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Material para el CDT, parte 5: Lo que no funcionó

This entry is part 5 of 5 in the series Material para el CDT

Me gusta planificar bien el material y la estrategia para usarlo y, quizá por eso, me molesta que algo no salga bien, aunque procuro tomármelo con deportividad. Ya veréis, si no, lo que comento en esta entrada sobre todo lo que no salió bien en el Continental Divide Trail.

Será que la preparación para este viaje fue un poco apresurada, será mala suerte o quizá una seña de identidad de la época pero hubo unas cuantas cosas que fallaron y me parece muy útil contarlas. A veces, las noticias más importantes están ahí. Estos son los casos más destacados:

Chaqueta impermeable

Zpacks CloudCover

Ésta es una pieza antigua, ya descatalogada, hecha en 100% DCF1. No es transpirable ni lo pretende, lo que me parece una idea interesante a la que di bastante cancha hace unos años, cansado de lo mal que transpiraban las prendas impermeables a pesar de lo que dijera la publicidad. No es una idea popular y probablemente nunca lo ha sido pero tiene potencial para funcionar bien según circunstancias.

En este caso, se trata de una chaqueta con cremallera completa, cremalleras de ventilación en axilas, capucha y visor, es decir, es una chaqueta con todo lo básico, dentro de lo espartano. Una característica clave es que pesa 83 gr. La tengo desde 2011 y hasta el momento de partir para el CDT sólo me la había llevado a un viaje largo en el que no llovió mucho. En el CDT, la combiné con pantalones impermeables.

En la Columbia Británica, 2012

Siempre me había imaginado la Divisoria como un lugar mayormente seco durante el verano, aparte de las tormentas vespertinas cuyo ciclo punta esperaba evitar al elegir una ventana de norte a sur. Tenía claro que iba a necesitar la ropa impermeable pero esperaba que el uso fuera ocasional, la chaqueta se iba a pasar la mayor parte del tiempo en la mochila y esta chaqueta en concreto tiene la gran ventaja, para un elemento que va a pasar mucho tiempo a la espalda, de que pesa muy poco. La teoría parecía sólida.

En el segundo día de viaje, el tiempo se puso tormentoso aunque la mayor parte de la lluvia me pilló ya acampado pero no era un buen augurio: el segundo día es más bien pronto en un viaje que va a durar 5 meses. Volvió a llover por la mañana del día 3 y, ya por la tarde de ese mismo día, una buena tormenta seguida por varias horas de lluvia intensa. Fue entonces cuando empecé a notar que el agua se colaba por las costuras, algo muy malo para una chaqueta impermeable. Sentí especialmente el abrazo frío de la humedad que entraba por la costura del cuello. Tras un par de horas caminando bajo la lluvia, estaba empapado. Por encima de todo, me sentí vulnerable y sin control de la situación.

Al final del día 3, llegué a Many Glacier, un asentamiento estacional en el Parque Nacional Glacier que iba a ser mi primera parada para repostar en el viaje. Para entonces, ya tenía claro que me quería deshacer de la chaqueta y cambiarla por otra prenda en la que pudiera confiar. Many Glacier tiene servicios muy básicos y, entre ellos, una tienduca de orientación turística donde, además de provisiones para los siguientes días, encontré un poncho Frogg Toggs que rápidamente eché al saco y convertí en mi impermeable de transición para ir tirando hasta que me llegara la prenda que tenía en mente. Inmediatamente, me sentí mejor.

El resto de la historia de los impermeables en este viaje pasa por el uso del poncho a lo largo de la mitad norte de Montana; después, la capa que tenía en casa y pedí en cuanto pude. En Many Glacier no tenía ni cobertura así que esperé 4 días más hasta llegar a East Glacier, siguiente parada y algo parecido a un pueblo de verdad, con servicios como una oficina postal. Mandé la chaqueta fallida por correo y telefoneé a casa para pedir que me enviaran la prenda que la  iba a sustituir a otro pueblo más al sur: Lima, Montana, en cuya oficina postal la recogí (y me deshice del poncho).

