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El saco de dormir es uno de los elementos más monstruosos en la mayoría de las mochilas tradicionales. Tanto que, a veces, va fuera, colgando más o menos incómodamente en una mala solución que deja expuesta a los elementos nuestra pieza más sensible. Mal plan.

En el asunto del saco se mezclan la excesiva precaución con una cierta y extendida reticencia a gastar buenos dineros en una inversión considerable. Así como el ultraligerismo es, en muchos casos, cuestión de simplificar, en el saco de dormir me temo que no hay más remedio que acudir en busca de la mejor calidad. Un buen saco de dormir de la mejor calidad cuesta un ojo de la cara. Un buen saco de dormir, de la mejor calidad y del mejor diseño cuesta los dos. Aún así, creo que es una inversión a largo plazo que merece la pena, siempre y cuando vayamos a sacarle partido, lo cual se consigue a base de dormir en la montaña de forma más o menos habitual. Para dormir en refugios, obviamente, hay opciones más óptimas.

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Aquí me voy a permitir ser osado y centrar el discurso en la opción que considero, de largo, más óptima, consciente de que requiere un salto de mentalidad importante con respecto a la ortodoxia. Creo firmemente en lo que voy a contar.

El aislamiento del saco, sea del tipo que sea, aplastado bajo nuestro cuerpo no sirve para nada. No atrapa aire y no aísla.

La conclusión es inmediata: prescindamos de ese aislamiento que no aísla.

El concepto está explicado en la sección de material por lo que no me voy a extender mucho más aquí. Valga decir que, por supuesto, el beneficio obvio e inmediato de estos diseños es el considerable ahorro de peso pero también el hecho de que, al evitar descansar sobre la pluma o fibra sintética, contribuimos a no degradarla y así conservarla en mejor estado. Ignoro hasta qué punto tiene esto relevancia pero me siento mucho más tranquilo cuando me acuesto sobre la barata e imperturbable espuma de alta densidad que cuando lo hago (hacía) sobre delicada y carísima pluma de alta calidad.

El otro elemento de diseño que se aleja de la ortodoxia pero me parece útil y positivo es la ausencia de capucha. Puede parecer paradójico cuando es bien sabido (y cierto) que proteger la cabeza es crucial para no perder calor pero no se trata de no proteger la cabeza sino de que la capucha no sea una parte del saco.

La primera y obvia ventaja es que el saco será más ligero. Para proteger la cabeza, entonces, usaremos material que ya llevamos, de todas formas: un gorro, una braga, un pasamontañas… dependiendo de las circunstancias será una cosa de estas o combinación de ellas. Normalmente, para tiempo no muy frío prefiero la combinación gorro + braga, más versátil que un pasamontañas. Estos son elementos que voy a llevar en cualquier caso (principalmente, para esas horas de la mañana cuando, aún en campamento, hace frío y se necesita su abrigo), con lo cual les doy multiuso nocturno y existe un considerable ahorro efectivo de peso. En caso de mucho frío, se puede improvisar: proteger la cabeza con lo que sea que tengamos.

Pero esto no es todo: la otra gran ventaja de un saco sin capucha es que la capucha (o lo que sea que usemos como capucha) va a ser independiente del saco. Esto es muy interesante: una capucha integrada nos obliga o bien a dormir estáticos o, si nos movemos, a mover el saco al tiempo; si no, acabaríamos con la cara dirigida a la pared del saco en lugar de a la abertura de la capucha. Estaríamos respirando dentro del saco, lo cual es muy mala idea: un montón de humedad que introducimos en el aislamiento. Con una capucha independiente del saco, podemos girar sin preocupación de que esto pase. Además, y por si fuera poco, es más fácil sellar el saco contra corrientes de aire a la altura del cuello que hacerlo cubriendo la cabeza; de hecho, los sacos para temperaturas frías suelen incluir un collarín de sellado, independientemente de que luego lleven capucha.

En definitiva, la ausencia de capucha es un caso en el que la prenda no sólo resulta más ligera sino que acaba siendo incluso más funcional.

Debo decir, también, que este tipo de elementos de diseño (fondo abierto; en menor medida, ausencia de capucha integrada) no son para todo el mundo, dependiendo de la forma de dormir de cada uno y de los gustos propios.

