Durante el verano de 2022, caminé de estación de tren a estación de tren entre Oppdal, región Trondelag, y Hamar, región Innlandet, siguiendo una línea por las zonas montañosas de tres áreas protegidas: Trollheimen, Dovrefjell y Rondane, completando viaje a lo largo de las tierras altas de Hedmarksvidda.

Sección de Hedmarksvidda

La base de mi plan de ruta había consistido en acudir a algunos de los grandes nombres, léase Trollheimen, Dovrefjell y Rondane pero, cuanto terminé de trazar a través de ellos, paré la línea a unos 2/3 de la distancia que esperaba recorrer y me planteé qué hacer a partir de ahí. A vista de mapa, no quedaban más montañas alrededor salvo que caminara hacia Jotunheimen (otro gran nombre) pero eso habría implicado cubrir bastante distancia por zonas habitadas, pelín desperdicio del escaso tiempo que me quedaría para entonces.

Pues montañas no pero, al sur de Rondane y continuando en mi misma línea de viaje, en el mapa se veía una divisoria secundaria de tierras altas, mayormente por encima del límite de los árboles. Empecé a trazar ruta por ahí y acabé con una versión final que acababa en una estación de tren y me convencía.

Así es como acabé decidiendo recorrer, para esta última sección, las tierras altas en las regiones de Lillehammer y Hedmarksvidda, acabando en la localidad de Hamar. Sobre el sendero, esto me llevó 5 días y, en el marco del viaje completo, retomo la historia desde el 11.

Día 11

Según el pronóstico, va a llover mucho desde mediodía y en adelante así que hago madrugón para estar caminando a las 6 h. e intentar cubrir los 37 km. hasta el refugio Djupslia antes de mojarme mucho. Desde el refugio Jammerdals, donde he pasado la noche, retomo camino a través de páramos de aspecto austero y relieves suaves bajo nubes discontinuas y, a menudo, muy oscuras.

Los páramos

El terreno es propicio para progresión relativamente rápida, a pesar del piso ocasionalmente pedregoso. La ruta se mantiene en las zonas elevadas y evita los fangales. Cuando baja ligeramente de cota, alcanza el límite de los árboles y transita por un bosque mixto, abedul y coníferas, y abierto, con espacios herbosos y de arbusto colorido. Es como caminar por un jardín de diseño.

Jardines noruegos

Cuando voy de refugio en refugio, como es el caso en esta jornada, suelo hacer etapa doble, con lo que tengo el refugio de final de jornada y el de mediodía. En un día desapacible y oscuro como éste, me viene bien el refugio de mitad de jornada para parar a comer, además de que, tras haber evitado repostar provisiones en la única ocasión que tenía cerca de ruta, necesitaba echar mano de la despensa de los refugios para algunas de las comidas. Así, eché una hora en Vetabua y di cuenta de otra lata doble de cocido.

Parada para comer

No tenía apenas información sobre esta región, más allá de lo que podía ver en los mapas. Había senderos marcados y confiaba en la calidad noruega para contar con que fueran rutas transitables pero, una vez había dejado atrás las regiones más populares, no sabía qué esperar así que me alegré cuando llegué a mis primeras series de tablones sobre los inevitables fangales. Más allá de lo obvio, progresión sencilla y pies más o menos secos, la presencia de las líneas de tablones significaba que las líneas del mapa tenían un reflejo en el terreno y que habría un sendero que seguir.

Un sendero que seguir

Tras un buen rato por el bosque, cruzar alguna pista de grava e incluso una granja, el sendero asciende para atravesar un par de montes menores antes de iniciar un descenso hacia el refugio Djupslia. Páramos de nuevo.

Páramos de nuevo

Empieza a llover apenas media hora antes de llegar al refugio pero es suficiente para hacerme sentir más vulnerable de lo que me hubiera gustado. Estoy mojado, tengo frío y sería deprimente seguir caminando en estas condiciones de no ser porque sé que me espera un sitio a cubierto. Esto me da que pensar. Necesito mejorar mi desempeño en situaciones de autonomía en condiciones lluviosas, sea por el material, la actitud o ambas cosas.

Es una reflexión para otro día. Hoy, no me hace falta mejorar nada, sólo llegar a un lugar a cubierto. Desciendo desde la última elevación para alcanzar de nuevo el límite del bosque y un cruce para el corto desvío hasta el refugio Djupslia. No tiene porche para facilitar la transición de empapado a confortable pero, por lo demás, es tan estupendo como se puede esperar de los estándares noruegos. Enciendo la chimenea, pongo todo a secar y a mí mismo a descansar.