La historia del problema tiene varios aspectos; todos ellos, básicamente, responsabilidad mía:

  • El tiempo fue más húmedo de lo esperado

Esto, por sí solo, no invalidaba la idea de la chaqueta original pero complicaba el éxito de su uso, en el caso de que hubiera funcionado como se esperaba de ella. En el fondo, no estoy del todo seguro de lo práctico de las prendas no transpirables. Un viaje con poca precipitación habría sido un buen escenario para probar pero no fue el caso de la Divisoria en 2019. El tiempo resultó más inestable que efectivamente húmedo pero lo suficientemente tormentoso para mantenerme alerta y mi vida en el sendero mejoró mucho cuando conté con una prenda impermeable en la que sabía que podía confiar, aunque pesara más del triple que la original.

  • El sellado de costuras se había deteriorado (y no lo comprobé antes de salir)

La chaqueta CloudCover va cosida y se vendía con las costuras sin sellar. Esto último es muy típico en ciertos materiales para los que no hay un proceso industrial de sellado y hay que hacerlo a mano aunque, curiosamente, no es el caso del DCF pero, yo qué sé, eran los viejos tiempos. La sellé yo mismo, usando silicona diluida, como ya había hecho muchas veces antes pero era sólo la segunda vez que lo aplicaba al DCF y la primera en una prenda de vestir. La chaqueta funcionó bien en el pasado pero, en 2019, hubiera bastado con un buen vistazo para apreciar que la silicona había perdido elasticidad y la aplicación parecía poco uniforme. Es la primera vez que me pasa algo así tras un sellado con silicona y probablemente tenga que ver con el material base, el DCF, más que con la operación de aplicación.

Costura y pegotes de silicona

De hecho, con el DCF no se suelen usar costuras sino cinta adhesiva y así se hace comúnmente hoy día para mochilas y tiendas de campaña. Intuyo que esta misma chaqueta, de fabricarse ahora, no iría cosida y el problema de sellar costuras no existiría. Supongo que es parte del precio que a veces pagas cuando te compras algo novedoso, como era por entonces esta prenda.

La chaqueta aún está en aceptable estado y espero seguir usándola después de volver a sellar; esta vez, de alguna forma más efectiva. Por otra parte, no me veo muy animado para llevármela a un viaje largo, ahora estoy en otras prendas.

Filtro(s) potabilizador(es)

Sawyer Mini, Katadyn BeFree y LifeStraw Flex

Comencé el viaje con el Sawyer Mini, que tenía por casa desde hacía tiempo pero no había usado apenas. Aquí cometí un error importante, dando por hecho que iba a estar en buen estado de funcionamiento, ya que tenía poco uso, y no lo probé para verificar que así era. La primera vez que lo intenté usar en el sendero, el flujo de salida era prácticamente nulo, por mucha presión que hiciera. Para añadir a la cadena de errores, tampoco me había llevado conmigo la jeringuilla que se usa para limpiar el filtro, metiéndole un flujo inverso de alta presión.

No me preocupé mucho porque en las montañas del norte de Montana y en primavera hay mucha agua de buena calidad y, además, llevaba mi juego estándar de pastillas potabilizadoras, con las que podía ir tirando si me encontraba agua de calidad dudosa, pero sí me fastidió un fallo tan tempranero, día 1 de viaje. La chaqueta impermeable, por lo menos, no me dio malas noticias hasta el día 2.

Sabía que necesitaría un filtro tarde o temprano así que me propuse ir echando un vistazo a las tiendas de los pueblos, a ver si encontraba alguno. Tras sólo 7 días de viaje, pasé por East Glacier, que es muy pequeño y no tiene tienda de montaña pero en una esquina de la panadería tenían unas baldas con material y allí encontré un Katadyn BeFree, que usa la misma tecnología que el Sawyer, y me lo llevé. Fue de esta forma tan poco intencionada que el BeFree acabó siendo mi filtro de cabecera para el resto del viaje.

