegetación y los troncos caídos, lo que hace el avance es muy lento y la sensación, de lugar remoto de verdad. En el sendero, siempre puedes esperarte cruzarte con alguien, alguna vez; aquí, no. Al menos, no con personas pero sí me queda claro que no soy el único animal: me encuentro primero con unos ciervos y luego con estas familiares huellas que hacía mucho que no veía:

Oso

No sabía que había osos tan al sur pero, en realidad, tiene sentido. Este valle de la Cordillera Oscura es un sitio estupendo para ellos, seguro que están muy a gusto.

Yo estoy entre entusiasmado y preocupado. En retrospectiva, quizá no había mucha razón objetiva para lo segundo, todo estaba yendo bien, pero creo que sentía el peso de la incertidumbre, de no saber qué tenía por delante, de no saber qué esperar. Tenía ganas de volver al CDT.

El avance era muy lento pero sí que tuve cierta sensación de progreso cuando, por fin, llegué a la confluencia de valles desde donde empezaba a subir de nuevo hacia la divisoria. Después de horas en ruta sin apenas sendero y con sólo unos pocos hitos, no esperaba encontrarme nada elaborado pero ahí estaba la señal, estupenda y apuntando hacia el CDT.

Confluencia de valles

Aspen Canyon, el valle de subida, tenía un sendero de verdad y casi continuo pero también éste se fue difuminando y me llevó dos horas volver a la cresta. Cuando por fin llegué estaba ya avanzada la tarde y no me quedaban muchas horas de luz pero, de repente, me sentí diferente: por primera vez desde que tomé la ruta de la Cordillera Oscura, sentí que todo iba a ir bien. Aún me quedaban 2 días de camino.

El último tramo

El resto de la historia fue casi rutina senderista, versión Nuevo México. El sendero ya era un camino de verdad y me llevó al otro lado de la frontera del área Wilderness según las montañas empezaban a ser más pequeñas. Hacia el final de ese mismo día, me crucé con una pista de tierra y una zona de aparcamiento. Allí, un coche y su conductor. Ya no estaba en un sitio remoto.

Al siguiente día, por la mañana temprano, volví a encontrar agua, estancada pero limpia. Botellas llenas otra vez. Más tarde, pasé por un arroyo grande donde pude incluso refrescarme los pies. A la mañana siguiente, desde lo alto, pude ver casitas en la distancia, muy lejos aún. Al anochecer, llegué a Silver City, Nuevo México. Desde ese punto, me faltaba una semana de camino para completar el Continental Divide Trail.

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9 comentarios

  1. Enrique Cordero

    Caminar es algo tan simple, tan sencillo, tan natural que no somos conscientes del acto revolucionario que implica. Leer tus aventuras me recuerda que poner un pie delante del otro puede ser épico. Un fuerte abrazo, Iñaki.
    Enrique

  2. Fernando Ferrer

    Espectacular crónica, de verdad. Ha sido una delicia leerla, no quería que se acabase!
    Gran aventura que pone en valor las cosas que en el entorno urbanita del «primer» mundo damos por sentadas. Enhorabuena por tu valor en tomar la decisión de tomar el camino más dificil pero a la vez más puro, y muchisimas gracias por contarnoslo. Muy orgulloso te tienes que sentir.

    Quería preguntar por la comida. En una entrada anterior leí que ya no usabas el platipus para preparar comida voluminosa, pero supongo que sí que seguirás con tu estrategia habitual de cocinar en bolsa zip. Quería preguntar si en el CDT usaste similares productos a los habituales (desayuno: leche en polvo, papilla/cereales; comida: frutos/futa secos, chocolate, fiambre, queso, pan; cena: cous cous, noodles), o si variaste algo debido a la moda que haya ahora en USA?
    También quería preguntar por el reaprovisionamiento y el tema de la caja itinerante. ¿Similar logística a la que hiciste para el PCT? Igual haces una entrada con este asunto, en tal caso omite la respuesta, ya leeré la entrada cuando la redactes.

    De nuevo, gracias por compartir. Un saludo, te leemos!