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

Habrá un par de grupos más, de tres y dos personas, esa noche en el refugio. Contrariamente a mis desinformadas expectativas, hay más tráfico ahora que los grandes nombres han quedado atrás.

Día 12

En Djupslia hay cobertura de datos y puedo consultar las únicas noticias que me interesan en estas circunstancias, las del parte meteo. La cosa está revuelta, algo que puedo confirmar echando un vistazo afuera, es de esos días en los que, además de la presencia del nublado gris oscuro, se percibe la inestabilidad. Dan lluvia tormentosa por la tarde pero cada vez que miro cambia la cantidad y la intensidad. Con tal pronóstico, planearía otra noche de refugio pero esta vez las distancias no me cuadran: son 10 km. sólo hasta Lyngbua y 30 más, para un total de 40, hasta el siguiente en Oyungen. Podría haber planeado otro madrugón y esperar hacer los 40 km. hasta Oyungen antes de mojarme demasiado pero los últimos 15 serían por terreno elevado y expuesto, lo que no me gusta nada en tiempo tormentoso.

Como no estoy seguro de qué será lo mejor, lo tomo con calma, ya decidiré sobre la marcha. Salgo a caminar a las 8 h. Tras un rato entre árboles, la ruta asciende, emerge en los páramos y la sensación es de que me he quedado solo.

No más árboles, me quedo solo

Camino sin parar los 10 km. hasta Lyngbua. Es un refugio pequeño y básico y me alegro mucho de poder hacer un descanso a cubierto porque, aunque aún no llueve, es uno de esos días en los que fuera no se está nada a gusto si no es en movimiento. Dentro, el refugio es sorprendentemente cómodo y bien aprovechado, me recuerda a la escena de Slash saliendo de la iglesia en el vídeo de November Rain. Es sólo media mañana pero aprovecho para hacer aquí la comida principal del día.

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

El tiempo se sujeta a duras penas cuando vuelvo al sendero, está oscuro, hace viento y frío.  Mi situación vital mejora bastante cuando la ruta desciende lo justo para meterse en zonas de bosque, el abrigo de los árboles marca una diferencia importante, tanto física como emocional. Voy tomando nota de las zonas de hierba corta y seca que me voy encontrando entre los árboles, consciente de que, en estas regiones, no son lo habitual y pensando en que serían campamentos perfectos. Dan ganas de parar y montar la tienda pero sigo adelante con mi idea de continuar caminando, al menos hasta que empiece a llover o, en todo caso, antes de meterme en sitios expuestos.

Hierba y árboles

El punto clave de decisión está en una zona que en el mapa aparece identificada como Nyskolla, por donde pasa una pista de grava y hay algunas casas, no está muy claro si recreativas o granjeras. Pasado Nyskolla, la ruta sube a páramos cimeros que ya no abandona hasta llegar al siguiente refugio que podría usar, 15 km. más allá.

Godlidalshytta es un refugio privado para el que no tengo llave

Es justo entonces cuando empieza a llover. En condiciones favorables, sería una jornada larga pero muy factible hasta el refugio Oyungen pero, mirando hacia las alturas por las que tendría que caminar, me imagino a mí mismo vapuleado por lluvia y viento durante 4 horas y me reconozco que no sería una buena idea. Mientras tanto, llueve fuerte y me quedo empapado antes de darme cuenta. Ya no hay bosque pero sí quedan árboles aislados, coníferas de buen tamaño y ramaje espeso que deberían poder dar algo de abrigo y me busco una para refugiarme mientras pienso qué hacer. Es mejor que nada pero, con ramas hasta un suelo fangoso cubierto de arbusto, no evito la sensación de no saber dónde meterme.

Una vez más, ante una situación de tiempo desfavorable, me siento vulnerable. Para hacerlo aún peor, siquiera emocionalmente, hay algunas casitas con aspecto acogedor en la zona pero ninguna parece ser de acceso público, ninguna parece habitada y no veo ni un mínimo techado exterior. Un rincón protegido, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.

Si no voy a continuar camino, necesito acampar y ponerme cómodo. No debería ser difícil, pensaba entonces. Ya sé que el terreno suele ser poco amable para ello, entre zonas fangosas y arbustos impracticables, pero hubiera esperado encontrar algo sin mucha dificultad en esta zona levemente humanizada. Quizá por eso me siento especialmente estúpido mientras recorro Nyskolla para alante y para atrás intentando encontrar hueco sin éxito mientras me sigo mojando. Es curioso lo difícil que puede resultar y en ese momento echo de menos las localizaciones casi perfectas de unos kms. atrás.