Me deshice del Sawyer vía correo y salí de East Glacier muy contento, pensando que mis problemas de filtrado ya habían acabado pero la historia no termina así. El BeFree funciona con una botella propietaria a la que va enroscado el filtro y, hacia la mitad de Montana, con poco más de una semana de uso, esta botella empezó a gotear en una junta que se había empezado a despegar. El hueco se hizo demasiado grande para poder seguir usándola e intenté pegarla de nuevo, sin éxito, así que volví al modo de búsqueda de nuevo filtro con mis mejores esperanzas puestas en Dubois, un pueblo de tamaño mediano en el norte de Wyoming en el que sabía que había una tienda de montaña.

Hasta Wyoming, hice lo que pude con el agua. En Dubois, efectivamente, pude arreglar la situación pero, por desgracia, no con un repuesto para el BeFree, que no tenían, sino con otro filtro más, el que tenían disponible: un LifeStraw Flex que, nuevamente, usa la misma tecnología de fibra hueca de los dos anteriores.

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El Flex nunca me gustó. Era el más pesado de los tres y el flujo nunca fue bueno, ni siquiera cuando era nuevo; había que hacer mucha presión y, aún así, el proceso era desesperadamente lento. Me enfadé mucho con él y me propuse cambiarlo en cuanto pudiera así que volví al modo búsqueda.

Crucé todo Wyoming fortaleciendo los biceps en cada operación. No fue hasta llegar a Colorado que pude sustituirlo. Concretamente, en Steamboat Springs, un sitio turístico y bastante grande, con varias tiendas de montaña donde encontré tanto los Sawyer como los BeFree y me decidí por éste último que, aparte del fallo de la botella, funcionaba bien. ¿Todo resuelto ya?

Pues no del todo. El BeFree siguió funcionando bien hasta que empezó a bloquearse con el uso, un problema común y conocido de este tipo de filtros o, en realidad, de todos los filtros. No busques uno que no se bloquee, todos lo hacen; la clave de estos filtros está en la estrategia de limpiado. En el BeFree, es sencilla y no necesita de ninguna herramienta extra pero, en la práctica y, al menos, en mi caso, su efectividad resultó limitada. Sí que mejoraba el flujo pero no llegaba al nivel de cuando el filtro era nuevo y tardaba cada vez menos en volver a obturarse.

Se pueden comprar filtros de repuesto, sin necesidad de comprar también la botella cada vez. Como yo ya tenía dos, los fui alternando a lo largo de lo que quedaba de viaje, dejando uno en la caja itinerante que mantenía en el correo. El último mes, en Nuevo México, donde más necesario era el filtro, ya pasé a llevar encima los dos filtros, limpiándolos lo mejor que podía en cada visita a un pueblo. Hacia el final del viaje, ambos filtros eran trabajosos de operar. Haciendo biceps otra vez.

La segunda botella no tuvo ningún problema en la junta aunque sí un minúsculo pinchazo que no impedía seguir usándola, podía taparlo con la mano según apretaba. Nunca me gustaron las botellas del BeFree.

Acerca del limpiado de los filtros

Una vez en casa, hice una limpieza en el Sawyer Mini y el LifeStraw Flex. En ambos casos, se hace metiendo agua a presión a contradirección con una jeringuilla de las que no querrías ver en la consulta de enfermería si fueras paciente pero a los filtros no pareció importarles. Ambos mejoraron. El Flex expulsó algo de materia oscura durante la operación y se quedó con un flujo bastante aceptable, no tanto el Mini.

El LifeStraw Flex es una unidad bastante más pesada que las otras dos y mi idea a futuro es seguir usando el Katadyn BeFree, quizá adquiriendo la única botella comercial compatible, de la marca CNOC Outdoors, y así me puedo librar de la botella propietaria de Katadyn que, como ya he mencionado, no me termina de gustar.