    • Viajarapie

      No he escrito nada específico sobre la comida y el reaprovisionamiento porque ha sido igual que siempre. Para desayunar, llevo ya tiempo usando cacao soluble en lugar de leche en polvo porque esta última es complicada de encontrar y el cacao soluble es al contrario, muy fácil, incluso suele ser fácil encontrar alguno que se disuelva bien en frío. Para la cena, en el CDT he usado noodles o, alguna vez, arroz deshidratado, el cous cous no es tan fácil de encontrar en EE.UU. El resto, como comentas. Muchas Clif Bar, que me gustan mucho y allí están a buen precio, además de que las tienen en todos los sitios.
      Usé una caja itinerante, igual que en el PCT, básicamente para el papeleo (mapas y guía)
      En la entrada sobre pueblos y ciudades (http://viajarapie.info/2020/03/pueblos-y-ciudades-a-lo-largo-del-cdt/) cuento algo del reaprovisionamiento, aunque lateralmente y no lo menciono en todos los casos. La lista de localidades es de aquellas por las que pasé y donde compré comida. No tengo previsto escribir nada más sobre el tema aunque ahora que lo mencionas veo que podría haberlo hecho, esa información se ha quedado un tanto diluída. De todas formas, es información relativamente fácil de encontrar.
      Muchas gracias por el comentario, un saludo.

      • Fernando Ferrer

        Gracias por la info. En cuanto a la logística es cierto que ahora es más fácil de encontrar información, pero sí que me interesaría saber qué llevas normalmente en la caja itinerante a parte de los mapas/guia. Aún no he hecho un viaje lo suficientemente largo que requiera caja itinerante, y quería saber si es habitual meter ahí útiles/repuestos tipo cortañas, mechero de repuesto, algún alimento dificil de encontrar (leche en polvo por ejemplo), pilas para frontal, papel de aluminio para cortavientos de hornillo, algo de botiquin/reparaciones, pastillas potabilizadoras…

        • Viajarapie

          En el pasado sí que metí pilas (frontal y reloj). En el CDT, ambos usaban CR232, que son pilas muy ligeras, y llevé recambio conmigo, es tan poco peso que no merecía la pena tenerlo en el correo, además de que son relativamente fáciles de comprar, se suelen encontrar en supermercados medianos. El resto de cosas que sugieres podrían ser buenas candidatas. En general, prefiero comprar sobre la marcha y la caja itinerante sería sólo para cosas que fueran improbables de encontrar. De los ejemplos que mencionas, la leche en polvo, efectivamente, es complicada pero en parte por eso la he abandonado, ahora uso cacao en polvo, que sí es fácil de encontrar. Cortauñas, no llevo, me apaño con las mini-tijeritas del cuchillo-multiherramienta. De botiquín, sería muy útil llevar alguna medicina específica que sea difícil de encontrar en un sitio pequeño pero lo básico (paracetamol, ibuprofeno, desinfectante) suele ser fácil de comprar.

          Al final, tampoco conviene abusar de la caja itinerante porque dependes de las oficinas de correos, que tienen horarios amplios pero no tanto como un supermercado, por ejemplo, y recibir/reenviar la caja es otra cosa más que hacer cuando seguramente lo que prefiero es relajarme y no hacer nada, siquiera por unas horas. A veces, la oficina postal está a mano pero otras requiere un buen paseo. En fin, es siempre un compromiso.

          En el CDT, al principio, llevaba sólo mapas y páginas de la guía pero luego fui metiendo algunas de las cosas que tuve que descartar pero podía necesitar más adelante, como los filtros de agua que fui comprando.

          • Fernando Ferrer

            Gracias de nuevo por la información y experiencia!!

  3. jose

    Felicidades por el viaje y el relato!!

  4. ikertxo

    Delicioso relato sureño otoñal, de unas montañas tan diferentes a las que conozco, milesker!!! Nunca lo he vivido, pero el depender de dudosos puntos de agua en un sitio como el que describes tiene que ser una presión fuerte.

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