Al final, encuentro una franja herbosa y no enfangada donde incluso tengo algo de abrigo del viento gracias a los arbustos. Para cuando termino de montar la tienda, la lluvia está amaninando.

Un buen sitio para acampar, por fin

Ya no volverá a llover en el resto del día pero no me arrepiento de haber decidido parar aunque no sea lo habitual hacerlo tan pronto. De hecho, será una estancia agradable y relajada, muy facilitada por las condiciones relativamente tranquilas, con una brisa suave que me ayuda secar todo lo mojado e incluso algún roto en las nubes que deja ver el sol, siquiera brevemente.

Secando cosas mojadas

No me queda muy claro si esto ha sido una historia de éxito o fracaso. Sea como sea, me quedo contento con el resultado.

Día 13

Al día siguiente, la situación es mucho más benigna, está despejado y en calma y me siento con ganas de subir a los páramos en condiciones perfectas para caminar.

Despejado y en calma, por fin

Durante el ascenso, el terreno es de lo más húmedo que he encontrado en todo el viaje, quizá se percibe así porque no hay tablones sobre los fangales pero tampoco me importa, los pies mojados son algo que tomo con buen humor.

Pies continuamente refrescados

Se va nublando de nuevo y recuerdo que el último pronóstico que consulté es de posible lluvia por la tarde pero el ambiente es mucho más tranquilo que en la mañana del día previo. Alrededor de mediodía, paso junto al lago Oyungen, donde hay varias cabañas, una de ellas el refugio DNT. Un desvío de 1 km. hace que no me merezca la pena ni ir a verlo.

Lago Oyungen

Pasado Oyungen, el mapa muestra una zona llana, pantanosa y muy extensa a través de Raudfjellet y eso es justamente lo que me encuentro. La progresión es lenta y necesito tomármelo con paciencia pero, por lo demás, no hay ninguna dificultad y la luz que se cuela entre las nubes ilumina el fangal, en fuerte contraste con el gris plomizo que ha dominado los páramos desde que salí de Rondane. Lo encuentro muy bonito.

Nubes oscuras, fangal luminoso

Altiplano en Hedmarksvidda

Por fin, llego al borde sur de Raudfjellet y empiezo a descender sabiendo que no volveré al alto páramo en lo que queda de viaje. Dos días aún por delante que van a ser muy diferentes de todo lo anterior. Entro en el bosque pero esta vez no se trata de abedules pequeños sino coníferas de buen tamaño.

Árboles de talla grande

El cielo se ha encapotado pero esta vez no me importa, mi plan es pasar una última noche en refugio, visto que tengo uno a distancia perfecta. No tiene pinta de que vaya a llover mucho pero el bosque tampoco parece muy cómodo para acampar, el suelo es muy irregular y tiene mucho arbusto. Al final de la tarde, llego a Halgutusveen, el refugio de nombre raro hasta para estándares noruegos.

Halgutusveen

Halgutusveen es una casita de madera simple, con una zona de dormir y otra de estar que ni siquiera están totalmente separadas. Podría haber acampado fuera pero, aparte de la obvia comodidad, me tomo la opción de refugio como una oportunidad de ir despidiéndome del que ha sido uno de los elementos importantes del viaje. Estoy en una zona aparentemente poco popular, no hay nadie más en casa y me gusta la quietud de la pequeña casita en el bosque. Será una estancia agradable.

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

Día 14

Por la mañana, nubes altas velando el sol y viento en calma. En línea con la meteo, me siento relajado, con sólo dos días de camino por delante que ni siquiera necesito hacer particularmente largos. Me siento como si ya casi estuviera allí.

Prosigo en descenso por el bosque de coníferas hasta el fondo del valle Astdalen, donde cruzo una pista de grava y entre numerosas cabañas de madera, también hay ganado pastando. Es la primera vez que bajo a un valle profundo desde la transición entre Trollheimen y Dovrefjell en el día 5. A una altitud de 400 metros, esto es lo más bajo que he estado desde entonces. El enorme cauce del Asta y el bosque de coníferas suponen un ambiente inédito en todo el viaje. Me recuerda mucho al oeste de Norteamérica.

Astdalen

Camino valle abajo durante varios kms. a través del bosque húmedo, un ambiente exhuberante y un tanto opresivo, oscuro a pesar de que afuera hay buena luz. Es muy bonito y aprecio especialmente el cambio radical.

El bosque húmedo noruego

Desde Astdalen, queda una última región elevada antes del descenso final pero no pasaré de los 700-800 m, lo que significa que ya no abandonaré el límite del bosque. Según subo desde el fondo de valle, los árboles siguen siendo grandes y antiguos pero la disposición es más abierta.