Copia de las fotos

En la nube

Contraté espacio en un proveedor de almacenamiento y planeé subir ahí una copia de las fotos de cuando en cuando durante el viaje, cuando pasara por un pueblo y estuviera allí el tiempo suficiente para poder hacer la operación con tranquilidad. Suele haber ordenadores para uso del público en las bibliotecas y en algunos alojamientos. Haría falta un poco de dedicación porque, al contrario que en tu casa, no puedes lanzar la tarea e irte a hacer otra cosa, dejándola ahí mientras termina, pero me parecía un compromiso aceptable para hacer una vez al mes o poco más. La estrategia no puede ser más ligera en peso, ¡no hace falta llevar nada! y tiene la ventaja adicional de que la copia está en una localización geográfica diferente al original. ¿Qué podía salir mal?

Pues el ancho de banda, que resultó insuficiente, por mucho. Tomo las fotos en RAW y los archivos son de alrededor de 20 MB cada uno, es decir, bastante grandes. Con una buena conexión, subirlos a la nube lleva unos pocos segundos por archivo pero cuando hice la primera prueba, antes de empezar a caminar, en un pueblo del norte de Montana, salía a varios minutos de transferencia por foto. Por entonces, lo dejé correr, por si acaso era algo muy local pero cuando hice un segundo intento, un mes depués y con ya alrededor de mil fotos que transferir, la estimación de tiempo total que me daba el sistema era simplemente ridícula. El canuto seguía siendo insuficiente.

Lo volví a intentar en otro pueblo de Montana con el mismo resultado. La primera vez que pasé por una localidad lo suficientemente grande para tener un centro comercial, ya en Wyoming, me compré un disco externo.

Disco y cable

Probablemente habría sido mejor idea comprarlo online para haber tenido acceso a tecnología más moderna y, con ello, un aparato más pequeño y ligero pero la diferencia no habría sido mucha. El disco que compré funcionó bien y no dio ningún problema salvo que algunos de los ordenadores que usé no lo reconocieron pero me temo que era más problema del propio ordenador, por ser de uso público y/o muy antiguo. En general, fui haciendo copias cada 3 ó 4 semanas sin mayor problema. Podría haber enviado el disco por correo en la caja itinerante para no tener que cargar con él todo el tiempo pero, por 165 gr, cable incluido, pensé que no merecía la pena.

Puede que el problema del ancho de banda insuficiente se resuelva en el futuro. En 2019, desde luego, la copia de seguridad en la nube era algo inviable.

Bolsa y Aislante para cocinar

Sin usar

En este apartado, no hubo nada que se rompiera o funcionara mal sino una estrategia equivocada por mi parte. La bolsa para cocinar y su aislante resultaron innecesarios y, cuando tuve claro que era así, los mandé para casa.

La idea de usar una bolsa (en mi caso, una botella Platypus reciclada) para cocinar es que el cazo sólo es necesario para calentar el agua, con lo que puedes cocinar cosas relativamente voluminosas sin necesitar un cazo muy grande, que pesaría de más. Yo llevo un cazo de 850 ml. que no me valdría para cocinar una ración generosa (como debe ser) de algo como macarrones pero sí de comida más compacta como cuscús, noodles o arroz.

En las tiendas de los pueblos, solía haber arroz liofilizado y los noodles se encontraban casi siempre. Ambos me satisfacen y se cocinan muy rápido así que me resultaban perfectos. Cuando vi que ni estaba usando la bolsa de cocinar ni la iba a usar, bingo: otra cosa para casa en el correo. Un trasto menos.

Telefonía móvil

AT&T SIM & CrossCall Smartphone

Mi smartphone para este viaje, un CrossCall Trekker M1 Core, admite doble SIM así que mi idea era mantener mi SIM casera y, una vez en destino, comprar una SIM local para poder tener servicio telefónico sin tirar de itinerancia. Me hice con una SIM de la operadora AT&T, que usa el estándar GSM, al contrario que muchas operadoras de EE.UU, donde el estándar más popular es CDMA, supuestamente incompatible con los aparatos europeos. En Europa (y en la mayor parte del mundo), es GSM lo que se utiliza.