Me resultan aceptables los diseños que, intentando allanar el camino entre saco y saco-sin-fondo, cierran el edredón con una capa textil (pero siguen sin utilizar aislamiento en la parte inferior). Es un buen compromiso, ligeramente más pesado pero con un buen sistema para eliminar del todo la posibilidad de corrientes de aire frío. No me gustan tanto (en teoría, al menos; no los he probado) los que incluyen una funda para el aislante (colchoneta; de espuma de alta densidad o hinchable, tanto da), ya que la inseparabilidad de saco y colchoneta hace al conjunto muy rígido y menos versátil. Cuando el saco es, simplemente, sin fondo, entra en juego el concepto clave de la amplitud variable: si hace calor, más amplio, como una manta; si hace frío, todo bien cerrado y ajustado. Si hace más frío aún, no hay problema por vestir ropa dentro, la amplitud variable se ajusta para permitir irnos a dormir con una buena capa de aislamiento vía ropa sin comprimirla por falta de espacio. Esto es versatilidad. Y, encima, pesa menos.

La adaptación necesaria para estar cómodo con un engendro de estos es principalmente psicológica; también un poco física: es necesario acostumbrarse a moverse dentro del saco sin desplazar este. Esto no debería ser difícil para la mayoría: ¡es lo que hacemos en casa!

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En el relleno, no hay mucha duda: la pluma gana. Pluma de alta calidad, cuanta más calidad, mejor. Las mejores fibras sintéticas no se acercan siquiera a las prestaciones de la pluma. Dicho esto, en sacos ligeros, el espacio entre pluma y poliéster se acorta y, especialmente en el caso de un saco sin aislamiento en la parte inferior, se pueden conseguir sacos sintéticos razonables tanto en cuanto a peso como a bulto.

Las fibras sintéticas ofrecen un cierto margen de error en condiciones de humedad. Un saco húmedo o, peor aún, mojado o directamente empapado es algo que no debiera pasar nunca y, si pasa, significa que probablemente tenemos que revisar otra parte de nuestra estrategia, algo estamos haciendo mal. Esto es válido aun cuando el saco sea sintético. Y es que, además, es algo relativamente sencillo. De ahí que la pluma siga siendo la mejor opción. Si vamos a tener que proteger el saco de todas formas, no es clave contar con ese margen de error extra. No si nos obliga a llevar más peso y volumen.

El elevado precio de la pluma de calidad es un tema delicado… cada uno ve cómo y en qué se gasta su dinero. Yo creo que un saco de máxima calidad es, sobre todo, una inversión. Una inversión a largo plazo, además, porque, bien cuidado, nos va a ser útil durante muchos años (más que uno sintético). Entiendo que haya quien de verdad no se lo puede permitir pero entre la mayoría que, estrictamente hablando, sí puede, percibo cierta reticencia a pagar las cantidades de dinero que un saco de estos cuesta. Quizá es que resulta difícil valorar en su justa medida esta pieza del equipo. A fin de cuentas, entre los aficionados a la montaña, ese dinero suele ir a parar a otras piezas de su equipo; algunas, también, muy caras, y no me voy a meter en la presunta necesidad de cada cosa, es algo muy particular de cada uno pero me da la impresión de que cuesta más invertir en un saco que en otras cosas. Es obvio que, para amortizar esa inversión, hay que usar el saco en las condiciones en las que va a marcar la diferencia con otro más barato. Si no, no merece la pena.

La pluma, aún, puede estar contraindicada en entornos de alta y constante humedad ambiental pero son condiciones muy particulares: el verano de algunas zonas sub-polares y poco más.

Textiles: alguna versión de nylon, denso y ligero. Ligero, obviamente, para contener el peso del conjunto pero no sólo; es importante que el tejido sea liviano para que no comprima la pluma (me permito ya hablar exclusivamente de la pluma) y le permita expandirse lo más libremente posible. Debe ser también lo más transpirable posible ya que, durante la noche, nuestro cuerpo exhala una cantidad considerable de humedad, que debe pasar a través del saco e, idealmente, no quedarse dentro de él. Esto es muy importante ya que, especialmente en un viaje largo, la humedad acumulada dentro del saco puede llegar a ser considerable, elevando el peso del saco (sí, sí; la humedad pesa) y, lo que es peor, dificultando que la pluma aísle bien. Podemos estar tentados de elegir un tejido lo más resistente posible al agua para proteger la preciada y sensible pluma pero hay que tener cuidado con esto, puede ser contraproducente. Se suele considerar, y eso pienso yo también (aunque esto es tema abierto a discusión), que es mejor elegir un tejido que transpire lo mejor posible y dejar la protección contra el agua a otros elementos de nuestro equipo.

Pertex ha hecho materiales tan buenos que se ha convertido en el estándar de facto. Las variedades Microlight y Quantum son las más utilizadas en sacos de dormir, también en ropa ultraligera. Un denso entrelazado de finas fibras de nylon, la obligada cuadrícula antidesgarro y el típico tratamiento repelente al agua que, unido a la propia densidad intrínseca del material, les hacen altamente resistentes a la humedad manteniendo una alta transpirabilidad. Pertex es sinónimo de calidad y especialmente Quantum lo es de máximas prestaciones para sacos de dormir.

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