Bosque más luminoso en las laderas

Es muy agradable caminar por el bosque sobre sendero cómodo y seco aunque los fangales no fallan cada vez que hay una zona llana. Paso junto a un par de refugios básicos, algo más pequeños pero, por lo demás, similares al que había usado la noche anterior. La ruta va enlazando cerros, intentando enlazar franjas de terreno seco. Al final, los fangales son inevitables y tengo varios kms. de charco continuo. El cielo es un mosaico de azul, negro y numerosos tonos de gris, con el ocasional chaparrón visible en el horizonte pero nunca llega a parecer que me vaya a llover a mí. Cuando el sol incide, el fangal brilla.

Fangal brillante, otra vez

Según cruzo Malifjellet, percibo cómo voy estando más cerca de las zonas urbanas. Llego a un punto al final de una pista de grava donde hay prados y numerosas cabañas, una de ellas un refugio DNT que, de alguna manera, se había convertido en mi faro para esta última sección de viaje: una vez en Malia, habría dejado atrás todas las dificultades y el resto sería casi una formalidad.

Malia

Es tentador pasar la noche en el refugio y disfrutar desde el porche de la vista abierta al noroeste mientras se pone el sol pero el tiempo sigue tranquilo y luminoso a pesar de las nubes y sé que un último campamento me va a gustar mucho más así que continúo. Aquí dejo la dirección dominante sur y tuerzo a oeste, al tiempo que abandono la ruta Rondanestien que he estado siguiendo, sin pretenderlo a priori, durante una semana.

El reto es mantener la confianza en encontrar un buen sitio para acampar para alguien como yo no muy familiar con este tipo de terreno pero es inmediato observar lo básico: bajo y llano significa fangoso y las laderas significan terreno inclinado (esto último ya lo sabía) así que pongo foco en las cimas de los cerros. También ahí hay fangales pero suele haber islas de tierra firme. Encuentro una y, según las nubes se van diluyendo, planto la tienda sobre el brezo y aún me da tiempo a ver la lenta puesta de sol de las altas latitudes.

El último campamento

El terreno es bastante plano y carente de perspectiva pero sí tengo algunas vistas hacia el norte:

Vistas hacia el norte

Disfrutaré mucho de esta última noche en el sendero. Solitaria y en calma, tiempo para relajarme con la conciencia de que casi todo el trabajo está hecho.

Día 15

He acampado a sólo 25 km. de la estación de tren de Hamar, de los que los últimos 16 son por carretera, es decir, que ya no queda nada. Aún así, madrugo para garantizar que llegaré a tiempo de coger el tren de media tarde a Oslo. Para mis últimos kilómetros en el sendero, alterno bosque de pinos y fangales herbosos. La zona debe ser popular para el esquí cross-country, vistos los altos postes de madera que marcan las rutas. Para el camino de verano, tengo tablones sobre el fangal.

Tablones para el verano, postes altos para el invierno a lo largo del fangal

Son sólo 6 kms. de sendero. Meto los pies, calzado incluido, en el último arroyo antes de llegar a una pista de grava para llegar al mundo urbano con pies mojados pero limpios. A continuación, emerjo en esta escena:

Del sendero a la pista de grava

Aquí empieza una nueva experiencia senderista en una superficie regular y seca flanqueada por bosque. Sólo me dura 3 km. antes de llegar a Gasbu, donde hay unos pocos edificios de servicio del centro de esquí, ahora cerrados, y un nuevo tipo de señales:

Los últimos 15

Es mucha distancia para caminar por carretera, que no me mola nada, y debería haber algún autobús que baje en algún momento pero, a estas alturas, me gusta la idea de terminar viaje como lo empecé, en una estación de tren, y tomo este último tramo como una oportunidad para andar por terreno fácil, algo de lo que no ha habido mucho en este viaje. Son 400 m. de desnivel pero el relieve es lo suficientemente suave como para no tener ninguna gran vista de mi destino. Está ahí abajo, junto al lago:

Hamar está ahí abajo

Llego a la localidad a mediodía, con un par de horas de margen antes de coger el tren. Hamar presenta un ambiente somnoliento en esta mañana de sábado. Cruzó la población para llegar a la estación de tren sin ningún plan de moverme de ahí.

Hamar centro

La estación de tren de Hamar

La plasti-cafetería de la estación puede no ser el restaurante de moda pero no pierdo la oportunidad de darme un primer, aunque básico homenaje a base de café y pizza, es todo lo que había en el apartado de cosas cocinadas. En mi propia bolsa de comida, sólo me queda un puñado de frutos secos y unos picos de pan.