La SIM local debería haber funcionado con sólo conectarla pero no lo hizo y sin razón aparente. Investigando por la red, llegué a la conclusión de que era un problema de frecuencias. Aparentemente, GSM tiene un juego amplio de pares de frecuencias posibles y tanto operadoras como aparatos, típicamente, implementan varios de esos pares con lo que es fácil que en alguno coincidan. Pues, aparentemente, las frecuencias que usa AT&T y las que maneja mi smartphone no coincidían en ningún caso. De hecho, tampoco tenía servicio en itinerancia en mi SIM de casa, a pesar de que verifiqué que mi operadora tenía acuerdos de roaming en la zona, como hubiera sido de esperar.

Esto de la tecnología es un campo de minas… a pesar de que el servicio móvil en itinerancia es algo ya muy asentado y das por hecho que va a funcionar allá donde vayas, incluyendo Mongolia o Namibia, resulta que vas a EE.UU. y no fofa. Te quedas con un teléfono desconectado del mundo a no ser que pilles WiFi. Y no hay nada que hacer.

Al menos, no en Montana. En la tienda de AT&T a la que acudí a pedir socorro, me dijeron que quizá en otros estados la operadora usara frecuencias diferentes y a lo mejor tenía servicio como, de hecho, sucedió, al menos, en algunas zonas de Colorado; pero eso no me servía, máxime cuando, a priori, no sabía qué me iba a encontrar.

Podía haber decidido hacer el viaje sin teléfono. Ya lo he hecho en el pasado, y no hace tanto tiempo, pero al menos por entonces tenías la opción de los teléfonos públicos si necesitabas hacer una llamada. Ahora, ya, ni eso. Hacer llamadas de teléfono es algo que, a lo largo de 5 meses de viaje, vas a necesitar tarde o temprano y no me molaba nada prescindir de ello como punto de partida, habiendo alternativas pero, claro, ¿qué alternativas? Era improbable encontrar alguna otra operadora GSM que me sirviera y tampoco quería perder tiempo buscándola así que tiré por la calle de enmedio y, en la misma tienda en la que estaba, me compré el teléfono más barato que tenían. Es decir, me hice un viaje de 5000 km. con dos teléfonos en el bolsillo/mochila.

Se reproducen

Esto me dolió casi más emocionalmente que físicamente. Se supone que la tecnología está ahí para ayudar y hacernos las cosas más sencillas y así suele ser pero, a veces, cobra vida propia y lo único que hace es meter complicación donde no debería haberla.

Acerca de las operadoras de telefonía en EE.UU.

De entre las operadoras importantes, es Verizon la que tiene fama de ofrecer mejor cobertura fuera de los núcleos de población, algo especialmente importante en un sitio como EE.UU. cuando vas a estar en una zona tan poco poblada como la Divisoria. Verizon usa tecnología CDMA, no GSM, con lo que, en teoría, es incompatible con los aparatos europeos, que no suelen manejar CDMA. Por eso empecé por elegir AT&T, que usa GSM, aunque, como cuento arriba, no fue suficiente. El caso es que la cobertura de AT&T era muy pobre a lo largo de la Divisoria. Las pocas veces que encendí el teléfono en el monte, por probar, no había nada y, a veces, en pueblos pequeños, ni siquiera en el propio núcleo urbano. AT&T no es una buena opción.

Oí de al menos un europeo que compró una SIM de Verizon, la pinchó en su teléfono y, voilá, funcionó, aunque tampoco me supo explicar más del porqué así que sólo sé que no sé nada. Quizá la diferencia GSM/CDMA ya no aplica o me estoy perdiendo algo.

Lista de material definitiva

Como cierre de esta serie de entradas sobre el material que usé en el CDT, enlazo la que puedo considerar como lista de material definitiva, después de todas las actualizaciones que hice sobre la marcha. Mi peso base final quedó en unos poco pintones 7.5 kg. largos.

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  1. Dyneema Composite Fabrics, antiguamente conocido como Cuben

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1 comentario

  1. Salvador

    Gracias Iñaki por compartir todos tus conocimientos y experiencias. Durante estos tu página años ha sido todo un descubrimiento.

    Un saludo

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